La ascesis cristiana ha sido objeto de revisión en la teología posconciliar. Se ha querido purificarla de residuos extraños, para devolverle la primitiva nitidez evangélica. En efecto, Jesús no es un asceta, sino un personaje de vida sobria y normal, que presenta un nuevo rostro de Dios y proclama un nuevo orden basado en la igualdad fraterna y el servicio mutuo por amor, frente al deseo del poder y del dinero. Esta es la «ascesis» radical de Jesús.
Asentada esta premisa, entendemos ahora por ascesis un conjunto de esfuerzos humanos encaminados a cooperar con Dios en la consecución del ideal cristiano, que a través de la historia ha tenido distintas connotaciones. También santa Teresa de Jesús vive en un contexto histórico, en que la ascesis tiene unas características propias. Con todo, su «ascesis» va a tener unos colores particulares, nacidos de su vivencia oracional y de su conocido humanismo femenino.
1. Formación ascética de Teresa
a)Antes de su ingreso en el Carmelo. Entre «las vidas de santos» que leyó la joven Teresa no faltaban los ascetas clásicos (V 1,5). Su corta permanencia en el colegio de Gracia y «los buenos libros de romance» de su tío de Hortigosa continuaron el conocimiento de esas figuras (V 3, 1.4). Esta iniciación se completaría con la formación recibida en la vida religiosa y la presencia de personas ascetas de su tiempo.
b)En el monasterio de la Encarnación de Avila. La Regla del Carmelo y las Constituciones del monasterio de La Encarnación de Avila, donde ella entró a los 20 años, nos ofrecen un conjunto de normativas ascéticas que, sin duda incidieron en la vida de Teresa. En la Regla podemos enumerar estos contenidos: la vida solitaria en oración y silencio continuos, la abstinencia perpetua y el ayuno prolongado, la vida teologal con acentos guerreros de lucha contra el mal, la obediencia al superior, el trabajo manual.
Por su parte, las Constituciones de La Encarnación, en el apartado de la formación de las novicias, contenían amplias zona de contenido ascético, con miras a deponer y quitar «las costumbres del siglo», en gestos, comportamientos, andares, modos de hablar y mirar. Habría que sustituirlas con otras más adecuadas: obediencia voluntaria, suavidad en el trato, silencio, humildad, respeto a las demás. Y a la maestra de novicias se le ordenaba que «dondequiera que se hallare cometer alguna negligencia, trabaje de las corregir y castigar».
Por otra parte el texto constitucional señalaba los puntos ascéticos comunes para toda las religiosas: oración litúrgica; confesión semanal; silencio «en todo tiempo», a no ser por necesidad, y entonces «brevemente y con voz baja»; ayuno de «una comida al día» durante un tercio del año; abstinencia de carnes durante más de la mitad del año; vestidos austeros de lana y paño grueso; descanso incómodo; trabajo manual diario; edificios humildes; «encerramiento de las hermanas».
c)Personajes ascetas. Teresa de Jesús menciona en sus escritos a varias personas que han practicado la vida ascética. Dos ejemplos: Catalina de Cardona (F 28), Pedro de Alcántara (V 27,16-20). Ella siente admiración y hasta deseos de imitarlos. Pero los confesores se lo prohíben y Dios le asegura: «¿Ves toda la penitencia que hace? En más tengo tu obediencia» (R 23). Ante ellos se considera «flaca y ruin». De ese modo pone en evidencia su pensamiento ascético, marcado por el amor y no por el rigor del propio esfuerzo. Baste citar su visita a Duruelo y su reacción ante tanta calavera: «Como flaca y ruin, les rogué mucho no fuesen en las cosas de penitencia con tanto rigor, que llevaban muy grande» (F 14,12).
2. El programa ascético de la primera fundación
En la fundación del primer monasterio de San José de Avila, santa Teresa se propuso trazar un nuevo programa de vida carmelitana, «así de mortificación como del estilo de hermandad y recreación que tenemos juntas: que todo es con tanta moderación, que sólo sirve de entender las faltas de las hermanas y tomar un poco de alivio para llevar el rigor de la Regla» (F 13,5).
a)Propósito fundacional. La fundación de San José nació a raíz de la fuerte experiencia mística de Teresa, basada en la oración contemplativa. Sus amigas querían seguir los pasos de su vida orante. Para ello había que crear un clima adecuado. De ahí saltó la idea de fundar un monasterio que reuniese esas condiciones favorables, «fundadas en oración y en mortificación» (cta 23.12.1561), viviendo constantemente en la presencia del Señor (V 32,11; F 5,16).
