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Carta 102

Teresa de Ávila

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enero-febrero (?) 1576 (Sevilla)
Al padre Juan Bautista Rubeo

Se ha agravado la situación del carmelo andaluz y la tirantez de la Orden. Gracián ha regresado de Madrid a Sevilla con nuevos poderes del Nuncio. De Piacenza han llegado los capitulares castellanos y andaluces; uno de ellos ha notificado a la Santa las decisiones del Capítulo acerca de su persona; pero éstas habían llegado ya a sus oídos, deformadas y manoseadas. En Avila, fray Juan de la Cruz ha sido víctima de un primer intento de prisión. Ella ha escrito varias cartas al General. Ignora si éste las ha recibido. Por eso vuelve sobre lo dicho. Acepta de nuevo el papel de medianera, en vista de que los descalzos no osan escribir. Su ansia es aclarar el horizonte y reducir la tensión: que se abra el diálogo directo entre el General y el visitador Gracián. Que se dé crédito a su exposición: no se atreve a rubricarla con un juramento, pero por dos veces se remite al refrendo de Dios (nn. 2 y 17), y otras dos nos deja entrever su dolorida convicción de que el General ya no hace caso de sus palabras (nn. 2, 9, 10). También esta vez queda con copia autógrafa de la carta.

1. Jesús. — La gracia del Espíritu Santo sea siempre con vuestra señoría, amén. Después que llegué aquí a Sevilla, he escrito a vuestra señoría tres o cuatro veces1, y no lo he hecho más, porque me dijeron estos padres que venían del capítulo, que no estaría vuestra señoría en Roma, que andaba a visitar los mantuanos2. Bendito sea Dios que se acabó ese negocio. También allí daba a vuestra señoría cuenta de los monasterios que se han fundado este año, que son tres: en Beas y en Caravaca y aquí. Tiene vuestra señoría súbditas en ellos harto siervas de Dios. Los dos son de renta; el de este lugar, de pobreza3. Aún no hay casa propia; mas espero en el Señor se hará. Porque tengo por cierto que alguna de estas cartas habrá llegado a manos de vuestra señoría, no le doy más particular cuenta en ésta de todo.
2. Allí decía cuán diferente cosa es hablar a estos padres descalzos —digo al padre maestro Gracián y a Mariano— de lo que por allá4 yo oía; porque, cierto, son hijos verdaderos de vuestra señoría, y en lo sustancial osaré decir que ninguno de los que mucho dicen que lo son les hace ventaja. Como me pusieron por medianera para que vuestra señoría los tornase a su gracia, porque ellos ya no le osaban escribir5, suplicábalo a vuestra señoría en estas cartas con todo el encarecimiento que yo supe, y así se lo suplico ahora, por amor de nuestro Señor, que me haga vuestra señoría esta merced y me dé algún crédito, pues no hay por qué yo trate sino toda verdad; dejado que tendría por ofensa de Dios no la decir, y a padre que yo tanto quie
Ver manuscrito
ro, aunque no fuera ir contra Dios, lo tuviera por gran traición y maldad.
3.Cuando estemos delante de su acatamiento, verá vuestra señoría lo que debe a su hija verdadera Teresa de Jesús. Esto solo me consuela en estas cosas; porque bien entiendo debe haber quien diga al contrario; y así, en todo lo que yo puedo, lo entienden todos y entenderán mientras viviere, digo los que están sin pasión.
4.Ya escribí a vuestra señoría la comisión que tenía el padre Gracián del nuncio y cómo ahora le había enviado a llamar6. Ya sabrá vuestra señoría cómo se la tornaron a dar de nuevo para visitar a descalzos y descalzas y a la provincia de Andalucía. Yo sé muy cierto que esto postrero rehusó todo lo que pudo (aunque no se dice así, mas esta es la verdad), y que su hermano el secretario7tampoco lo quisiera, porque no se sigue sino gran trabajo.
5.Mas ya que estaba hecho, si me hubieran creído estos padres se hiciera sin dar nota a nadie y muy como entre hermanos, y para esto puse todo lo que pude8; porque, dejado que es razón, desde que estamos aquí nos han socorrido en todo; y, como a vuestra señoría escribí, hallo aquí personas de buen talento y letras, que quisiera yo harto las hubiera así en nuestra provincia de Castilla9.
6.Yo soy siempre amiga de hacer de la necesidad virtud, como dicen, y así quisiera que cuando se ponían en resistir, miraran si podían salir con ello. Por otra parte, no me espanto que estén cansados de tantas visitas10y novedades como por nuestros pecados ha habido tantos años ha. Plega al Señor nos sepamos aprovechar de ello, que harto nos despierta Su Majestad, aunque ahora, como es de la misma orden, no parece tan en deslustre de ella; y espero en Dios que, si vuestra señoría favorece a este padre de manera que entienda él que
Ver manuscrito
está en gracia de vuestra señoría, que se ha de hacer todo muy bien. El escribe a vuestra señoría y tiene gran deseo de lo que digo y de no dar a vuestra señoría ningún disgusto, porque se tiene por obediente hijo suyo.
