Babilonia
Topónimo empleado sólo en sentido figurado para designar la corte de Madrid (cta 265,1), o bien la alborotada y excomulgada comunidad de la Encarnación, en 1577 (cta 211,5), o simplemente la baraúnda de los negocios (cta 38,4).
Baeza
Ciudad de la provincia y diócesis de Jaén, entonces de especial importancia por su universidad, cuya existencia propició la fundación del segundo colegio de descalzos, erigido por san Juan de la Cruz el 14.6.1579, con el título de San Basilio. El Santo fue su primer rector (1579-1581). Baeza es mencionada por la Santa una sola vez, refiriéndose al mismo Santo, que en 1581, tras el capítulo de Alcalá, teme ser reelegido rector, y ella recomienda a Gracián el posible traslado de aquél a Castilla: 'fray Juan de la Cruz... tiene miedo le han de elegir en Baeza. Escríbeme que suplica a vuestra paternidad no le confirme. Si es cosa que se puede hacer, razón es de consolarle, que harto está de padecer' (cta 384,4). Cf Reforma, 1, 4, 41.
Baltasar de Jesús, Nieto, Ocarm/ ocd (1524-1590)
Es uno de los primitivos descalzos venidos de la Orden del Carmen. Inicia su andadura de 'reformado' en Pastrana y la concluye en Lisboa. Hombre inquieto e intrigante. Nacido en Zafra (Badajoz) hacia 1524 ('de padre portugués y madre castellana', nota el cronista Belchior). Sacerdote secular, luego religioso franciscano y sucesivamente carmelita. Admitido en el Carmen de Sevilla (1563) por su hermano Gaspar Nieto, Provincial de Andalucía. En unión con éste y su hermano Melchor (trío de hermanos: Melchor, Gaspar y Baltasar) se rebeló contra el P. General, Rubeo, durante la visita de éste al Carmelo andaluz (1566). Castigado por el General, pidió perdón por escrito (16 de febrero 1567: MHCT 1,54). Desterrado a Castilla con prohibición de regresar a Andalucía, reside temporalmente en Valderas (León). Al enterarse en Avila o en Medina de la proyectada fundación de Pastrana, pasa a los descalzos (1569), si bien sólo en 1575 renuncia oficialmente a la Regla mitigada (F 17,15). Es prior de Pastrana: 1570-1575. Con el apoyo financiero de Ruy Gómez de Silva, Príncipe de Éboli, interviene en la fundación del Colegio de San Cirilo en Alcalá de Henares (1571). Pese a la prohibición del P. General, regresa a Andalucía, donde el visitador dominico, Francisco de Vargas, delega en él sus poderes de visitador y reformador del Carmelo de descalzos en Andalucía (28.4.1573: MHCT 1,144). Baltasar acepta, pero, por razones obvias, no osa ejercer esas funciones, y delega a su vez en el P. Gracián (4.8.1573: MHCT 1, 151). El colmo de su triste historia llega cuando en 1577 se asocia al lego fray Miguel de la Columna para presentar al rey Felipe II y difundir en la corte de Madrid un grosero memorial infamatorio contra Gracián (MHCT 1, 377). Pronto se ve obligado a desdecirse: reconoce ante Gracián su burdo apasionamiento, le pide perdón y se declara dispuesto a cualquier tipo de retractación (20.9.1577: MHCT 1, 406. 414. 418; cf p. 54). Cambiará de actitud cuando Gracián es despojado de sus poderes (1578): Baltasar se gana el apoyo de la poderosa Dª Leonor de Mascareñas (MHCT 2,29), y al llegar a Madrid el P. Jerónimo Tostado con poderes de Roma, el Padre Baltasar, que se había fugado del convento, se acoge a él, se ofrece a prestarle obediencia y logra su confianza: 'que bien podía venir, que aceptaría su obediencia y le ampararía como Vicario general de la Orden... Y así tomó debajo de su obediencia y amparo al dicho fray Baltasar' (cf Ephem Carm 20.1969. p. 186). Duraría poco. Tras la constitución de la provincia de los descalzos, Doria lo enviará desterrado a Lisboa, donde será súbdito de Gracián. Al final de vida tan azarosa y rocambolesca (estará en 'el Castillo' de Lisboa durante el abordaje de los ingleses a la ciudad), fray Baltasar muere el año 1590 en la capital portuguesa, repitiendo entre lágrimas el 'miserere mei, Deus, secundum magnam misericordiam tuam!' (P. Belchior, Chronica..., I, L. 2, c. 7, p. 280). Ignoramos la opinión que de él se formó la Santa en los principios, cuando aún no conocía los antecedentes de Baltasar, castigado por Rubeo y luego expulsado de la Orden por el Capítulo General de Piacenza. Al perfilar por primera vez su figura, hace de él una presentación anodina: 'estaba allí [en Medina] un Padre ya de días, que aunque no era muy viejo, no era mozo, muy buen predicador, llamado fray Baltasar...' (F 17,15). Pero pronto advirtió su aversión a Gracián. El 27.9.1575 escribía a éste: 'Sepa que Macario [criptónimo de Baltasar] está terrible, según me dicen, que me ha dado harta pena por lo que toca a su alma... Cierto me hace temer ver almas buenas tan engañadas' (cta 89, 2). Cuando se entera de los memoriales difamatorios enviados al Rey, T escribe a éste pidiendo justicia: 'suplico a vuestra majestad no consienta que anden en tribunales testimonios tan infames' y acerca de los calumniadores, que se 'haga información de lo que los mueve', es decir, de su apasionamiento (cta 208,2.3.7: del 13.9.1577). Ya sabe ella que entre tanto fray Baltasar 'se ha llegado' al Tostado (ib 7). Luego, celebrará que se haya retractado. Pero todavía un año después, T llega a avergonzarse de tener tal sujeto entre los descalzos. Se lo escribe a Gracián (cta 266,3: del 29.9.1578): 'Yo le digo que me ha pesado de que tenga vuestra paternidad tales descalzos, que tengan tan poca ley'. Todavía por esas fechas, Baltasar urdía enredos con el nuncio Sega (cta 274,7:de oct. 1578). La última alusión irónica a él data de 1581 (cta 402,5: del 14.7.1581). Sin duda, la figura de este hombre motivó una de las más amargas experiencias humanas de la madre fundadora, consternada ante ese fraile que juntaba en una pieza lo de 'muy buen predicador' (F 17,15) y lo de intrigante sin escrúpulos. Y que en mala hora se había filtrado entre sus descalzos. Cf Chrónica, 1,2, c. 7.
Banda, Pedro de la
Pedro de la Banda (o Vanda): caballero salmantino sumamente difícil en sus tratos con la Santa los años 1570-1582. Vende a ésta una casa para que se traslade a ella la comunidad de carmelitas desde el caserón de los estudiantes, donde habían residido unos 'tres años' (F 19,6). La Santa y Pedro de la Banda firmaron el contrato de compraventa el 6.10.1573. Por ser mayorazgo dicha casa, hubo que solicitar la licencia regia. En espera de ésta, T deposita mil ducados en poder del caballero salmantino Jerónimo de Carvajal. A primeros de agosto de 1573, la Santa está en Salamanca y presenta al vendedor 'la cédula del rey... para hacer luego la probanza' (cta 54,1). El 28 de septiembre traslada la comunidad a la nueva casa, en espera de la licencia real (F 19,9). Pero ocho días después se les presenta 'el caballero cuya era la casa [don Pedro] tan bravo, que yo no sabía qué hacer con él' (F 19,10). La tensión entre vendedor y compradoras no remite. El 8.10.1573 le escribe T una carta razonando las cosas (cta 56). Al año siguiente, 'este negocio de Pedro de la Banda nunca se acaba', escribe ella a Báñez (58,5). Cuando en 1576 la Santa historía la fundación, aún duda 'si quedará allí el monasterio... o en qué parará' (F 19, 11). Poco después opta por emprender la retirada y abandonar la casa en cuyo arreglo ha invertido un dineral (BMC 20,34-35). A 12 de septiembre de 1579, el Obispo de Salamanca, D. Jerónimo Manrique, firma la licencia para que 'la religiosa Teresa de Jesús... pueda trasladar y mudar... el convento a otra casa desta ciudad, donde le pareciere a propósito' (BMC 6,152). Ella pone el asunto en manos de su amigo García Manrique (cta 361). Y, entretanto, tramita la adquisición de las casas de un indiano-salmantino, residente en Lima, del que no hay noticias de si vive o si está muerto: 'estoy concertada escribe ella con quien las hereda [las casas], muerto él', porque 'es la mayor lástima del mundo lo que padecen [las monjas] en las [casas] que están, que no sé cómo no son muertas' (cta 347, 18: del 4.7.1580; cf 350,3). Trámites en vano, mientras sigue el acoso de Pedro de la Banda. Todavía un mes antes de morir, durante el viaje de Burgos a Alba, la Santa se encuentra con él en Valladolid, y ambos renuevan el contrato de la casa, pero por solo un año (cta 465,8). En definitiva, no hubo avenencia posible con don Pedro, y la comunidad abandonará su edificio en 1582. 'Lo que sé es que en ningún monasterio de los que el Señor ahora ha fundado de esta primera Regla no han pasado las monjas, con mucha parte, tan grandes trabajos' (F 19, 12). La M. Fundadora morirá sin resolver el problema. Aparte las dos cartas de la Santa a don Pedro (nn. 54 y 56), el epistolario teresiano abunda en alusiones a él y a su embrollada venta. Agustín de los Reyes. Cf BMC 6, 143.152.
Báñez, Domingo, O.P.
(1528-1604) Teólogo dominico, asesor, gran amigo y colaborador de T. Nacido en Valladolid el 28.2.1528, cursó estudios en la Universidad de Salamanca, tomando luego el hábito dominico en San Esteban (1546), donde profesó al año siguiente (3.5.1547). Prosiguió sus estudios de teología en la misma universidad, teniendo entre sus maestros a M. Cano, a Diego de Chaves y a Sotomayor. Doctor en teología por la universidad de Sigüenza (1565). Desde 1567 hasta 1600 pasa por una serie de cátedras de teología de alto prestigio: Avila, Alcalá, San Esteban de Salamanca, San Gregorio de Valladolid, y Universidad de Salamanca. En junio de 1571 nos informa T: 'llevan a fray Domingo por prior a Trujillo que le eligieron, y los de Salamanca han enviado a pedir al padre Provincial que se lo deje, no saben lo que hará' (cta 34,6). En Salamanca sucede a Bartolomé de Medina en la cátedra de Durando (1577), y posteriormente ocupa la cátedra de Prima (1581-1600), acontecimiento celebrado gozosamente por T que en carta a una amiga escribe: '¡qué le parece a vuestra merced, qué honradamente salió fray Domingo Báñez con su cátedra!' (cta 378,7). El maestro dominico murió en Medina del Campo el 22.10.1604.
Sus relaciones con la Santa se extienden a todo el período de las fundaciones, desde 1562 hasta más allá de la muerte de la Fundadora. Aunque muy apretadamente, podrían resumirse así:
a) Báñez interviene por primera vez a favor de la Santa con motivo de la fundación de San José de Avila. Está presente en 'la junta grande' del Concejo de la ciudad (30.8.1562, a los pocos días de la fundación): 'todos juntos dijeron que en ninguna manera se había de consentir [el nuevo monasterio]...Solo un Presentado de la Orden de Santo Domingo, aunque era contrario no del monasterio sino de que se fuese pobre, dijo que no era cosa que así se había de deshacer...' (V 36,15), pasaje anotado por el mismo Báñez en el autógrafo teresiano: 'Yo me hallé presente y di ese parecer. Fray Domingo Bañes'.
b) En una u otra forma, Báñez está presente en casi todos los escritos teresianos. En Vida, probablemente él es uno de los 'cinco que al presente nos amamos en Cristo' (16,7); más tarde (hacia 1566) retiene en su poder el manuscrito de la Santa (CE 73,6), y privadamente lo difunde entre lectoras selectas (BMC 19, 336-337); vuelve a requerir el libro en febrero de 1568, cuando la Santa decide enviarlo a san Juan de Avila (ctas 8,9 y 10,2). Una vez retirado el libro por la Inquisición, Báñez emitirá un extenso voto a favor de la obra, consignándolo de su puño y letra en las páginas finales del autógrafo teresiano: texto por él firmado en Valladolid a 7 de julio de 1575. En varias otras páginas del autógrafo quedarán anotaciones de su mano, si bien sumamente parcas. Será él quien 'al presente es mi confesor', el autor de la licencia dada a la Santa para 'escribir algunas cosas de oración', es decir, para redactar el Camino de Perfección: lo recordará T en el prólogo y en el epílogo de la obra, a la vez que la somete a su revisión y aprobación, si bien no parece que Báñez la haya leído o haya dado su aprobación al escrito, según él mismo atestigua en el proceso de beatificación de la autora (BMC 18,10). En el relato de las Fundaciones, comparece Báñez ya desde la primera salida de Teresa a fundar el Carmelo de Medina: los dos se encuentran en Arévalo cuando la Santa va camino de la fundación (F 3,5). Interviene en la dramática vocación de Casilda de Padilla (11,3), y en desbloquear el empeño de pobreza absoluta de la Santa (con ocasión de las fundaciones de Malagón (F 9,3), y de Alba (F 20,1). Intervendrá posteriormente en el fallido proyecto de introducir un colegio de doncellas en el Carmelo medinense (cta 53,2), etc. Es interesante el hecho de que, pese a los prejuicios de aquellos años y al triste episodio de fray Luis encarcelado, Báñez da por escrito su visto bueno a los comentarios de la Santa sobre ciertos versos del Cantar de los Cantares, en una de las copias de los Conceptos del amor de Dios (códice de Alba, dos veces aprobado de su mano y letra). Por fin, respecto del Castillo Interior, la Santa misma nos informa que a Báñez no le gusta tanto, quizás en comparación con el Libro de la Vida: 'fray Domingo Báñez dice [que] no está bueno [ese nuevo libro]' (cta 324,9), si bien ella no se rinde a ese parecer: 'A mi parecer le hace ventaja el que después he escrito...; al menos había más experiencia que cuando le escribí' (más experiencia al escribir el Castillo) (ib ).En el listado de teólogos asesores alegados por la Santa en la Relación 4 (Sevilla 1575-1576), 'el maestro fray Domingo Báñez, que es consultor del Santo Oficio, ahora en Valladolid' (n. 8) ocupa el segundo puesto, después del P. Barrón: 'me confesé [con él] seis años, y siempre trata con él por cartas, cuando algo de nuevo se le ha ofrecido' (ib). De las numerosas cartasde la Santa al teólogo dominico, sólo nos han llegado cuatro, pero su recuerdo está presente en numerosas páginas del epistolario teresiano. Cuando unos años antes de morir, el propio padre Báñez tenga que hacer el elogio de Ana de Jesús como fundadora del Carmelo francés, escribirá el 4.7.1604: 'Yo puedo dar testimonio de esto [de las virtudes y teresianismo de M. Ana], porque traté y confesé por espacio de veinte años a la Madre Teresa de Jesús, y después acá conozco a todas las religiosas señaladas de su Orden, por la mucha familiaridad que con ellas he tenido y tengo' (BMC 29,368).
c) Cuando en el noviciado de Pastrana, recién fundado, surgen entre los descalzos tendencias ascéticas extremistas, la Santa recurre a Báñez, quien responde con una carta memorable, cortada a la medida de los deseos de la Madre: 23.4.1572 (BMC 6,131).
d) En cambio, Báñez, que en 1575 había aprobado de cara a los inquisidores el Libro de la Vida, no se mostró favorable a su difusión en letra de molde, coincidiendo en esto con el dictamen del Maestro Juan de Avila. Incluso parece haber sido contrario a que el autógrafo teresiano se sometiese a la opinión de este último (cf carta a doña Luisa de la Cerda: 10,2, del 23.6.1568). Y cuando por fin el libro vea la luz pública, editado por fray Luis de León (Salamanca 1588), Báñez hace públicamente esta observación: '...Por el cual [autógrafo] dicen se ha impreso el que anda en público, y se holgara este testigo que juntamente se imprimiera su censura [la del mismo Báñez], para que se entendiera con cuánto recato se debe proceder en santificar a los vivos...' (BMC 18,10). Declaración hecha en el proceso de beatificación de T en Salamanca, el 16.10.1591.
Desde el punto de vista teológico o doctrinal, Báñez es sin duda uno de los maestros que más profundamente influyeron en la Santa. En el delicado sector de los criterios para discernir las gracias místicas, él había sido precedido por otro dominico insigne, Pedro Ibáñez (cf BMC 2, 130-152), criterios refrendados y actualizados por aquél durante un período mucho más prolongado. Es él quien desaprueba categóricamente ya antes que san Juan de Avila el grosero procedimiento de las higas (F 8,3). A escala de intimidad, la Santa se interesó por conocer el asunto de la 'gracia eficaz' en que estaría o ya estaba mezclado el teólogo dominico. Y de él deriva probablemente la terminología de Teresa cuando habla de 'auxilio general' (M 5,2,3) y 'auxilio particular' (M 3,1,2), así como el típico concepto que ella tiene de lo 'sobrenatural' (R 5,3) y otras nociones de soteriología y teología trinitaria.
Pero quizás el dato más destacado en esta historia menuda de Báñez y Teresa es la profunda amistad que ella mantuvo con el teólogo dominico y el alto aprecio que a él profesó. Es famoso el comienzo de una de las cartas que le dirige: 'No hay que espantar de cosa que se haga por amor de Dios, pues puede tanto el de fray Domingo, que lo que le parece bien, me parece, y lo que quiere quiero, y no sé en qué ha de parar este encantamiento' (cta 61,1: del 28.2.1574). A su vez él 'tenía tan gran opinión de ella, que predicando en sus honras [apenas muerta] en el monasterio de religiosas descalzas de la misma ciudad [Salamanca] dijo que la tenía por tan santa como a santa Catalina de Sena, y que en sus libros y doctrina la excedía' (D. de Yepes, Vida, virtudes...,Zaragoza 1606, páginas introductorias n. n.). Años después, al instruirse el proceso de beatificación de la Santa en Salamanca (15.10.1591), Báñez será el primero en comparecer como testigo (el 16.10.1591), y comenzará su declaración: 'dice que conoció a la dicha madre T de Jesús... 29 años, y que por espacio de 20 años la trató este testigo muy familiarmente... confesándola y aconsejándola y respondiendo a sus preguntas; y éstos debieron ser, poco más o menos por espacio de siete u ocho años, y los demás años por cartas que muy continuamente tenía de ella...' (BMC 6, 131; 18, 6).
Bárbara del Espíritu Santo (del Castillo), ocd.
Natural de Hita (Guadalajara). Ingresó en el Carmelo de Pastrana, avalada por el P. Gracián, que con esa ocasión decidió ingresar él mismo en el noviciado de la villa. A ellos dos alude la Santa en el relato de F 23,4. El propio Gracián lo refiere en su Historia de las Fundaciones (MHCT 3, 547 y en las Escolias,p. 49). Durante su noviciado, vivió de cerca el drama de la Princesa de Eboli metida monja. Profesó el 16.3.1574, trasladándose un mes después, con toda la comunidad, a Segovia. Al año siguiente es destinada a Caravaca con el oficio de supriora (1575). En su nombramiento, escribía el propio J. Gracián, en calidad de Comisario y Visiador: 'por la presente nombro por subpriora del monasterio de Sant Joseph de Caravaca a la muy religiosa madre y amada en Cristo y hermana nuestra, Bárbara del Espíritu Sancto, monja professa del Carmen según la Regla primitiva; porque de sus talentos y suficiencia para este officio estoy suficientemente informado' (BMC 6,264). En ese mismo Carmelo desempeñó más tarde el oficio de priora. Murió el 1.5.1609. La recuerda la Santa en la carta 200,9 (cf cta 92,1).
Barcelona
Única mención de la ciudad condal: se halla en la carta 106,4 (a A. Mariano: del 9.5.1576), refiriéndose a la llegada del P. Jerónimo Tostado a dicha ciudad. La Santa trasmite esa noticia desde Sevilla a Madrid. La fundación de descalzos en Barcelona será en enero de 1586, y el primer Carmelo teresiano en 1588.
Barrionuevo, Inés de
Esposa de Luis Gracián, hermano del P. Jerónimo Gracián, aludida en la cta 355,3.
Barrón, Vicente, O.P.
Es quizá el primer dominico que influye profundamente en la vida espiritual de T. Sabemos poco de su biografía personal. Probablemente es profeso de San Esteban de Salamanca. Seguirá la línea reformada del P. Hurtado de Mendoza. Ejerció la enseñanza en los centros de estudio de Avila, Salamanca y Toledo. Siendo profesor en Santo Tomás de Avila, es confesor del padre de T, don Alonso, a quien asiste en su última enfermedad (invierno de 1543), y con esa ocasión también la Santa se acoge a su dirección espiritual (V 7,16-17). Años más tarde la ayudará en la fundación de Toledo (cf Ribera, Vida..., 2,14, p. 192; y F 17,4). En la Relación 4, ella lo recuerda así: 'el Padre fray Vicente Barrón la confesó [a T] año y medio en Toledo ['yendo a fundar allí'], que era confesor entonces del Santo Oficio, y antes de estas cosas le había comunicado muy muchos años y era gran letrado. Este la aseguró mucho' (R 4,8). Los calificativos que la Santa le dedica son bien sintomáticos: 'gran letrado' (V 5,3; R 4,8); 'muy gran letrado' (V 7,16); 'este Padre dominico, que era muy bueno y temeroso de Dios, me hizo harto provecho' (V 7,17). Cf M. Lépée, Báñez et Ste. Thérèse. Paris 1947.
Bartolomé de Jesús, ocd
Carmelita, famoso socio y secretario del P. Gracián. Célebre también por haber sido víctima indefensa de las despiadadas tensiones surgidas en la familia teresiana tras la muerte de la Santa. Profesó en Los Remedios de Sevilla el 6.1.1576. (La Santa estuvo en Sevilla hasta junio de ese año: lo conoció, por tanto, novicio y recién profeso). Fue secretario del P. Gracián durante la Visita a Andalucía (1575: cf MHCT 3,579.592). El 3 de agosto de 1576 es él quien redacta y firma como 'notario de la visita' el acta en que Gracián erige la provincia de descalzos (MHCT 1,319-324). En enero de 1581 viaja con Gracián hasta Elvas (Portugal) a recoger de mano del rey los breves pontificios para el Capítulo de Alcalá (ib 3, 627). Ya en vísperas del capítulo de Alcalá sigue ayudando a Gracián en los preparativos. Escribe éste: 'Fray Bartolomé de Jesús me ayudó [en Talavera] a escribir todas las vocaciones [=convocatorias] y cartas para celebrar el capítulo que se hizo en Alcalá' (ib 19,443). Por el comisario pontificio Juan de las Cuevas es nombrado secretario de Gracián en el futuro Capítulo de descalzos: 3.2.1581 (ib 2,245). Designado luego suprior de Mancera (1581-1583). Será todavía secretario del Capítulo de Lisboa (1585). Y ese mismo año, secretario de Doria en Pastrana (ib 3,106). Prior de Sevilla (1585-1587) y de Lisboa (1587-1589). A veces él mismo redacta el borrador de las cartas de Gracián (cf MHCT 9, 27. 34. 41). En 1588 fue elegido sexto consiliario de la Consulta (ib 3,295), pero ya en marzo de 1589 ha cesado en el cargo, suplantado ignoramos el motivo por Gregorio de san Angelo (ib 3,430): año fatal para él. En contraste con su intensa actividad, era hombre de salud precaria, que motivaba frecuentes dispensas en la observancia, causa de murmuraciones contra Gracián, que con todo y con eso lo llevaba por secretario: 'Como es tan enfermo el P. fray Bartolomé, no puede dejar de comer carne, y tiénenle ya sobre ojo algunos', se lo advierte la Santa a Gracián ya antes del Capítulo de Alcalá (cta 371,2: cf BMC 9, 18 nota 5). Con todo, ella misma cree que 'bueno es para prior de una fundación' (384,6), y sigue interesándose constantemente por su salud, porque en 1582 lo alcanza la pestilencia de Sevilla ('está herido de pestilencia...': cta 451,5). En el Carmelo de Sevilla habían pretendido ingresar dos hermanas suyas, que no parece contaran con la aprobación de la Santa (cta 237,2).El P. Bartolomé tuvo final triste e inmerecido. A causa de sus relaciones con Gracián y su defensa de las Constituciones teresianas, en 1589 fue expulsado de la Orden y despojado del hábito religioso. El 21.8.1591, un decreto de Doria prohíbe a los descalzos, bajo graves penas, todo trato con él, lo mismo que con Gracián y con Pedro de la Purificación: el decreto ordenaba que 'ningún súbdito ni súbdita, prelado ni prelada de nuestra Orden, por sí ni interpósita persona, no hable ni escriba ni reciba escrito alguno de los susodichos ni de alguno de ellos' (cf I. Moriones, Ana de Jesús... Roma 1968, p. 278). Y, por fin, el 30.3.1595, sumido en total pobreza y 'no teniendo de qué vivir', eleva una súplica a la Congregación de Regulares de Roma, para poder al menos celebrar misa y así subsistir a base de los estipendios (cf I. Moriones, en MteCarm 103 1995 p. 582). Se ignora la fecha de su muerte.
