Insigne discípula de santa Teresa y de san Juan de la Cruz. Difusora del Carmelo teresiano en España, Francia y Bélgica. Propulsora de fundaciones en Polonia y Alemania. Ana es buena conocedora y transmisora de la espiritualidad teresiana. En los últimos años de su vida, será eslabón de empalme con el naciente Carmelo de Italia a través de carmelitas egregios, como Tomás de Jesús, Jerónimo Gracián, Juan de Jesús María, Ferdinando… Su presencia simbólica llega hasta la autobiografía de santa Teresa de Lisieux a finales del siglo XIX (Historia de un Alma, Ms B 2v).
Nacida en Medina del Campo, de Diego Lobera y Francisca de Torres el 25.11.1545, es bautizada el día mismo del nacimiento. Huérfana de padre a los pocos meses y de madre a los nueve años (1554). Se educa en Medina bajo la tutela de la abuela paterna. En 1560, contando ya 15 años, se traslada con su único hermano, Cristóbal Lobera (futuro jesuita), a Plasencia (Cáceres), a casa de la abuela materna. Tres años más tarde, en 1563, se pone bajo la dirección espiritual del jesuita Pedro Rodríguez, mientras completa su formación cultural. En 1569 está gravemente enferma varios meses y durante la convalecencia entabla relación con Sta. Teresa, que la admite en el convento de San José de Avila, adonde llega a finales de julio de 1570. Viste el hábito religioso el 1 de agosto siguiente, a los 24 de edad. Siendo aún novicia, se traslada a Salamanca por decisión de la Madre Fundadora y en el viaje se detiene en Mancera y trata por primera vez con fray Juan de la Cruz. Emite la profesión religiosa en Salamanca el 22 de octubre de 1571, donde sigue de formadora por indicación de T.
De Salamanca pasa a Andalucía. En diciembre de 1574 viaja con Sta. Teresa desde Valladolid a Beas (Jaén), pasando por Avila, Toledo, Malagón, Daimiel, Manzanares y Almodóvar del Campo. Llega a Beas de Segura el 18 de febrero de 1575. Inaugurada la fundación el 24.2.1575, Ana queda de priora, y será reelegida por la comunidad en abril del 1578. Aquí tiene lugar su segundo encuentro con fray Juan de la Cruz en octubre de este año, cuando el Santo, fugado de la carcelilla toledana, pasa por Beas, camino de El Calvario. Desde ese momento los dos se sienten unidos por estrecha amistad. La M. Teresa le hace la presentación de fray Juan: ‘hombre celestial y divino… No he hallado en toda Castilla otro como él ni que tanto fervore en el camino del cielo’ (cta 277).
El 15 de enero de 1581 fray Juan de la Cruz acompaña a la M. Ana y sus compañeras desde Beas a Granada, adonde llegan el 20 del mismo mes e instalan provisionalmente la fundación del Carmelo granadino en casa de doña Ana de Peñalosa, célebre destinataria de la Llama de amor viva (21. 1. 1582). El 8.11.1584 la comunidad se traslada a la nueva casa en la calle del Gran Capitán. A finales de ese año el Santo concluye el Cántico espiritual. Lo ha escrito, nota él, ‘a petición de la madre Ana de Jesús, priora de las descalzas de San José de Granada’. En enero de 1585 Ana es reelegida priora de la comunidad granadina, pero ya en julio de 1586 sale para la fundación de Madrid, acompañada de nuevo por fray Juan de la Cruz y un grupo de religiosas. La erección canónica del Carmelo madrileño tiene lugar el 16 de septiembre de 1586. Es nombrada priora Ana de Jesús, que permanece al frente de la comunidad hasta finales de 1589. Siguen años de sufrimiento y tirantez con los superiores de la Reforma teresiana, hasta que, muerto el P. Doria, Ana es destinada al Carmelo de Salamanca. Se detiene varios días en Avila y en Alba de Tormes, y aquí tiene la suerte de contemplar personalmente los incorruptos restos mortales de la santa Madre Teresa. En marzo de 1596 es elegida priora de la comunidad salmantina, pese a la oposición de los superiores de Madrid, y vuelve a ser elegida en 1599. Ahí, en Salamanca, la sorprende en 1604 la iniciativa de introducir el Carmelo teresiano en Francia.