7.Lo que yo torno en ésta a suplicar a vuestra señoría por amor de nuestro Señor y de su gloriosa Madre (a quien vuestra señoría tanto ama, y este padre lo mismo, que por ser muy su devoto entró en esta Orden), que vuestra señoría le responda11y con blandura, y deje atrás cosas pasadas, aunque haya tenido alguna culpa, y le tome muy por hijo y súbdito, porque verdaderamente lo es, y el pobre Mariano12lo mismo, sino que algunas veces no se entiende. Y no me espanto escribiese a vuestra señoría diferente de lo que tiene en su voluntad, por no saberse declarar, que él nunca confiesa haber sido en dicho ni en hecho su intención de enojar a vuestra señoría. Como el demonio gana tanto en que las cosas se entiendan a su propósito, así debe haber ayudado a que, sin querer, hayan atinado mal a los negocios.
8.Mas mire vuestra señoría que es de los hijos errar y de los padres perdonar y no mirar a sus faltas. Por amor de nuestro Señor suplico a vuestra señoría me haga esta merced. Mire que para muchas cosas conviene, que quizá no las entiende vuestra señoría allá como yo que estoy acá; y que, aunque las mujeres no somos buenas para consejo, que alguna vez acertamos. Yo no entiendo qué daño pueda venir de aquí y, como digo, provechos puede haber muchos; y ninguno entiendo que haya en admitir vuestra señoría a los que se echarían de muy buena gana a sus pies si estuvieran presentes, pues Dios no deja de perdonar; y que se entienda que gusta vuestra señoría de que la reforma
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se haga por súbdito e hijo suyo y que, a trueco de esto, gusta de perdonarle.
9.¡Si hubiera muchos a quien lo encomendar!13; mas pues, al parecer, no los hay con los talentos que este padre tiene (que, cierto, entiendo si vuestra señoría le viese lo diría así), ¿por qué no ha de mostrar vuestra señoría que gusta de tenerle por súbdito y de que entiendan todos que esta reforma, si se hiciere bien, es por medio de vuestra señoría y de sus consejos y avisos? Y con entender que vuestra señoría gusta de esto, se allana todo. Muchas más cosas quisiera decir en este caso, mas paréceme que hará más al caso suplicar a nuestro Señor dé a entender a vuestra señoría lo que esto conviene, porque de mis palabras ha días que vuestra señoría no le hace. Bien segura estoy que, si en ellas yerro, que no yerra mi voluntad.
10.El padre fray Antonio de Jesús está aquí14, que no puede hacer menos; aunque también se comenzó a defender como estos padres. El escribe a vuestra señoría; quizá tendrá más dicha que yo en que vuestra señoría nos crea como conviene para todo esto que digo. Hágalo nuestro Señor como puede y ve que es menester.
11.Yo supe la Acta que viene del capítulo general para que yo no salga de una casa15. Habíala enviado aquí el padre provincial fray Angel al padre Ulloa con un mandamiento que me notificase. El pensó me diera mucha pena, como el intento de estos padres ha sido dármela en procurar esto, y así se lo tenía guardado. Debe haber poco más de un mes que yo procuré me lo diesen, porque lo supe por otra parte.
12.Yo digo a vuestra señoría cierto que, a cuanto puedo entender de mí, que me fuera gran regalo y contento si vuestra señoría por una carta me lo mandara y viera yo que era doliéndose de los grandes tra
Ver manuscrito
bajos que para mí, que soy para padecer poco, en estas fundaciones he pasado, y que por premio me mandaba vuestra señoría descansar. Porque, aun entendiendo por la vía que viene, me ha dado harto consuelo poder estar en mi sosiego16.
13.Como tengo tan gran amor a vuestra señoría, no he dejado, como regalada, de sentir que, como a persona muy desobediente, viniese de suerte que el padre fray Angel pudiese publicarlo en la corte antes que yo supiese nada, pareciendo se me hacía mucha fuerza; y así me escribió que por la cámara del papa lo podía remediar, como si fuera un gran descanso para mí. Por cierto, aunque no lo fuera hacer lo que vuestra señoría me manda sino grandísimo trabajo, no me pasara por pensamiento dejar de obedecer, ni me dé Dios tal lugar que contra la voluntad de vuestra señoría procure contento; porque puedo decir con verdad —y esto sabe nuestro Señor— que si algún alivio tenía en los trabajos y desasosiegos y aflicciones y murmuraciones que he pasado, era el entender que hacía la voluntad de vuestra señoría y le daba contento; y así me le dará ahora hacer lo que vuestra señoría me manda.
14.Y lo quise poner por obra. Era cerca de Navidad, y como el camino es tan largo no me dejaron, entendiendo que la voluntad de vuestra señoría no era que aventurase la salud; y así me estoy todavía aquí, aunque no con intento de quedar siempre en esta casa sino hasta que pase el invierno. Porque no me entiendo con la gente del Andalucía.