Bartolomé de santa Ana, ofm
Franciscano alcantarino. Dos veces Provincial de la provincia de San José. Amigo de la Santa y muy apreciado de doña Luisa de la Cerda, que en 1570 lo retiene en Paracuellos toda la cuaresma. Así lo atestigua la Santa (cta 25,5).
Basilios
T alude a ellos sólo una vez: F 31,13. Se trataba de los llamados Basilios Españoles, erigidos en congregación en la segunda mitad del s. XVI, a raíz del breve de Pío IV 'Piis fidelium' de 1561. A esa congregación pasó el famoso 'Padre Mateo' (Mateo de la Fuente), ermitaño del Tardón. En 1582, cuando ya había muerto el 'P. Mateo', escribía la Santa que en Burgos 'habían venido a fundar... los basilios' poco antes de intentar ella la erección del Carmelo burgalés (F 31,13).
Bautismo
Es uno de los sacramentos mencionados por T, si bien su presencia en los escritos teresianos sea muy modesta. Ella había sido bautizada en la parroquial abulense de san Juan Bautista, a los ocho días de nacer, el 4 de abril de 1515, miércoles santo. Lo testifica así una inscripción latina, de fecha tardía, existente aún hoy sobre la pila bautismal de dicha parroquia, de la que eran feligreses don Alonso y su familia.
La Santa recuerda en una de sus Exclamaciones (7,1) el bautismo de Jesús, en el que destaca la palabra del Padre que dice tener sus deleites en Jesús, punto de referencia para el asombro de Teresa ante la otra palabra bíblica según la cual Dios tiene sus 'deleites con los hijos de los hombres' (Prov 8,31): tema de gran resonancia doctrinal en la espiritualidad de Teresa (V 14,10 y M 1,1,1). También son de gran relieve doctrinal sus esporádicas alusiones a nuestro bautismo-sacramento. En Vida (32,6), el dolor y la oración de Teresa por los 'luteranos' se funda especialmente en el hecho de que 'eran ya por el bautismo miembros de la Iglesia', de la que se separan por la herejía. En cambio, en el Camino, aunque sea de soslayo, expresa su convicción de que el bautismo ya antes de la consagración religiosa es un desposorio del bautizado con Cristo: 'Nosotras estamos ya desposadas y todas las almas por el bautismo, antes de las bodas y que nos lleve a su casa el desposado...' (CE 38,1). Es decir, las bodas con Cristo serán cuando nos lleve a su casa en el cielo (en el sentido de las parábolas evangélicas Mt 22,4); pero aquí en la tierra están ya preparadas o preludiadas por el desposorio de cada alma con El en el bautismo. Desposorio y matrimonio, 'desposarse' y 'casarse', en las usanzas sociales de su época eran dos grados muy diversos del proceso conyugal. Los dos pasajes de Vida y de Camino, destacan dos aspectos importantes de la teología bautismal: el sentido eclesial y el aspecto esponsal del sacramento.
En resumen, T destaca en el bautismo tres datos importantes para la vida espiritual del cristiano: a) que en el bautismo se nos otorga la gracia de la inocencia (E 3,2); b) que el bautismo hace a todo cristiano sin exclusión de los herejes miembro de la Iglesia (V 32,6); c) y que por el bautismo 'todas las almas' están unidas al Señor con vínculo esponsal (CE 38,1) y que por ello la vida presente es una pausa de espera 'antes de las bodas y que nos lleve a su casa el desposado' (C 22,7). Sacramentos.
T. Alvarez
Beamonte y Navarra, Beatriz de
(1526-1603) Con ocasión de la fundación del Carmelo de Soria (1581), la Santa traza su perfil así: 'Llámase esta señora fundadora Dª Beatriz de Beamonte y Navarra, porque viene de los reyes de Navarra, hija de don Francés de Beamonte, de claro linaje y muy principal. Fue casada algunos años y no tuvo hijos, y quedóle mucha hacienda, y había mucho que tenía por sí de hacer un monasterio de monjas. Como lo trató con el obispo y él le dio noticia de esta Orden de nuestra Señora de descalzas, cuadróle tanto, que le dio gran prisa para que se pusiese en efecto. Es una persona de blanda condición, generosa, penitente, muy sierva de Dios...' (F 30,3-4).
No parece que las dos se hubiesen conocido antes de la fundación de Soria. Pero entre ellas nace inmediatamente una amistad profunda, que durará por parte de la M. Teresa los quince meses que le restan de vida. Por parte de Dª Beatriz, toda la vida de ésta, 1581-1603. El último mensaje de la Santa para ella se lo envía durante el camino de Burgos a Alba de Tormes, desde Valladolid o Medina, el 17 de septiembre de 1582 (cta 468, a Catalina de Cristo).
Beatriz pertenecía a la familia de los condestables de Navarra. Nació en Pamplona en 1526. Hija de don Francés de Beamonte y Navarra, capitán de la guardia del emperador, y de doña Beatriz de Icart, dama de la reina Germana de Foix. Casados en Zaragoza en 1519, tuvieron cinco hijos: Luis, Francés, Luisa, Beatriz y Carlos. Esta última Beatriz se desposó a los 16 años con Juan de Vinuesa, regidor de Soria, del que no tuvo hijos. Queda viuda en 1572. 'Tenía en Soria una casa buena, fuerte, en harto buen puesto; y dijo que nos daría aquélla con todo lo que fuese menester para fundar' (F 30,4). La Santa tuvo para con ella consideraciones excepcionales, hasta el punto de dejar ventanillas especiales 'para hablar a la señora Beatriz' (A 17, 9). Y la consigna: 'En todo lo que se pudiere servir a la señora Beatriz y darle contento, es mucha razón se haga, que su merced antes ayudará a la religión, que querrá que se quebrante' (ib 11). Una vez que distribuyó sus bienes entre los sobrinos, ingresó ella misma en el Carmelo de Pamplona (1587), fundado por su gran amiga Catalina de Cristo, la misma que había iniciado el Carmelo de Soria. Ahí vivió, con fidelidad y entrega total, su vida carmelitana 16 años. Murió en el convento de Pamplona el 7.5.1603. A su generosidad se debió en gran parte la fundación del Carmelo de Pamplona (1583), y ya en 1585 hizo la oferta de sus posesiones de Barcelona para realizar la fundación de un Carmelo en la Ciudad Condal, como de hecho lo haría en 1588 la misma Catalina de Cristo.
BIBL.Leonor de la Misericordia, Relación de la vida de la V. Catalina de Cristo... Edición de Pedro Rodríguez e Ildefonso Adeva. BMC 28, 307-308; Reforma, II, 6, 21-22.
Beamonte, Francés († 1598)
Es el esposo de la futura carmelita de Soria, Pamplona y Salamanca, Leonor de la Misericordia. Conoce a la Santa en 1581 con ocasión de la vocación religiosa de su esposa, Leonor. Había nacido en Salamanca en 1550. Era Hijo natural de don Francés, y sobrino de Dª Beatriz de Beamonte y Navarra, que sería fundadora del Carmelo de Soria. Se casa con Leonor de Ayanz el 18.10.1569, pero acepta y respeta la decisión de su esposa de no consumar el matrimonio. Conviven 8 años en Pamplona y tres más en Soria. Aquí entran ambos en relación con santa Teresa, y surge la vocación de Leonor al Carmelo, vocación aceptada por don Francés: ambos 'voluntariamente separaron el dicho matrimonio con voto de castidad y religión, dándose por libres del vínculo conyugal y mutua cohabitación' (BMC 28, p. XXXII). Durante el año de noviciado de Leonor, don Francés vuelve sobre la decisión tomada y reclama sus anteriores derechos matrimoniales, con fuertes presiones sobre el convento. Presiones que llegan a noticia de la M. Teresa, la cual se pone de parte de Leonor (carta a ésta, del 6.5.1582, n. 2). Por fin, al profesar ésta, don Francés obtiene del nuncio papal dispensa del propio voto (1585), y se casa con su prima Juana de Beamonte y Navarra (1587), de la que tendrá dos hijos (Juan y María) y, al morir su esposa, se casa de nuevo con Francisca de Peralta, de la que tuvo un tercer hijo (Francisco). Don Francés murió en Zaragoza en 1598.
BIBL.Leonor de la Misericordia, Relación de la vida de la venerable Catalina de Cristo... Edición de Pedro Rodríguez e Ildefonso Adeva. BMC 28. Burgos 1995).
Beamonte, Juana de
Persona desconocida, mencionada por T como 'la señora doña Juana' (cta 444,3), probablemente monja en las Huelgas de Burgos, donde residía en 1582 una tía de Leonor de la Misericordia, por nombre María de Beamonte (ib) y donde había fallecido en 1560 otra tía de Leonor, también llamada Juana de Beamonte. De suerte que la señora citada en la carta 444,3 'no sabemos quién es' (cf BMC 28, 409 nota 6).
Beamonte, María de
Monja profesa en las Huelgas de Burgos, y tía materna de Leonor de la Misericordia (carmelita en Soria), conocida por la Santa en Burgos (1582), que con esa ocasión escribe a dicha Leonor informándola: 'La señora doña María de Beamonte está mala días ha [mayo de 1582]; vuestra merced la escriba' (cta 444,3, datada en Burgos el 6.5.1582).
Beas
Villa de la provincia y diócesis de Jaén. En tiempo de T era de 'la Orden de Santiago, e provincia de Castilla'. Territorialmente pertenecía a la diócesis de Cartagena. Contaba unos mil vecinos. Con unas 45 casas nobiliarias y 66 de hijosdalgo. La atravesaba un riachuelo del mismo nombre que la villa. Y estaba coronada por un castillo: 'tiene el dicho castillo un patio e corredores en torno, e un pozo en medio del dicho patio, muy hondo, de agua dulce, e caudaloso' (Relación topográfica ordenada por Felipe II, fechada el 20.1.1576). Con un fuerte en torno: 'Tiene de largo el dicho fuerte, midiendo desde la puerta del dicho castillo... ducientos pasos; e de ancho... cincuenta e cinco pasos, e por algunas partes menos'. Contaba con un hospital, para 'asistencia a los indigentes', más un convento de franciscanos y un monasterio de clarisas, tan pobres éstas, que vivían de las limosnas del lugar. En dicha Relación queda ya constancia del recién fundado Carmelo de Beas: 'Hay en esta villa un convento de monjas de la orden de Nuestra Señora del Monte Carmelo, sujeto a la ordenación de la orden de carmelitas. Su advocación, de San José. Fundáronlo doña Catalina Godínez e doña María de Sandoval, hijas de Sancho Rodríguez de Sandoval Negrete e doña Catalina Godínez, su mujer, difuntos. Son las dichas monjas, de presente, número de nueve monjas; e llevan de dote las monjas que han recibido, a cuatrocientos o quinientos ducados... Está conjunto e cercano el dicho monasterio de la iglesia mayor de esta villa, que los parte la pared medianera de la dicha iglesia, donde tienen abiertas ventanas con rejas y velos, que gozan de las misas e sacrificios e sermones que en la iglesia parroquial se hacen. E las dichas ventanas están altas, e se mandan por el coro alto de las dichas monjas, demás de la iglesia que las dichas monjas tienen dentro del dicho monasterio con el Santísimo Sacramento'.
BIBL.Historia y relación de la villa de Beas..., Editada por Efrén J. M. Montalva, en: Beas y santa Teresa, Madrid, EDE, 1975, pp. 25-91.
Beas, fundación del Carmelo de
Es la primera fundación de Teresa en tierras andaluzas. La Fundadora, que estaba autorizada por el Padre General para actuar sólo en tierras de Castilla, irá a Beas (Jaén) en aras de una sutil confusión. Tendrá que explicarlo ella misma al Padre General: 'Sepa vuestra Señoría que yo me informé mucho cuando vine a Beas para que no fuese Andalucía, mas es provincia de Andalucía, porque en ninguna manera pensé venir a ella... Y es así, que Beas no es Andalucía, mas es provincia de Andalucía. Esto supe después de fundado el monasterio, con más de un mes' (cta 83,2). Desenredando ese enredijo, Beas en lo civil pertenecía a Castilla; en lo eclesiástico era diócesis de Cartagena y dependía de los prelados andaluces. Con esas informaciones en cartera, T decide el viaje.
Preparativos.Estando ella en Salamana (1573-1574), 'vino un mensajero de la villa de Beas con cartas para mí de una señora de aquel lugar y del beneficiado de él y de otras personas, pidiéndome fuese a fundar un monasterio...' Así comienza T la historia de esta fundación (F 22,1). Las cartas le llagaban de parte de 'la señora' que proyectaba la fundación, si bien a tientas, desde hacía unos quince años. Había sido un largo período de tanteos (F 22, 12-14), de enfermedades (ib 14), y de oposición. La 'señora' se llamaba Catalina Godínez, que por fin se decidió a ir personalmente a Madrid a obtener el visto bueno de los Encomendadores de la Orden de Santiago, cuya licencia era imprescindible. 'Estuvo tres meses en la Corte, y al fin no se la daban [la licencia]. Como dio esta petición al Rey y [éste] supo que era de descalzas del Carmen, mandóla luego dar' (ib 18). De regreso a Beas, esperan la llegada de la Santa ella y su hermana María de Sandoval, futuras discípula de san Juan de la Cruz, con los nombres de Catalina de Jesús y María de Jesús.
La fundación.Fueron muchos kilómetros de viaje. Nunca la 'santa andariega' había recorrido tantos. Vienen con ella una caravana de colaboradores: dos monjas excepcionales, Ana de Jesús (Lobera) y María de san José (Salazar); dos amigos incondicionales, Julián de Avila y Antonio Gaytán; más monjas, otro sacerdote, y los indispensables arrieros de los carromatos. Con peripecias graves en el paso de Despeñaperros y el resto del camino, en pleno invierno. Llegan, por fin, a Beas el 16 de febrero de 1575. 'Recibiólas el pueblo [a T y sus monjas] con gran solemnidad y alegría y procesión. En lo general fue grande el contento: hasta los niños mostraban ser obra de que se servía nuestro Señor' (ib 19). El 24 de ese mes se inauguraba el nuevo Carmelo, 'llamado San José del Salvador' (ib), y ese mismo día 'tomaron hábito las dos hermanas con gran contento' (ib 20).
Para T eran meses de penalidades. Ha tenido que deshacer el Carmelo de Pastrana y llevar sus monjas a Segovia. Se le ha vuelto adversa la poderosa Princesa de Eboli. En Castilla le comunica el obispo don Alvaro que han delatado a la Inquisición su Libro de la Vida, que ha pasado a manos de los inquisidores de Valladolid, mientra ella se encuentra tan lejos en Andalucía. Pero ahí mismo, en Beas, T tiene su primer encuentro personal con Jerónimo Gracián y queda prendada de sus dotes humanas y religiosas. Son tres meses de permanencia en la villa gienense: de mediados de febrero hasta mediados de mayo. El 18 de este mes sale de Beas rumbo a Sevilla, afrontando los primeros calores andaluces. Por priora del Carmelo de Beas deja a la que será pronto gran discípula de fray Juan de la Cruz, Ana de Jesús, destinataria del Cántico Espiritual.En el 'santico de fray Juan' el Carmelo de Beas tendrá el mejor maestro de vida espiritual a partir de 1578. Aún hoy poseemos dos cartas del Santo 'a las Carmelitas descalzas de Beas'. Aún más: el mismo fray Juan de la Cruz transcribe la relación autobiográfica de una de las fundadoras, Catalina de Jesús.
Bibl.Efrén de la Madre de Dios, Beas y santa Teresa, Madrid 1875; L. Morales Oliver, Santa Teresa de Jesús y la fundación de Beas, Madrid 1977.
Beatificación de Teresa
Santa Teresa fue beatificada por Pablo V el 24 de abril de 1614, al término de un largo y múltiple proceso canónico iniciado por don Jerónimo Manrique (15 de octubre de 1591), obispo de Salamanca, en cuya diócesis había fallecido la Madre Teresa, proseguido por el Nuncio de Su Santidad, Camilo Gaetano, en otras ciudades de España (Avila, Toledo, Madrid, Segovia...) a partir de mayo de 1595, y culminado en Roma los años 1610-1614.
'A 16 de junio de 1611, se entregaron a Juan Paulo Mucante, secretario [de la Congregación] de Ritibus, seis procesos cerrados y sellados, los tres compulsoriales, y los otros tres remisoriales, hechos por los obispos de Salamanca y Avila y por el arzobispo de Toledo y los demás jueces delegados por Su Señoría Ilustrísima' (del 'Diario' del proceso: cf 'Un diario curioso de la canonización de Santa Teresa' en MteCarm 26 (1922) p.145).
El Diario de que tomamos esas líneas prosigue refiriendo, paso a paso, la serie de actos procesales, de instancia en instancia en la curia romana, hasta que el 10 de noviembre de 1612 el Cardenal Horacio Lancelotti 'en la congregación que se hizo este día en casa del Cardenal del Monte, el Cardenal Lanceloto hizo relación de las heroicas virtudes, integridad, pureza y santidad de vida de la b. Madre Teresa de Jesús, y habiéndoles dado para esta congregación muchos días antes a todos los señores cardenales el sumario e informaciones..., decretó la congregación constare de virtutibus eiusdem servae Dei Teresiae de Iesu, et ad ulteriora esse procedendum' (ib p. 193).
Juntamente con las actas procesales, e incluso antes que ellas, había llegado a Roma una larga serie de cartas postulatorias de numerosos obispos españoles, de personajes de diversas naciones europeas (Austria, Francia, Bélgica, Polonia, España...) y de instituciones interesadas en la pronta canonización de la Madre Teresa. Pero a la vez llegaron a la curia romana delaciones contra sus escritos, las mismas en parte ya presentadas ante la Inquisición española a raíz de la publicación de sus Obras por fray Luis de León. Se las rebatió en Roma con una serie de memoriales elaborados por dos teresianistas insignes, P. Juan de Jesús María ('Calagurritano') y Tomás de Jesús, y desde España por Diego de Yepes, obispo de Tarazona. Ante los embrollados trámites del proceso por aquellas fechas, el mismo Juan de Jesús María hubo de elaborar, además de la 'Apologia pro libris B. Virginis Theresiae', un 'Tractatus de requisitis pro canonizatione Servi Dei cuiuslibet' (Archivo G. OCD de Roma, plut. 331 m). El y Jerónimo Gracián fueron sin duda los más decisivos actores en pro de la beatificación de T.
Por fin, el 24 de abril de 1614 firmaba Pablo V el mencionado breve de beatificación de la Madre Teresa. En él se leía: '...se nos ha hecho relación de que la fundadora de dicha Orden de Carmelitas Descalzos, Teresa de Jesús, de gloriosa memoria, fue adornada por Dios con tantas y tan eximias virtudes, gracias y milagros, que la devoción a su nombre y su memoria florece en el pueblo cristiano; razón por la cual no sólo la dicha Orden, sino también nuestro querido hijo Felipe, rey católico de las Españas, y casi todos los arzobispos, obispos, príncipes, corporaciones, universidades y súbditos de los reinos españoles han elevado a Nos repetidas veces humildes súplicas pidiéndonos que, mientras la Iglesia concede a Teresa los honores de la canonización, los cuales, atendidos sus grandes merecimientos, esperan no ha de tardar mucho en otorgárselos, todos y cada uno de los religiosos de la dicha Orden puedan celebrar el sacrosanto sacrificio de la misa y rezar el oficio de la dicha Teresa como de Virgen bienaventurada. Así pues..., lo concedemos' (BMC 2, 413). La concesión se extendía a todos los sacerdotes que celebrasen en la iglesia de la Villa de Alba, 'en que se guarda el cuerpo de la bienaventurada Teresa'. Y se fijaba su fiesta en 'el día de su glorioso tránsito, 5 del mes de octubre' (ib).
Como era normal entonces, el decreto de beatificación no se acompañaba de celebraciones especiales en el Vaticano. Estas, en cambio, tuvieron lugar en la iglesia de Santa María de la Scala, a cargo de los carmelitas descalzos, no muy distante del Vaticano. El mencionado 'Diario' cuenta: 'A 27 de abril..., se celebró la fiesta de nuestra santa Madre en la Scala, por gracia particular que Su Santidad hizo a los Padres, por razón de su capítulo general... Dijo la misa el P. general nuevamente electo, que fue el P. fray Ferdinando de santa María, y asistieron a ella muchos cardenales con sus capas, en forma de capilla...' (loc. cit. p. 388).
Hasta nosotros ha llegado un rarísimo ejemplar de la estampa impresa en formato mayor (100x70 cm.), artísticamente dibujada y dedicada al Papa Pablo V, ya en 1615. El egregio grabado está firmado por 'Lucas Ciamberlanus', y consta de una estampa central con el retrato de la nueva Beata de rodillas en actitud extática. Coronando esa estampa, la inscripción: 'Vita et miracula Beatae Virginis Teresiae...', porque efectivamente la serie de escenas que flanquean la estampa central pretenden ser un compedio de lo vivido por ella. Al pie del grabado una inscripción dedicatoria de parte de la 'familia carmelita', a 'S.S. Pablo V, que se ha dignado honrar a T con el título de Beata'. Los epígrafes latinos de los numerosos paneles laterales probablemente son obra del citado Juan de Jesús María, que había sido superior general de los carmelitas descalzos en Roma, hasta pocos días antes de la Beatificación. Al año siguiente, 1616, coronando el acontecimiento, se obtendría para la misma iglesia de La Scala una de las más insignes reliquias de la Madre Teresa, su pie incorrupto, que aún hoy se conserva en el mismo templo.
Pero donde la beatificación de T tuvo mayor resonancia fue indudablemente en España. Las celebraciones literarias y populares quedaron ampliamente documentadas en el repertorio poético publicado por el padre Diego de san José, que lleva por título: 'Compedio de las solemnes fiestas que en toda España se hicieron en la Beatificación de N. B. M. Teresa de Jesús, Fundadora de la Reformación de Descalzos y Descalzas de N. S. del Carmen. En prosa y verso. Dirigido al Ilustrísimo Señor Cardenal Millino, Vicario de nuestro Santísimo Padre y Señor Paulo V, y Protector de la Orden'. Madrid 1615.
El volumen está integrado por dos libros: dedicado el primero (62 ff.) a los certámenes poéticos celebrados en Madrid. El segundo, 'a las fiestas de toda España, las ciudades y villas donde se hicieron, y algunos sucesos maravillosos en ellas' (231 ff). Interesante la sección dedicada a Madrid, por el prestigio de los poetas que intervinieron en los actos, entre ellos, Lope de Vega y Cervantes. Lope pronunció el discurso de apertura íntegramente en verso (más de 500 versos). Cervantes concurrió con varios poemas excelentes. Comenzaba el primero: 'Virgen fecunda, Madre venturosa / cuyos hijos, criados a tus pechos...' El segundo poema debía calcar 'la canción castellana de Garcilaso que comienza: El dulce lamentar de dos pastores...' La canción de Cervantes comienza: 'El dulce requebrar de dos amantes, / Cristo y Teresa, de la tierra aquesta, / aquél de las olímpicas moradas, / mi ruda musa está a cantar dispuesta...'
También interesante la sección segunda, por reseñar las fiestas en no menos de 87 ciudades y villas de la nación: desde las grandes ciudades, Barcelona, Valencia, Sevilla, Burgos..., hasta modestas localidades como Sabiote o Cogolludo... En el ambiente festivo y apoteósico de esas celebraciones tuvo lugar la solemne proclamación de la nueva Beata como 'Patrona y abogada de España, después del Apóstol Santiago': patronato otorgado por las Cortes de la Nación el 30 de noviembre de 1617, y confirmado diez años después por Urbano VIII, cuando ya la Madre Teresa había sido canonizada (cf BMC 2, 43 7-448). Canonización. Doctorado.
BIBL.Silverio de S. Teresa, Un diario curioso de la canonización de Santa Teresa, «MteCarm» 26 (1921) 145-147; 193 ss; Hipólito de la S. F., Los procesos de beatificación y canonización de S. Teresa de Jesús. MteCarm 78 (1970) 85-130.
Beatriz de Jesús (Acevedo y Villalobos), ocd (1552-1617)
Nacida en Zamora en 1552. Hija de Francisco Alonso de Acevedo y de Isabel de Villalobos. Profesó en Salamanca el 23.9.1577, donde la habían precedido sus dos hermanas, Guiomar del Sacramento y Jerónima del Espíritu Santo. No era del 'gusto' de la Santa que en un mismo Carmelo hubiera tres hermanas de sangre (cta 368,1). En 1581 pasó Beatriz al Carmelo de Palencia (F 30,5), donde fue supriora unos meses (hasta el 8.5.1581). Aunque de salud precaria (cta 428,5), ese mismo año pasó a la fundación de Soria como supriora; luego, elegida priora (25.5.1586). De ahí pasó a la fundación de Pamplona, donde fue elegida priora el 7,11.1591 (y de nuevo en 1594 y en 1603). Regresó al Carmelo de Soria, donde fue de nuevo priora (trienios de 1606 y 1615). Murió en este Carmelo el 31.12.1617.
