a) En la pedagogía teresiana, bajo el genérico término ‘avisos’ se formulan siempre consejos prácticos, bien sea para la vida espiritual del lector, bien para la vida comunitaria de las religiosas, especialmente de las carmelitas. En Vida, por ejemplo, se dedica el capítulo 13 a ‘dar avisos’ al principiante (véase el título del capítulo), comenzando por la consigna básica ‘andar con alegría y libertad’ (n. 2), hasta el modo de articular meditación y pausas de contemplación (n. 22). En cambio en las Fundaciones serán varios los capítulos dedicados a impartir consejos prácticos a las prioras para el buen gobierno de la comunidad. Así en el capítulo 4º ‘dase avisos a las prioras de cómo se han de haber’ con las súbditas que gozan de gracias místicas. Dará ‘avisos para cosas de oración’ en el capítulo 5º, y proseguirán los ‘avisos’ sobre aspectos de la vida contemplativa en los tres capítulos siguientes. El octavo ‘trata de algunos avisos para revelaciones y visiones’ (título del c.). Por fín, el capítulo 18 reunirá todo un florón de’avisos importantes para las prioras’ En esos y en muchos otros pasajes (cf V 30 y 31; C 7 y 31…), la sección de ‘avisos’ condensa los aspectos más prácticos del magisterio espiritual de la Santa.
b) Un libro de ‘avisos’. Uno de sus libros, el más práctico y pedagógico de todos, lleva por título ‘Avisos’. Es el que nosotros conocemos como ‘Camino de Perfección’. Este último título no se lo asignó la autora. Figura, es cierto, en la hoja preliminar del autógrafo de Valladolid, pero ha sido escrito por mano ajena. El título auténtico dado por ella al libro, en ese mismo autógrafo, reza: ‘…avisos y consejos que da Teresa de Jesús a las hermanas religiosas e hijas suyas…’ Así recordará ella misma, años más tarde, el origen del librito: ‘mandáronla… que hiciese otro librillo para sus hijas, que era priora, donde les diese algunos avisos…’ (R 4,6: escrita hacia 1575 / 1576). De hecho ese será el enfoque dado a la obra desde el prólogo de la misma: ‘Pienso poner (en el libro) algunos remedios para algunas tentaciones menudas..’ (n. 3). Esa intención inicial impartir consejos prácticos sobre cosas menudas caracteriza la pedagogía del Camino. Todo él se desarrolla a lo largo de una conversación entre la ‘madre’ y sus ‘hermanas e hijas’, en que ella irá haciendo el recorrido de aspectos concretos, pero decisivos, de la vida religiosa, partiendo siempre de la propia experiencia, en tono coloquial y clima de intimidad. Esa opción doctrinal por lo práctico y concreto marcará el estilo y la pedagogía espiritual de Teresa. Será determinante para el grupo de seguidoras, y para la espiritualidad teresiana subsiguiente. No sólo fray Juan de la Cruz recurrirá, en su magisterio espiritual, a la técnica de los ‘avisos breves y jugosos’ al lado de sus ‘Dichos de luz y amor’ y de sus ‘Puntos de amor o en sus Avisos a un religioso’ o a tres o cuatro series más a determinadas carmelitas descalzas, sino que entre estas mismas cundirá esa práctica. La joya más fina de esta última serie se deberá a la pluma de la discípula predilecta de la Santa, María de San José (Salazar), que escribirá un precioso sartal de ‘Avisos para el gobierno de las religiosas’, con el subtítulo ‘consejos que da una priora a otra que ella había criado’ (compuesto, probablemente en 1590).
c) ‘Cuatro Avisos’. Entre los escritos menores de la Santa, destaca uno que lleva por epígrafe ‘Cuatro avisos a los carmelitas descalzos’. Ella misma lo dató con meticulosidad: ‘Estando en San José de Avila, víspera de Pascua del Espíritu Santo, en la ermita de Nazaret’. Era el 6 de junio de 1579. Editados generalmente al final de las Relaciones (nº 67 en la edición crítica del P. Silverio), se distingue netamente de todas ellas. La autora los insertó en un espacio disponible (folio 100r) del autógrafo de las Fundaciones, tras el relato de la fundación de Caravaca (final del c. 27). Los ‘cuatro avisos’ son uno de los pocos escritos dirigidos expresamente por la Santa a los frailes de su Reforma. Su contenido es premonitorio y, en cierto sentido, profético. El primero recomienda la unión: ‘que las cabezas (los superiores) estuviesen conformes’. Precisamente el contraste entre los dos primeros provinciales de la Reforma: Doria y Gracián, habría de tener consecuencias fatales para toda la familia teresiana. El segundo les recomienda evitar las comunidades masivas, demasiado numerosas. Había sido una de sus ideas básicas al iniciar el nuevo Carmelo: comunidades pequeñas y funcionales, en que fuese posible un ‘estilo de hermandad y recreación’. El tercero apunta a reforzar el clima de soledad y a orientar la acción apostólica de los religiosos hacia la pastoral de la espiritualidad. El cuarto, les reitera la fuerza del testimonio vivido: ‘que enseñasen más con obras que con palabras’, como ya había escrito en las primeras páginas del Camino (CE 11,4).
