El convento de Santa Teresa de Jesús en Avila, popularmente conocido como ‘La Santa’, tiene el privilegio que lo hace único de estar construido en el mismo lugar en que lo estuvo la casa solariega de los Sánchez de Cepeda y Ahumada y de contener, por tanto, el espacio concreto en que nació para este mundo la santa de Avila.
Fallida una primera intención de fundar un convento de carmelitas descalzos en Avila, que habría de titularse de San Luis, por contrato escriturado en Segovia entre el matrimonio de don Luis Guillamás y doña Juana Cimbrón y la Consulta gobernadora del incipiente Carmelo Teresiano, la iniciativa eficaz llega años más tarde impulsada por dos motivaciones especiales: una, la de encontrarle convento heredero de preeminencias y primogenituras al insalubre y pobre Mancera de Abajo heredero a su vez del ya extinguido de Duruelo; otra, la ya ineludible de fundar en la ciudad natal de la Madre Fundadora.
Los frailes teresianos recorren varias sedes antes de asentarse en el solar natalicio de T: Ermita de San Segundo (1600-1610), barrio de Las Vacas, cerca del monasterio dominicano de Santo Tomás (1610-1614), calle Empedrada, en lo que hoy es Asilo de las Hermanitas de los Ancianos Desamparados (1614-1636). La canonización de la Santa y la acción decidida del obispo Francisco Márquez de Gaceta, secundado por los Generales del Carmelo Teresiano Juan del Espíritu Santo y Esteban de san José, son los factores y nombres determinantes que promueven la compra de la casa de don Alonso Sánchez de Cepeda y otras casas y parcelas colindantes, proyectan la construcción en lugar tan incomparable del que será convento definitivo y la realizan.
No obstante obras de transformación y encubrimiento hechas por los Bracamonte, compradores de la casona de don Alonso a sus herederos, la autenticidad natalicia y hogareña del lugar por lo que a T respecta y según cuanto puede saberse con certeza de las fuentes documentales conocidas, no puede negarse razonablemente. En la investigación y certificación intervino ante familiares de la Santa y viejos domésticos de la familia el propio General de la Orden, Juan del Espíritu Santo. Varios decenios antes, a poco de morir T, ya había llegado de forma personal y directa a idéntica certeza su primer biógrafo, el jesuita Francisco Ribera.
El 15 de octubre de 1629, en el lugar concreto en que había estado el aposento natal de T, se pone la primera piedra del convento. La edificación comienza el 19 de marzo siguiente. En 1631 el obispo cede al conde-duque de Olivares, todopoderoso del momento y de antiguas vinculaciones teresianas por vía materna, un patronato sobre la obra que nunca llegará a tener consecuencias eficaces ni decisivas. Es autor del proyecto el célebre tracista carmelita descalzo de la época, P. Alonso de san José: tiene el convento proyectado en planta un área de unos 4.000 m2y una superficie total construida de 6.000; la iglesia, como planta y estilo, se construye siguiendo las normas imperantes a la sazón en la Congregación de España de la Orden; a su construcción se le da un giro de 90º, cambiándole en dirección norte la clásica orientación cristiana hacia oriente, para dejar situado junto al primer lugar santo del convento, el del Tabernáculo, el segundo, la estancia o capilla natal de T. La riqueza que tiene el templo en el aspecto artístico se la dan sus nueve altares y el retablo mayor, en barroco español clásico, salidos del taller del maestro del Siglo de Oro, Gregorio Fernández; directamente salidas de su gubia son las imágenes más importantes que los decoran. La ornamentación de la Capilla Natal, modificada a principios del 1700, es churrigueresca.
Tras grandes fiestas religiosas y profanas que comienzan el 12 de octubre de 1636, el convento se inaugura el día 15 siguiente, fiesta de la Santa. Críticas surgidas desde grupos rigoristas de la Orden, que creen descubrir en el convento visos de grandeza escurialense (¡), logran abrir en 1651 un pleito entre los herederos del Patronato del conde-duque y la propia Orden; el resultado es la práctica continuidad de la fábrica construida, con introducción únicamente de algunas insignificantes reformas de las propuestas.
La comunidad de carmelitas descalzos que regentará el convento, lo habita pacíficamente el resto del siglo XVII y el siglo XVIII. Es en ese tiempo, habitualmente, colegio de teología. Con un promedio de 30-40 religiosos desembarca su historia en al acantilado de convulsiones y turbulencias sociales y religiosas que es el siglo XIX.