Beatriz de Jesús (Arceo), ocd
Es una de las damas burgalesas que apoyan a la Santa en su última fundación. Es hija de Cristóbal de Cuevasrubias (o Covarrubias) y de María de Arceo. Hermana de un regidor de la ciudad. Había casado con Hernando de Venero, 'vecino de la villa de Montuenga', de la corte de Felipe II. En 1582 era ya viuda y solicitó de la Santa el ingreso en el Carmelo. El 6.5.1582 le otorgó la licencia el Provincial, Gracián (BMC 6,371). Y en ese mismo mes recibió solemnemente el hábito de manos del arzobispo, don Cristóbal (F 31,49; y cta 445,2. Puede verse el concierto de ingreso en BMC 6,372-375). Apenas partida de Burgos la Santa, Beatriz enferma (ctas 458,1; 461,1) y aquélla sigue interesándose por ella y celebra la llegada de sus cartas (cta 461,6). Beatriz profesará el 24.5.1583. En 1589 acompañará a la priora Tomasina Bautista en la fundación de Vitoria, donde ejerce de supriora y cinco años después sucede a la anterior en el priorato. Jerónimo de san José la incluye en la serie de primitivas ilustres con el n. 43, y asegura que murió en el Carmelo de Vitoria con opinión de santa en 1626.
Beatriz de Jesús (Cepeda y Ocampo), ocd
Carmelita, pariente de la Santa. Nacida en Torrijos (Toledo). Hija de Francisco de Cepeda (primo de T) y de María de Ocampo. Ella y sus hermanas, Isabel de san Pablo, María de Cepeda y Leonor de Cepeda, fueron monjas en la Encarnación de Avila, donde ella profesó en 1560, época en que frecuentaba la celda de la M. Teresa (V 32,10). Tardó más que sus dos hermanas en pasar a las descalzas. El trienio 1571-1574 fue súbdita de la Santa en la Encarnación (BMC 18, 177). Ese último año (1574) pasó a San José de Avila. En 1575 ya estaba en Malagón (cta 93,2). Al enfermar la priora de ese Carmelo, M. Brianda, la Santa propone como presidente, en su lugar, a Juana Bautista. La priora no acepta la propuesta y en cambio nombra 'presidente' a Beatriz (cta 124, 13: septiembre de 1576). De momento, con resultados excelentes: 'hácelo en extremo bien, gloria a Dios, que no pensé era para tanto' (cta 153,1). Pero luego se enredó en serias complicaciones, que prosiguieron cuando la Santa nombró nueva presidente a Ana de la Madre de Dios (cta 201,2: año 1577). Desagradó sumamente a T su poca franqueza y su falta de comunicación (319,3). Todavía en 1580 no había recuperado la confianza de la M. Fundadora (330,10). Ese mismo año viajó con ésta a la fundación de Villanueva de la Jara y regresó a Malagón. En 1581/1582 fue destinada a la fundación de Granada, en 1586 a la de Madrid y finalmente a la de Ocaña (1595). En el proceso de beatificación de la Santa, Beatriz aportó su testimonio personal: Avila, 22.10.1595 (BMC 18, 176-179). Murió el 12.2.1607. Cepeda, Francisco de.
Beatriz de Jesús (Ovalle), ocd (1560-1639)
Sobrina de la Santa. Hija de Juan de Ovalle y Juana de Ahumada. Nació en Alba de Tormes (Salamanca), última de los cinco hijos del matrimonio Ovalle-Ahumada. A pesar de las insinuaciones de su santa tía, se opuso durante muchos años a toda clase de vocación religiosa. Finalmente, en 1581 se decidió a ser carmelita. 'Yo tengo grande lástima a doña Beatriz, que aunque quiere ser monja, no tiene con qué', escribía la Santa a su sobrino Lorenzo en Perú (cta 427,8, del 15.12.1581). Beatriz se hallaba en Avila, al morir la Santa. Regresó a Alba ese mismo año e ingresó en el Carmelo de la villa el 28.10.1584, y profesará al año siguiente: 10.11.1585, recibida sin dote en atención a su santa tía. Ejerció posteriormente numerosos cargos: en 1595 fue de supriora y maestra de novicias a la fundación de Ocaña, donde pasó a ser priora en 1600. Pasó de priora al Carmelo de Toledo en 1607. Fue ella quien adquirió el edificio del convento definitivo. Priora, de nuevo, en Ocaña en 1610, y en Santa Ana de Madrid en 1615. Elegida de nuevo priora de este Carmelo en 1626 y en 1632. Aquí, en este Carmelo madrileño de Santa Ana, falleció, casi octogenaria, el 1.1.1639, y aquí descansan sus restos, si bien en la nueva ubicación de este Carmelo.
Beatriz ingresa en la historia de la Santa, inicialmente por el cariño que esta le profesa, a ella y a su madre (cta 23,7; 39,4...). Luego y sobre todo por la historia accidentada de su vocación, en la que estuvo vivamente interesada la Santa y que hubo de atravesar una fase espinosa, de calumnias y celos, ocasionados por la mujer de un amigo albense de los Ovalle. A la Santa la preocuparon seriamente esas calumnias, escribió a Beatriz y a su madre cartas terribles ('a ella y a su madre escribí unas cartas que bastaban para alguna enmienda, diciéndoles cosas terribles..., aunque estuviesen sin culpa...': cta 402,10), invitándola a trasladarse a Avila (404,2), o incluso a acompañarla a ella en una nueva fundación, Burgos o Madrid (420,2). La propia Santa se sentirá liberada de la obsesionante calumnia de Alba, cuando por fin Beatriz decida viajar a Avila y alojarse en casa de Perálvarez Cimbrón: 'Heme consolado y dado gracias a Dios que se halle tan bien en casa del señor Perálvarez, su tío... Gran merced de Dios ha sido el que vuestra merced se haya librado de la peste de aquella mujer' (cta 439; cf 462,5).
Beatriz no conservó cartas de la Santa; únicamente nos ha llegado el fragmento de la carta 439. En cambio, testificó en el proceso de beatificación: Alba, abril de 1592 (BMC 18, 114-120). Por esta su declaración sabemos que acompañó a la Santa en el viaje de Alba a Salamanca y 'en especial estando en la fundación del monasterio que fundó en la ciudad de Sevilla, seis o siete meses, donde la trató muy en particular' (BMC 18,114). 'Y que yendo un día la dicha Madre Teresa de Jesús a ver la Duquesa de Alba, estando en esta villa en la fundación de esta casa, llevaba consigo a esta testigo, que era seglar y su sobrina, la cual se afrentaba de ir con ella, por verla tan remendada, y la dicha Madre se reía mucho de ver cómo esta testigo se afrentaba de ir con ella' (ib 117). También Beatriz se vio envuelta en el pleito por la devolución de los restos mortales de la Santa, de Avila a Alba (cf MHCT 6,263-264; 371-373), proceso en que ella misma aportó su testimonio en septiembre de 1587 (ib 405-407) y de nuevo el 1.4.1592 (ib 550-552).
Beatriz de la Encarnación (Óñez), ocd
Natural de Arroyo de Santa Gadea (Burgos), 'de la casa del Adelantado de Castilla', asegura el P. Jerónimo de San José. Ingresó en el Carmelo de Valladolid apenas fundado. Profesó el 17.9.1570. Ahí se trató con la Santa (1569), y vivió vida tan ejemplar que la Santa dedicó el cap. 12 de las Fundaciones a exaltar sus virtudes, si bien escribe ese relato a base de las relaciones que le envían de Valladolid después de la muerte de Beatriz, acaecida el 5.5.1573 (cf cta 63,2; y 143,6, en que descalifica una de esas relaciones). El citado P. Jerónimo la incluye entre las cien carmelitas insignes (nº 56). Cf Reforma, I, 3, 19.
Beatriz de la Madre de Dios (Chaves), ocd (1538-1624)
Carmelita de Sevilla. Nacida allí en 1538. Hija de Alonso Gómez Hero y de Juana Gómez de Chaves. Primera novicia del Carmelo de Sevilla. La Santa relata la historia de su vocación en Fundaciones 26. Profesó el 29.9.1576. Ya en el noviciado sufre tentaciones (cta 110,4) y, apenas profesa, sigue preocupando a la Santa por sus extrañezas de oración (cta 132,6), a causa de su 'flaca imaginación' (136,10; 188,5). Al enviudar su madre, ingresó también ésta en el Carmelo de Sevilla (1576). Según el relato de María de san José (Libro de recreaciones, 9), Beatriz fue capaz de embaucar al sacerdote sevillano Garciálvarez, denunciando a la comunidad ante la Inquisición, logrando la deposición de la priora y haciéndose nombrar 'vicaria', desacreditando a la misma Santa ante la ciudad y provocando grandes sufrimientos de todas, incluida su propia madre, Juana Gómez (en el Carmelo Juana de la Cruz). Destituida de su cargo a los pocos meses, finalmente el fino tacto de la Santa y de la expriora de Sevilla logran recuperarla a una auténtica vida de carmelita. Todavía en diciembre de 1580 escribirá la Santa a María de san José, repuesta en su cargo prioral: 'Yo quisiera tuvieran mayor huerta, para que Beatriz se ocupara más...' (364,8). Beatriz murió en Sevilla el 29.12.1624, y tuvo la suerte de ver canonizada a la madre Teresa (cf HCD IV, c. 7, pp. 231-269. Reforma, I, 3, 38).
Beatriz de san Miguel (Andrada y de la Torre), ocd
Carmelita de Toledo. En el siglo Beatriz Andrada. Hija de Pedro Sánchez de Andrada y de María de la Torre. Dirigida espiritualmente por el sacerdote toledano García de San Pedro, a quien la Santa da las gracias (cta 35). Profesa el 10.8.1571, y enseguida es 'tornera' de la casa: 'es al torno corta de razones' (ib 3). En 1574 viajó con la Santa a Beas, donde se puso bajo la dirección de san Juan de la Cruz. En 1582 viajó con el Santo y con Ana de Jesús para fundar el Carmelo de Granada, en el que fue elegida priora el 28.11.1586, para suceder a Ana de Jesús. Elegida priora de ese Carmelo otras tres veces. Siguió bajo el magisterio del Santo, y 'fue una de sus discípulas predilectas'. Murió el 17.9.1626. Jerónimo de San José la enumera con el nº 15 entre las cien discípulas selectas de la Santa y anota que 'murió con opinión de santidad' (pág. 169).
Beatriz del Espíritu Santo (Casarrubios), ocd
Aludida por la Santa en la cta 71,6, septiembre de 1574. Parece era ya religiosa de otra Orden cuando, ese año, decide ingresar en el Carmelo de Segovia, donde profesará el 9.10.1575. Con su copiosa dote ayuda a saldar la deuda contraída por la Santa en la fundación. Declaró en el proceso de beatificación de la Santa en Segovia el 31.7.1595 (BMC 18, 440-442).
Beatriz del Sacramento, ocd
De Madrid, nacida hacia 1568, hija del condestable de Navarra, Diego de Toledo y Mencía del Castillo. De muy corta edad ingresó en las franciscanas de Alba de Tormes, y de ahí pasó a las descalzas. En 1610, es priora de Salamanca. Asiste en calidad de sacristana de Alba a los numerosos episodios en torno a los restos incorruptos de la Santa. Testificó en sus procesos (BMC 20, 108), pero no conoció personalmente a la Santa.
Becedas
Aldea del extremo poniente de la provincia de Avila, próxima a Béjar (Salamanca). En el siglo XVI era población floreciente, que constaba de más de 300 vecinos. Famosa en los fastos teresianos por haber acudido a ella T, enferma de 24 años (1539), y haber permanecido allí más de tres meses, 'desde abril' (V 4,6): 'los tres meses padeciendo tan grandísimo tormento en las curas que me hicieron tan recias, que yo no sé cómo las pude sufrir' (ib). La enferma estaba a cargo de una curandera, innominada, que la redujo al último extremo. Aparte esa experiencia, T entabló amistad con un sacerdote del lugar, al que logró reducir a vida decorosa (V 5,3-4). A fines de julio o principios de agosto, T regresó a Avila a punto de muerte: 'tornaron a verme médicos. Todos me desahuciaron' (ib 8). Medicina. Médicos.
Bela
Nombre familiar de Isabel de Jesús (Gracián). Gracián, hermanos.
Benavente (Zamora)
Por error material, aludiendo a las bernardas de Benavente, T las dice 'de Valderas' (León): cta 303,1. Godoy, 'el licenciado'.
Benavente, Inés
Esposa de Roque de Huerta (en Madrid), gran amigo de la Santa y transmisor de sus cartas por los años 1576-1582. Una hija de ambos, María de la Purificación, ingresó carmelita en Soria. En su epistolario, la Santa se limita a enviar saludos a doña Inés (cta 280,3; 281,1). Huerta, Roque.
Bendición / Bendecir
Bendecir es una manera de oración doxológica muy frecuente en la pluma de T. Es eco de la similar doxología bíblica ('Benedictus', del Antiguo y del Nuevo Testamento). Ella misma recuerda la del anciano Simeón cuando tiene a Jesús niño en sus brazos (C 31,2y cta a M.ª de San José, marzo 1581). En la pluma de T, el 'bendito-seas' o 'bendito-seáis' se dirige normalmente a Dios o a Jesús. En uno de sus típicos soliloquios interiores, se incita a sí misma a la manera del salmista (salmos 102 y 103): 'alma mía, bendice para siempre a tan gran Dios' (Exc 3,2). Lo bendecirá, de hecho, por toda suerte de motivos inagotables: por ser El como es, porque su reino no tiene fin, porque su misericordia es magnífica y desconcertante, por lo que a ella le ha perdonado, por lo que la ha sufrido y esperado, por las gracias que en ella ha derrochado, por la Virgen María, por la Iglesia y la Eucaristía, por los otros, por los pobres, los letrados, los bienhechores, los enemigos. Lo bendice sobre todo por la propia historia de salvación. Teresa se refiere también al rito eclesiástico de la bendición de cosas y personas, en el sentido tradicional de atraer sobre ellas la bendición de Dios. Se admira y 'regala' de que las palabras de la Iglesia pongan tanta eficacia en el 'agua bendita' (V 31,4). Es amiga de la bendición sacerdotal, y frecuentemente la pide para sí misma: bendición de su obispo don Alvaro, de su Padre General Rubeo, de los arzobispos de Sevilla o de Burgos...
A ella misma le gusta 'echar bendiciones'. Por ejemplo, a un amigo cualquiera de Toledo: 'qué de veces le recuerdo y le he echado de bendiciones' (cta del 5.2.1571, a Alonso A. Ramírez). A Gracián: 'qué de bendiciones le ha echado esta su hija vieja' (cta del 9.1.1577) O a sus monjas de Sevilla: 'Muchas bendiciones les he echado, la de la Virgen nuestra Señora les caiga, y de toda la Santísima Trinidad' (cta del 3.5.1579, n. 16).
En contrapunto con la doxología de bendición, en la Biblia existe la 'maldición', que reclama la cólera divina, bien sea contra los transgresores de la Ley (Dt 27-28; n. 5, 18-27), bien contra los opresores del pueblo (salmo 136/137 'Super flumina' ). En el N. T. la suma maldición se reserva para el juicio supremo, 'id malditos...' (Mt 26,41: cf M 6,9,6 y F 11,2). Jesús mismo se hizo maldición por nosotros (Gál 1,13). En los escritos de T es sumamente rara esa forma de oración imprecatoria. Nunca contra personas concretas. Alguna vez alterna con la bendición: 'Bendita sea tanta misericordia, y con razón serán malditos los que no quisieran aprovecharse de ella y perdieren a este Señor' (M 6,4,9). También ella maldice la 'ley del mundo' que va contra la de Dios (V 5,4 ). Maldito ante todo es el diablo: '¡Oh gran bien, estado adonde este maldito no nos hace mal!' (M 5,1,5). Ya en Vida lo había execrado: 'Son tantas veces las que estos malditos (demonios) me atormentan, y el poco miedo que yo ya les he...' (31,9). A ella la obligan a practicar la forma popular y supersticiosa de las higas al diablo (V 29,5): 'Y una higa para todos los demonios', exclamará (V 25,22). En las numerosas oraciones de Camino no aparece ninguna fórmula de maldición, pero sí otras maneras de imprecación (C 1,4). Adorar. Alabanza.
T. Alvarez
Bernal, Pedro, sj, 1530-1601
Jesuita, Provincial de la provincia de Andalucía en 1576, cuando T fundó en Sevilla (lo era desde 1574). Poco antes (12.4.1573) había asistido en Roma a la Congregación General de la Compañía. Gran apóstol de los pobres y de los galeotes. Discípulo de S. Francisco de Borja. Alude a él la Santa en la cta 152,6.
Bernarda
Señora sevillana, presentada por María de san José (Salazar) en estos términos: 'una beata sierva de Dios que hay en aquella ciudad y se ocupa en diversas obras de caridad, especial en ayudar mujeres perdidas ' (Libro de Recreaciones, recr. 9). Muy ayudada por doña Leonor Valera, madre de dos carmelitas sevillanas, Blanca y María. Sigue refiriendo aquélla (ib) cómo la buena Bernarda desviaba hacia sus obras de beneficiencia los donativos que le confiaban expresamente para la madre Teresa y sus carmelitas, recién llegadas a Andalucía. Al conocerla la Santa dos años después, escribía a la priora de Sevilla: 'de que se haya descubierto la buena obra que nos hacía Bernarda , me huelgo' (cta 222,4).
Bernarda de san José (Bernalda), ocd
Nacida en Triana (Sevilla). Hija de Pablo Matía (corso) y de Mariana Ramírez (Gutiérrez?). Hacendados, de familia numerosa. Bernarda fue aceptada por la Santa en el Carmelo de Sevilla, sin el consentimiento de sus padres, el día de San José, y ese mismo día tomó el hábito (19.3.1576). (La Santa marchó de Sevilla dos meses después: el 3.5.1576). Enfermó de gravedad a mitad de su año de noviciado. Hizo su profesión 'in articulo mortis' el 21.3.1577, y falleció poco después. Enterada de su enfermedad, la Santa escribía desde Toledo: 'Mucho deseo tengo de saber de la buena Bernarda' (cta 190,6: pero cuando lo escribe, ya ésta había muerto). 'A ese ángel he habido envidia..., que tan presto mereció gozar de El', escribe T en la carta sucesiva (193,2), y sigue interesándose por sus restos mortales y su memoria (cta 195,4-6...). De Bernarda nos dejó María de san José una bella semblanza: 'Era esta hermana hija de un hombre honrado, de nación corso... Los dos [padres de B.] muy cristianos y de gran caridad y misericordia para con los pobres, especialmente su padre, y devotísimo de nuestra Señora; era muy rico... Tuvo muchos hijos y tres hijas muy hermosas y loadas de todos por muy honestas y virtuosas, y nuestra hermana Bernarda de san José llevaba a todas ventaja en todo...' (Libro de Recreaciones,recr. 9, ed. Roma 1979, p. 225..., y sigue relatando su enfermedad, profesión y muerte). La Santa aprobó que Bernarda fuese enterrada en el coro de la comunidad (cta 195,4). (No confundirla con Juana de san Bernardo, Cárdenas, también llamada 'Bernarda' por la Santa: cta 175,10, que profesó en el mismo Carmelo de Sevilla el 21.12.1579 y murió en 1629).
Bernardas
Monasterios de vida contemplativa, aludidos ocasionalmente por la Santa en F 6,14 y cta 303,1.
Bertrán, san Luis, O.P.
(1526-1581) Santo dominico, coetáneo de Teresa. Nacido en Valencia (1.1.1526), profesó en la misma ciudad el 27.8.1545. Reiteradas veces maestro de novicios, el 14.2.1562 va a América, de donde regresa en 1569. Falleció en Valencia el 9.10.1581. Según su primer biógrafo, T le consultó su propio proyecto de fundación del Carmelo de San José. Y de él recibió una breve carta alentadora, hacia 1561-1562 (cf BMC 2, 124), si bien el texto que nos ha legado el biógrafo del santo, fr. Vicente J. Antist(Zaragoza 1583) no sea del todo seguro.
Biblia
«Sabía yo bien de mí, que en cosas de la fe, contra la menor ceremonia de la Iglesia que alguien viese yo iba, o por cualquier verdad de la Sagrada Escritura, me pondría yo a morir mil muertes» (V. 33,5).
Puestos a referir el amor y el estudio que los cristianos han hecho a lo largo de los siglos de la Biblia, difícilmente encontaríamos un testimonio tan vivo y apasionado como este de Teresa que citamos. Y ninguna presentación mejor podemos hacer del tema ya que su propia palabra nos ahorra de golpe todo esfuerzo por ponderar la importancia que la Biblia ha tenido en su vida, y va a tener en sus actitudes y en su pensamiento. Para mejor clarificar éste podemos señalar unos hitos que definen y enmarcan su amor y conocimiento de la Biblia.
a) La Biblia, un libro escaso y difícil...
Si para estudiar a un autor hay que situarse en su tiempo y su contexto, esto se hace especialmente necesario al referirnos al tema de la Biblia en la espiritualidad teresiana. Sólo así puede entenderse una necesaria afirmación que hoy podría resultar extraña: Teresa no ha tenido siquiera una Biblia. Teresa no ha podido leer la Biblia. Si, Teresa, lectora precoz, a ejemplo e inducción de su padre, que «tenía buenos libros para que leyesen sus hijos» (V 1,1) y tan amiga ella misma de los libros desde la infancia, hasta el punto de no estar contenta si no tenía cada día un libro nuevo, no ha tenido, ni ha podido leer la Biblia, como libro completo. Ni siquiera en casa de su tío D. Pedro, ha podido hacerlo en aquel tiempo tan singular que dedica, al reposo y la reflexión, a la lectura complaciente de los buenos libros que aquél posee (V 3,5).
Y no ha podido hacerlo por la simple razón de que la Biblia no estaba al alcance de cualquiera. Sólo corría en latín para uso de los estudiosos. Existían, ciertamente, traduciones parciales, de algunos de sus libros, y de 1553 es la edición completa en castellano de la Biblia de Ferrara. Pero después que en 1546 debate el tema el Concilio de Trento en su cuarta sesión, si bien no toma decisión alguna, los teólogos españoles se pronuncian por la conveniencia de que no se hagan traduciones, ante el temor, que apuntaba Carranza, de que las «personas simples y sin letras» hagan mal uso de las mismas. Son los tiempos del alborear del protestantismo, y la Inquisición vela cuidadosa porque la Biblia no esté al alcance de personas sin formación sólida. De ahí que apenas empiezan a publicarse las ediciones en castellano, las prohíbe. Así lo hace ya en el Indice que se publica en Toledo en 1551, ratificado luego y añadido con nuevos títulos hasta 172, en el famoso Indice de Valdés del año 1559. Y que no sólo alcanza a la Biblia como tal, sino también a los libros de Comentarios sobre la misma, como por ejemplo la Guía de Pecadores del P. Granada y al Audi Filia de Juan de Avila.
Pero el hecho cierto de que Teresa no haya podido manejar la Biblia por completo, ni tenerla a su servicio, no quiere decir que ella no la haya conocido y venerado. Las más de 600 citas que de la misma hay en sus obras, demuestran que a pesar de que la Biblia no era un libro a su alcance, ella la llega a conocer en profundidad, a través de otros libros, o de lecturas fragmentarias de la misma que por fuerza ha tenido que hacer.
Ella misma nos cuenta, de hecho, refiriéndose al tiempo que estuvo en las Agustinas de Gracia, cuando apenas tiene 16 años, lo que se alegra de poder hablar con D.ª María de Briceño, por lo bien que «hablaba de Dios» (V 3,1) y cómo ésta se sintió llamada por sólo leer en la Escritura, que el Señor ha dicho que «muchos son los llamados y pocos los escogidos».
A tenor de lo que Teresa nos cuenta parece evidente que al menos el Evangelio lo conoce en profundidad antes de entrar en la vida religiosa, pues medita ya todas las noches antes de acostarse en la oración del Huerto (V 9,4), lee la Pasión (V 3,1), y se sirve del mismo para sus razonamientos para vencer los temores y dudas vocacionales previas al ingreso. (V 4,3).
Luego seguirá aumentando su conocimiento de la Escritura tras la entrada en la vida religiosa, en plena juventud. Basta recordar como dato sus lecturas obligadas del Breviario o el rezo de la Liturgia de las Horas. Ella misma recuerda a este respecto a sus hijas refiriéndose al Cantar de los Cantares: «Y así lo podéis ver en el oficio que rezamos de Nuestra Señora, cada semana, lo mucho que está escrito de ello en antífonas y lecciones» (Conc 6,8). Y lo mismo cabe decir de la Misa de cada día, como fuente de su conocimiento de la Escritura. O la Regla del Carmelo, que es un enlosado de citas Bíblicas, para cerciorarse de su progresivo conocimiento de la misma.
Y si a esto se añade las largas horas de lectura que tiene en su enfermedad, «diome la vida haber quedado amiga de leer buenos libros» (V 3,7), y que jamás osaba comenzar a tener oración sin un libro entre las manos (V 4,9) que le sirviera de escudo, mas su deseo de encontrar luz que le lleva a confesar «aunque he leído muchos libros espirituales, decláranse poco» (V 14,7) queda bien de manifiesto que a través de ellos, Teresa ha conocido a fondo la Escritura, pues según es obvio tales libros tienen siempre como trasfondo la palabra de Dios, según ella lo recuerda expresamente: leí en un libro que decía San Pablo que era Dios muy fiel (V 23,15). De ahí que cuando se publica el famoso y citado Indice de Valdés, ella lo lamenta. «Cuando se quitaron muchos libros de romance, que no se leyesen, yo sentí mucho» (V 26,5), si bien la ocasión sirvió de pretexto para que el Señor que le había enseñado y sostenido a través de los libros, empiece a hacerlo de otro modo: con las visiones. «No tengas miedo, yo te daré libro vivo», le dijo el Señor (V 26,5).