El 4 de agosto de ese año es designada oficialmente fundadora del Carmelo de París. Sale de Salamanca el 20 de dicho mes y en Avila se le unen otras cinco compañeras con las que emprende viaje a Francia el 29 de agosto. Hitos de su itinerrio: Villacastín, Segovia, Aranda de Duero, Burgos, Vitoria, Irún, y sucesivamente, San Juan de Luz, Bayona, Burdeos, Saintes, Poitiers, Amboise, Orléans… Llegan a París el 15 de octubre de 1604. Del largo viaje y sus peripecias nos dejará un relato la misma M. Ana, escrito a petición del obispo de Tarazona, Diego de Yepes (BMC 29, 132-144).
El 18.10.1604 se inaugura la fundación parisiense de la Encarnación, de la que es nombrada priora M. Ana. El 14 de enero del año siguiente acompaña a las fundadoras de Pontoise, regresando a París el 18 del mismo mes. En septiembre hace lo propio con las fundadoras del Carmelo de Dijon, al que va destinada y donde cae enferma. Abandona Dijon el 30 de diciembre de 1606, siendo sustituida por la beata Ana de san Bartolomé, y de paso por París llega a su nuevo destino de Bruselas el 22 de enero de 1607. Inaugura enseguida la fundación bruselense y en 1611 la traslada al convento definitivo. Al año siguiente es reelegida priora. Mantiene estrecha amistad y comunicación con el P. Jerónimo Gracián, que muere en Bruselas (1614), fecha en que Ana celebra solemnemente la beatificación de la M. Teresa. Desde 1613 la M. Ana se halla gravemente enferma, pero continúa de superiora, siendo confirmada en el cargo por tercera vez en 1615, y por cuarta en 1618. Fallece en Bruselas el 4 de marzo de 1621, a los 75 años, iniciándose inmediatamente las informaciones para el proceso de beatificación en varias diócesis de Bélgica, prolongándose hasta 1642.
Ana intimó con T desde su ingreso en el Carmelo de Avila, a los 25 años. ‘A la M. Teresa de Jesús declara ella traté con tanta familiaridad, que de vista y por escrito de su propia letra supe casi todas sus cosas, las cuales están declaradas en sus libros’ (BMC 18, 462). Convivió con la Santa en los Carmelos de Avila, Salamanca, Alba y Beas. Alguna vez, las dos ocupan la misma celda religiosa. Comparten vida, estilo y experiencias en el largo viaje de Castilla a Andalucía: contaba entonces la Santa 60 años; Ana solos 30. De la correspondencia epistolar que medió entre ambas es poco lo que ha llegado hasta nosotros: varios fragmentos de cartas de T, y la famosa ‘carta terrible’, escrita por ésta desde Burgos y enviada a M. Ana con ocasión de la fundación de Granada, sobre la base de informaciones inexactas (cta 451). Ana misma cuenta que ‘viendo una vez algo revuelta la religión y con contienda de prelados, porque aún no los teníamos de nuestros descalzos como ahora, me envió a mandar la Madre quemase todas sus cartas. Yo lo hice’ (BMC 18, 485). Pero sí nos transmitió íntegra la mencionada ‘carta terrible’, nada elogiosa para ella.
Más tarde, en los años de crisis motivados por la marginación de Gracián y por la manipulación de las Constituciones teresianas, Ana tomó posición a favor del texto de la Santa (Constituciones de Alcalá 1581). Con las debidas licencias, se adelantó a reeditarlas en Madrid 1588, dado el crecimiento numérico de los Carmelos y la escasez de ejemplares de la primera edición. Sucesivamente se puso del lado de fray Luis de León, contrapuesto a las innovaciones de Doria. Actitud que ocasionó la deposición de la priora de su comunidad de Madrid y a ella le costó la gran humillación de un año de castigo y confinamiento. Una vez en Francia, no sólo se mantendrá adalid de las Constituciones de la Santa, sino que defenderá con valentía la teresiana ‘libertad de las descalzas’ en el recurso a letrados y confesores, y se opondrá a las novedades y tergiversaciones de Bérulle en los Carmelos franceses. Será ése uno de los motivos que la decidan a abandonar Francia y pasar a Bélgica.