Y lo que suplico mucho a vuestra señoría es que no me deje de escribir adondequiera que estuviere, que como ya no tengo negocios (que cierto me será gran contento), he miedo que me ha de olvidar vuestra señoría, aunque yo no le daré lugar para esto; aunque vuestra señoría se canse, no dejaré de escribirle por mi descanso17.
15.Por acá nunca se ha entendido ni se entiende que el concilio ni Motu proprio quita a los prelados que puedan mandar que vayan las monjas a cosas para bien de la Orden, que se pueden ofrecer muchas. No lo digo esto por mí, que ya no soy para nada (y no digo yo estarme en una casa, que me está tan bien tener algún sosiego y descanso; mas en una cárcel, como entienda doy a vuestra señoría contento, estaré de buena gana toda la vida), sino porque no tenga vuestra señoría escrúpulo de lo pasado. Que, aunque tenía las patentes, jamás iba a ninguna parte a fundar (que a lo demás claro está no podía ir) sin mandamiento por escrito o licencia del prelado, y así me la dio el padre fray Angel para Beas y Caravaca, y el padre Gracián para venir aquí (porque la misma comisión tenía entonces del nuncio18que tiene ahora, sino que no usaba de ella), aunque el padre fray Angel ha dicho que vine apóstata y que estaba descomulgada. Dios le perdone, que vuestra señoría es testigo lo que siempre he procurado esté vuestra señoría bien con él y darle contento (digo en cosas que no era descontentar a Dios), y nunca acaba de estar bien conmigo.
16.Harto provecho le haría si tan mal estuviese con Valdemoro19. Como es prior de Avila, quitó los descalzos de la Encarnación con harto gran escándalo del pueblo, y así trae a aquellas monjas (que estaba la casa que era para alabar a Dios), que es lástima el gran desasosiego que traen, y escríbenme que por disculparle a él se echan la culpa a sí. Ya se tornaron los descalzos y, según me han escrito, ha mandado el nuncio no las confiesen otros ningunos de los del Carmen.
17.Harta pena me ha dado el desconsuelo de aquellas monjas, que no les dan sino pan, y por otra parte tanta inquietud háceme gran lástima. Dios lo remedie todo, y a vuestra paternidad nos guarde muchos años. Hoy me han dicho que viene acá el general de los dominicos20. ¡Si me hiciese Dios merced que se ofreciese el venir vuestra señoría! Aunque por otra parte, sentiría su trabajo, y así se habrá de quedar mi descanso para aquella eternidad que no tiene fin, adonde verá vuestra señoría lo que me debe. Plega al Señor por su misericordia que lo merezca yo.
18.A esos mis reverendos padres compañeros de vuestra señoría me encomiendo mucho en las oraciones de sus paternidades. Estas súbditas e hijas de vuestra paternidad le suplican les eche su bendición y yo lo mismo para mí21.