Y por si no fuera suficiente, sabemos con certeza que también en el trato con los confesores y consultores, grandes teólogos y letrados en su mayoría, ha encontrado Teresa una fuente de conocimiento de la Escritura. Y es natural, pues es lo que buscaba y lo que más aquietaba su espíritu, como lo dice al referirse al Dr. Velázquez de Toledo... (F 30,1).
b) La Biblia, un libro amado
A tenor de las citas que Teresa hace en sus obras de la Escritura, podemos decir que ha conocido la mayor parte de la Biblia. Cuarenta y siete libros distintos cita ella de la Escritura. Veintiséis son del A. T. con 200 citas y veintiuno del Nuevo con cuatrocientas. Citas que van del Génesis al Apocalipsis. Sin que pueda decirse que ignora los no citados, sino que han dejado menor huella en su pensamiento o no ha encontrado oportunidad para traerlos a colación. El más citado, sin duda, es el Evangelio, luego san Pablo, los Salmos, el Cantar de los Cantares. Unas son citas textuales. Otras son referencia a hechos bíblicos, y con frecuencia y evidente regodeo evocación de los personajes de la Escritura. Algunas citas son una simple referencia, mientras otras se convierten en punto central de su pensamiento.
Y hasta tal punto la Escritura se convierte en el trasfondo de su obra y del pensamiento teresiano, que no hay libro suyo que no esté cuajado de citas. Ciento treinta y dos hay en el libro de las Moradas. Luego viene la Vida con 118, Camino ofrece 105, y 34 las Fundaciones. Pero hay dos obras teresianas, como es sabido, de escaso volumen, pero de una densidad bíblica asombrosa. Son las Exclamaciones, que en apenas una veintena de páginas contienen 66 citas de la escritura, y el pequeño libro Meditaciones sobre los Cantares, que constituye una obra única, atrevida, insólita, y mucho más para una mujer. Un comentario nada menos que al Cantar de los Cantares, por cuya simple traducción al castellano se ganará la cárcel Fr. Luis de León. Así que no es extraño que el P. Yanguas, su confesor del momento, le mandara quemar el original, por algo más que probar su obediencia. Hay en él 42 citas de la Escritura.
Tras este simple apunte de datos, que aparece en una lectura somera de sus obras, no cabe la menor duda de que Teresa, aunque no haya podido leer directa y enteramente la Biblia, ha llegado a tener un conocimiento hondo de la misma. Tanto más meritorio cuanto difícil era el acceso a la misma para una mujer de su tiempo. Pero ella no era mujer que se arredrara ante las dificultades por más que diga que el ser mujer y ruin bastaba «para caérsele las alas» (V 10,8) cuando había una motivación seria y trascendente para obrar. Y en esta motivación, que ahora veremos, es quizá, donde está la clave de ese conocimiento y amor a la Escritura profesado y confesado por Teresa.
c) La Biblia, palabra viva, actual, de Dios
Teresa ha tenido, desde niña, una extraña facilidad para hacer suyo lo que lee, identificándose de algún modo con lo que la lectura desvela. Así lo hará con la lectura compartida del Flos Sanctorum, que hace con su hermano y que le lleva a ansiar y buscar el martirio en tierra de moros, sorprendida y gozosa de descubrir que la pena o la gloria fuera «para siempre, siempre, siempre» (V 1,4). O con la propia lectura de los libros de caballerías, que no sólo aviva en ella el gusto por aquellas lecturas, que hasta parece llegó a imitar, sino que la lleva a vivir su propio romance, ya que la misma saca a flote su sensibilidad femenina, que atrae a los primos, con aquel «traer galas y desear contentar en parecer bien, con mucho cuidado de manos y cabelllo y olores» (V 2,2).
De ahí que no tiene nada de extraño que cuando T comienza a conocer la Escritura, la perciba como Palabra viva de Dios. Una Palabra estimulante, provocadora, recién dicha para todos, y a cuya eficacia no se ha podido sustraer. Y si bien al principio se sorprende, en su adolescencia, de que aunque leyera toda la Pasión no llorara una lágrima (V 3,1), no deja de sentir pena por ello y envidia de quien lo hace.
El encuentro en Hortigosa con su tío D. Pedro y las lecturas que por complacerle hace de sus libros, van a resultar en este aspecto definitivas. Y es que aunque la Santa no lo especifica, está claro que aquellas lecturas rondan la Escritura, y que a través de ellas se empieza a clarificar su vida «con la fuerza que hacían en mi corazón las palabras de Dios, así leídas como oídas, vine a ir entendiendo la verdad de cuando niña» (V 3,5). No sólo eso. Teresa confiesa que a través de esto, Dios «le forzó a que se hiciese fuerza» (V 3,4) para definir su vida. Es así como empezó a descubrir que la Palabra de Dios es viva, actual, impulsiva, seductora.
Y con este entusiasmo de la verdad redescubierta de su infancia, que es valorar todo lo humano como vanidad frente a la trascendencia de Dios, se afianza en ella otro valor que va a ser igualmente definitivo en su vida. El amor a la verdad, que va a guiar todos sus pasos, tan habituada a «entender lo que es verdadera verdad, que todo lo demás le parece juego de niños» (V 21,9). Y esa verdad verdadera no es otra que Dios mismo, «verdad sin principio ni fin, ya que todas las demás verdades dependen de ella» (V 40,4).
Ahora bien esta verdad suprema con la que debemos verificar y contrastar nuestras pequeñas verdades, es precisamente la que se contiene y revela en la Escritura. Y confirmando esta certeza de Teresa le dirá el Señor en una de sus gracias místicas: «Todo el daño que viene al mundo es por no conocer la verdad de la Escritura con clara verdad, no faltará una tilde de ella» (V 40,1). Y esta es la razón suprema por la que Teresa buscará siempre el parecer de los letrados para no equivocarse siguiendo seducida sus pequeñas verdades personales. Incluso, puesta a elegir, prefiere contar con los letrados antes que con los espirituales que no tengan letras, convencida desde la experiencia de que «buen letrado nunca me engañó» (V 5.3), porque como ella explica aunque no sepan las cosas por experiencia, que tanto vale ciertamente en los caminos del espíritu, «en la Sagrada Escritura que tratan, siempre hallan la verdad del buen espíritu» (V 13,18). Y de ahí su gozo singular cuando encuentra a alguno especialmente versado en la Escritura, como era el Dr. Velázquez, de Toledo (F 30,1).
Importa también tener en cuenta este dato de la relación que Teresa plantea entre la vida espiritual y la Escritura, porque ilumina el sentido de su acercamiento y su lectura de la Biblia. Y es que, como es obvio, T no es un exégeta que busca precisar el sentido hermenéutico de cada cita que hace de la Escritura. Teresa es, simplemente una mujer, sin formación bíblica específica, que busca y ama la verdad y que dado su nivel de compromiso con Dios, con la vida espiritual a la que se siente empujada y atraída, lo que busca en la Escritura, es una luz, un alimento para su vida espiritual. Su lectura de la Biblia es, por lo mismo en clave espiritual, de interioridad.
No faltan ciertamente en sus escritos ocasiones en que Teresa se atiene al sentido literal de la Escritura, como al citar a Lucas que dice de Jesús que «vivía sumiso a sus padres» (2,51), de donde ella deduce el poder de san José, ya que si Jesús le ha obedecido en la tierra, «que como tenía el nombre de ayo, le podía mandar» (V 6,6), así «en el cielo hace cuanto le dice». O el texto de san Pablo donde dice que las mujeres en la Iglesia callen, que impide a las mismas la predicación.
Tampoco faltan otras referencias bíblicas que son interpretadas por Teresa en su sentido «acomodaticio», donde partiendo de lo que dice la propia Escritura se hace la trasposición hacia otra realidad, por semejanza de causas o efectos. Como cuando dice Jesús: «He deseado ardientemente celebrar la Pascua con vosotros» (Lc 22,15), que Teresa interpreta como el deseo de la entrega de la Eucaristía, o el famoso del Agua viva que Jesús ofrece a la Samaritana, y que ella identifica con la contemplación.
Pero ella, lo que busca, sobre todo, es descubrir cada vez con mayor profundidad, lo que Dios le pide, en el afán de darle una respuesta siempre más generosa, buscando la identificación más plena con los sentimientos de Cristo.
En definitiva, pues, lo que ella quiere desde esa lectura espiritual e íntima de la Biblia, es conocer y experimentar más el amor de Dios, su designio, y darle, inducida y guiada por su Palabra, una respuesta más total.
d) Palabra de Dios experimentada
Y tanto, de hecho, se ha acercado a la Escritura con este ánimo, que bien puede decirse que Teresa ha tenido de ella una experiencia mística. Hablándonos de la oración de quietud, ella misma nos recuerda, que me «ha acaecido estando en esta quietud, con no entender casi cosa que rece en latín, en especial del salterio, no sólo entender el verso en romance, sino pasar más adelante en regalarme con lo que el romance quiere decir». (V 15,8). Y cuenta más adelante, en la Vida, un caso bien concreto del salmo 41. «¿Dónde está tu Dios?» es de mirar que el romance de estos versos yo no sabía bien el que era, y después que lo entendía me consolaba de ver que me los había traído el Señor a la memoria sin procurarlo yo. Otras, me acordaba de lo que dice san Pablo, que está crucificado al mundo» (V 20,11). Insistiendo sobre lo mismo en el prólogo del Cantar de los Cantares.
Repasando las relaciones que hace de las gracias místicas recibidas, vemos que se refiere más de una vez a las que han tenido lugar en torno a la Escritura. Tanto al oír palabras de los Cantares (R 24) como del Magnificat (R 2) y de los salmos (V 15,9). Con textos del Evangelio (R 36) y de San Pablo (R 47,57). Precisamente aludiendo al texto del apóstol de Corintios (1Cor 14,34) donde alude al papel de las mujeres, y sospechando que con el mismo esté manifestándole el Señor su voluntad de que no funde más conventos y se retire, le dirá el Señor para orientación de sus consultores: «Diles que no se sigan por una sola parte de la Escritura, que miren otras. Y que si podrán, por ventura, atarme las manos» (R 19).
De lo que no cabe duda es de que esta experiencia mística que Teresa ha tenido de la Escritura, ha ahondado en ella el amor por la misma, su convencimiento de que a través de ella Dios manifiesta y revela su designio, prestándole por lo mismo una fe más convencida, pues como dice Teresa en las Moradas, aludiendo a la Inhabitación de la Trinidad en el alma. «¡Oh, válgame Dios! ¡Cuán diferente cosa es oír estas palabras y creerlas, a entender por esta manera cuán verdaderas son!» (M 7,1,7).
Y como su fe, la fe de cualquier creyente si es auténtica y viva, no es una simple iluminación intelectual para comprender verdades más o menos subidas, sino ante todo un impulso cordial, vital que lleva a traducir en obras lo que se cree, debemos reconocer y recordar que merced a esta fe absoluta que Teresa presta a la Palabra de Dios, su vida se ha ido llenando de la misma, para luego irse modelando conforme a la exigencia de la Escritura, que se convierte para ella en norma segura de vida. Dice ella: «quedé... con grandísima fortaleza y muy de veras para cumplir con todas mis fuerzas, la más pequeña parte de la Escritura divina. Paréceme que ninguna cosa se me pondría delante, que no pasase por esto» (V 40,2) hasta morir las mil muertes ya aludidas.
Y en las Relaciones (3,13) hablando precisamente del examen y juicio que ha buscado en los confesores sobre su vida y sus experiencias místicas, confiesa humilde, pero satisfecha: «Ninguna cosa han hallado que no sea muy conforme a la Sagrada Escritura, y esto me hace estar ya sosegada». De modo que al fin, su amor a la Escritura y su amor a la verdad, la otra gran pasión de su vida, se funden en el mismo objetivo: vivir y leer su vida al trasluz de la Palabra de Dios, dejándose guiar por ella.
Y partiendo de esta asimilación vital de la Escritura, su gran gozo era, precisamente, el de identificarse con los personajes bíblicos, que son los que encarnan las actitudes más nobles ante Dios. Bien sea el Rey David que llora su pecado, o el profeta Elías con su hambre insaciable de Dios. Job con su ilimitada paciencia o Pedro con su amor apasionado. Pablo o la Magdalena en su enamoramiento de Jesús. O la samaritana tan ansiosa y necesitada del agua. A todos admira y envidia, por más que luego, su fe viva le lleve a satisfacerse en ella, sin añorar a los que pudieron vivir con el Señor (C 34,6-7).
Una identificación que no se queda, por supuesto, en la simple admiración, sino que busca el recrear sus actitudes. Especialmente las de los personajes evangélicos, acogiendo en su corazón a Jesús como las hermanas de Lázaro en Betania (R 26), llorando a sus pies como la Magdalena (C 34,7), buscándole ansiosa como la Samaritana (V 30,19) o acompañándole en la soledad del Huerto más allá de lo que hicieron los apóstoles (V 9,3).
Y una vez verificado este puesto central que la Escritura tiene en la vida de T como luz que le orienta y crisol de su veracidad, sólo nos queda por ver el papel que la Escritura tiene en su espiritualidad, en la transmisión de su experiencia y doctrina para los demás.
e) La Biblia, fuente de su espiritualidad
Dando por suficiente lo dicho para apuntar la importancia de la Biblia en su itinerario espiritual, recordaremos brevemente sólo cómo algunos de los grandes planteamientos doctrinales de Teresa parten de la Escritura que se convierte así en el núcleo de la espiritualidad teresiana. Comenzando por el libro de su autobiografía que ella quiso fuera, recordando el salmo 88, el libro de las «Misericordias del Señor». «¡Y con cuánta razón las puedo yo cantar para siempre!» (V 14,10), dice. La Autobiografía es una especie de salmo mayor en el que recordando su vida, desde la infancia a la madurez, lo único que pretende es contar la Historia de Salvación de Dios para sus elegidos. El triunfo de la gracia sobre la debilidad humana. «Que en verdad, cierto muchas veces me templa el sentimiento de mis grandes culpas, el contento que me da se entienda la muchedumbre de vuestras misericordias» (V 4,30), confiesa. Con un propósito bien concreto: «engolosinar» a las almas (V 8,8) y convencerlas de que cualquiera recibirá esas mismas gracias si deja obrar a Dios en su vida, como ella lo ha hecho.
Haciendo melodía a este trasfondo del salmo, aparecen luego en el texto otras referencias bíblicas, principalmente del Evangelio, algunos de cuyos personajes se evocan repetidas veces, como Pedro, Marta, María, la Magdalena (V 22, 12); así como la parábola del Hijo pródigo o la dracma perdida (V 16,3). También las epístolas de san Pablo. Y con especial gusto el texto de Gálatas, que ella repite complacida en otros escritos: «Vivo yo, pero no soy yo, es Cristo quien vive en mí» (2,20), amén de otros salmos y libros del Antiguo Testamento, como el Cantar de los Cantares (V 4,1;5,1,18, etc.).
En la misma línea temática de Vida, habría que situar el libro de las Fundaciones, que prosigue el relato autobiográfico, como un nuevo salmo que canta las misericordias del Señor, aunque en un nuevo horizonte, que ya no es el de su alma, embargada por la gracia del Señor, sino el de la obra realizada por medio de Teresa para gloria de Dios, para que se vea, como ella reclama «que estas casas, en parte, no las han fundado los hombres, las más de ellas, sino la mano poderosa de Dios, y que es muy amigo Su Majestad de llevar adelante las obras que El hace, si no queda por nosotros» (F 27,11). Ciertamente el libro es el que menos referencias explícitas ofrece de la Biblia, aunque no faltan las habituales del Evangelio (5,5, 15,17) el salterio (17,9-10) y san Pablo (5,3, 8,5), ceñido como está al relato de las andanzas fundacionales. Pero en él se entrevé como en ninguno, por lo que tiene de humano y a la vez de relato de una acción sorprendente de Dios, esa Historia de Salvación que Dios escribe, valiéndose de nuestra mediación y nuestras debilidades.
El trasfondo Bíblico de otras obras mayores, como el Camino de Perfección, no necesita de exaltaciones. Baste decir que la obra es una glosa del Padrenuestro, paladeando el texto de san Mateo (6,7-13) que ocupa más bien la segunda parte del libro (c. 19-42) mientras la primera se dedica a ponderar la necesidad de las virtudes evangélicas del amor (c. 4-7),el desasimiento y abnegación (c. 8-13) y la humildad (c. 15-18). Todo el libro es una invitación a cumplir la consigna del Evangelio de velar y orar (C 7,6). Y así se comprende y explica la abundancia de citas bíblicas con que está enriquecido, del Evangelio, san Pablo y los Salmos.
Finalmente la otra gran obra teresiana que es el Castillo Interior o las Moradas, no sólo abunda en referencias bíblicas, sino que tiene como eje alguna de sus revelaciones más iluminadoras, partiendo de las palabras de Jesús «dice el Evangelio que dijo el Señor, que vendrían El y el Padre y el Espíritu Santo a morar en el alma que le ama y guarda sus mandamientos» (M 7,1,7). Desde esa realidad de la presencia permanente que por gracia Dios mantiene en el alma, fiel a su amor de Padre y Creador, hasta esa vida nueva que se alcanza en la unión transformante con Cristo. La mariposa que nace del gusano de seda (M 5,2,2) vuelve a recordar lo dicho y sentido por el Apóstol: «No soy yo quien vive, es Cristo que vive en mí». La misma defensa apasionada que Teresa hace de los textos, defendiendo la necesidad del recurso a la humanidad de Cristo, contra el parecer de no pocos doctos y espirituales de su tiempo, tiene su referencia bíblica que recuerda la conveniencia de «que El se fuese» (Jn 16,7). Y argumenta Teresa: «Yo no puedo sufrir esto, a usadas que no lo dijo a su madre sacratísima, porque estaba firme en la fe, que sabía que era Dios y hombre» (M 6, 7,14).
Lo cierto es que no hay Morada sin alusión bíblica, y que en ellas se alude expresamente a ciertas figuras bíblicas que encarnan las actitudes que el propio cristiano ha de tener si quiere llegar a la meta. Así Pablo o la Magdalena (M 7,2,7) nos estimulan con su conversión a buscar la propia. David, Salomón, Judas (M 5,4,7 ), la pecadora, a vivir precavidos, sin fiarnos de nosotros mismos. El Hijo pródigo, al reconocimiento del error y a la confianza ilimitada en Dios (M 6,6,10). Los jornaleros de la parábola a aceptar agradecidos la largueza de Dios, nunca merecida, trabajando gozosos y sin reclamaciones, como siervos inútiles (M 3,1,8).
Una Palabra especial merece el librito de Conceptos o Meditaciones sobre los Cantares. Precisamente por eso. Porque ofrece una serie de consideraciones sobre la vida espiritual, tomando como punto de partida el libro del Cantar de los Cantares. Y en concreto algunos breves fragmentos del mismo. (c.1,2-3; 2,3-5). Ella escribe desde una experiencia viva y mística del libro, según confiesa. «Habiéndome el Señor, de algunos años acá, dado un regalo grande cada vez que oigo o leo algunas palabras de los Cantares, que sin entender la claridad del latín en romance, me recogía más y movía mi alma que libros muy devotos que entiendo» (pról.1).
Y desde la vivencia de esta experiencia ofrecerá no pocas consideraciones y enseñanzas sobre la paz del alma y la oración de quietud y unión, sin que falten las consabidas referencias a otros libros de la Escritura como el Evangelio, con la evocación siempre amorosa y entrañable de las mujeres más cercanas a Jesús: La Virgen (6,7) María, Marta, la Magdalena, y otras escenas como Pedro echándose a la mar (2,29) o las parábolas del rico Epulón (2,8) o las diez vírgenes (2,5).
Finalmente, como ya se ha apuntado, entre todos sus escritos por la abundancia proporcional de citas de la Escritura, merece advertencia el de las Exclamaciones. Que bien podemos decir que es su salterio particular. Breves páginas en las que la Santa desvela y confiesa sus sentimientos más íntimos, desde la pena por la ausencia de Dios al lamento por el tiempo perdido, pasando por la ponderación de la entrañable misericordia de Dios, que son siempre temas a flor de pluma para Teresa. Y para ello, abunda en citas de los salmos y de los Evangelios, que son sin duda, los dos libros más saboreados por la Santa. Prácticamente todas las exclamaciones tienen alguna referencia de la Escritura, y alguna, como la última, nada menos que nueve, hilvanando el texto de apenas dos páginas.
Añadamos aún, porque no falte la referencia a todas las páginas teresianas, que también las poesías tienen no pocas veces su transfondo bíblico, con referencias explícitas a sus personajes, como David, Job, Jonás, José, los apóstoles, Egipto, la tierra prometida, el Tabor, la Cruz, el Calvario, etc., amén de la glosa ingenua y enamorada de la humanidad de Cristo, que son los villancicos.
Y hasta una página tan singular y original como el Vejamen, en la que nos da una muestra exquisita de su humor, hace eco a unas palabras de la Escritura. Como traerá a colación, con frecuencia, en el propio Epistolario, citas y hechos bíblicos.
Hecho este somero balance de sus libros, bien cabe decir que por la pluma de T, así como por su experiencia, pasan los principales temas de la espiritualidad, iluminados por una palabra viva y cálida, como ella la siente, de la Escritura. Desde el mismísimo misterio Trinitario, del que tiene experiencias místicas repetidas (V 27,9, R, 36) y su Inhabitación en el alma del justo (V 38,9-10), hasta la necesidad del recurso a la mediación de Cristo y su humanidad amorosamente defendida (V 22), pasando por la obra que hace el Espíritu en las almas, y en María en particular (Conc 5,2).
Creemos que lo dicho, por más que sea sumariamente, es suficiente para demostrar la fuente de inspiración que la Biblia ha supuesto para Teresa, y señal evidente del amor y veneración que ella sentía por la misma. Así como de la fe, sencilla y honda que presta a todas las Palabras de la Escritura. De ahí el consejo práctico, nacido como siempre de su experiencia, que ella da a sus monjas respecto a la Escritura y que tan lejos está de la actitud de aquella postulante «letrera» que venía con su biblia al convento, y a la que la Santa no aceptó. Decía ella: «Jamás en cosa que no entendáis de la Escritura, ni de los misterios de nuestra fe, os detengáis más, ni os espantéis» (Con 1,7). Evangelio. Salmos. Simbología bíblica. Tipología bíblica.
BIBL. Enmanuel Renault, OCD, Thérèse dAvila, le desert et la manne. Paris, Du Cerf, 1979,137; Id., Thérèse dAvila, aux sources deau vive, Paris, Du Cerf, 1978; R. Llamas, Santa Teresa y su experiencia de la Sagrada Escritura, en «Teresianum» 33 (1982), 447-513; M. Herráiz, Biblia y espiritualidad teresiana, en MteCarm 88 (1980), 305-334.
Alfonso Ruiz
Bibliografía de bibliografías teresianas
Recogemos en este apartado las principales bibliografías de santa Teresa. Podemos decir que la bibliografía de las ediciones de sus escritos (1582-2000) está casi completa gracias a la labor de Simeón de la Sda. Familia para el Doctorado de la Santa, que abajo señalaremos; gracias también a las bibliografías periódicas de Archivum Bibliographicum Carmelitanum y de Carmelus. La bibliografía completa de los estudios acerca de su vida, doctrina y escritos no existe; podría servir de base la que había recogido Silverio de santa Teresa (luego la indicaremos), depositada hoy en el Archivo Silveriano. He aquí las principales:
Archivum Bibliographicum Carmelitanum. Roma, Teresianum, 1956-1981. Recoge toda la bibliografía teresiana desde 1955-1980.
Archivum Bibliographicum Carmeli Teresiani. Roma, Teresianum, 1981-1983. Bibliografía del IV Centenario de la muerte.
Acta S. Teresiae virginis. In Acta sanctorum. Octobris, tomus VII, pars prior, pp. 109-145.
Calvin Alderson, A Bibliography of Saint Teresa of Avila, en «Sword» 41 (1981), 25-64.
De Curzon, Henri, Bibliographie Thérésienne. Ouvrages français et étrangers sur sainte Thérèse et sur ses oeuvres. Bibliographie critique. París, Lib. des Saintes-Pères, 1902. 67 p.
Diego Sánchez, Manuel, ocd, Bibliografía del centenario Teresiano. En Teresianum-Ephemerides Carmeliticae 34 (1983) 355-451. Existe separata.
Fortes, Antonio, IV Centenarium mortis s. Teresiae. En Archivum Bibliographicum Carmeli Teresiani 28 (1981-1983) 372 p. Bibliografía completa del IV Centenario de la muerte.
Hoornaert, Rodolphe, Sainte Thérèse écrivain. París, Desclée de Brouwer, 1922. Pp. 13-19.
