Con fray Juan de la Cruz, es uno de los fundadores de Duruelo, muy querido por la Santa, hombre de gran relieve en los orígenes del Carmelo teresiano. Designado con el criptónimo ‘Macario’ en el epistolario teresiano. Nacido en Requena (Valencia, hacia 1510), oriundo de una familia ilustre, ingresó en el Carmen de su ciudad natal a los diez años. Cursó estudios de artes y teología en Salamanca (1552-1557). Ordenado sacerdote a los 22 de edad, desempeñó en la Orden numerosos cargos de gobierno: prior de La Moraleja, de Requena, Toledo (1561), Avila (1564), Medina (1567). Acompañó al P. Angel de Salazar al capítulo general de Roma en que fue elegido Rubeo (1564). Comisionado por el nuevo provincial, A. González, para visitar los conventos de España, ostenta título de vicario provincial. En noviembre de 1568 inicia con fray Juan de la Cruz la vida de descalzo en Duruelo, tras renunciar a su priorato de Medina (lo subraya la Santa: ‘renunció su priorazgo con harta voluntad, y prometió la primera Regla’: F 14,2). En 1570, traslada la comunidad a Mancera, donde él sigue de prior (F 14,9). Por iniciativa de la Santa, viaja de Mancera a Pastrana para implantar también aquí el nuevo Carmelo (F 17,14). En 1573, es designado por el visitador P. Fernández prior del Carmen de Toledo, y ejerce a la vez, desde enero de ese año, como presidente del Carmen de Avila (MHCT 1, 139). En marzo de 1575 funda el convento de descalzos de Almodóvar del Campo (Ciudad Real), con licencia concedida por Rubeo el año anterior (MHCT 1,186), quedando él prior de la nueva casa. Al año siguiente es prior de Los Remedios, en Sevilla (1576-1578), adonde ha sido llevado por Gracián. Es nombrado primer definidor del grupo de Descalzos en el improvisado primer capítulo de Almodóvar (1576), y provincial en el malogrado capítulo siguiente (Almodóvar 1578), si bien contrariando el parecer de la Santa (cta 273). Ella le había escrito que no lo convocase (cta 273,6). Pero la acalló él asegurándole que lo hacía por deber de conciencia: ‘me dijo fray Antonio que so pena de pecar no podía hacer otra cosa’ (cta 372,9). Es castigado por el nuncio papal, F. Sega (1578), que lo retiene ‘il capo di questa novità’ (MHCT 2, 45) y sigue situándolo entre ‘los cuatro’ principales revoltosos del momento (ib 130). Ya antes (a mediados de 1577) había sufrido prisión en Toledo; lo escribe la Santa al Rey: ‘este mismo [fr Maldonado] tuvo este verano preso en Toledo a fray Antonio de Jesús que es un bendito viejo, el primero de todos- sin ninguna causa’ (cta 218,7). El P. Antonio vuelve a ser nombrado prior de Mancera el año 1580. Con ese título asiste al Capítulo de Alcalá en 1581, donde es candidato al cargo de provincial, pero únicamente lo eligen definidor 2º. En calidad de vicario de Gracián, acompaña a la Santa en el postrer viaje de ésta a Alba, y ahí asiste a su muerte (septiembre-octubre de 1582). Dos años después acompañará a Gracián y a las fundadoras del Carmelo de Lisboa, y en el viaje le sucede el percance del perro rabioso que se avalanza sobre él y lo derriba por tierra (cf el relato emocionante de Gracián en MHCT 3,667). De nuevo es elegido tercer definidor en el capítulo de Lisboa (1585), al que asiste como prior de Los Remedios (Sevilla: 1582-1585). Sucede a Gracián como vicario de Portugal, y cuando empiezan los rumores y calumnias contra aquél, las monjas de Lisboa escriben al P. Antonio una carta perentoria pidiéndole ‘haga un riguroso examen de nuestras vidas’, tanto ‘por el honor del mesmo padre [Gracián] como por el nuestro’ (MHCT 3,185: carta del 25.9.1587). Requerimiento desatendido por el destinatario. En el capítulo de Valladolid de 1588 es elegido definidor y luego consiliario de la Consulta. Asiste al capítulo general de Cremona (1593). Ya en 1591 había sido designado provincial de Andalucía y en calidad de tal asiste a la muerte de fray Juan de la Cruz en Úbeda (14.12.1591). Pasa sus últimos años en Los Mártires de Granada, y finalmente en Vélez Málaga, donde muere el 22.4.1601.
No menos matizada y personal es la presencia del P. Antonio en los escritos de la Santa (Fundaciones y Cartas). Especialmente su paso por el epistolario teresiano es un continuo cruce de luces y sombras. A veces, con el nombre cifrado de Macario.
a) En el relato de las Fundaciones, la Santa tarda en convencerse de la vocación y personalidad del ‘santo viejo’: ‘cuando vi ya que tenía dos frailes, para comenzar, parecióme estaba hecho el negocio, aunque todavía no estaba tan satisfecha del prior [P. Antonio]’ (F 3,17). Pero luego ella misma le rinde un múltiple homenaje de afecto, aprecio y alabanzas. El P. Antonio es ‘el que lo comenzó’ (23,12), ‘el que comenzó el primer monasterio de descalzos’ (28,4). Él la ayuda de corazón en la fundación de Medina, donde ‘pasó harto trabajo’ (F 3,3.6.15). En los viajes de la Fundadora, la acompaña más veces: de Toledo a Avila en julio de 1577; de Malagón a Villanueva de la Jara (febrero de 1580: historiado en F 28,18), y de Medina a Alba de Tormes, ya no historiado en el Libro de las Fundaciones.