Los ‘cuatro avisos’ tuvieron fortuna alterna. A mediados del siglo XVII (1665), un fraile ‘Ocarm.’ se atrevió a arrancar esa hoja del autógrafo del Escorial, y el General de la Orden se vio en el deber de conciencia de hacérsela restituir humildemente. Por otra parte, el texto íntegro de los cuatro avisos pasó muy pronto a ocupar puesto de honor en las Constituciones de la Orden, reproducido íntegramente en el prólogo de las mismas (Const de la Congregación de san Elías), desde 1623 hasta la reciente reelaboración motivada por el Concilio Vaticano II.
d) Los ‘Avisos de la Madre Teresa de Jesús para sus monjas’ Entre los escritos falsamente atribuidos a la pluma de la Santa, ninguno ha tenido tan ingente fortuna editorial como los 69 avisos pseudoteresianos.
Constituye una especie de primicia editorial: publicados en las páginas preliminares del Camino de Perfección (edición de Evora, 1583), antes que las restantes obras de la Santa (precedidos únicamente por las Constituciones de las Descalzas: Salamanca 1581).
A falta del correspondiente autógrafo teresiano que los avalase, en el siglo XVII se destruyeron numerosos autógrafos genuinos de la Santa para componer artesanalmente, a base de letras recortadas, el texto íntegro de esos Avisos. Varios de ellos fueron recompuestos así numerosas veces, siempre a costa de genuinos autógrafos teresianos. Finalmente, al proyectarse las primeras ediciones facsimilares de los autógrafos teresianos, esos pseudoautógrafos de los Avisos tuvieron los honores de la reproducción fotolitográfica (‘por Don Antonio Selfa, Madrid’, s.a.) antes que los restantes escritos de la Santa.
Serán glosados profusamente en el período barroco. Primero por el jesuita Alonso de Andrade en dos gruesos volúmenes (Barcelona 1646 y 1647). Y luego por el arzobispo de Burgos, J. J. Rodríguez de Arellano en tres volúmenes (Burgos, 1780,1784,1786).
Todo ello había tenido un precario fundamento: la decisión de Jerónimo Gracián, hacia finales de 1582, de enviarlos desde Sevilla a Evora a don Teutonio de Braganza, para que los añadiese al texto del Camino de Perfección, que entonces estaba en prensa en dicha ciudad de Evora. Gracián se los envía, a pesar de no ser autógrafos de la Santa, y dudoso de si provienen de alguno de sus confesores.
Aquel primerizo texto de los ‘Avisos’ estaba formulado en masculino, y destinado a religiosos (varones). Así lo editó, con fidelidad material, Don Teutonio (Evora 1583), y así se reprodujo en ediciones sucesivas del Camino (Salamanca 1585 y Valencia 1587). Fue fray Luis de León quien , al incluirlos en la edición príncipe de las Obras de la Santa, decidió cambiarlos de género y de título: pasó todas las formulaciones del masculino al femenino, y los tituló: ‘Avisos de la Madre Teresa de Jesús para sus monjas’.
Así pasaron a toda la tradición editorial posterior, hasta muy entrada la segunda mitad de nuestro siglo.
Es reciente el descubrimiento de la verdadera paternidad de ese florilegio de máximas espirituales. La gran mayoría de ellas pertenece a la escuela ignaciana, y se deben a la pluma de uno de los maestros de novicios jesuitas, coetáneo de san Ignacio: el P. Juan de la Plaza. Uno de esos avisos (el n. 68: ‘tu deseo sea de ver a Dios, tu temor…, tu dolor… tu gozo…’) es medieval, ya formulado por san Buenaventura, y anteriormente por san Anselmo. Sólo de una exigua minoría desconocemos aún la fuente.
El P. Juan de la Plaza tuvo entre sus novicios al P. Baltasar Alvarez. Lo más probable es que de la mano de éste pasasen los ‘avisos’ a su dirigida la madre Teresa, cuando aún era monja de la Encarnación (1558…), o bien en los primeros años de vida en San José de Avila (1562…). Serían, por tanto, un eslabón doctrinal entre la pedagogía religiosa del momento ignaciano, y la naciente espiritualidad teresiana.
Sin embargo, no parece que la Santa los haya utilizado en los noviciados de sus Carmelos. No quedan huellas de copias coetáneas de la madre Teresa, ni nos consta que los utilizase como consignas aisladas u ocasionales, a la manera estilada por fray Juan de la Cruz con sus ‘avisos’ o con sus ‘Dichos de luz y de amor’.
e) Otros avisos de la Santa. En los siglos XVII y XVIII fueron famosos los ‘Avisos’ dados por ella después de muerta a diversas religiosas carmelitas. Algunos de ellos se integran en la triste polémica derivada de las tensiones Doria-Gracián. Toda su importancia es documental. Se reduce al hecho de que fueron publicados, con todos los honores, en las ediciones de las Cartas o de las Obras de la Santa, como si se tratase de un escrito suyo póstumo. Hoy están prácticamente olvidados.
BIBL. Tomás Alvarez, Un espurio teresiano, los 69 Avisos, Historia y edición del texto atribuido a la Santa, en «Estudios Teresianos», 2, pp. 361-471.
T. Alvarez