Jiménez Salas, J., Santa Teresa de Jesús: bibliografía fundamental. Madrid 1962.
Laurenti, J. L., Santa Teresa... en la crítica norteamericana. Estudio y bibliografía, en «S. Teresa y la Literatura mística hispánica», Madrid 1984, pp. 843-887.
Mir, Miguel, Santa Teresa de Jesús, su vida, su espíritu, sus fundaciones. Madrid, Jaime Ratés, 1912. 2 vol. Bibliografía en vol. 2, pp. 833-841.
Otilio del Niño Jesús, Bibliografía Teresiana. En Santa Teresa, Obras completas. Ed. Efrén de la Madre de Dios y Otilio del Niño Jesús. Madrid, BAC, 1951, pp. 23-128.
Rocetti, Antonella, Antropología teresiana. Oviedo 1999, pp. 277-475.
Silverio de Sta. Teresa, Ensayo de bibliografía general y crítica de la Vida y Obras de santa Teresa de Jesús. Copia ms. En AS, Burgos.
Simeón de la Sda. Familia, Bibliografía del Doctorado teresiano. En Resonancias del Doctorado Teresiano. En EphCarm 22 (1971) 399-494. Existe separata: Roma, Ephemerides Carmeliticae, 1972.
Simeón de la Sda. Familia. Bibliographia operum s. Teresiae a Jesu, typis editorum 1583-1967. Roma, Ed. Teresianum, 1969. Recoge todas las ediciones hasta 1967.
Simeón de la Sda. Familia, Bibliografía del M.R.P. Silverio de S. Teresa, ocd. En Zelo Zelatus Sum, 1902-1952. Roma, Curia Generalitia O.C.D., 1952, pp. 65-152.
Bibliographia Carmelitana annualis. En Carmelus. Roma, Institutum Carmelitanum, 1954-1997. Bibliografía anual de lo Teresiano bajo epígrafe propio 'Teresa de Jesús' desde 1953.
Valentí, José Ignacio, Estudio crítico-bibliográfico sobre las Obras de santa Teresa de Jesús. Reus, Tip. San Juan, 1916. 38 p.
Villiers, Cosmas de, Biblioteca Carmelitana, notis criticis et dissertationibus illustrata. Orléans, M. Couret de Villeneuve et Joannes Rouzeau-Montaut, 1752. 2 vol. Ed. corregida de G. Wessels, Roma, 1927. 2 vol. Contiene unas 250 referencias sobre las ediciones de los escritos de la Santa y estudios sobre ella entre los años 1582-1750.
A. Fortes
Bienaventuranza / Bienaventurados
La bienaventuranza o el 'macarismo' evangélico tiene fuerte resonancia en la experiencia y en los escritos de T. Ella no suele aludir explícitamente a las 'bienaventuranzas' proclamadas por Jesús en el sermón de la montaña (Mc 5). La expresión 'bienaventurado quien...' le brota espontánea. Siempre sobre motivos evangélicos profundamente sentidos por ella. He aquí algunos:
la pobreza: si practicando la pobreza evangélica 'muriereis de hambre, ¡bienaventuradas las monjas de San José!' (C 2,1);
el amor: 'bienaventurado quien de verdad amare (a Jesús hombre) y siempre le trajere cabe sí' (V 22,7);
la verdad: 'Bienaventurada alma que la trae el Señor a entender verdades' (V 21,1);
la penitencia: pone esa bienaventuranza en boca de fray Pedro de Alcántara: 'Bienaventurada penitencia que tanto premio había merecido' (V 27,19);
el cumplimiento de la voluntad de Dios: 'Bienaventurados... cuando vieren que no les quedó cosa por hacer por Dios' (V 27,14);
la bienaventuranza evangélica de ocupar el último lugar: 'La que le pareciere es tenida entre todas en menos, se tenga por más bienaventurada' (C 13,3);
el bíblico temor del Señor, según el salmo 118: 'Bienaventurado el varón que teme al Señor' (M 3,1; 1,4);
la seguridad o la esperanza de salvación: 'La bienaventuranza que hemos de pedir es estar ya en seguridad con los bienaventurados' (M 3,1,2). 'Bienaventurados los que están escritos en el libro de la vida' (Exc 17,6), eco de la palabra de Jesús 'alegraos de que vuestros nombres estén escritos en el cielo' (Lc 10,20).
Bienaventurados por antonomasia son Dios y los moradores del cielo. Dios 'es bienaventurado porque se conoce y ama y goza de sí mismo, sin ser posible otra cosa' (Exc 17,5). Los moradores del cielo, 'almas bienaventuradas, que tan bien os supisteis aprovechar y comprar heredad tan deleitosa' (Exc 13,4). Bendición.
T. Alvarez
Biografía de T
1.Premisas biográficas.La primera biografía de T se debe a ella misma. Se halla en su autobiografía, escrita a los 50 años de edad (T vivirá 67), y parcialmente prolongada en el libro de las Fundaciones, concluido unos meses antes de su muerte. Abundan otros retazos biográficos, debidos a su pluma. Sus cartas albergan el mayor arsenal de datos históricos sobre la autora. Quizá más con talante de autorretratos que de autobiografía, ella misma nos legó una serie de Relaciones (seis relatos extensos y unas sesenta instantáneas más breves, o brevísimas) que abarcan el arco más extenso de sus últimos años: desde 1560 hasta 1581. Autorretrato y autobiografía introspectiva son géneros literarios de amplio cultivo en sus escritos. Incluso en sus poemas. Cada uno de los soliloquios de sus Exclamaciones es una estampa de su alma y un jirón de su vida. Teresa es insistente en esa actitud de pensarse y relatar lo vivido: redactó al menos dos veces su autobiografía. También dejó doble redacción de alguna de sus Relaciones.
Antes que ella, se había ocupado de su vida un teólogo amigo, el dominico Pedro Ibáñez. A él debemos dos piezas excepcionales, titulada la primera Dictamen, la segunda Informe. Escritas ambas hacia 1561, cuando Ibáñez conoce ya alguna de las Relaciones autobiográficas de T, y probablemente su primera redacción de Vida. Ninguna de las dos piezas sigue el curriculum de T. Se limitan a reseñar la situación que ella vive en el paso de lo exterior a lo interior, de la lucha ascética al remanso de la experiencia mística. Y tienen el mérito histórico de conectar en directo con la vida en marcha, y con la versión que T misma da de su aventura humana. Las dos piezas ofrecen no tanto hechos cuanto claves de lectura, se apoyan en documentación de primera mano y han sido escritas para confrontarlas con la evaluación que otros letrados hacen de la vida de T. Quizá para remitirlas a ella misma, como espejo crítico de la propia versión de los hechos.
En vida de T, hubo todavía otras dos revisiones de lo narrado por ella en su autobiografía, el Libro de Vida. De mano maestra las dos. En 1568, el Maestro de entonces, san Juan de Avila, evalúa por escrito la autobiografía teresiana (carta a la Santa, del 12.9.1568). Pero él no ha podido confrontar ese autorrelato con la persona y la vida de T, a quien jamás ha visto. Esa labor de confrontación entre el autorretrato y la persona real la hará en cambio el teólogo salmantino Domingo Báñez, en 1575. El profesor dominico lee el autógrafo de Vida, y lo confronta con la persona y la vida que él conoce de cerca. No lo destina a la encausada, sino a los extraños señores de la Inquisición. Balance señero y sereno, válido aún para el biógrafo crítico de nuestros días. Ese escrito de Báñez se conserva todavía hoy, añadido a las últimas páginas del autógrafo de Vida.
2. Esos datos nos sitúan ante una figura histórica, Teresa, que no sólo ha escrito la propia biografía y la ha hecho contrastar con evaluaciones ajenas, sino que durante años ha mantenido una constante y tensa actitud de relectura e interpretación de lo vivido. Hecho determinante a la hora de elaborar hoy su biografía. Cierto, habrá que enmarcarla en la historia de su tiempo. Pero por otro lado, mucho más radical y decisivo, habrá que tener en cuenta que ella ha anticipado ya un guión de su propio curriculum, y que la clave interpretativa de lo vivido la ha fijado en los acontecimientos interiores, psico-religiosos. Es decir, en el caso de T hay una historia interior, sin la cual no se puede escribir su biografía.
Por ese motivo conviene notar ante todo cuáles fueron los flecos biográficos más cotizados por ella al contar su vida. Sin duda, T hizo siempre una narración selectiva. Nunca intentó hacer un relato global, abierto a todo lo vivido. Se historía en clave religiosa. Y mística. Hace una narración sesgada hacia eso que en historiografía bíblica suele llamarse historia de salvación. No desconecta el hecho religioso de su arraigo en la vida concreta. Pero es aquél el que vertebra su relato. Sobre esa base podemos apuntar los aspectos que ha preferido al historiarse. Son más o menos los siguientes:
a) Le ha interesado el hecho familiar. Teresa comienza su autobiografía por la vida de hogar. (En contraste, por ejemplo, con san Ignacio de Loyola, que inicia la propia autobiografía con el asedio de Pamplona, y el tiro de bombarda que lo deja malherido). Teresa opta por no casarse. No funda nueva familia. Se hace religiosa. Pero toda su vida seguirá vinculada al drama familiar: su padre, hermanos, cuñados, sobrinos, parientes lejanos... Así, hasta el complejo episodio final de Teresita, que la acompaña en el viaje de Avila a Burgos, y de Burgos a Alba, donde la Santa muere.
b) Teresa tiene una larga historia de amigos y amistades. También su autobiografía comienza refiriéndose a ellos. Poco a poco el crucigrama de amigos y amigas se le irá adensando. Con implicaciones en su vida interior, en su peripecia de fundadora y escritora, incluso en su vida mística. En ese entramado relacional, T subraya su condición de mujer. Ella vive en grupo de mujeres. Escribe todos sus libros desde un yo femenino. Casi todos, para lectoras mujeres. En clima y contexto antifeminista. Vigilada de cerca por los dueños del saber, que son siempre varones letrados.
c) A Teresa le interesa su condición de monja. Su vida es, también, la historia de una vocación religiosa. No sin altibajos y crisis en los primeros años. Luego, con apertura de horizontes. Horizontes que se le abren hacia un pasado lejano: ella se siente venir de la casta de los profetas bíblicos. Y a la vez abre horizontes hacia una nueva interpretación de la vida religiosa, en la que enrola a seguidores como fray Juan de la Cruz y Jerónimo Gracián. Esa su inserción en las estructuras de la vida religiosa le originará enfrentamientos y períodos borrascosos al final de su vida. Pero pondrá en evidencia su temple de líder. Ella misma cuenta la historia de ese liderazgo en el último de sus libros, las Fundaciones.
d) Aunque aparentemente lo soslaye en sus relatos autobiográficos, T tiene su sentido de inserción en la historia circundante. Inserción en la cultura: ella misma historía sus lecturas y hace el balance de sus letrados (R 4). Anota los acontecimientos profanos que la impactan: guerra de los moriscos en la serranía andaluza, guerra de Castilla y Portugal; guerras de religión en Francia. Tiene la mira puesta allende el Atlántico: las Indias Occidentales le interesan por motivos múltiples. Entran en su historia interior y exterior. Más que todo eso le interesa la Iglesia: el Concilio, la Inquisición, el Papa y sus Nuncios y Comisarios, el P. General Rubeo, el Obispo de Avila y los obispos de Toledo, de Sevilla, de Burgos...
e) Pero sobre todo, T tiene en su historia un filón interiorlleno de episodios. Lleno de sentido. Zona de anclaje de cuanto le sucede en superficie. En última instancia, es ése el sector que a ella le interesa. Al futuro biógrafo, la suma de datos referentes a ese sector lo introducen en la interioridad de Teresa y lo elevan a la esfera de lo místico. Lo místico es la irrupción de lo trascendente en el tejido histórico de esta mujer. Ella dialoga con el Señor de la trascendencia. Con absoluto realismo cuenta hechos místicos fulgurantes: éxtasis, gracia del dardo, órdenes expresas de lo alto, visiones y previsiones de futuro. Todo en el espacioso tablado de su alma. El futuro biógrafo, cualquiera que sea su ideología, no podrá prescindir de esa secuencia de hechos transpsicológicos o trascendentes. Son ellos el resorte motor de la escritora, la andariega, la fundadora. Fuerza secreta de la enferma crónica que es T.
3. Síntesis biográfica.Señalaremos las etapas y los hechos más destacados de su biografía. Teresa nace en Avila el 28.3.1515. Vive algo más de 67 años. Muere en Alba de Tormes el 4/5.10.1582, al término de su postrer viaje, de Burgos a esa villa. En su curriculum se distinguen netamente tres jornadas: 20 años de vida en familia (1515-1535); 27 años de vida carmelita en la Encarnación de Avila (1535-1562); y otros 20 años de fundadora (1562-1582).
Entre los acontecimientos de la primera jornada destacan: las lecturas infantiles y su escapada a 'tierra de moros'; el pleito de hidalguía de la familia paterna (los Sánchez Cepeda), entre los 5 y los 7 años de T (1519-1522: ni a ese pleito ni al origen converso de la rama familiar paterna aludirá T jamás); amistades de Teresa entre adolescencia y juventud; muerta su madre (1528), la internan en Santa María de Gracia; ahí la primera enfermedad de T; desde Avila asiste a la partida de sus primeros hermanos a América, mientras ella queda de ama de hogar; termina venciendo la oposición de su padre con nueva fuga a la Encarnación.Marco socio-geográfico reducido: familia, ciudad de Avila y entorno.
Segunda etapa: T inicia vida carmelita en la Encarnación a los 20 años; profesa dos años después (1537); se identifica plenamente con el nuevo género de vida (V 4,2); pero le sobreviene una grave enfermedad, que la hace viajar a Becedas (1538) y ponerse en manos de una curandera; de regreso a la casa paterna, está cuatro días en coma profundo (agosto 1539); siguen 'más de ocho meses' totalmente tullida; recuperación lenta en la enfermería de la Encarnación, durante 'casi tres años' (1539-1542). Con la salud, T reanuda amistades de antaño y afloja en la vida monástica. Se rehace de esa mengua de fervor, y al morir su padre (1543) entabla sus primeras relaciones espirituales con letrados dominicos (V 7,17), jesuitas, carmelitas..., con san Pedro de Alcántara, Francisco de Borja, etc. Lectura de las Confesiones de san Agustín (1554). Escribe las primeras Relaciones (1560). Finaliza esa etapa con un viaje a Toledo y permanencia en el palacio toledano de D.ª Luisa de la Cerda (enero-julio de 1562). Marco socio-geográfico más dilatado: Extremadura, Castilla la Nueva..., las Indias. Ya ha reanudado relaciones epistolares con sus hermanos de América. Ya ha comenzado su vida mística.
La etapa tercera (20 años: 1562-1582) es la más intensa y espaciosa. T llega al pleno desarrollo de su personalidad. Al pleno de su experiencia mística. Es el período de la escritora y de la fundadora. Viajera por Castilla, La Mancha y Andalucía: a pie, o a lomo de mula, o en carromato. Funda personalmente San José de Avila y otros catorce Carmelos. Conquista a fray Juan de la Cruz, para fundar el convento de Duruelo (1568). Regresa de priora a la Encarnación (1571-1574). Se dilata su espacio geográfico y social. T entabla relaciones de amistad o de trabajo con profesores de Salamanca y de Alcalá; con obispos, mercaderes e hidalgos; con el P. General Rubeo y los Comisarios papales; con damas de la corte (la princesa de Eboli) y con jóvenes aprendices de descalzas carmelitas; con arrieros, correos regios e inquisidores. Escribe cartas al rey. Soporta calumnias y procesos urdidos contra ella. Reanuda el trato familiar con sus hermanos regresados de América. Soporta de nuevo la intervención de una curandera que le remedia el brazo dislocado (mayo de 1578). Le duelen las guerras de Francia, la muerte del rey portugués en Africa, la inminente guerra con Portugal. Es ahora cuando escribe poemas y cartas, y todos sus libros (Vida en 1565, Camino 1566, Fundaciones a lo largo de 1573-1582, Moradas 1577). Mantiene un penoso tira y afloja con el gran inquisidor Quiroga que ha secuestrado su Libro de la Vida (1575). Mientras fray Luis de León está en la cárcel a causa de su traducción de los Cantares, ella se atreve a escribir su glosa al mismo poema bíblico. T lleva en su breviario una nota autógrafa, pero cifrada, alusiva a su propia muerte. Ya antes ha dado a ésta, a la muerte, una especie de 'bienvenida de amor' en el poema que escribe en paralelo con fray Juan de la Cruz, titulado 'Vivo sin vivir en mí'. En él canta: 'muerte do el vivir se alcanza / no te tardes que te espero'.
Muy entreverada con estas tres etapas, T vive su jornada interior, la vertiente profunda de su vida. Amores, deseos, temores y crisis, gracias, ideales e impulsos que rara vez rebasan la barrera del sigilo personal, Teresa los ha contado y documentado por extenso.
Ella tiene la psicología de los convertidos: ha tenido que cambiar el rumbo de la vida, como Pablo o Agustín. Se ha convertido a los 39 de edad. Poco a poco se ha adentrado en la experiencia mística. Primeros fenómenos fuertes a partir de sus cuarenta años. Para T ha sido determinante el encuentro místico, pero personalísimo, con Cristo Señor, hacia los 44 de edad. Lo refiere en los capítulos 27-29 de Vida. Bajo la dirección de san Juan de la Cruz, le acontece otro hecho decisivo que la introduce en la etapa mística final (Relación 35: año 1572): ingreso en las séptimas moradas de su castillo (M 7,2). Cinco años después (1577), T escribe el libro de las Moradas, que le permite una visión retrospectiva de su recorrido por las estancias del propio castillo interior, sinopsis del largo viaje del alma a su propio centro. Y en él, a Dios.
4.Biógrafos de T.Poco después de su muerte, T tiene la fortuna de un primer perfil biográfico por obra de una de sus discípulas íntimas, María de san José, priora de Sevilla y luego de Lisboa. María había conocido a T en el palacio toledano de D.ª Luisa de la Cerda, y posteriormente en Malagón, Beas y Sevilla. Había recibido de ella más de un centenar de cartas, y confidencias únicas. A base de todo eso traza el retrato y la semblanza biográfica de la Santa en el Libro de recreaciones (recr. 8ª). T tiene luego la fortuna de dos grandes servicios biográficos. Primero, una biografía integral en el estilo de la época, obra de un buen conocedor, amigo y admirador suyo, Francisco de Ribera, jesuita y profesor en Salamanca. Publicada en esa misma ciudad el año 1590, aunque redactada varios años antes. En segundo lugar, ese mismo año 1590 se inician, también en Salamanca, los procesos de canonización de Teresa: más de 300 testigos comparecen ante los tribunales para pasar por el cedazo de un largo interrogatorio (más de cien preguntas en el llamado 'Rótulo' del proceso) la vida y obra de la procesada. Esa amalgama de respuestas de valor histórico muy desigual han sido recogidas por el P. Silverio de santa Teresa en tres volúmenes de la BMC (18-20) con un total de 1.660 páginas. Aunque disten mucho del valor documental e informativo de los escritos de T misma, especialmente del arsenal contenido en sus cartas, ese rimero procesal ha servido para perfilar la figura histórica de T a diversos niveles.
En el siglo siguiente (XVII), la Santa tuvo un nuevo biógrafo en el libro atribuido a su antiguo confesor Diego de Yepes ('Vida, virtudes y milagros de la bienaventurada virgen Teresa de Jesús...' Zaragoza 1606, 870 pp.), si bien obra del carmelita Tomás de Jesús.
Son del último siglo las mejores biografías de la Santa. Indicamos sólo las cuatro más notables por su documentación: a) Miguel Mir, Santa Teresa de Jesús, su vida, su espíritu, sus fundaciones. Madrid 1912. Dos volúmenes. b)Silverio de Santa Teresa, Vida de santa Teresa de Jesús. Burgos 1935-1937. Cinco volúmenes. c)Efrén de la Madre de Dios-Otger Steggink, Tiempo y vida de Santa Teresa. Madrid 1968. d)Los mismos, Santa Teresa y su tiempo.Salamanca 1982-1984. Tres volúmnes.
Fuera de España, la Santa había tenido una excepcional biografía por obra del bolandista José Vandermoere,que le ha consagrado el correspondiente volumen del 'Acta Sanctorum', Bruselas 1845.
Otros biógrafos extranjeros: en Francia, Marcelle Auclair, La vie de Sainte Thérèse dAvila, la dame errante de Dieu. París 1956; en Italia, Giorgio Papàsogli, Fuoco in Castiglia. Santa Teresa dAvila. Milán 1962; en Inglaterra y USA, E. Allison Peers, Mother of Carmel. Londres 1945; W. Thomas Walsh, Saint Teresa of Avila. Milwaukee 1943. Más recientemente: Cathleen Medwick, Teresa of Avila. The progress of a soul. New York 1999 Teresa de Jesús. BIBL.T. Egido, Santa Teresa y las tendencias de la historiografía actual, en «Teresianum» 33 (1982), 159-180.
Blanca de Jesús María (Freire), ocd
Carmelita portuguesa (portoguesa, escribe T). Hija de Enrique Freire y de Leonor de Valera, oriundos de Lagos (Portugal) y temporalmente residentes en Sevilla. La Santa tiene noticia de ella como postulante (cta 127,2; 148,10). Profesó en Sevilla el 21.1.1578. Luego piden el ingreso en el mismo Carmelo sus dos hermanas, María de san José e Isabel de santa Febronia; esta última sin la edad requerida. La Santa acepta a la primera de las dos (cta 304,5), no a la segunda: entre otras razones, porque 'en ningún monasterio están bien tres hermanas juntas, cuánto más en los nuestros que son tan pocas' (ib), pero está sumamente agradecida a sus padres: 'en manera me tiene contenta y muy obligada su padre y su madre de lo mucho que han puesto en lo que a vuestra reverencia [María de san José] toca' (cta 301,6: es decir, han ayudado en los días de penalidad del Carmelo sevillano, durante la visita de Cárdenas). En diciembre de 1584 Blanca pasó, con María de san José, a la fundación de Lisboa. También la acompañó en el penoso viaje de regreso de Lisboa a Talavera (1603), donde hubo de despedirse de ella, para regresar a Sevilla. Y de Sevilla, de nuevo a Lisboa, reclamada como priora, donde murió en 1628. Blanca es probablemente uno de los personajes que, con nombre ficticio, tercian en el coloquio del Libro de Recreaciones. También a ella le tocó sufrir reiteradamente, primero durante el desembarco de los ingleses en 1589; luego, con las humillaciones y vejaciones impuestas a la insigne priora, María de san José, de quien hubo de separarse pocos días antes de la muerte de ésta (cf Libro de Recreaciones y Belchior, Chronica 2,36, pp. 420-422)
Blasico (Blas – Bras)
Blasico es el muchacho que hace de monaguillo en el convento de las carmelitas de Sevilla, y que presta excepcional ayuda cuando, al anochecer, muere súbitamente la anciana que hace de portera (carta a María de san José: 13.12.1576, n.2; y Libro de Recreaciones de la misma María de san José, recr. 9). Desde Castilla, T no se olvida de enviar saludos para él (carta a María de san José: 13.10.1576, n.8). En los villancicos de T, Bras es uno de los personajes pastoriles tomados de la poesía popular (P 12, 14 y 15).
Bondad
Es uno de los atributos de Dios que más admiración y emoción causan a Teresa. Su bondad es misericordia, largueza y magnificencia con nosotros, sus criaturas. Resplandece en toda la relación de Dios con ellas. Pero especialmente en la historia de salvación: no sólo en habernos dado a su Hijo (C 27,1; 32,2), sino en el historial de gracia y misericordia que ha tenido con Teresa. Ella lo ha pensado tantas veces, que esa bondad se ha convertido en uno de los rasgos fisonómicos del rostro de su Dios: 'Muchas veces he pensado, espantada de la gran bondad de Dios y regaládose mi alma de ver su gran magnificencia y misericordia...' (V 4,10). Esa bondad de Dios la provoca constantemente al amor, a la confianza, al asombro... Al amor: 'Oh bondad infinita de mi Dios... que toda me querría deshacer en amaros' (V 8,6). A la confianza: 'Fíe de la bondad de Dios, que es mayor que todos los males que podemos hacer... Nunca se cansa de dar ni se pueden agotar sus misericordias: no nos cansemos nosotros de recibir' (V 19,15). Al asombro: '¡Oh Señor mío, qué bueno sois!... ¡Oh largueza infinita, cuán magníficas son vuestras obras! Espanta a quien no tiene ocupado el entendimiento en cosas de la tierra... (V 18,3; cf C 22,6). A la alabanza y gratitud: 'amar una bondad tan buena y una misericordia tan sin tasa' (M 1,1,3).
Para ella es importante conocer por experiencia esa bondad de Dios, sobre conocerla por fe: porque 'es gran cosa haber experimentado la amistad y regalo con que (El) trata' a sus amigos (C 23,5). Desde esa experiencia, tan intensamente vivida por ella, Teresa se hace eco de la palabra de Jesús al joven: 'nadie es bueno sino solo Dios' (Lc 18,19): 'veo que no puedo hacer nada que sea bueno si no me lo dais Vos' (E 1,1).