Expulsada la comunidad del convento en 1809 por el invasor francés, que lo transforma en cuartel y hospital militar, puede regresar a él y reconstruirlo internamente como convento sólo en 1814. El 19 de febrero de 1836 sufre una expulsión de alcances más drásticos y duraderos en virtud de las leyes desamortizadoras. El convento y todos sus bienes pasan a ser propiedad del estado. Tras usos diversos y las remodelaciones internas convenientes, el inmueble conventual queda convertido en 1848 en Instituto de 2ª Enseñanza y en 1863, además, en Escuela Normal de Magisterio; la huerta será cedida en 1875 a la casi contigua Academia de Administración o Intendencia Militar. El Gobierno, con todo, ha permitido que un grupo de hasta cuatro carmelitas descalzos, residiendo en los altos del convento, puedan seguir atendiendo pastoralmente la iglesia como capellanes. Renovándose con otros religiosos exclaustrados supervivientes, hasta casi su extinción, mantienen heroicamente durante cuarenta años presencia y derechos de los hijos de T en y sobre el edificio.
Pasada la tempestad supresora y desamortizadora, el Definitorio General de la Orden, por decreto del 8 de junio de 1876, restaura la vida carmelitana en el convento de Avila. La restauración puede verificarse sólo de modo precario y limitado. La celebración del III Centenario de la Muerte de T en 1882 propicia una vuelta plena de la comunidad. La Junta de Damas que, presidida por la reina María Cristina de Habsburgo, dirige el centenario, la promueve y consigue a título de dejar creados en el convento, como recuerdo del acontecimiento, un museo y una biblioteca teresiana, que regentarían los hijos de santa Teresa. En el curso de la gestión y realización del proyecto, el edificio es declarado monumento nacional histórico el 4 de enero de 1886; los carmelitas descalzos vuelven a habitarlo en su integridad, si bien sólo en condiciones de uso y usufructo y tras devolverle una vez más en lo que va de siglo su clásica y conventual arquitectura interior, el 20 de septiembre de 1837; el museo proyectado, construido de nueva planta sobre lo que fueron dependencias del convento, no se inaugura hasta 1893; se lo expoliará el Estado a la comunidad, de modo prepotente y arbitrario, en 1932, durante el régimen de la IIª República.Tras la restauración la vida carmelitana florece enseguida en el histórico convento. Entre 1888 y 1891 es sede del primer seminario menor de la Orden en España; desde 1894 a 1969 lo es del colegio de filosofía de su provincia de Castilla; desde 1986 utiliza parte de él un Centro Internacional de Formación Teresiano-Sanjuanista dependiente del Definitorio General de la Orden.
Su fábrica no ha dejado en este tiempo de sufrir acomodaciones, restauraciones y aun ampliaciones: la iglesia sufre sensibles reformas harto discutida la segunda en 1914 y 1970-1971; en 1961-1962, con la práctica edificación de la actual nave este de su patio central, la planta del edificio asciende a 4.500 m2 y su superficie total construida a 7.000; la preparación del Centenario teresiano de 1982 y la creación del Centro Internacional dicho motivan una serie de restauraciones en todo el convento y una modernización y remodelación de sus alas este y norte. Trabajos sucesivos llevados a cabo entre 1983 y 1998 han permitido recuperar en toda su belleza su monumental cripta de 1.500 m2como sede de un nuevo Museo de santa Teresa.
Entidad del lugar y presencia animadora de la Orden teresiana le dieron al lugar en siglos pasados una importancia digna de su origen y su historia. La contemporaneidad ha desbordado, sin embargo, los cánones localistas o de corta perspectiva que pudieron regir en él, en siglos pasados, el culto y la veneración de T; el tiempo se ha encargado de darle al lugar la dimensión que se corresponde con la de la personalidad de la que es central protagonista de su historia y de evidenciarlo como foco de atracción eclesial y universal, de posibilidades pastorales y difusoras del teresianismo únicas, también de los consiguientes compromisos y obligaciones.
Abrió esta nueva era la pasión teresiana y la clarividencia de otro santo, san Enrique de Ossó, con el hecho absolutamente nuevo de presentarse en Avila, un 24 de agosto de 1877, con la todavía hoy increíble cifra de 4.000 peregrinos catalanes y levantinos. Los centenarios y grandes acontecimientos teresianos celebrados desde entonces, con su flujo peregrinante en alza imparable, evidencian no sólo que T es una fuente de valores siempre vivos y nuevos, sino que Avila -y en ella en singular medida el santuario de su casa natal-, son para las gentes meta connatural de cita y encuentro con ella. Millones sin hipérboles de almas también santos de altar, reyes y príncipes de este mundo, creyentes de cualquier creencia no creyentes, pasadas por la Capilla Natal de T en el último siglo, lo corroboran. El momento más grande de su historia, después del día en que en ella nació T tuvo lugar cuando un Papa, Juan Pablo II, peregrino en España por T, llegó un 1 de noviembre de 1982 hasta la cuna de la Santa en Avila y dobló allí sus rodillas para orar ante ella.
Casa solariega de la Madre del nuevo Carmelo, heredero de la primogenitura del convento de Duruelo, el Convento de santa Teresa en Avila será siempre, por situación y naturaleza, lugar de lugares y punto geográfico raíz del Carmelo Teresiano en el mundo.
Juan Bosco de J., ocd.