b) En sus fervores de neófito, o quizás en su ideología de reformador, el P. Antonio se aleja del humanismo teresiano y extrema la ascesis penitencial. Opta por caminar descalzo. Alguna vez la Santa humoriza en torno a su rigorismo: ‘Caídome ha en gracia el rigor de nuestro padre fray Antonio’ (cta 162,10). Pero lo desaprueba: ‘Lo que dice … de andar descalzos, de que lo quiero yo, me cae en gracia, porque soy la que siempre lo defendí [impedí] al padre fray Antonio’ (161,5). Finalmente lo obligarán a la humillación de calzar alpargatas. Generalmente goza de escasa salud (cta 259,2). En la primavera de 1580 se empeña en viajar con la Santa, enfermo como está, de Toledo a Segovia (cta 343,4). ‘Ha estado tal el P. Antonio, que yo temía ir sola con él, por pensar se había de quedar en el camino’ (cta 344,3). Pero ‘está ya muy mejor, que dice misa’.
c) En las cartas de la Santa aflora, como un ritornelo, el tema de los celillos del P. Antonio frente a la persona de Gracián, visto éste como joven y segundón, que se ha acaparado la autoridad en la tarea de reforma, y sobre todo el afecto de la santa Fundadora. Mientras Gracián tarda en percatarse, es ella quien percibe ese trasfondo humano y nebuloso. Antonio, malhumorado, reacciona negándose a responder a las cartas de la Santa: ‘como nunca me responde, no le escribo’; ‘mis encomiendas …al P. fray Antonio, y que si tiene prometido de no me responder’; ‘al P. fray Antonio, muchas encomiendas y que no era carta la que le escribí para dejarme de responder’. ‘Me escribió…: torna a ser mi amigo’ (ctas 167,4; 173,5; 374,9; 465,4…). En el fondo era patente el afecto recíproco de ambos: ‘hoy han venido por nosotras el padre fray Antonio y el prior de la Roda [para el viaje de Malagón a Villanueva de la Jara]… No puede negar el buen fray Antonio el amor que me tiene, pues con toda su vejez viene ahora acá’ (334,1). En contrapunto, Gracián lo lleva consigo por ‘compañero’ de Visitas, y tras el capítulo de Alcalá no duda en nombrarlo vicario suyo para Castilla. En ese contexto, resulta sobrecogedora la última propuesta de la Santa a Gracián; se la escribe desde Valladolid, apenas un mes antes de morir, en vista del alejamiento ilimitado de éste: ‘Si lo hace bien fray Antonio acá [como vicario de Gracián en Castilla], podrá estar vuestra reverencia a la mira para encomendarle eso [lo de Andalucía]’ (cta 465,6: fechada el 1.9.1582).
d) Al acercarse la hora decisiva de elegir por fin un ‘verdadero provincial’ de los descalzos en el capítulo de Alcalá, a la Santa le preocupa ‘el bandillo’ (ctas 324-325) de los seguidores de Antonio, opositores de Gracián. Una y otra vez lo pregona ante ella misma el fogoso Ambrosio Mariano (ctas 358,6; 371,6), hasta el punto de que ‘me han avisado escribe ella que algunos de los que han de votar, van [al capítulo] deseosos de que salga el padre Macario’ (377,9). Y cuando finalmente no sale elegido, ella sigue interesada en saber cuál ha sido su reacción (380,4; pero cf. 324,6). Cuando, muerta ya la Santa, llegue para Gracián la hora del acoso y derribo, con calumnias y persecuciones enconadas, el P. Antonio, tristemente, se pondrá del lado de los adversarios, y tendrá más de una intervención deplorable (cf MHCT 3,186. 280. 370…). No sabemos el contenido de la carta que en 1584 escribe al P. General de la Orden; Doria, que está entonces en Italia, sabe que era un ‘escrito contra el Padre Provincial [Gracián]’, y pide que aclaren al P. General quién es el uno y quién el otro, es decir, Heredia y Gracián (MHCT 3,40).
e) Fortuna e infortunio a la par, es su presencia en la postrera jornada de la Santa. El P. Antonio se muestra poco sensible a los planes de ésta (viaje a Avila, profesión de Teresita, reposo final en su comunidad de San José…), poco sensible también a su agotamiento y última enfermedad, y cede sin más a la demanda de los poderosos duques de Alba, obligándola a cambiar de rumbo, de planes y de viaje. Le cabe a él la suerte de administrarle los últimos sacramentos (Penitencia, Eucaristía, Unción). La asiste con cariño y respeto. Quizá con menos tacto, en momentos tan solemnes.
f) El P. Antonio no nos transmitió ninguna de las cartas de la Santa. Tampoco se presentó a deponer en su proceso de canonización. En la primitiva historiografía OCD, su persona y su prestigio suman un cúmulo de loores. En el primer esbozo oficial de esa historia, hecho a raíz del capítulo de 1591, se lo empareja con la Santa. Son los dos ‘guías’ providenciales de la nueva familia: ella, ‘guía’ de las monjas; él, ‘guía’ de los descalzos (‘Praefati duo quasi ductores et praevii haec monialium, ille religiosorum vocari possunt’: en Privilegia… fratrum qui discalceati nuncupantur. Madrid, 1591, p.4: texto apasionado, que calca otro precedente y también oficial, aunque no impreso, del secretario de la Consulta: MHCT 4, 379). En su Historia, también Jerónimo de San José le otorgará el Nº 3 en la serie de ‘cien religiosos insignes’, a zaga de la Santa y de fray Juan de la Cruz (L 1, c. 16, pp. 129 y 156). Reforma, 2,6,4-6.17.36.