También en el hombre la bondad es fruto maduro de ese amor de Dios: 'Quienes de veras aman a Dios, todo lo bueno aman , todo lo bueno quieren, todo lo bueno favorecen, todo lo bueno loan, con los buenos se juntan siempre, y los favorecen y defienden. No aman sino verdades y cosa que sea digna de amar...' (C 40,3).
'Bendito sea El, que de todas las cosas saca bien, cuando es servido, amén' (V 39,14). 'Bendito sea el Señor, que tan bueno es' (V 20,16). Virtudes.
T. A.
Borja, san Francisco de, sj (1510-1572)
Jesuita santo, coetáneo y consejero de T. Nacido en Gandía (Valencia), el 28.10.1510, hijo del tercer duque de Gandía, Juan de Borja y de Juana de Aragón, queda huérfano de madre a los 10 años. Recibe excelente formación humanística y teológica (doctor en teología: 20.8.1550). En 1529 se casa con Leonor de Castro, de la cual enviuda el 27.3.46. No mucho después, Borja ingresa en la Compañía. En 1965 es elegido General de la misma. A consecuencia de un penoso viaje a Portugal, por orden de san Pío V, muere a su regreso a Roma el 30.9.1572. Será canonizado en 1672.
Tiene breves pero intensas relaciones con T. En 1559, el Indicede libros prohibidos, publicado por F. de Valdés, incluye en la lista las 'Obras muy devotas y provechosas para cualquier fiel cristiano, compuestas por don Francisco de Borja, duque de Gandía' (libro que, aunque llevaba su nombre por obra y gracia del impresor, sólo parcialmente era del Santo). El decreto hubo de ser ejecutado también en los anaqueles de T, que 'lo sintió mucho' (V 26,5), y que probablemente tuvo que desprenderse de ese libro, a la par que de los del P. Granada y san Juan de Avila.
Para esa fecha, T había tratado ya con el autor: 'al Padre Francisco, que fue duque de Gandía, trató dos veces' (R 4,3). El encuentro más importante (1557) fue para someter al Santo las experiencias místicas de los años difíciles, cuando aún se duda de su genuinidad espiritual: 'en este tiempo vino a este lugar (Avila), el padre Francisco, que era duque de Gandía...: después que me hubo oído, díjome que era espíritu de Dios' (V 24, 3: es uno de los poquísimos personajes citados por su nombre en el 'Libro de la Vida'. Cuando T lo escribe, el Santo se halla ya fuera de España, llamado a Roma por Pío IV). No se trató de una consulta meramente episódica. Entre los dos hubo cruce de experiencias y confidencias. Lo recordará T en 1576, al escribir la Relación 5, n. 5, a propósito de la persistencia de intensa contemplación en plena tarea material, con el alma sumergida en Dios y, a la vez, con 'las potencias libres para negocios. En fin andan juntas Marta y María. Yo pregunté al padre Francisco si sería engaño esto, porque me traía boba, y me dijo que muchas veces acaecía'.
Volverá a evocar la autoridad y la experiencia del Santo en el Camino de Perfección, al entrar en tema de contemplación. Lo mantiene en anonimato en la primera redacción del texto (CV 31, 5): 'Yo sé de una persona... [T misma]. Preguntólo a un gran contemplativo [Borja, sin dar su nombre]'. Pero al preparar la obra para su edición (hacia 1578), eliminó el anonimato añadiendo de propia mano una anotación marginal en el códice de Toledo: ...gran contemplativo 'que era el padre Francisco, de la Compañía de Jesús, que había sido duque de Gandía y bien había experiencia'. Se trataba de nuevo del problema de la fusión 'vida activa y contemplativa... juntas' (ib n. 5). Desafortunadamente, esa anotación de la Santa no pasó al texto impreso, por la sencilla razón de que el capítulo 31, en su integridad, fue suprimido en la edición príncipe (Evora 1583) y sucesivas, probablemente por imposición de la Inquisición de Lisboa, a causa del título del capítulo, que trataba de la 'oración de quietud'. Omisión que denunciará el primer biógrafo de la Santa, F. de Ribera (Vida de la M. Teresa,I, c. 10, p. 79), y que embrollará en una infundada polémica a los posteriores apologistas del Santo.
Aparte esa intervención decisiva del 'padre Francisco' en el discernimiento de la experiencia mística de T, es probable que ella sufra el impacto de las doctrinas del Santo, en los últimos capítulos del Camino, dedicados a las virtudes gemelas de 'amor y temor': 'de cómo procurando siempre andar en amor y temor de Dios, iremos seguras entre tantas tentaciones' (c. 31, título). 'Ser llevados con temor y amor', será uno de los lemas tópicos de la espiritualidad del Santo (cf J. M. García-Lomas, Con temor y amor: la fisonomía espiritual de S. Francisco de Borja. Roma 1979).
Sabemos que se cartearon los dos (cf BMC 19, p. 78), pero ninguna de las cartas ha llegado hasta nosotros. (cf Enrique Jorge, 'San Francisco de Borja y Santa Teresa' en Manresa 45 (1974) 43-64). Sobre la fecha del encuentro de ambos santos en Avila, cf Cándido de Dalmases, Santa Teresa y los jesuitas, en 'Archivum H.S.J.', 35, 1966, pp. 359-360. Id., Las obras de s. F. de Borja, en AHSI 30 (1961) 125-179. Id., El padre F. de Borja. Madrid 1983.
Bracamonte, Ana
Monja en las Bernardas de Avila. Prima de Francisco de Bracamonte. Alusión a ella en la carta 293,1.
Bracamonte, Francisco
Caballero de Alba, implícitamente aludido en la carta 293,1. Al intentar casarse con su prima Ana de Bracamonte, necesitó obtener dispensa de parentesco en Roma. Ello sirvió de pretexto a dos descalzos (Juan de Jesús y Diego de la Trinidad) para viajar a Roma disfrazados (mayo 1579) y así solicitar la erección de provincia de descalzos. Don Francisco les dio lo que habían menester: 'vestido, aderezo de espada, mula y 400 ducados Conseguida la dispensa, no se casó, porque la dama [doña Ana], pensándolo mejor, se entró monja bernarda en Santa Ana de Avila' (glosa del P. Antonioa dicha carta, tomo III, Madrid 1771, n. 12 p. 348).
Braganza, Juan de (1543-1614)
Portugués, duque de Braganza, sucesor de Teodosio (5º duque del mismo título), sobrino del gran amigo de T, Teutonio de Braganza. Pretendiente al trono de Portugal, al morir el rey don Enrique (1579). Acató luego a Felipe II. A él alude la Santa, ante el presagio de guerra entre España y Portugal, a causa de dicha sucesión. Escribe ella a don Teutonio de Braganza: 'Dícenme es el duque de Braganza [don Juan] el que la sustenta [la iniciativa de guerra], y en ser cosa de vuestra señoría me duele en el alma' (cta 305,4: del 22.7.1579). Braganza, Teutonio de (1530-1602) Portugués. Gran amigo y colaborador de T. Hijo del cuarto duque de Braganza, don Jaime, y de Juana de Mendoza. Sobrino del rey don Enrique. Nació en Coimbra en 1530. Inició sus estudios en Coimbra. A los 19 años se fuga de casa e ingresa en la Compañía de Jesús: 12.7.1549. En Roma se encuentra con san Ignacio, pero éste lo disuade de su improvisada vocación de jesuita. Prosigue estudios en las universidades de París. Doctor en teología por esta última. Viaja a Inglaterra. De regreso a España, se instala en Salamanca y entabla relaciones amistosas con la Santa. La invita a fundar un convento de descalzos en la ciudad del Tormes (carta a él, de junio 1574, n. 5). Más adelante la invitará a fundar un Carmelo en Torrijos y sobre todo en Evora, donde también desearía un convento de descalzos. Pero la Santa no llega a realizar su proyecto de viaje a Portugal (cartas a María de san José: diciembre de 1579, n. 11; y del 4.7.1580, n. 16).
Llamado a Portugal por su tío el cardenal don Enrique, es nombrado obispo coadjutor de Evora, con derecho a sucesión en el arzobispado (28.6.1578). Apenas dos meses después (4.8.1578), muere el rey don Sebastián en la batalla de Alcazarquivir. Le sucede en el trono don Enrique, y la sede arzobispal de Evora pasa a don Teutonio (7.12.1578). Por esas fechas ofrece su apoyo a la madre T en la travesía de los años borrascosos de su reforma (cta 226: 16.1.1578). Ya antes había confiado a la Santa las cosas de su alma, especialmente su vida de oración. Había sido portador de una carta de ella al P. Granada (cta 82: mayo de 1575), y a la vez había recibido de T una carta patética para evitar la guerra entre España y Portugal, inminente al morir el rey don Enrique, tío de don Teutonio (cta 305: 22.7.1579).
En ese mismo año, la Santa le encomienda la edición del Camino de Perfección (ib). A él se debe, de hecho, la edición príncipe del libro, que a causa de dificultades con la Inquisición de Lisboa no verá la luz hasta unos meses después de muerta la autora (Evora 1583). En esa edición, al lado del Camino, publicó don Teutonio por primera vez los Avisos pseudoteresianos, que le fueron enviados por Gracián después de muerta T, y a la vez una Vida de san Alberto de Sicilia,obra del dominico Diego de Yanguas, ésta sí por iniciativa de la madre Teresa (impresa ya en 1582). Lo más singular en esta aportación del editor portugués es sin duda su carta-proemio, dirigida a las lectoras carmelitas, que comienza: 'Entre las mercedes que de nuestro Señor tengo recibidas, no es la menor haberme dado familiar conocimiento de la muy reverenda madre Teresa de Jesús, que es en gloria'. Siguen nueve páginas que preludian y en cierto modo anticipan la famosa carta introductoria de fray Luis de León a la edición príncipe de las Obras de la Santa (Salamanca 1588). Los mismos conceptos reiterará en su carta del 1.12.1594 (MteCarm 34.1930, p. 350).
Don Teutonio fue gran amigo y admirador del P. Gracián. Sorprendido y desconcertado por la persecución a que se sometió a éste después de muerta la Santa, escribió en su favor un extenso alegato (diciembre de 1589), dirigido al secretario regio, Gabriel de Zayas y recientemente publicado en MHCT 3, 515-526.
Un trazo negativo ensombrece los últimos años del prelado portugués: su política antisemita. No sólo es adverso a los judíos de Portugal, pequeño resto tras la expulsión, sino que en 1602 se traslada personalmente a Valladolid, sede interina de la corte de Felipe III, para hacer presente al Rey su frontal oposición a judíos y judaizantes de todo el reino. Ahí en Valladolid lo sorprende la muerte el 29.7.1602. No había logrado llevar a Evora a la famosa madre María de san José (Salazar) para instaurar en su diócesis un Carmelo teresiano. De las numerosas cartas que don Teutonio recibió de la Santa, sólo han llegado hasta nosotros seis, de los años 1574-1579.
BIBL.Angelo de la Trinidad, 'Don Teutonio de Braganza, Arzobispo de Evora, y los carmelitas descalzos'. MteCarm 34 (1930) 339-351; Nicolas Agostinho, Relação summaria da vida do illustrissimo et reverendissimo Senhor Dom Theotonio de Bragança, quarto Arcebispo de Evora,Evora 1614.
Braganza, Juana de († 1588)
Marquesa de Elche ('mi señora la marquesa', suele llamarla T). Hija de don Jaime, 4º duque de Braganza. Casada con Bernardino de Cárdenas, del que enviudó siendo aún muy joven (Torrijos, 1557). Era hermana de don Teodosio (5º duque de Braganza) y de la infanta doña Isabel. La Santa se congratula con ella en noviembre de 1577, y dada su estancia en Madrid, le pide ayuda para las 'excomulgadas' monjas de la Encarnación (cta 215,1.4). Se congratula de nuevo (enero de 1578) por el feliz casamiento de su hija (cta 226,5), desgraciadamente muerta a poco de casarse: 'Grandísima lástima me hizo la muerte de esa señora...', escribe T al saberlo (cta 235,2: de marzo 1578). Doña Juana muere en Torrijos el 21.10.1588.
Breves y bulas teresianas, 1561-1582
No podemos ofrecer el regesto de todos los breves emitidos entre 1560-1582, año de la muerte de la Santa, pues la burocracia romana es muy abundante. En esta síntesis seguimos la línea documental fuerte de decisiones de la Santa Sede, o de sus legados «a latere» y visitadores, que aportaron cambios, a veces sustanciales, a la vida de Teresa, de sus frailes y de sus monjas, especialmente en cuanto al gobierno, fundaciones de conventos de los y las Carmelitas contemplativos, durante la vida de la Santa, 1561-1582. Los breves y documentos dirigidos a Sta. Teresa, y sus frailes y monjas son pocos. La mayor parte fueron dirigidos a los superiores de la Orden, o a los nuncios y visitadores en relación con los Descalzos.
Señalemos de paso el breve, probablemente el primero de la Reforma Descalza, que fue el concedido hacia 1561 a María de Jesús, la fundadora de Alcalá, la cual fue personalmente a Roma para conseguirlo. El texto completo no se conserva, sino la mitad del pergamino en que estaba escrito. En esta parte no se halla la datación. El tenor es como el de la fundación de San José, pero sería interesante poder fecharle con toda exactitud. Los historiadores no lo han hecho.
1. Breve de fundación bajo la obediencia de la Orden, 1561.No conocemos textualmente la primera petición de doña Aldonza y Guiomar de Ulloa a Roma, enviada a Roma en 1560. Probablemente era la recogida en el regesto que ha llegado a nosotros sin fecha, que veremos más abajo. La diferencia entre la primera y segunda petición, era que en la primera proponían dar la obediencia al Provincial de la Orden o, en su defecto, al Obispo diocesano. Así lo testifica Isabel de Sto. Domingo (BMC 19, 76). El Provincial era el P. Angel de Salazar y el obispo D. Alvaro de Mendoza. No sabemos la fecha de emisión del primer breve, pero debió ser en los primeros meses de 1561, ya que llegó a Avila antes de la fiesta de la Asunción de este año. De hecho el primer breve fue emitido con la cláusula de dar la obediencia a la Orden exclusivamente. Así lo afirma Catalina de Velasco en su declaración de 1610: «Trayendo otro [breve] y viniendo por el camino, dijo Nuestro Señor a la Santa que no se traía nada, porque el que le escribió había faltado de poner un punto» (BMC 19, 427), es decir, la alternativa de dar la obediencia al Obispo en caso de que el Provincial no lo admitiese. Pero en el interin que se tramitaba la cuestión en Roma, el P. Angel había mudado de parecer y no admitía el monasterio bajo su obediencia. El breve, pues, mudado el parecer del Provincial, no se le podía presentar. Había que recurrir nuevamente a Roma. Y así el Señor «le dijo cómo había de decir. Y volvió la Santa con aquella orden y relación a volver a enviar por el dicho breve» (ib). Todo esto sucedía estando en casa de los Ovalle en Avila antes de la fiesta de la Asunción de 1561.
2. Breve de fundación bajo la obediencia del obispo, 1562.Tampoco se conserva el original de la segunda petición, sino su reelaboración latina para presentarla a la Penitenciaría. Efrén supone que el original fue redactado por S. Pedro de Alcántara (Tiempo y vida, n. 252), y sería revisado por alguna otra persona de total confianza experto en tales menesteres. Puede verse su texto en MHCT I, 4-8. En cuanto a la fecha de la petición de modificación del breve, dando la obediencia al Obispo, está relacionada con la visión que la Santa tuvo de la Virgen en la fiesta de la Asunción, 15 de agosto de 1561. En ella le dice la Virgen «que creyese que lo que pretendía del monasterio se haría; y en él se serviría mucho el Señor y ellos dos; que no temiese habría quiebra en esto jamás, aunque la obediencia que daba no fuese a mi gusto» (V 33, 14 y 16). Estaba entonces la Santa en casa de los Ovalle (Tiempo y vida, 198 nota). Parece, pues, que la petición ha de colocarse poco después de estas fiestas de agosto y no a finales de 1561, como hacen los editores de Documenta Primigenia (MHCT I, 4). La petición la hacían doña Aldonza y su madre doña Guiomar de Ulloa, al igual que la primera (MHCT I, 5-6).El breve definitivo emitido por la Penitenciaría, que lleva la fecha del 7 febrero de 1562, admite los nuevos términos presentados, el principal de los cuales es la obediencia al Obispo de Avila, D. Alvaro de Mendoza, y sucesores (MHCTI, 9-14). La comunidad tenía autonomía legal y completa para iniciar una nueva vida carmelitana según la Regla carmelita primitiva y otras nuevas leyes que se irían gestando. Este breve llegó a Avila en el mes de junio 1562. Sólo faltaba que lo admitiera D. Alvaro, como lo hizo, a ruegos de S. Pedro de Alcántara, a mediados de agosto. El 24 del mismo mes quedó fundado el monasterio.
3.Breve para observar la pobreza en S. José de Avila, 1562.No se conoce la petición ni su fecha, pero tiene que ver con la llegada de María de Jesús, fundadora de Alcalá, a Toledo hacia Pascua de 1562. Al tratar con ella la Santa le dio cuenta de que en la Regla original de san Alberto se mandaba no poseer nada ni en común ni en particular. Y la fundadora había conseguido para su fundación tales breves de pobreza. Una vez conocida esta cláusula de la Regla, la Santa se inclinaba en esa dirección y S. Pedro de Alcántara la convenció definitivamente. Una vez erigida la comunidad de San José de Avila, la priora y monjas de San José, no las fundadoras, señoras Ulloa, piden a la Penitenciaría poder vivir en absoluta pobreza (MHCT I, 23). La Penitenciaría, 5 diciembre 1562, les concede «ut bona aliqua in communi aut particulari habere seu possidere minime possitis, iuxta formam primae Regulae dicti Ordinis» (Ib 23).
4. El Nuncio concede a Teresa de Jesús que pase a San José, 1564.El Nuncio, en Madrid, 24 agosto 1564, con potestad de legado «a latere» de Pío IV, concede a doña Teresa de Ahumada, que pase definitivamente al convento y observancia de San José de Avila, si el P. Provincial accede. Queda desligada de la observancia de la Encarnación de Avila y de la obediencia al General (MHCTI, 31-32).
5. Bula de Pío IV que confirma San José de Avila, 1565.La Bula, del 17 julio 1565, dirigida a la priora, comunidad y pías mujeres fundadoras, confirma los documentos pontificios precedentes, de la erección del convento del 7 febrero 1562 y de la absoluta pobreza personal y comunitaria del 5 diciembre 1562 (MHCT I, 43-47).
6. Alejandro Riario da ejecutorias de la bula anterior, 1565.El auditor de las causas de la Cámara Apostólica, A. Riario, el 18 agosto 1565 da ejecutoriales de la bula del 17 de julio de 1565, que confirma los documentos pontificios precedentes, a saber, de la erección del convento del 7 febrero 1562 y la absoluta pobreza personal y comunitaria del 5 diciembre 1562 (MHCT I, 48-53).
7. Breve de S. Pío V que nombra visitador a Pedro Fernández, 1569.El P. Pedro Fernández, 20 agosto 1569, «motu proprio» es nombrado comisario y delegado apostólico, por 4 años, para la reforma de los Carmelitas de Castilla, con amplísimas facultades respecto del nombramiento y cese de los superiores, cambios de conventualidad y de provincias de los religiosos, unir y dividir conventos, etc. (MHCTI 78-84). Todos los conventos Carmelitas de la Provincia de Castilla, calzados y descalzos, quedan bajo su visita apostólica. El de san José de Avila no pertenece a la provincia, sino que está bajo el Obispo D. Alvaro. Con iguales facultades el P. Francisco de Vargas es nombrado para la visita de los Carmelitas de Andalucía.
8. Carta de S. Pío V a Felipe II, 1569. Le pide favor, el 30 agosto 1569, para los comisarios pontificios dominicos nombrados para la reforma de los Carmelitas, Trinitarios y Mercedarios (MHCTI, 85-86).
9.Carta del card. Alejandrino al Nuncio Castagna, 1569.Le comunica, en carta del 6 septiembre 1569, que Su Santidad ha sustituido los visitadores diocesanos de los Carmelitas, Trinitarios y Mercedarios por visitadores Dominicos (MHCTI, 86-89).
10. Carta del nuncio Castagna al card. Rusticucci, 1570.Le comunica por carta del 9 octubre 1570, que los comisarios dominicos han aceptado la comisión pontificia de visitadores de los Carmelitas, Trinitarios y Mercedarios en Castilla y Andalucía (MHCTI, 108-109).
11. El P. Rubeo con autoridad apostólica nombra a Sta. Teresa fundadora, 1571.En una patente, del 6 abril de 1571, constituye formalmente a Sta. Teresa fundadora general «omnibus in locis», sin señalarle límites territoriales algunos. En la parte dispositiva del documento le concede la misma facultad con la autoridad de «comisario apostólico», que tenía de Pío V, diciendo: «eadem auctoritate nostra ordinaria et liberalissima concessione Sanctae Sedis Apostolicae, quae illi commissa fuerunt pro erigendis, construendis ac ordinandis monasteriis sanctimonialium primae Regulae, accedente assensu, ut dictum est, reverendissimorum dominorum ordinariorum, confirmamus et, quatenus opus est, de novo indulgemus et concedimus; immo, ut in illud opus incumbat pro virili sua, in virtute sanctae obedientiae praecipimus» (MHCTI, 111).
12. Patentes del P. Pedro Fernández para Sta. Teresa, 1571.La nombra, en julio 1571, como visitador apostólico, priora de la Encarnación de Avila por 3 años. Con motivo de volver a La Encarnación de Avila, hace la Santa renuncia a la mitigación de la Regla, el 13 julio 1571, que acepta el visitador el 6 de octubre de 1571.
13. Actas o constituciones de Pedro Fernández, 1571.El 2 septiembre de 1571 el visitador apostólico, en Medina, emite unas actas para la vida y gobierno de las Carmelitas Descalzas (MHCTI, 114-117).
14. Carta del Nuncio al card. Rusticucci, 1571.Por carta, del 9 septiembre 1571, le notifica que están iniciadas las visitas de las provincias de los Carmelitas de Castilla y Andalucía y que los comisarios apostólicos van a presidir los capítulos provinciales de septiembre y octubre de 1571 (MHCTI, 118-119).
15. Pedro Fernández da conventualidad a Teresa de Jesús, 1571.El visitador, el 6 de octubre de 1571, acepta su renunciación a la Regla mitigada y le cambia la conventualidad de la Encarnación de Avila por la conventualidad de Salamanca, aunque la mantiene de priora de La Encarnación de Avila (MHCTI, 121-122). Este día toma posesión del priorato de Avila.
16. Patentes de Francisco Vargas para el P. Mariano, 1571.El comisario manda bajo precepto de obediencia, el 20 noviembre 1571, al P. Mariano que funde un convento de Descalzos en su casa «extra muros» de Sevilla, donde pueda recibir novicios. La casa, o casas, si fundare otras, cuando cese el visitador apostólico, estén bajo la autoridad directa del P. General, no del Provincial de Andalucía (MHCTI, 124-125).
17. Carta de Pío V a D. Alvaro de Mendoza, 1571 ca.El Papa escribe a D. Alvaro que la M. Teresa no salga de su convento a visitar los otros monasterios fundados por ella. El texto no está editado (MHCTI, 138 noticia).
18. Patentes de Pedro Fernández para el convento de Avila, 1571.«Puso en este monasterio del Carmen prior y suprior y portero y sacristán descalzos; y acá [La Encarnación] ha días que confiesa uno de ellos harto santo; ha hecho gran provecho» (cta del 13 febrero 1573).
19. Patentes de Francisco de Vargas a Baltasar de Jesús, 1573.Le manda el P. Baltasar de Jesús, 28 abril 1573, que funde un convento de Descalzos en Granada; además le da el gobierno del convento de San Juan del Puerto y de la Peñuela en Almonte y de los demás que se fundaren de Carmelitas Descalzos, de modo que pueda poner y quitar superiores (MHCTI, 144-145).
20. Permiso de Pedro Fernández para ir a Salamanca, 1573.No se sabe la fecha exacta del permiso del P. Pedro. Pero la Santa, aunque priora de La Encarnación de Avila, era conventual de Salamanca. Con permiso del P. Pedro llega el 31 julio de 1573 y permanece allí hasta Navidad de 1574 (F 21,1).
21. Patente de Baltasar de Jesús para Jerónimo Gracián, 1573.En virtud de una patente desconocida, emitida hacia junio de 1573 por Vargas, que nombraba al P. Gaspar Nieto visitador de la Provincia de Carmelitas de Andalucía; éste delega su autoridad de visitador en el P. Jerónimo Gracián para esta tarea en Pastrana, 4 agosto 1573.
22. Carta de Francisco de Vargas a mons. Ormaneto, 1574.En carta del 15 marzo 1574 le da relación de cómo los religiosos Carmelitas de Andalucía, especialmente Sevilla, no observan los decretos de la visita apostólica emitidos por él. El P. Vargas se inhibe de su comisariado, porque no sabe si, pasados ya los 4 años de su cargo, aún puede continuar su trabajo (MHCTI, 165-166).