Esta era la pretensión teresiana: una pequeña comunidad orante. Tres elementos, en torno a los cuales girará todo el pensamiento fundacional teresiano y a la que someterá todas las estructuras y todas las líneas ascéticas. Teresa querrá conjugar un estilo de vida de soledad «eremítica» y vida comunitaria de amigas orantes (C 13,6; 4,7). Para conseguir esta finalidad no le importará saltarse algunas normas de la Regla «primitiva, introduciendo sorpresivamente dos recreaciones al día, como un elemento compulsador de la vida orante (F 5,16), incluso en tiempo de silencio «mayor» después de Completas (Const 9,8).
b)Líneas básicas de la ascesis teresiana. Para la formación comunitaria y orante de la primera comunidad, Santa Teresa escribió el libro de Camino de Perfección. En ella ha querido indicar unos trazos ascéticos fundamentales. Ante todo, anota que «no era mi intención hubiese tanta aspereza en lo exterior ni que fuese sin renta» (C 1,1).
La ascesis que pide Teresa irá más en la línea de «lo interior» (C 4,3), a la que siempre se inclinará. Y sus consignas se reducirán a la práctica de tres virtudes: «La una es amor unas con otras; otra, desasimiento de todo lo criado; la otra, verdadera humildad» (C 4,4). Es aquí donde la Santa quiere una ascesis decidida, la «penitencia» que vale y no necesita de «discreción» ni medida: «Estas virtudes grandes, hermanas mías, querría yo estudiásemos mucho e hiciésemos penitencia, que en demasiadas penitencias ya sabéis os voy a la mano» (C 15,3).
La ascesis teresiana va en la línea comunitaria, que es más exigente que unas penitencias corporales (C 4,7; C 27,6; Const 22). El conocido humanismo teresiano se sitúa en una línea diametralmente opuesta a muchas ascesis «clásicas» hoscas: «Es lo mucho que hemos de procurar: ser afables y agradar y contentar a las personas que tratamos, en especial a nuestras hermanas. Y no dejéis que se os encoja el ánima y el ánimo» (C 41, 7-8).
Por otra parte, Teresa se encuentra lejos de una ascesis practicada con miras exhibicionistas o de leyes de contracambio con Dios. La finalidad del nuevo estilo de vida carmelitana que propone tiene una finalidad netamente apostólica: «Y cuando vuestras oraciones y deseos y disciplinas y ayunos no se emplearen por esto que he dicho, pensad que no hacéis ni cumplís el fin para que aquí os juntó el Señor» (C 3,10).
3. La ascesis de la oración teresiana
Las tres primeras Moradas del Castillo Interior de santa Teresa tiene una línea ascética, encaminada a la vida de oración.
Conocerse, conocer el propio interior será la consigna ascética de las primeras moradas, para ver sus dos caras: la positiva y la negativa. Y el camino es la oración. Y toda oración tiene que ser «mental», es decir, con atención: «La puerta para entrar en este castillo es la oración y consideración, no digo más mental que vocal; que, como sea oración, ha de ser con consideración» (M 1,1,7). Luego vendrá el esfuerzo de concentrarse en ese interior de la persona, con la toma de conciencia de que allí se encuentra Dios (M 1,1,2.6; 2,1-2). Y «no ha de ir a fuerza de brazos al comenzarse a recoger sino con suavidad» (M 2,10). Por otra parte, el orante ha de trabajar por ahondar en el propio conocimiento negativo (M1, 2,3-18), tan contrastante con el Dios perfectísimo (M 1,2,3.10).
El capítulo único de las segundas Moradas invita a librar una lucha decidida contra todo ese bagaje innato o adquirido de nuestro yo, con sus innumerables engendros egoístas. Pero tampoco hay que olvidar que un Dios amor mora en nuestro interior, invitándonos a vivir en su intimidad: «Es muy buen vecino, y tanta su misericordia y su bondad que…, aun cayendo y levantando en pecados…, tiene en tanto este Señor nuestro que le queramos y procuremos su compañía, que una u otra vez no nos deja de llamar para que nos acerquemos a él» (M 2,2).
Las terceras Moradas comienzan con acentos de victoria, pues estas personas, «por la misericordia de Dios, han vencido estos combates y entrado a las terceras moradas» (M 3,1,1). Dios les ha hecho pasar «las primeras dificultades». Teresa confiesa que «hay muchas en el mundo; aun de los pecados veniales se guardan y de hacer penitencia amigas; sus horas de recogimiento; gastan bien el tiempo; ejercítanse en obras de caridad con los prójimos; muy concertados en su hablar y vestir y gobierno de casa, los que las tienen» (M 3,1,5).
Sin embargo añade: «Bueno es todo eso, mas no basta». No han de pensar «que ya está todo hecho» (M 3,1,4.8). Todavía hay mucho que trabajar, pues siguen apegadas al dinero, a la propia estima, a los gustos espirituales, «y no acaban de entender que es imperfección» (M 3,2,2). Todo lo quieren a su medida. Son «almas concertadas» y pueden vivir «muchos años en esta rectitud y concierto alma y cuerpo» (M 3,2,1). Por eso es necesario que Dios las purifique por medio de sequedades en la vida espiritual y la oración, que ellas no las comprenden (M 3,1,6.7), aunque las pruebas van a consistir «en cosas no muy grandes» (M 3,2,1). Necesitan colaborar con Dios en esta labor ascética, para prepararse a mayores pruebas y así conseguir el amor puro. Virtudes.
F. Malax