1. Llegó a Sevilla el 26.5.1575. — Conservamos una sola de esas cartas (c. 83). Sobre el carteo con el General, ver c. 83 1. — Es incierta la data de la presente. Ya proyectaba escribirla a fines de diciembre 1575 (cf. c. 98, 11).
2. Los carmelitas que regresaban a Sevilla del Capítulo General (Piacenza, mayo-junio 1575) eran probablemente el provincial Agustín Suárez y su socio Diego de los Reyes. — Los mantuanos eran los carmelitas reformados de la Congregación de Mantua.
3. De renta eran los conventos que disponían de fondos estables para la subsistencia de la comunidad. De pobreza, los que vivían sólo del trabajo y las limosnas (cf. Vida 33, 13 y 35). — Casa propia en Sevilla: se trasladarán a ella el 3 de junio. Al día siguiente partirá la Santa para Castilla.
4. Por allá, por Castilla (cf. c. 83, 2 y s.). — Por medianera: ya en la misma carta n. 3.
5. Carta 83, 3.
6. Carta 83, 5 y 9. — Sigue una alusión al breve de Ormaneto a favor de Gracián, del 3.8.1575.
7. Antonio Gracián, secretario en la corte.
8. Alude a la oposición de los carmelitas de Sevilla a Gracián, al pre­sentar éste sus patentes de visitador (21.11.1575): «se ponían a resistir»
(n. 6). Ver la Relación 60.
9. Entre otros carmelitas andaluces, apreciaba la Santa al Obispo Diego de León, entonces retirado en Sevilla (cf. c. 96; 120, 11; 122, 10).
10. Visitas canónicas: intervenciones oficiales del superior mayor o del «visitador» en una comunidad religiosa. En los carmelos andaluces se habían sucedido varias: Rubeo, Vargas, Gracián... — Por ser de la misma Orden del Carmen el visitador (Gracián), es menos humillante la visita.
11. Insistencia de la Santa en el mutuo carteo Rubeo-Gracián: con todo, parece que ni Gracián escribió al General (a pesar de lo dicho en n. 6), ni el General a Gracián. En cambio escribe a Rubeo el padre Mariano, precisamente el menos indicado para hacerlo debidamente en ese trance. También escribirá el padre Antonio de Jesús (cf. n. 10 y de nuevo n. 14).
12. Ambrosio Mariano de San Benito.
12. Ambrosio Mariano de San Benito.
13. Es decir: ¡ojalá abundaran los sujetos aptos para encomendarles la visita!
14. Antonio de Jesús (Heredia), venido de Almodóvar para ser prior de los Remedios en Sevilla. También él «se comenzó a defender», vino contra su voluntad.
15. El acta del capítulo general. No conocemos su tenor. Según la Santa, era «un mandamiento dado en definitorio» (Fund. 27, 19), o «el mandamiento del Reverendísimo» (c. 98, 3): «ordenaron y mandó nuestro Padre General que ninguna descalza pudiese salir de su casa, en especial yo, que escogiese la que quisiese so pena de descomunión» (c. 226, 13). — Le trasmite «el acta» Angel de Salazar, provincial de Castilla, por mano de Miguel de Ulloa, carmelita calzado de Sevilla adverso a Gracián. — Lo supe por otra parte: Fray Angel lo había divulgado en la corte.
16. Me han dado harto consuelo: «no sólo me dio pena, sino un gozo tan accidental que no cabía en mí» (Fund. 27, 20). «Esme tanto bien, que aún pienso no lo he de ver» (c. 98, 3: del 30.12.1575).
17. «Ahora le pienso escribir (al Reverendísimo) y servir más que antes, que le quiero mucho, y se lo debo. Harto me pesa de ver lo que hace por malas informaciones» (c. 98, 11). — A continuación: ni... concilio ni motu propio, es decir, ni los decretos del Concilio de Trento ni los del Papa...
18. Nuncio Nicolás Ormaneto: facultades conferidas por éste a Gracián el 22.9.1574. — Fray Angel de Salazar.
19. Alonso de Valdemoro, prior de los carmelitas calzados de Avila. — Los descalzos de La Encarnación son fray Juan de la Cruz y Francisco de los Apóstoles (o fray Germán de santo Matía), confesores en el monasterio, apresados por Valdemoro y recluidos en Medina del Campo hasta que fueron puestos en libertad por orden del Nuncio.
20. General de los dominicos: Serafín Cavalli.
20. General de los dominicos: Serafín Cavalli.
21. La carta concluye sin firmar, por ser copia (autógrafa) del texto enviado al Padre General.

S.91  E.96  Lf.71  A.I 13  T.46

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Santa Teresa de Jesús

Santa Teresa de Jesús nace en Ávila un 28 de marzo de 1515, siembra nuevos Carmelos por los caminos de España, vive una experiencia mística plena, que luego transmite en múltiples escritos y un nutrido epistolario. Doctrina y magisterio que avalará la Iglesia incluyéndola en el Catálogo de sus Santos y otorgándole, pro vez primera a una mujer, el título de Doctora.

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