23. Patentes del P. Pedro Fernández para fundar en Segovia, 1574.La Santa, aún priora de La Encarnación de Avila, pero estando en Salamanca, le pidió permiso para hacer la fundación de Segovia. Texto de la patente y fecha desconocida de 1574 (F 21,2). El visitador, el 20 marzo 1574, nombra priora de Segovia, a Isabel de Sto. Domingo y remite a la M. Teresa que nombre los otros cargos de la comunidad (MHCTI, 167-168).
24. Carta de mons. Ormaneto al card. Galli, 1574.El Nuncio informa, 5 abril 1574, al Secretario que en los Carmelitas de Andalucía las cosas no van bien. Juzga que es necesario que siga la visita apostólica (MHCTI, 168-170).
25. Carta del card. Galli a Ormaneto, 1574.Le notifica, 4 mayo 1574, que informado el Papa del parecer de Ormaneto, de que se prosiga la visita apostólica de los carmelitas de Andalucía, el Papa lo aprueba (MHCTI, 172).
26. El nuncio Ormaneto da patentes de visitador a Antonio de Jesús, 1574. No se conoce el texto del breve ni la fecha, pero lo afirma Sta. Teresa: «El nuncio dio licencia como reformador, cuando mandó a fray Antonio de Jesús visitase, para que fundasen monasterios; mas él hízolo mejor, que no hacía sino pedirla a vuestra señoría» (cta a Rubeo 18 junio 1575). El General le dio licencia de fundar monjas y frailes en Almodóvar el 21 de junio de 1574 (MHCTI, 186-188).
27. Patentes de mons. Ormaneto a Francisco Vargas y Pedro Fernández, 1574.En virtud de los poderes que tiene de Gregorio XIII como legado «a latere», el 8 mayo 1574, prorroga sus facultades de visitadores apostólicos de los Carmelitas (MHCT I, 173-175). No se conoce el documento para Pedro Fernández, visitador de Castilla. Pero da la noticia s. Teresa (cta a D. Teutonio mediados de junio 1574).
28. Patente del P. Vargas para Jerónimo Gracián, 1574.Por sus letras, del 13 junio 1574, le nombra visitador y vicario provincial de todos los Carmelitas de Andalucía, calzados y descalzos (MHCTI, 182-185).
29. Breve de Gregorio XIII para el P. Rubeo, 1574.El Papa, el 13 agosto 1574, declara concluida la visita de las provincias de España, mandada por Pío V el 20 agosto 1569 y encomendada a los visitadores dominicos. Y manda que los decretos de los visitadores apostólicos dominicos sean ejecutados y observados (MHCTI, 193-195).
30. Breve del Nuncio Ormaneto para Francisco Vargas y Jerónimo Gracián, 1574.El Nuncio, el 22 septiembre 1574, con autoridad de legado «a latere», nombra «in solidum» visitadores de la provincia del Carmen de Andalucía a Francisco Vargas y Jerónimo Gracián (MHCTI, 195-197).
31. Carta del nuncio Ormaneto al card. Galli, 1574.Como los Carmelitas han presentado al Nuncio el breve de Gregorio XIII de revocación de los visitadores dominicos, del 13 agosto 1574, que había decretado Pío V, el Nuncio pide clarificaciones de sus poderes para la visita a Roma (MHCTI, 198-199).
32. Carta del card. Galli al nuncio Ormaneto, 1574.El Cardenal secretario, el 16 diciembre de 1574, informa al Nuncio en nombre del Papa que sus poderes de reformador no se han alterado, sino que siguen siendo los mismos, a pesar del breve emitido para el General de los Carmelitas el 13 de agosto de 1574 (MHCTI, 205-206).
33.Breve de Gregorio XIII al P. Rubeo, 1575.Concede, el 16 abril 1576, facultad al capítulo general de Piacenza que pueda suprimir los conventos fundados sin autorización del P. General (Bul.Carm.II, 183-184).
34. Breve del nuncio Ormaneto para Jerónimo Gracián, 1575.El nuncio, 3 agosto 1575, le nombra comisario y reformador de calzados y descalzos de Andalucía y también de los descalzos de Castilla (MHCTI, 221-223).
35. El nuncio Ormaneto manda a Sta. Teresa que no deje de fundar conventos, 1575.El General había retirado a la Santa las patentes de fundadora. Ahora el Nuncio le dice que siga fundando. Dice la Santa: «Ya me ha enviado a decir el Nuncio que no deje de fundar como antes; que, según parece, él a él le dijo de tal manera las cosas que le pareció estaba de su opinión. Como le han informado, está del arte que digo. Yo bien determinada a no fundar si no es mandándolo' (cta a María Bautista, 19 febrero 1576).
36. Breve de Gregorio XIII para el nuncio Ormaneto, 1576.El Papa, 15 febrero 1576, «motu proprio» declara que por ningún documento concedido o por conceder a otras personas, quedan mermadas o derogadas las facultades del Nuncio Ormaneto, a no ser que nominalmente se le nombre (MHCTI, 273-274).
37. El visitador Gracián manda que Sta. Teresa vaya a Toledo, 1576.Como la Santa, obedeciendo al mandato del P. General que salga de Sevilla y que escoja un convento, donde retirarse, el P. Gracián, visitador de los Descalzos le manda que vaya al convento de Toledo y concluya las Fundaciones (F 27, 23 noticia y cta 24 julio 1576).
38. Permiso del nuncio Ormaneto a Jerónimo Gracián, 1576.Gracián afirma que Ormaneto, «vivae vocis oraculo» al P. Mariano, dio permiso para hacer el capítulo de Almodóvar, de septiembre de 1576, y erigir la provincia descalza (Escrito en su defensa del 1 diciembre de 1578, MHCTII, 70-71).
39. Carta del card. Galli a mons. Ormaneto, 1577.En nombre de Su Santidad le manda, 15 enero 1577, que suspenda por ahora la visita de los Carmelitas de Andalucía del P. Gracián y que dé paso al visitador nombrado por el General de la Orden (MHCTI, 342-343).
40. Carta de mons. Ormaneto al card. Galli, 1577.Se queja el Nuncio, 5 febrero 1577, al secretario de que los calzados han publicado que los descalzos están excomulgados, como dicen el General y Capítulo de Piacenza, porque han fundado conventos contra la prohibición del General. Pero esto es un infundio, porque tomaron las casas en obediencia a los comisarios dominicos nombrados por Pío V, los cuales tenían amplísimas facultades (MHCTI, 343-348).
41. Carta del nuncio Sega al card. Galli, 1577.Le agradece, 25 noviembre 1577, que le mande que no se meta en las cosas de los frailes sino en caso de extrema necesidad. Aconseja que se quiten las patentes a los comisarios nombrados por el nuncio Ormaneto y se vea el modo de poner paz entre los Carmelitas Calzados y Descalzos (MHCTI, 438-439). Por estos días suspende verbalmente la visita de Gracián, 1577. Lo recuerda el Nuncio en su breve del 23 julio 1578.
42. Breve del nuncio Sega a Jerónimo Gracián, 1578.El Nuncio, el 23 de julio de 1578, por escrito retira a Gracián toda y cualquier autoridad y facultades que haya tenido como visitador apostólico. Además quiere que todo lo mandado desde el día que le retiró verbalmente las facultades no tenga validez. También que dentro del espacio de 6 días de la notificación de este mandato parezca delante del Nuncio y le entregue las actas de su visita (MHCT II, 20-25). El Nuncio excomulga al P. Gracián en torno a la época, es decir, julio 1578. Luego se la levanta a ruegos de D. Luis Hurtado de Mendoza a Antonio M. Pazos. (Noticia en Carta de D. Luis a Sega, del 19 noviembre 1578, cf MHCTII, 53).
43. Breve de mons. Sega a los provinciales Carmelitas de Castilla y Andalucía, 1578.El Nuncio, 16 octubre 1578, manda a los provinciales de Castilla y Andalucía que ejerzan su autoridad ordinaria en sus circunscripciones sobre Calzados y Descalzos, frailes y monjas por igual; salvo que no pueden quitar los superiores y oficiales de los descalzos sin notificarlo previamente al Nuncio. Manda además a los frailes y monjas que obedezcan a los provinciales Juan Gutiérrez de la Magdalena y Diego de Cárdenas respectivamente (MHCTII, 33-36).
44. Carta de mons. Sega al card. Galli, 1578.Le comunica, 16 octubre 1578, que ha quitado las facultades de visitador apostólico a Gracián y ha pedido al Rey que le señale dos religiosos de otras Órdenes para clarificar las cosas entre los calzados y descalzos Lo mismo escribe, en idéntica fecha, al card. Buoncompagni, protector de la Orden (MHCTII, 37-39, 45-47).
45. Sentencia del nuncio Sega contra algunos descalzos, 1578.Después del proceso a Gracián, de acuerdo con los asesores, el 20 diciembre 1578, le priva perpetuamente de oficio, gobierno y administración; le manda que se encierre en el convento de Alcalá, con ayunos, disciplinas, etc. (MHCT II, 80-82). Por los mismos días castiga también a Antonio de Jesús, Gregorio Nacianceno, Ambrosio Mariano y Gabriel de la Asunción (cf MHCTII, p. 130 y 166 nota).
46. Breve del nuncio Sega a los superiores, religiosos y religiosas Carmelitas Descalzos, 1579.El Nuncio, el 1 de abril de 1579, quita el gobierno de los Descalzos y Descalzas a los provinciales de Castilla y Andalucía; e instituye como «vicario general» de los Descalzos y Descalzas, independiente de cualquier provincial, al P. Angel de Salazar con el poder de los provinciales en sus provincias (MHCT II, 86-89). Le alega unas instrucciones acerca del modo de gobernar (MHCT II, 90-94). Por su parte el P. Caffardo lo confirma en el cargo el 29 mayo 1579 (MHCTI, 95-96).
47. Parecer del nuncio Sega y consultores dado a Felipe II, 1579.El nuncio y sus consejeros, el 15 julio 1579, dan su voto al Rey acerca de los Descalzos. Después de hacer una breve historia del origen, reconocen que los conventos de Andalucía fueron fundados sin licencia del General, pero bajo los visitadores apostólicos dominicos. Luego, proponen que se haga una circunscripción separada de los Descalzos de Castilla y Andalucía (MHCTII, 99-107).
48. Gregorio XIII escucha a los cardenales, 1580.El papa, el 18 abril 1580, remite la cuestión de la separación de los descalzos de los calzados a los cardenales Mafeo, Justiniano, Santa Severina, Sanz, Montalto y Sabelio, diputados para la reforma de los religiosos. (cf MHCTII, 181 y 279).
49. Breve de Gregorio XIII para la erección de la Provincia Descalza, 1580. Concede, el 22 junio 1580, la erección de la provincia, que pueda elegir provincial, fundar casas, darse leyes, libre acceso a la Santa Sede sin contar con el P. General, etc. (MHCTII, 191-199).
50. Breve de Gregorio XIII al p. Pedro Fernández, 1580.Le designa, 30 agosto 1580, para que presida el capítulo de erección de la Provincia de los Descalzos juntamente con el provincial elegido (MHCTII, 216-219).
51. Breve de Gregorio XIII a Juan de las Cuevas, 1580.Por muerte del p. Pedro Fernández, le designa, 20 noviembre 1580, para que presida el primer capítulo provincial de los Carmelitas Descalzos juntamente con el provincial que sea allí elegido (Constitutiones O.C.D. 675-681). Lo mismo manda al p. Alberto Aguayo en caso que no pueda ejecutarlo el p. Juan de las Cuevas (cf MHCTII, 231 nota).
BIBL.Bullarium carmelitanum... a fratre Eliseo Monsignano. Tom. II. Roma, 1718. Documenta Primigenia. Roma, Teresianum, 1973. 2 vol. (MHCTI - II).
A. Fortes
Breviario de T
Breviario de T
Breviario es el libro litúrgico usado por T para rezar el Oficio de las Horas, en el coro y en privado. Ella se sirvió siempre del breviario carmelitano según el 'rito jerosolimitano del Santo Sepulcro' ('Breviarium... extractum de approbato usu dominici sepulchri, de cuius finibus dictorum fratrum religio sumpsit exordium'). De las dos o más ediciones utilizadas por la Santa, sólo conocemos el ejemplar manejado por ella, probablemente, en los últimos años de su vida. Editado por orden del Superior General de la Orden, J. B. Rubeo, en Venecia ('in officina Lucae Antonii Juntae') el año 1568, y actualmente conservado en el archivo de las carmelitas descalzas de Medina del Campo, con la signatura '20 P'. De su pertenencia a la Madre Teresa da fe, además de la tradición de la comunidad medinense, una breve nota autógrafa de la Santa, escrita en el interior de la tapa final, que dice: 'deprended de mí que soy manso y vmilde'. Otro indicador de su procedencia teresiana es el billete, también autógrafo suyo, que contiene la 'cifra de su muerte' (R 7), cifra que ella tenía en su breviario y que actualmente se conserva en las mismas carmelitas de Medina. Aquí me limitaré a hacer una elemental presentación del 'breviario de la Santa', a base de solo este ejemplar.
(NB. He notado arriba que es éste, 'probablemente', el último breviario utilizado por la Santa. Si bien el mismo P. General, J. B. Rubeo, hizo editar un nuevo breviario carmelitano el año 1575, en Lión, no sabemos si la M. Teresa adquiriría ejemplares de la nueva edición. De ésta, sin embargo, sí poseemos la portada, perdida en el ejemplar medinense. Reza así: 'Breviarium carmelitarum, secundum usum ecclesiae Hierosolymitanae et dominici sepulchri, nunc recens sub. n. p. Ioanne Baptista Rubeo, ipsius ordinis magistro generali solerti cura et diligentia f. Iacobi Magistri doctoris theologi Parisiensis ac Carmeli Lugdunaci prioris, emendatum ac typis mandatum. Lugduni, apud Ioannem Stratium, M.D.LXXV...' (cf Etudes Carm. 4, 1914, p. 81).
El ejemplar medinense es un volumen de 14.50x10.30. Encuadernado en terciopelo rojo, sobrecubierto de láminas de plata, que llevan en la tapa anterior el escudo de la orden (OCD), y en la posterior la inscripción: EN ESTE BRE / BIARIO REÇA / BA NRA MADRE / S TERESA / DE JESUS.
Al ejemplar le faltan las primeras páginas. Comienza con el epígrafe 'Literae dominicales - 1568', hoja no numerada, pero que en el margen inferior lleva el registro 'xij'. Faltan también varias hojas al final del volumen, pero se ha salvado el colofón: 'Explicit Breviarium secundum ordinem Fratrum / gloriosissimae Dei genitricis, semperque virginis / Mariae de Monte Carmelo, sub Reue- / rendiss. Patre Jo. Baptista Rubeo, / ipsius ordinis magistro gene- / rali, solerti cura, et diligen- / tia emendatum.../ Venetiis, impressum in officina Lucaeantonii Juntae. Anno Dni. 1568'.
Consta de 40 hojas no numeradas al principio, y de otras 438 numeradas a partir del 'Psalterium' (foliación en el recto del margen superior de cada hoja). No numerada la hoja final, del colofón. Todo él a dos tintas: en rojo el 'Ordinale', las rúbricas y las iniciales. Menos las páginas preliminares, todo él a dos columnas. Ilustrado con numerosos grabados, a veces de página entera, más frecuentemente en un pequeño recuadro que presenta la figura del santo o del respectivo misterio del ciclo litúrgico. Aparte la nota autógrafa de la Santa (p. interior de la tapa final), intervienen varias otras manos sin interés especial (pp. iniciales y finales, y p. 194v).
El breviario está organizado así: a) tablas e índices iniciales por meses (10 hojas), seguidas del 'ordinale horarum canonicarum' (26 hojas n. n.) y del texto de san Agustín 'de laude et utilitate psalmorum' (3 pp. n.n.); b) sigue el 'Psalterium ad usum fratrum Carmelitarum' (hojas 1r-63r), más las letanías y el oficio de la Virgen (hojas 63r-75r) que concluye con la rúbrica: 'Hoc supradicto modo quotidianum beatae Virginis officium agatur ad omnes horas per annum...'. Lo sigue todavía el Oficio de difuntos (hojas 75r-79r); c) ciclo del tiempo litúrgico (hojas 80r-230v), con el oficio de la 'dedicatio ecclesiae' (hojas 231r-234r); d) a continuación, el santoral: 'officium proprium de Sanctis per totum annum' (235r), que concluye con varios oficios especiales: de la Visitación de la Virgen, de la Concepción de la Virgen y de la Corona de espinas ('de corona spinea fit festum duplex feria sexta post octavan paschae...': 395v-398r); e/ al santoral sigue el común de los santos (399r-425v), a cuyo final se añaden numerosas oraciones y bendiciones (426r-438v): entre éstas, el rito de la unción de los enfermos, el de la recomendación del alma, el modo de dar el hábito, y el 'modus professandi'.
Recordemos que las horas del breviario, rezadas por la Santa, se distinguían en diurnas y nocturnas: las nocturnas, maitines y laudes; las diurnas, prima, tercia, sexta, nona, vísperas y completas. Parte esencial del breviario eran las oraciones y lecturas bíblicas: aquéllas estaban representadas por el salterio, ampliamente recitado en todas las horas. Acerca de las lecturas bíblicas, hechas especialmente en maitines, el Ordinale contenía una 'Rubrica librorum Novi, Veterisque testamenti legendorum...', en la que se ofrecía a la usuaria del breviario el esquema de los libros bíblicos que habría de leer a partir del adviento: Isaías en adviento; san Pablo desde la Epifanía; en septuagésima y cuaresma, libro del Génesis, libros históricos desde el Exodo hasta los Jueces; en Semana Santa, Jeremías; a partir de Pascua, Hechos de los Apóstoles, carta de Santiago, cartas católicas y Apocalipsis: después de la fiesta de la Trinidad, Libros de los Reyes, libros de Salomón, Job, Tobías, Judit y Ester, Macabeos, y por fin Ezequiel y Daniel, hasta reanudar las lecturas de adviento.
Al lector de hoy le es difícil hacerse una idea de la inmensa riqueza informativa y espiritual (incluso iconográfica) contenida en el arsenal del breviario y aportada paulatinamente a una orante como Teresa de Jesús. Baste destacar alguna de las cosas que a ella pudieron llamarle la atención:
Dada su pasión por la hagiografía, a ella hubo de interesarle la tabla inicial de fiestas que recorre los doce meses del año y la serie de santos presuntamente carmelitas, desde el profeta bíblico Eliseo hasta las legendarias santas Eufrasia, Eufrosina y Marina: en total no menos de veinte. Muchos de ellos no reaparecerán en las páginas del santoral, omitidos probablemente porque debieron figurar en folleto complementario, según lo decidido en el Capítulo General de Roma en 1564 (cf G. Wessels, Acta Capitulorum Generalium, Roma 1912,I, p. 460).
En el santoral le interesarían los santos de su especial devoción (cf A 6), presentes casi todos en las celebraciones del breviario: los santos bíblicos, Abrahán, Isaac, Jacob, Moisés, David... y los neotestamentarios, especialmente san José, Pedro y Pablo, la Magdalena..., hasta 'de sororibus beatae Virginis Mariae', Cleofé y Salomé; los de la tradición popular, como san Martín, santa Inés, las once mil vírgenes ('diez mil', escribirá T), san Francisco...; la serie de santos carmelitas. Todos o casi todos realzados por la correspondiente xilografía.
Entre las celebraciones semanales, es necesario destacar el Oficio parvo de la Virgen María ('Officium quotidianum', dice la rúbrica; según T, rezado 'cada semana': Conc 6,8). En él descubriría o degustaría especialmente ciertos versos del Cantar de los Cantares, aplicados a la Virgen (f. 64v-75r). Importante también el Oficio de difuntos, durante el cual ella recibió alguna des gracias místicas (V 31,10), el de la Corona de Espinas y de la Sangre de Cristo.
Es comprensible que a T le resultasen cuesta arriba las innumerables rúbricas del Ordinale y las distribuidas por el resto del breviario, todas ellas en latín, salpicado de abreviaturas. Dificultad agravada por los inevitables cambios de cada nueva edición, ordenados por los capítulos generales de la Orden y motivados, en buena parte, por los conatos de adaptación al breviario romano tras las reformas tridentinas de misales y breviarios. No es de extrañar su humilde confesión, si bien alusiva a los años en que rezaba por el breviario anterior (quizás el editado en Venecia, 1543): 'Entre mis faltas tenía ésta: que sabía poco del rezado y de lo que había de leer en el coro y cómo lo regir... y veía a otras que me podían enseñar. Acaecíame no les preguntar, porque no entendiesen yo sabía poco... Ya que Dios me abrió un poco los ojos, aun sabiéndolo, tantito que estaba en duda, lo preguntaba a las niñas...' (V 31,23). Todavía en 1581, a raíz del capítulo general celebrado el año anterior en Roma, escribiría a Gracián: 'hannos dicho que se han ordenado ahora en Capítulo General muchas cosas en el rezado y que traen dos ferias cada semana. Si fuera cosa (posible), poner que no quedásemos obligadas a tantas mudanzas, sino como ahora rezamos' (cta 376,6, de 21.2.1581, en preparación del capítulo de Alcalá, que se celebraría el mes siguiente). No parecen del todo exactos los rumores llegados de Roma. Pero aun así era cierto que el reciente capítulo general había insistido una vez más en los recambios, y entre otras cosas prescribía: 'Vacantibus diebus semel in hebdomada agatur officium de feria' (cf Wessels, loc. cit. p. 551).
Las alusiones explícitas de la Santa a su breviario no son frecuentes: al breviario (F 28, 42), al rezo de nocturnos (V 31,10), a las oraciones del breviario (V 31,10), al diurnal (cta 432,436: el diurnal era un breviario reducido que contenía sólo las Horas del día, no las nocturnas, frecuentemente en castellano), más frecuentes las alusiones a cada una de las horas del oficio, o al rezo mismo del breviario. Lo importante es que el breviario fue su único libro de compañía permanente: en la comunidad y en el coro, en las enfermedades y la celda; en los viajes, en las ventas y en las pausas del camino. A él acude incluso a altas horas de la noche tras un largo trabajo de correspondencia epistolar.
Unica lástima, el inmenso límite que a su hambre de oración y de palabra de Dios le imponía la barrera del latín. Es seguro que la Santa manejó en privado los 'libros de horas' o alguno de los 'diurnales' entonces divulgados en castellano. Pero no es fácil documentarlo.
BIBL. M. A. Díez, Un misal de san Juan de la Cruz, en «Experiencia y pensamiento en san Juan de la Cruz», Madrid, 1990, pp. 155-167.
Tomás Alvarez
Brianda de san José (Temiño y Mendoza), ocd
Nacida en Villafría (Burgos). Hija de Bernardo Temiño y de Leonor Mendoza. Novicia todavía, es llevada por la Santa al Carmelo de Toledo, donde profesa el 15 de abril de 1571. Pasó luego a Malagón, donde fue elegida priora, muy joven todavía, con gran satisfacción de la Santa. Pero bien pronto cayó enferma, y después de numerosos cuidados hubo de trasladarse a Toledo (entre 1576 y 1577: cf cta 139,4; 153,1), donde fue priora dos veces. Apenas elegida en 1586 para su segundo priorato toledano, falleció el 6 de junio de 1586. Brianda era pariente del canónigo toledano don Pedro Manrique (tío a su vez de Casilda de Padilla, y posteriormente jesuita), que ayudó de corazón a T en la fundación del Carmelo de Toledo (F 15, 4.11). Todavía en agosto de 1582, una de las hermanas de Brianda pretendió ingresar carmelita, pero no obtuvo la aprobación de la Santa, que desde Valladolid escribía a Toledo a Ana de los Angeles: 'En lo que toca a la hermana de la madre Brianda de san José, ni para freila ni para monja no será' (cta 463,3), y eso no por falta de talentos sino por su edad y otros inconvenientes.
La persona y la salud de Brianda fueron uno de los casos penosos que pusieron a prueba las dotes de bondad y de paciencia de T. Cuando ésta tiene noticia por primera vez de la enfermedad de Brianda, escribe alarmada: 'La madre priora [Brianda, que es priora de Malagón] está mejor...; harta pena me da su mal, y más me daría si no tuviese esperanza de que ha de sanar..., porque perderíamos el mejor sujeto que tiene la Orden' (cta 108,6, del 15.6.1576). A partir de ese momento, el epistolario teresiano está tupido de una interminable serie de partes clínicos, ora acusando la mejoría, ora el desahucio de la enferma, ora la nueva incertidumbre acerca de su salud. Además, la joven priora incurrió en serias imprudencias de gobierno, de las que ya en esa fecha (1576) está alertada T: 'de las faltas que tenía está ya tan escarmentada a lo que dice que no ha de hacer cosa sin acuerdo' (ib). Pese a lo cual sigue ganándose el afecto de la Santa: 'mucho la quiero...; quedaría perdida, a manera de decir, esta casa sin ella' (ib.La Santa escribe desde Malagón). Se preocupa de hacerle llegar golosinas y naranjas dulces (179,6). Se interesa por saber si 'el agua de Loja', traída 'desde tan lejos', podrá mejorarla (175,3). Ella misma se hace con el diagnóstico médico, aunque sea por carta (163,6). Aún en 1580, la Santa vuelve a encontrarse con ella en Toledo (344,5),
Entre ambas mediaron cartas frecuentes. La Santa llegó a escribirle 'cartas terribles, sino que me aprovechaba poco' (319,2). Pero Brianda nos trasmitió una sola de cuantas le escribió T (cta 166). Entre las cien religiosas primitivas que merecieron el elogio del historiador oficial, P. Jerónimo, se encuentra ella (n. 39 de la serie, p. 173). Cf Reforma, II, 7, 43.
