Es uno de los primitivos descalzos venidos de la Orden del Carmen. Inicia su andadura de ‘reformado’ en Pastrana y la concluye en Lisboa. Hombre inquieto e intrigante. Nacido en Zafra (Badajoz) hacia 1524 (‘de padre portugués y madre castellana’, nota el cronista Belchior). Sacerdote secular, luego religioso franciscano y sucesivamente carmelita. Admitido en el Carmen de Sevilla (1563) por su hermano Gaspar Nieto, Provincial de Andalucía. En unión con éste y su hermano Melchor (trío de hermanos: Melchor, Gaspar y Baltasar) se rebeló contra el P. General, Rubeo, durante la visita de éste al Carmelo andaluz (1566). Castigado por el General, pidió perdón por escrito (16 de febrero 1567: MHCT 1,54). Desterrado a Castilla con prohibición de regresar a Andalucía, reside temporalmente en Valderas (León). Al enterarse en Avila o en Medina de la proyectada fundación de Pastrana, pasa a los descalzos (1569), si bien sólo en 1575 renuncia oficialmente a la Regla mitigada (F 17,15). Es prior de Pastrana: 1570-1575. Con el apoyo financiero de Ruy Gómez de Silva, Príncipe de Éboli, interviene en la fundación del Colegio de San Cirilo en Alcalá de Henares (1571). Pese a la prohibición del P. General, regresa a Andalucía, donde el visitador dominico, Francisco de Vargas, delega en él sus poderes de visitador y reformador del Carmelo de descalzos en Andalucía (28.4.1573: MHCT 1,144). Baltasar acepta, pero, por razones obvias, no osa ejercer esas funciones, y delega a su vez en el P. Gracián (4.8.1573: MHCT 1, 151). El colmo de su triste historia llega cuando en 1577 se asocia al lego fray Miguel de la Columna para presentar al rey Felipe II y difundir en la corte de Madrid un grosero memorial infamatorio contra Gracián (MHCT 1, 377). Pronto se ve obligado a desdecirse: reconoce ante Gracián su burdo apasionamiento, le pide perdón y se declara dispuesto a cualquier tipo de retractación (20.9.1577: MHCT 1, 406. 414. 418; cf p. 54). Cambiará de actitud cuando Gracián es despojado de sus poderes (1578): Baltasar se gana el apoyo de la poderosa Dª Leonor de Mascareñas (MHCT 2,29), y al llegar a Madrid el P. Jerónimo Tostado con poderes de Roma, el Padre Baltasar, que se había fugado del convento, se acoge a él, se ofrece a prestarle obediencia y logra su confianza: ‘que bien podía venir, que aceptaría su obediencia y le ampararía como Vicario general de la Orden… Y así tomó debajo de su obediencia y amparo al dicho fray Baltasar’ (cf Ephem Carm 20.1969. p. 186). Duraría poco. Tras la constitución de la provincia de los descalzos, Doria lo enviará desterrado a Lisboa, donde será súbdito de Gracián. Al final de vida tan azarosa y rocambolesca (estará en ‘el Castillo’ de Lisboa durante el abordaje de los ingleses a la ciudad), fray Baltasar muere el año 1590 en la capital portuguesa, repitiendo entre lágrimas el ‘miserere mei, Deus, secundum magnam misericordiam tuam!’ (P. Belchior, Chronica…, I, L. 2, c. 7, p. 280). Ignoramos la opinión que de él se formó la Santa en los principios, cuando aún no conocía los antecedentes de Baltasar, castigado por Rubeo y luego expulsado de la Orden por el Capítulo General de Piacenza. Al perfilar por primera vez su figura, hace de él una presentación anodina: ‘estaba allí [en Medina] un Padre ya de días, que aunque no era muy viejo, no era mozo, muy buen predicador, llamado fray Baltasar…’ (F 17,15). Pero pronto advirtió su aversión a Gracián. El 27.9.1575 escribía a éste: ‘Sepa que Macario [criptónimo de Baltasar] está terrible, según me dicen, que me ha dado harta pena por lo que toca a su alma… Cierto me hace temer ver almas buenas tan engañadas’ (cta 89, 2). Cuando se entera de los memoriales difamatorios enviados al Rey, T escribe a éste pidiendo justicia: ‘suplico a vuestra majestad no consienta que anden en tribunales testimonios tan infames’ y acerca de los calumniadores, que se ‘haga información de lo que los mueve’, es decir, de su apasionamiento (cta 208,2.3.7: del 13.9.1577). Ya sabe ella que entre tanto fray Baltasar ‘se ha llegado’ al Tostado (ib 7). Luego, celebrará que se haya retractado. Pero todavía un año después, T llega a avergonzarse de tener tal sujeto entre los descalzos. Se lo escribe a Gracián (cta 266,3: del 29.9.1578): ‘Yo le digo que me ha pesado de que tenga vuestra paternidad tales descalzos, que tengan tan poca ley’. Todavía por esas fechas, Baltasar urdía enredos con el nuncio Sega (cta 274,7:de oct. 1578). La última alusión irónica a él data de 1581 (cta 402,5: del 14.7.1581). Sin duda, la figura de este hombre motivó una de las más amargas experiencias humanas de la madre fundadora, consternada ante ese fraile que juntaba en una pieza lo de ‘muy buen predicador’ (F 17,15) y lo de intrigante sin escrúpulos. Y que en mala hora se había filtrado entre sus descalzos. Cf Chrónica, 1,2, c. 7.
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