Es el octavo Carmelo fundado por T. Inaugurado por ella misma el 25 de enero de 1571, ‘día de la Conversión de san Pablo’ (F 20,14), con la asistencia de fray Juan de la Cruz. Erigido bajo la advocación de ‘Nuestra Señora de la Anunciación’, e historiado por la Santa en ese capítulo 20 de las Fundaciones.La licencia para fundar había sido otorgada por el prelado de Salamanca, P. González de Mendoza con fecha 20.12.1570.
Alba de Tormes (Salamanca), con ser ‘la Villa de los Duques’, y a pesar de hallarse éstos en pleno esplendor y poderío, avalados por una buena docena de títulos nobiliarios, no parece polarizar el entusiasmo fundacional de la Santa, que inicialmente se resiste a fundar uno de sus Carmelos ahí: ‘Yo no lo había mucha gana escribe a causa que, por ser lugar pequeño, era menester que tuviese renta…’ (F 20,1). Luego de rendirse al parecer del padre D. Báñez en pro de la fundación ‘con renta’ como será ésta, T cuenta morosa y deliciosamente los orígenes de la fundación, centrados en el protagonismo del matrimonio Francisco Velázquez y Teresa Layz, él contador del Duque, ella oriunda de ‘un lugar llamado Tordillos, que es dos leguas de la dicha villa de Alba’ (20.2). Familia sin hijos, de ellos dos teje la Santa una amorosa semblanza, y cuenta los caminos de ensueño por donde san Andrés inspiró a Teresa Layz la fundación en un preciso lugar de la Villa. La Santa hace constar su gratitud porque ambos cónyuges abandonaron su propia casa para convertirla en Carmelo, yendo ellos a morar en otra ‘harto ruin’ (20,14).
En el relato teresiano de la fundación se filtra discretamente una insinuación sobre que ‘harto trabajo se pasó en concertarnos…’ (20,13). Efectivamente, basta asomarse a las páginas de la ‘Escritura fundacional’ para percatarse de que la fundadora Layz era señora de altos vuelos y se perdió en interminables cláusulas de exigencias impuestas a la madre Teresa para el futuro de la fundación (cf BMC 6, 159-168): que en el nuevo Carmelo no podría haber más de trece religiosas, y el día en que se superase dicho número, el edificio se convertiría automáticamente en ‘hospital para curar las bubas en la dicha casa e monasterio’ (ib p.163); que semanalmente se habría de celebrar una serie de misas por los dos fundadores y sus familiares; que a su vez ellos dos quedaban con derecho de sepelio en lugar de preferencia en la nave central de la iglesia; que la comunidad quedaba obligada a recibir en adelante monjas de las familias fundadoras, detalle éste meticulosamente precisado en las estipulaciones de fundación, etc., etc. Era normal que a la madre Teresa le costase ‘harto trabajo’ firmar esas y otras cláusulas del documento. Pero de hecho las firmó en la víspera de la fundación, el 24 de enero de 1571. Bajo su firma aparece también el nombre de Teresa Layz, en cuya representación firma Juan de Ovalle, por no saber aquélla escribir (ib p.168). Años adelante, T se sentirá tan a gusto en su Carmelo de la villa del Tormes: ‘tengo [aquí en Alba] una ermita, que se ve el río, y también adonde duermo, que estando en la cama puedo gozar de él, que es harta recreación para mí’ (cta 59,1: escrita en enero de 1574).
El convento de Alba tuvo la suerte de acoger a la Santa en su postrera enfermedad (sept.-octubre de 1582). Hoy es un auténtico relicario teresiano: en él se custodian los restos mortales del cuerpo, el corazón y un brazo de la Santa, con tantos otros recuerdos suyos. Muy cerca se yergue la inacabada Basílica Teresiana. Muerte, Reliquias.
BIBL.José de Lamano y Beneite, Santa Teresa de Jesús en Alba de Tormes, Salamanca 1914; Fernando Araujo, Guía histórico-descriptiva de Alba de Tormes (especialmente el c. 15), Salamanca 1882. BMC 6, 159-177; AA.VV., Fuentes históricas sobre la muerte y el cuerpo de santa Teresa de Jesús (1582-1596), Roma 1982; Daniel Sánchez, Alba de Tormes. Historia, Arte, Tradiciones, Salamanca 1984.
F. Domingo