Uno de los méritos teresianos de M. Ana es su intervención en la edición príncipe de los escritos de la Santa. Siendo priora de Madrid en 1586, se vale de la amistad con la emperatriz, María de Austria para recuperar de la Inquisición el autógrafo de Vida, cosa que no había logrado la propia autora en los siete últimos años de su vida. Luego, gracias a su amistad con fray Luis de León, es éste quien asume la responsabilidad de editor de la Santa, y en el pórtico mismo de las obras teresianas estampa su famosa carta-prólogo, dirigida a la M. Ana y a sus hermanas carmelitas. Era el año 1587. La edición sale a luz el año siguiente. Y como fray Luis, por razones obvias, no había incluido en la edición salmantina el Libro de las Fundaciones, lo editan por primera vez en Bruselas el P. Gracián y la M. Ana (1610), que añaden al texto de la Santa un capítulo final debido a la pluma de M. Ana, para contar la fundación del Carmelo de Granada. Ahí mismo, en Bélgica, ésta última hace publicar las primeras biografías de T en imágenes (‘vite effiggiate’, como decían entonces), obra de los maestros grabadores Adriano Collaert y Cornelio Galle y difundidas por toda Europa, gracias a los desvelos propagandistas de Gracián y de las dos Anas. (Reproducidas e impresas en Madrid 1962: ‘Vita B. Virginis Teresiae a Iesu, Ordinis Carmelitarum Excalceatorum piae Restauratricis. Illustrissimo Domino D. Ruderico Lasso Niño, Comiti de Añover… dicata. / Antuerpiae, apud Adrianum Collardum et Cornelium Galleum. MDCXIII. – 25 imágenes. Prólogo y epígrafes en latín. El prólogo terminaba: ‘ut si scripta toties lectaque minus se in animos B. Teresiae caelestis vita penetret, hoc adiumento oculis subiecta fidelibus, admirationem gignat, suscitet aemulationem’).
Antes de partir para el extranjero, M. Ana había testificado oficialmente dos veces sobre la persona de la Santa. En 1587, con motivo del pleito sobre la pertenencia de los restos mortales de ésta: la ha presentado como testigo el convento de Avila y hace su declaración en Madrid, donde es priora del Carmelo de Santa Ana (BMC 29, 79-87). Diez años después presta su declaración en el proceso de beatificación de la Santa, ante el tribunal de Salamanca, donde es nuevamente priora: su testimonio ocupa 25 páginas en la edición de los procesos hecha por el P. Silverio (BMC 18, 461-486: cf. ib vol 29, 79-129, ampliamente anotado por A. Fortes).
En Francia y Bélgica, la M. Ana colaboró con su homónima Ana de san Bartolomé: dos herederas y a la vez dos matices variantes del legado espiritual de T. Ana de Jesús no es autora tan copiosa como su homónima (cf MHCT vols. 5 y 7). Aparte los textos ya citados (relato de la fundación de Granada y doble deposición en los procesos de la Santa), M. Ana nos ha legado otro par de ‘declaraciones’ (sobre fray Luis de León y sobre Baltasar Alvarez), una preciosa Relación del viaje a Francia y de la fundación del Carmelo de París (BMC 29, 132-144), casi un centenar de cartas y un breve poemario (ib 291-294). Afortunadamente, casi a raíz de su muerte, tuvo un excelente biógrafo en el monje Angel Manrique, futuro obispo de Badajoz (1546): La venerable madre Ana de Jesús, discípula y compañera de la s. m. Teresa de Jesús y principal aumento de su Orden, fundadora de Francia y Flandes. 2 volúmenes, Bruselas 1632. Cf además el excelente estudio de I. Moriones, El carisma teresiano. Roma 1972. Los escritos de M. Ana han sido publicados y copiosamente anotados por Antonio Fortes y Restituto Palmero en el volumen 29 de la BMC (Burgos 1996), con abundante bibliografía.