Juntamente con el Padrenuestro, el Avemaría es para T una de las plegarias fundamentales del cristiano (C 21,2-3). En el rezo de esas dos oraciones ejemplifica ella la ‘oración vocal’ ordinaria (C 25,3). Son oraciones que ‘forzado hemos de rezar’ (C 24,2), es decir, presentes en la oración ordinaria del grupo de lectoras del Camino.
Al proyectar la composición de este libro como manual pedagógico de la vida contemplativa de la carmelita, la Santa se propuso basar su lección en esas dos oraciones modélicas (C 24,2). De hecho, comentó por extenso la oración del Padrenuestro (cc. 27-42). Pero al terminar la glosa de esta oración dominical, el libro se le había crecido tanto, que renunció a su proyecto inicial de comentar el Avemaría: ‘Mas heme alargado tanto, que se quedará ’ (CE 73,2: omitido en el pasaje paralelo de C 42,4-5).
En el ambiente carmelitano de la Santa, aparte el rezo del rosario (V 1,6; 29,7; 38,1; C 23,3), era normal el rezo del Avemaría en pro de otras personas. Ella misma lo solicita para sí a las lectoras de uno de sus libros: ‘Un Avemaría pido, por su amor, a quien esto leyere, para que me sea ayuda a salir del purgatorio y llegar a ver a Jesucristo nuestro Señor ’ (F pról. 4). Y en la Respuesta a un desafío, que tan al vivo refleja las prácticas de piedad estiladas en la comunidad de la Encarnación bajo el magisterio de T y de san Juan de la Cruz, son varias las ofertas de Avemarías por los contrincantes de uno y otro bando (nn. 17 y 20). En cambio, en los escritos teresianos no queda constancia de la clásica invocación ‘Ave María purísima’.
Indice de la popularidad del rezo del Avemaría es que Teresa lo mismo que la gente del pueblo la utiliza lexicalmente como unidad de medida del tiempo (V 4,7; R 1,24 ), lo mismo que el Credo, en significación del ‘breve espacio’ en que se puede recitar un Avemaría (V 38,1). Credo. María.
T. Alvarez