Briceño, María de (1498-1584)
Monja agustina, educadora de T en el colegio abulense de Santa María de Gracia. Ingresó joven en dicho convento de agustinas, donde tomó el hábito 1514 y profesó en 1523, al formalizarse la fundación. En 1530 fue nombrada maestra de novicias y rectora de las jóvenes seglares 'señoras doncellas de piso' que se educaban en la casa. Al ingresar T en el colegio a los 16 años (1531), ambas intimaron. T admiró grandemente a la maestra, y ésta la ayudó a superar el 'desasosiego' de los primeros días (V 2,8). 'Pues comenzando a gustar de la buena y santa conversación de esta monja, holgábame de oírla cuán bien hablaba de Dios, porque era muy discreta y santa. Comenzóme a contar cómo ella había venido a ser monja... Comenzó esta buena compañía a desterrar las costumbres que había puesto la mala... y a quitar algo la gran enemistad que tenía de ser monja...' (ib 3,1). Así, fue doña María de Briceño quien despertó en T los primeros síntomas de vocación religiosa (3,2).
Buedo, Juan de
Caballero de Cuenca, casado con Leonor Hermosa. En 1573 los dos desean la admisión de una hija suya en un monasterio de Cuenca. La Santa transmite a Gaspar de Salazar la recomendación del corregidor de Avila, a favor de dicha postulante (cta 48,4).
Buenaventura, Diego de, ofm
Franciscano, visitador de los franciscanos claustrales de Andalucía, por los mismos años en que desempeña ese oficio el P. Gracián en el Carmelo andaluz (1576...). Conocido y amigo de T, que recurre a él para solucionar a las carmelitas de Sevilla el problema del agua (ctas 120,11; 129,7). Luego sigue con interés los percances de la visita (ctas 129,8; 133,2; 147; 181,1-2...)
Bullón, José
Pseudónimo adoptado por Juan de Jesús, Roca, para viajar de incógnito a Roma en la primavera de 1579 (cta 293,1; cf MHCT 3, 618).
Buoncompagni, cardenal Felipe (1539-1586)
Sobrino del Papa Gregoro XIII (Buoncompagni). Cardenal de San Sixto. 'Protector' de la Orden del Carmen desde 1573. Como tal, se verá implicado en el litigio y en los trámites de erección de la Provincia de descalzos: presionado en Roma por los emisarios carmelitas de Andalucía (cf MHCT 1,333: año 1576) y por los memoriales de la Orden (ib 2,164: año 1579/1580). Presionado también desde Madrid por el nuncio Felipe Sega, su pariente (ib 1, 439; 2,38.45.129), que lo informa muy sesgadamente sobre Gracián y los descalzos, sin mencionar a la M. Teresa al hacer la historia de éstos. La Santa alude al cardenal en carta a don Teutonio de Braganza, suplicando la mediación de éste ante aquél: 'Si vuestra señoría [don Teutonio] se conociese con el protector de nuestra Orden, que dicen es sobrino del Papa, él lo acabaría con nuestro Padre General, y entiendo que será gran servicio a nuestro Señor que vuestra señoría lo procure...' (cta 226,15). Lo escribe el 16.1.1578, poco después de que Sega hubiese informado a Buoncompagni (noviembre de 1577: cf MHCT 1,439).
Burgo de Osma
Población de la provincia de Soria. Sede del obispado de Osma. Por ella pasó la Santa en su viaje de Palencia a Soria, y se detuvo a pernoctar: del 31 de mayo al 1 de junio de 1581. Obispo de la diócesis (1578-1583) era el antiguo confesor de T en Toledo, Alonso Velázquez. Cuenta ella: '...en entrando en el obispado de Osma, querían tanto al Obispo, que, en decir, que [nuestro viaje] era cosa suya, nos las daban buenas [posadas]... En oír yo los bienes que decían de la santidad del Obispo, me le daba grandísimo [contento]. Llegamos al Burgo miércoles antes del día octavo del Santísimo Sacramento [31.5]. Comulgamos allí el jueves, que era la octava' (F 30,7). Al llegar a Soria, 'estaba el santo Obispo a una ventana de su casa, que pasamos por allí, de donde nos echó su bendición, que no me consoló poco...' (ib).
Burgos
'Con no estar con la prosperidad que solía...' (F 31,13).El conocimiento comparativo que Teresa adquirió de Burgos le permitió este juicio verdadero. Burgos no era en 1582 la próspera ciudad que había sido, Cabeza de Castilla, Cámara del Rey. La primera en la Voz y en la fidelidad, Consulado de la mar, Ceca real, Sede arzobispal, metropolitana, posada principal en el Camino Jacobeo, etc., etc. La Santa pudo apreciar el original urbanismo de la ciudad, coronada por un recio castillo y encorsetada por una cerca almenada con puertas monumentales, recuerdo de su grandeza medieval. Un caserío caprichoso y apretado, rayado por esguevas que regaban huertos y movían molinos a la sombra de la Catedral.
La distancia nos permite hoy apreciar con exactitud y detalle las causas y efectos de aquella decadencia que santa Teresa conoció y que los burgaleses de su generación comprobaron y padecieron.
Andrea Navaggiero, el embajador de Venecia que correteó y fisgó por estos reinos, definió a Burgos como una ciudad opulenta, paso de 'acarreo'. Burgos no producía lo que consumía en su selecto sustento y en sus magnificentes obras artísticas. Burgos 'acarreaba', atraía, hacia sí cuanto necesitaba mediante la acción mercantil, con doble tipo de hombres: sus mercaderes, audaces y afortunados, pertenecientes a medio centenar de linajes fuertemente enriquecidos que desde el siglo XII comenzaron a operar en la Europa creando en sus principales ciudades una red de representantes y emisarios que movían escuadras de barcos y miles de carretas que traían y llevaban toda clase de productos y entre ellos uno singular y monopolístico: la lana de las ovejas merinas del honrado Concejo de la Mesta. Decir antaño 'burgalés' era calificar a un mercader de poderoso.
Pero, el 'acarreo' cesó con la división religiosa de Europa en la primera mitad del siglo XVI. La radicalidad de los espíritus se aplicó a la materia y el brillante y fructífero comercio burgalés comenzó a perder mercados tan interesantes como el holandés, inglés, y del Norte de Alemania. La consiguiente inseguridad de los mares provocó ruinas y quiebras en el Consulado de Burgos. Hubo que artillar los buques con un costo añadido intolerable. Precisamente en 1582, el Consulado se dirige a Felipe solicitando medidas fuertes y urgentes. Sólo una paz general podría haber salvado la economía de Burgos y ésta llegó en Westfalia cuando el Consulado estaba muerto.
Muchos burgaleses, responsables de firmas de total garantía, sobre todo en el ramo de los seguros, advirtieron el giro estratégico que se operaba ante sus ojos en el comercio, debido al abandono de la alta política de los mares del Norte para asegurar la nueva exigencia atlántica, hacia América. Esos burgaleses se instalaron en Lisboa y Sevilla, arrastrando hacia ellas sus ingenios y sus haberes. Esto suponía acelerar la decadencia de Burgos.
La población disminuía al ritmo que crecían las desgracias. Aquellos 25.000 habitantes de la ciudad alegre y confiada de 1529 no eran en 1582 más de 15.000. Lo que no habían consumido la emigración y los reveses económico-políticos lo destruyó la peste. Con periodicidad de castigo bíblico, la peste visitaba las ciudades medievales y modernas. Pero la que padeció Burgos en 1565 superó los cálculos más pesimistas: en un documento del Archivo Municipal (16.3.1) leemos que los muertos fueron 12.000... Faltaron vivos para enterrar a los muertos. El catarro universal 1580 grabó su secuela en Burgos y también en Santa Teresa.
El clasismo agudo de aquella sociedad no facilitó las cosas públicas. Frente a los fastuosos mercaderes, el Concejo calculaba en 1529 la proporción de vecinos pobres en un tercio de la población. Para su asistencia se creó por el Ayuntamiento a principios de siglo, una solemne y eficaz Alhóndiga. En la peste de 1565, esta Institución suministró a esa masa vecinal, 'para que no bramara de hambre', 6.000 fanegas de trigo y tres millones de maravedises. El dato de la extrema pobreza de un amplio sector municipal gravitaba mucho, y con razón, a la hora de admitir comunidades sin renta o mendicantes.
Entre esta masa menesterosa y la minoría de potentados, prebendados y dignatarios se movía una turba multa de gremiales y artesanos, de escribanos, regatones, labradores, molineros, beneficiados de escasa ración, sacristanes, maeses de la piedra, del ladrillo y de la madera, sin olvidar a los abogados, hidalgos de variada escala. De éstos se contaban 1.722 en el censo de 1591; en el mismo se incluyen 1.023 de la clerecía, regular y secular y del monjío. Una sociedad colorista y ruidosa, emocional y de complicado manejo.
La ciudad de Burgos sumaba 15 parroquias, con carácter personal y no territorial. De ésas existen todavía las de San Lesmes, San Gil, San Esteban, Santa Agueda o Gadea, San Pedro de la Fuente, Santos Cosme y Damián y Santos Pedro y Felices. Han desaparecido San Llorente o Lorenzo el Viejo, Santiago de la Fuente, Santiago de la Capilla, San Nicolás, San Román, Santa María de Viejarrúa, San Martín y Santa María de la Blanca.
En Burgos, a la sazón, halló santa Teresa a comunidades, masculinas y femeninas, de las antiguas Ordenes monásticas y mendicantes y también a los padres jesuitas, tan alentadores de la fundación teresiana. Los benedictinos, poseían el famoso monasterio de San Juan, obra inicial de San Lesmes. En la otra orilla del río Arlanzón, los dominicos habían alzado su convento de San Pablo, fundación realizada en 1219 por el mismo Santo Domingo, el burgalés que quizás más ha influido en la cultura y religiosidad del Occidente cristiano. Sobre el camino de Madrid estaban los padres agustinos, celosos custodios del Santo Cristo de Burgos, la devoción que con más anhelo practicaban entonces los vecinos.
Casi enfrente de la Puerta y Arco de Santa María tenían su convento los mercedarios, hechura de san Pedro Nolasco en un viaje que hizo a Burgos en 1248. Era un colegio de mucho respeto y de él salieron insignes obispos y cronistas. En el enfaldo del cerro de San Miguel, aledaños entre sí, estaban San Francisco y la Trinidad que, como es habitual en Burgos, fundaron los mismos patriarcas San Francisco, en 1231, y San Juan de Mata, en 1200. Los padres jesuitas habían llegado en 1553, de la mano de San Francisco de Borja y en 1582, mientras la Santa intentaba rematar su convento, trabajaban con la misma intención los Hermanos Mínimos que en España se decían 'victorinos' o de la Victoria porque habían llegado a España en el gloriosísimo año de 1492.
Siete conventos de monjas existían en Burgos en 1582. Encabezaba el elenco por su antigüedad y grandeza la abadía cisterciense de Santa María, la Real, de Huelgas, fundada en 1187 por los reyes don Alfonso VIII y doña Leonor, sobre un amplio dominio material y con poderes y exenciones civiles y eclesiásticas que sorprenden hoy. Además de monasterio era panteón regio y centro de acogida para altas damas de la realeza y nobleza. Teresa visitó esta comunidad, presidida a la sazón por 'la muy alta señora doña Francisca Manrique, abadesa por la gracia de Dios y de la Santa Sede Apostólica...'. Los Manrique, además de Adelantados de Castilla eran amigos y benefactores de la Santa.
En Huelgas residía, en tanto hallaba acomodo propio, la comunidad cisterciense del cercano lugar de Renuncio, arrojada de allí porque el fuego había destruido su monasterio (1569). Otra comunidad cisterciense había venido a Burgos, la de las madres calatravas que en 1568 levantaron su monasterio de San Felices de Amaya, al occidente de la capital. En 1582 residían, en régimen de alquiler, en la admirable mansión de los Miranda.
En el barrio de la Vega, orilla izquierda del Arlanzón, habitaban desde 1218 las monjas de Santa Clara, que en el mismo sitio siguen alabando a su Señor. Había otras tres comunidades femeninas, éstas practicantes de la llamada regla de San Agustín. La promotora, en parte, del movimiento agustiniano, había sido doña Dorotea Rodríguez de Valderrama, señora de gran espíritu a la que se le reconoce una gran influencia en la conversión al Cristianismo del rabino de la sinagoga de Burgos, llamado don Pablo de Santa María o de Cartagena tras su Bautismo.
Doña Dorotea fundó un beaterio agustianiano en la parroquia de la Blanca, junto al castillo de donde en 1470 bajó a la calle de su nombre en las traseras del convento de los padres agustinos. En 1456, veinte años después de morir doña Dorotea, se fundó otro convento agustino en la parroquia de San Lesmes, convento que duró hasta la guerra de la Independencia. Finalmente, en 1558, en un punto cercano a donde se quedaron las descalzas de santa Teresa, se instalaron las madres agustinas canónigas de la Madre de Dios, subsistentes hoy en las afueras de la ciudad.
Fray Valentín de la Cruz
Burgos, Francisco de
Vecino de Burgos, cuyas casas intentó adquirir la Santa para iniciar la fundación de Burgos (cta 388,1). No parece haber sido conocido por ella.
Burgos, fundación del Carmelo de
Es la última fundación de la Santa, si bien una vez realizada seguía en pie el proyecto de fundar un Carmelo en Madrid. (Lo realizarán en 1586 Ana de Jesús y fray Juan de la Cruz). De cuantas fundaciones hizo ella, ésta de Burgos es quizás la más trabajosa, a causa de las inclemencias del tiempo y de la oposición del Arzobispo burgalés, y debido a la precaria salud de T, que en Burgos cumple los 67 de edad. El nuevo Carmelo se erige el 19.4.1582, con el título de 'San José de Santa Ana'. Se instaló en las casas de los señores Mansino, donde sigue aún hoy el monasterio.
Preparativos.Promotores de la fundación habían sido el jesuita P. Ripalda y la dama burgalesa, D.ª Catalina de Tolosa. A fines de noviembre de 1581 viene desde Andalucía a Avila fray Juan de la Cruz, solicitando la participación y presencia de la Santa en la fundación de Granada. Pero T opta expresamente por Burgos (cta 418), opción que pronto tiene el refrendo del Señor: 'El mismo soy, no dejes de hacer estas dos fundaciones' (de Palencia y de Burgos: F 31,4). Pese a lo duro del invierno, T parte de Avila el 2.1.1582. Hace una breve pausa en los Carmelos de Medina, Valladolid y Palencia. El último tramo del viaje, Palencia-Burgos, lo realiza los días 24-26 de enero, con penosísimo temporal. La acompañan personas entrañables: su enfermera Ana, Teresita, Gracián... Antes de entrar en la ciudad, T y la comitiva de monjas, capellanes y arrieros se detiene para orar ante el venerado Cristo de Burgos, entonces extramuros de la ciudad. Al grupo de fundadoras lo recibe D.ª Catalina de Tolosa en su casa de Burgos, no lejos de la catedral. Teresa llega rendida y gravemente enferma. Una fuerte inflamación de garganta apenas le permite hablar.
La fundación.Acogida cordialmente por la ciudad, T choca con la oposición del Arzobispo don Cristóbal Vela, abulense como ella. La pequeña comunidad de monjas fundadoras tiene que renunciar a la hospitalidad de Dª Catalina y se traslada al Hospital de la Concepción, al otro lado del río, extramuros de la ciudad. Ahí contempla la Santa, muy de cerca, la interminable cinta de miserias humanas alojadas en los camastros de la casa de cura. Ahí se gana la simpatía y atenciones de un médico del hospital, Antonio de Aguiar. La apoya desde Palencia el obispo don Alvaro, amigo y admirador. Por fin el 26 de marzo escribe ella: 'Ya estamos en la casa y nos damos prisa a acomodarla' (cta 437,1). Había logrado contratar, sorpresivamente, la casa y finca de los señores Mansino. El 18 de abril obtenía la licencia del Arzobispo. Y al día siguiente inauguraba el Carmelo burgalés. Una vez en la casa, recién estrenada, el 23 de mayo se desborda el Arlanzón y se la inunda: T y sus monjas tienen que desplazarse al piso alto del edificio y esperar...
Dos meses de paz monacal.'Si no es por quien pasa, no se creerá el contento que se recibe en estas fundaciones cuando nos vemos ya con clausura...', comenta ella (F 31,46). Ahora, conquista pronto la benevolencia del Arzobispo. Se gana las simpatías del admirable médico Aguiar. Ella misma recibe y da el hábito a las primeras vocaciones burgalesas. Se atrae las miradas de numerosas religiosas de otras comunidades, especialmente del Real Monasterio de las Huelgas. Disfruta de una primavera espléndida, que le permite escribir su último relato, la fundación de este Carmelo, último capítulo de su Libro de las Fundaciones,redactado con mano firme y gran agilidad estilística: 28 páginas autógrafas que han llegado hasta nosotros. Todavía el 6 de julio se ve precisada a renunciar al viaje de Madrid (ctas 455 y 456). Por fin, el 26 de ese mes, fiesta de santa Ana, titular del Carmelo burgalés, emprende el viaje de regreso, en dirección a Avila, pero que a medio camino habrá de desviar hacia Alba. Jornada penosa: Burgos, Palencia, Valladolid, Medina del Campo, Alba de Tormes. A los dos meses de la partida (Burgos 26.7 Alba 4.10) pone fin a su tarea terrena y entrega su alma al Señor.
De Burgos y los burgaleses había escrito: 'Siempre había yo oído loar la caridad de esta ciudad, mas no pensé llegaba a tanto' (F 31,13). Burgos. Bibl.Fr. Valentín de la Cruz, Santa Teresa en Burgos, Burgos 1982; T Alvarez, Burgos visto con ojos de mujer, Burgos 1998; A. Salvá, Santa Teresa en Burgos, en MteCarm 7 (1906), 727-734; 768-776; A. C. Ibáñez Pérez, Burgos y los burgaleses en el siglo XVI, Burgos 1990; V. Dávila Jalón, Nobiliario de la ciudad de Burgos, Madrid 1955.
F. Domingo
Búsqueda de Dios
Búsqueda de Dios
También en Teresa de Jesús está presente, y a veces acuciante, el sentimiento de los orantes bíblicos y de los grandes místicos: búsqueda de Dios, deseo de verlo, anhelo de su presencia o de su rostro (Sap1,1; salmos 26,8; 79,4.8.20...), cta 68,33 y 104,4. Entre los místicos, quizás nadie como san Juan de la Cruz expresó esa tensión de búsqueda: 'Adónde te escondiste..., salí tras Ti clamando'. 'Buscando mis amores...' 'Descubre tu presencia y máteme tu vista...' (Cántico, 1.3.11).
Como él, también T prorrumpe en ese grito, repitiendo la pregunta bíblica 'dónde está tu Dios' (V 20,11 y todo el contexto), y apropiándose la imagen de la cierva que busca las aguas ('así mi alma te busca', salmo 41,2), que ella excepcionalmente cita en latín: '¡Oh, qué es ver un alma herida!... ¡Oh, cuántas veces me acuerdo, cuando así estoy, de aquel verso de David: quemadmodum desiderat cervus ad fontes aquarum, que me parece lo veo a la letra en mí!' (V 29,11). Imagen que ella repetirá por última vez en las Moradas séptimas (3,13), cuando ya en parte se le ha saciado la sed.
Esas dos páginas de Vida y de Moradas marcan los dos extremos de la tensión de búsqueda en la historia mística de Teresa. En medio de ese arco tenso, ocurren dos episodios incisivos.
El primero, en Salamanca, a raíz de la Pascua de 1571, con ocasión del canto de sor Isabel 'Véante mis ojos' (R 15), que agudiza una vez más la búsqueda de Dios: verlo con los propios ojos, aun a costa de la muerte. El episodio ocurre el 16 de abril de ese año. Sólo dos meses después, el 30 de junio de 1571, Teresa toma nota de la palabra interior que le dice: 'No trabajes tú de tenerme a Mí encerrado en ti, sino de encerrarte tú en Mí' (R 18). Esta sencilla experiencia mística tiene importancia por preparar a distancia de años el segundo episodio.
Ocurre éste hacia el final de ese proceso de búsqueda, cuando ya ella ha entrado en el sosiego de las séptimas moradas. En un momento de profunda oración, T escucha de nuevo la voz interior que le sugiere una consigna incisiva: 'Búscate en Mí'.
Deseosa de ahondar en el sentido de esa palabra interior, la comunica en la intimidad a su obispo don Alvaro de Mendoza. Y éste decide, de acuerdo con ella, organizar un mini-torneo literario espiritual para discutirla y evaluarla. Surge así el conocido episodio del 'Vejamen' en que tercian las carmelitas de San José de Avila y un grupo selecto de espirituales amigos, entre los que destaca fray Juan de la Cruz. (Para más detalles, ver la voz 'Vejamen'). Sucedía todo eso en las Navidades de 1576 a 1577, cuando fray Juan no había compuesto aún sus versos 'Adónde te escondiste...'
Tras criticar humorísticamente todas las respuestas del torneo, ella, Teresa misma, esboza su interpretación del problemático lema, en un poema que comienza con el estribillo: 'Alma, buscarte has en Mí / y a Mí buscarme has en ti'. Con lo cual, desdoblaba el lema en dos direcciones: búsqueda de Dios y búsqueda de su propia alma. Pero entrecruzando poéticamente los rumbos: a Dios buscarlo en el alma, y a la propia alma buscarla en Él.
Probablemente había mediado en ese intervalo otra experiencia mística, referida en la Relación 45: 'Una vez entendí cómo estaba el Señor en todas las cosas y cómo en el alma, y púsoseme comparación de una esponja que embebe el agua en sí'. Experiencia ésta, que podría añadir un último eslabón al proceso de interiorización de Teresa, quien durante años ha buscado a Dios 'dentro de sí', a la manera agustiniana (V 40,5; C 28,2; M 4,3,3). Ahora, ese último episodio de búsqueda en lo interior, prepara el paso hacia la trascendencia: buscarse a sí misma en Dios. Porque ella (el alma) está inmersa en El, como el agua en la esponja.
El poema compuesto por la Santa glosa esos dos tiempos de la búsqueda. Las tres primeras estrofas glosan la consigna final 'búscate en Mí', es decir, trasciende tu interioridad. Las tres últimas regresan al proceso de interiorización: 'a Mí búscame en ti'.
Es posible que esos dos tiempos del proceso de búsqueda interioridad y trascendencia estén reflejados en el Cántico Espiritual de fray Juan de la Cruz, que comienza con el clamor de búsqueda (Adónde te escondiste... / descubre tu presencia); que luego interioriza esa presencia en 'los ojos deseados / que tengo en mis entrañas dibujados'; y que culmina con el vuelo de las últimas estrofas: 'Gocémonos, Amado / y vámonos a ver en tu hermosura...'
En todo caso, los dos poemas, compuestos en clima místico compartido y por las mismas fechas (1577-1578), reflejan al vivo la mística tensión de búsqueda de Dios, sufrida y gozada por dos eximios testigos de esa tensión teologal. Vejamen.
BIBL. A. M. García Ordás, La Persona divina en la Espiritualidad de S. Teresa, Roma 1967; AA.VV., La búsqueda de Dios, Madrid 1984.
T. Alvarez
Bustamante, Bartolomé, sj
(1501-1570) Nacido en Alcalá de Henares, ahí cursó sus estudios, que posteriormente completó en Salamanca. En 1534, era ya secretario del Cardenal Juan de Tavera, arzobispo de Toledo. Años adelante, será favorable a B. de Carranza, también arzobispo de Toledo y preso por la Inquisición. En 1536 viajó a Roma, para colaborar en la preparación del futuro Concilio de Trento. En 1552 ingresó en la Compañía, en la que intimó con san Francisco de Borja y, a su vez, desempeñó altos cargos de gobierno, desde los cuales tuvo ocasión de conocer y aconsejar a la Santa. Siendo Visitador de la Provincia de Toledo (1567-1569), participó en la fundación del Colegio de Segura de la Sierra (Jaén), tras fallar el intento de fundación de un Carmelo en dicha villa (cf. los datos aportados por la carta pseudo-teresiana, insertada en su epistolario con el n.11, y fecha de 28.6.1568). Más tarde (1573-1574) orientará hacia la Madre Teresa y sus Constituciones a la fundadora del Carmelo de Beas, Catalina de Jesús (Sandoval y Godínez). Escribe ésta en su autobiografía: 'Preguntándole [yo al P. Bustamante] que si sabía alguna orden que guardase aquella Regla [del Carmen]..., dijo que aquella era la Regla de la M. Teresa de Jesús, y dijo mucho de ella, y aconsejóme que procurase luego darle cuenta y rogase quisiere admitir la dicha fundación y venir a ello y que él me ayudaría y la escribiría sobre ello, porque era muy conocida suya'(Autobiografía, c. 6). El P. Bartolomé fue especialmente famoso por sus conocimientos de arquitectura y por ser considerado 'el promotor de la arquitectura jesuitica en España'.