Apóstoles son los doce elegidos por Jesús, incluido Judas. El Apóstol es san Pablo (C. 15,6). Apostolado es el grupo de los doce y su misión (M 5,3,2).Teresa los recuerda también como ‘el colegio de Cristo’ (C 27,6). Elegidos por Jesús con criterios inescrutables: en el colegio de los doce ‘tenía más mando san Pedro, con ser un pescador y lo quiso así el Señor, que san Bartolomé, que era hijo de rey’ (C 27,6, cf. ‘Bartolomé’); y a él perteneció Judas, el de la traición (M 5,3,2; 5,4,7). En los escritos de la Santa, además de Pedro y Judas son mencionados por su nombre Bartolomé (V 36,5; C 27,7), Tomás (M 3,1,2), Juan (V 22,5; R 6,9), Mateo (R 33,1), Andrés (F 20,10; epílogo de M 5; a él dedica un poema: 21) y Matías (F 22 tít. Y nn. 4.19.31-32).
En la lista de devociones particulares de la Santa figuran cinco apóstoles, en este orden: Juan, Pedro y Pablo, Andrés y Bartolomé.
Entre las palabras que Jesús les dirige, T recuerda varias: a ellos les dice que ‘no es más el siervo que el Señor’ (Jn 13,36 ss.: R 36,2); les encomienda ‘encarecidamente’ que se amen (Jn 13,34: C 4,11); les da la paz: ‘paz, paz… dijo el Señor y amonestó a sus apóstoles tantas veces’ (Jn 20,21: M 2,9); les inculcó ‘que fuesen una cosa con el Padre y con El’ (Jn 17,21: M 7,2,7); ‘que fuesen a predicar y enseñar’ (Mt 28,19: M 7,4,14); a ellos les dijo en la intimidad el ‘Con deseo he deseado’ (Lc 22,15: C 42,1); y les dio la consigna final, malentendida por ciertos teólogos: ‘conviene que yo me vaya’ (Jn 16,7: V 22,1; M 6,7,14).
De su paso por la escena evangélica, T recuerda además unos cuantos episodios: su incredulidad (V 26,6), su pregunta por los pecados del ciego de nacimiento (Jn 9,2: M 1,1,3) , su somnolencia en el Huerto de Getsemaní (Conc 3,11), su miedo y huida tras el prendimiento de Jesús (M 6,7,10), la traición de uno de ellos (Jn 18,3: C 7,10; M 6,7,10), que se les aparece resucitado (Jn 20,26: M 7,2,3), que Jesús ha orado por ellos (M 7,2,7), que llena de fuego sus palabras (C 4,11,15,6; 16,7), que los capacita para amar y sufrir (M 6,7,13; 7,4,5).
Aún así, T no idealiza su posterior santidad; recuerda que no estuvieron exentos de pecados veniales, pues ‘sólo nuestra Señora no los tuvo’ (cta del 2.1.1577, n. 9, a Lorenzo de C.). Pero ve en ellos grandes modelos de vida evangélica (‘un dibujo de lo que pasó Cristo’: V 27,15); ‘ojalá los predicadores tengan el fuego anunciador de ellos’ (V 16,7); incluso las monjas contemplativas, impedidas de predicar y enseñar, deben imitarlos, haciéndolo no de palabra sino de obra y con el ejemplo (M 7,4,4). Pedro y Pablo son los grandes modelos del amor a Cristo (V 29,2; M 6,7,4; 7,4,5). Judas, en cambio, es el ‘tipo’ de la inseguridad y el riesgo con que el cristiano hace su camino de fe (M 5,4,7).
Cada carmelo deberá ser un pequeño ‘colegio de Cristo’ (C 27,6), en que todas se amen como los apóstoles (Cons 28). En definitiva, el Señor nos quiere (a las monjas de sus carmelos) ‘pobrecitas, como eran los apóstoles’ (cta del 17.9.1581, n. 2, a J. Gracián). Cuando T se ve precisada a hacer el elogio de fray Juan de la Cruz y su compañero, presos, escribe: ‘Dicen las monjas que son unos santos , que nunca les han visto cosa que no sea de apóstoles’ (cta a María de san José, del 10.12.1577, n. 8).
Al Apóstol Santiago, con quien ella será más tarde compatrona de España, nunca lo menciona directamente en su persona, sino con ocasión de la ‘encomienda de Santiago’ (F 22,13) o bien para datar las cartas en el día de su fiesta.
BIBL. E. Renault, «Lidéal apostolique des Carmélites selon s. Thérèse dAvila», Paris 1981; Id., Genèse et évolution de lesprit apostolique chez Thérèse dAvila, en «Rev. Histoire de la Spiritualité» 53 (1977), 95-116.
T. Alvarez