Carta 97

1. Jesús. — La gracia del Espíritu Santo sea con vuestra merced, amén. Sea Dios bendito que tiene vuestra merced salud, y toda su casa. La del señor Alonso Alvarez¹deseo yo muy mucho, que, cierto, le amo tiernamente en el Señor y le encomiendo a Dios y lo aviso a estas hermanas, y a vuestra merced lo mismo.

2. A su merced beso las manos, y que tenga ésta por suya, y sepa que adonde quiera que estoy tiene en mí una verdadera sierva. Y a la señora doña Francisca Ramírez² suplico a vuestra merced diga lo mismo. Como sé de la madre priora³de vuestras mercedes, me descuido en escribir; y, a la verdad, tengo tanto en que entender muchas veces, que no puedo. Aquí me ha ido bien de salud, gloria a Dios. De lo demás, mejor me contentan los de esa tierra, que con los de ésta no me entiendo mucho.

3. A nuestro padre provincial⁴ hablé en el negocio que vuestra merced manda. Dice que era menester estar allá; y como ahora ha muchos días que está su hermano⁵muy malo en la cama, no se puede hacer ninguna cosa. Helo tratado por acá, y tiene por dudoso acabarlo; por eso, si por allá hay justicia, y se pierde en la tardanza, no se descuide vuestra merced, que en cosa de interés tengo poca dicha en la Corte, aunque hagamos lo que pudiéremos. Plega al Señor lo haga como ve la necesidad, que ya yo veo lo que a nosotras nos importa. Harto trabajo es, con los que vuestras mercedes tienen en este negocio, les venga ahora ése.

Su Majestad guarde a vuestra merced y le tenga de su mano, amén, y al señor Alonso Alvarez lo mismo.

Son hoy 26.

Indigna sierva de vuestra merced,

Teresa de Jesús, carmelita.