(1528-1604) Teólogo dominico, asesor, gran amigo y colaborador de T. Nacido en Valladolid el 28.2.1528, cursó estudios en la Universidad de Salamanca, tomando luego el hábito dominico en San Esteban (1546), donde profesó al año siguiente (3.5.1547). Prosiguió sus estudios de teología en la misma universidad, teniendo entre sus maestros a M. Cano, a Diego de Chaves y a Sotomayor. Doctor en teología por la universidad de Sigüenza (1565). Desde 1567 hasta 1600 pasa por una serie de cátedras de teología de alto prestigio: Avila, Alcalá, San Esteban de Salamanca, San Gregorio de Valladolid, y Universidad de Salamanca. En junio de 1571 nos informa T: ‘llevan a fray Domingo por prior a Trujillo que le eligieron, y los de Salamanca han enviado a pedir al padre Provincial que se lo deje, no saben lo que hará’ (cta 34,6). En Salamanca sucede a Bartolomé de Medina en la cátedra de Durando (1577), y posteriormente ocupa la cátedra de Prima (1581-1600), acontecimiento celebrado gozosamente por T que en carta a una amiga escribe: ‘¡qué le parece a vuestra merced, qué honradamente salió fray Domingo Báñez con su cátedra!’ (cta 378,7). El maestro dominico murió en Medina del Campo el 22.10.1604.
Sus relaciones con la Santa se extienden a todo el período de las fundaciones, desde 1562 hasta más allá de la muerte de la Fundadora. Aunque muy apretadamente, podrían resumirse así:
a) Báñez interviene por primera vez a favor de la Santa con motivo de la fundación de San José de Avila. Está presente en ‘la junta grande’ del Concejo de la ciudad (30.8.1562, a los pocos días de la fundación): ‘todos juntos dijeron que en ninguna manera se había de consentir [el nuevo monasterio]…Solo un Presentado de la Orden de Santo Domingo, aunque era contrario no del monasterio sino de que se fuese pobre, dijo que no era cosa que así se había de deshacer…’ (V 36,15), pasaje anotado por el mismo Báñez en el autógrafo teresiano: ‘Yo me hallé presente y di ese parecer. Fray Domingo Bañes’.
b) En una u otra forma, Báñez está presente en casi todos los escritos teresianos. En Vida, probablemente él es uno de los ‘cinco que al presente nos amamos en Cristo’ (16,7); más tarde (hacia 1566) retiene en su poder el manuscrito de la Santa (CE 73,6), y privadamente lo difunde entre lectoras selectas (BMC 19, 336-337); vuelve a requerir el libro en febrero de 1568, cuando la Santa decide enviarlo a san Juan de Avila (ctas 8,9 y 10,2). Una vez retirado el libro por la Inquisición, Báñez emitirá un extenso voto a favor de la obra, consignándolo de su puño y letra en las páginas finales del autógrafo teresiano: texto por él firmado en Valladolid a 7 de julio de 1575. En varias otras páginas del autógrafo quedarán anotaciones de su mano, si bien sumamente parcas. Será él quien ‘al presente es mi confesor’, el autor de la licencia dada a la Santa para ‘escribir algunas cosas de oración’, es decir, para redactar el Camino de Perfección: lo recordará T en el prólogo y en el epílogo de la obra, a la vez que la somete a su revisión y aprobación, si bien no parece que Báñez la haya leído o haya dado su aprobación al escrito, según él mismo atestigua en el proceso de beatificación de la autora (BMC 18,10). En el relato de las Fundaciones, comparece Báñez ya desde la primera salida de Teresa a fundar el Carmelo de Medina: los dos se encuentran en Arévalo cuando la Santa va camino de la fundación (F 3,5). Interviene en la dramática vocación de Casilda de Padilla (11,3), y en desbloquear el empeño de pobreza absoluta de la Santa (con ocasión de las fundaciones de Malagón (F 9,3), y de Alba (F 20,1). Intervendrá posteriormente en el fallido proyecto de introducir un colegio de doncellas en el Carmelo medinense (cta 53,2), etc. Es interesante el hecho de que, pese a los prejuicios de aquellos años y al triste episodio de fray Luis encarcelado, Báñez da por escrito su visto bueno a los comentarios de la Santa sobre ciertos versos del Cantar de los Cantares, en una de las copias de los Conceptos del amor de Dios (códice de Alba, dos veces aprobado de su mano y letra). Por fin, respecto del Castillo Interior, la Santa misma nos informa que a Báñez no le gusta tanto, quizás en comparación con el Libro de la Vida: ‘fray Domingo Báñez dice [que] no está bueno [ese nuevo libro]’ (cta 324,9), si bien ella no se rinde a ese parecer: ‘A mi parecer le hace ventaja el que después he escrito…; al menos había más experiencia que cuando le escribí’ (más experiencia al escribir el Castillo) (ib ).En el listado de teólogos asesores alegados por la Santa en la Relación 4 (Sevilla 1575-1576), ‘el maestro fray Domingo Báñez, que es consultor del Santo Oficio, ahora en Valladolid’ (n. 8) ocupa el segundo puesto, después del P. Barrón: ‘me confesé [con él] seis años, y siempre trata con él por cartas, cuando algo de nuevo se le ha ofrecido’ (ib). De las numerosas cartasde la Santa al teólogo dominico, sólo nos han llegado cuatro, pero su recuerdo está presente en numerosas páginas del epistolario teresiano. Cuando unos años antes de morir, el propio padre Báñez tenga que hacer el elogio de Ana de Jesús como fundadora del Carmelo francés, escribirá el 4.7.1604: ‘Yo puedo dar testimonio de esto [de las virtudes y teresianismo de M. Ana], porque traté y confesé por espacio de veinte años a la Madre Teresa de Jesús, y después acá conozco a todas las religiosas señaladas de su Orden, por la mucha familiaridad que con ellas he tenido y tengo’ (BMC 29,368).
c) Cuando en el noviciado de Pastrana, recién fundado, surgen entre los descalzos tendencias ascéticas extremistas, la Santa recurre a Báñez, quien responde con una carta memorable, cortada a la medida de los deseos de la Madre: 23.4.1572 (BMC 6,131).
d) En cambio, Báñez, que en 1575 había aprobado de cara a los inquisidores el Libro de la Vida, no se mostró favorable a su difusión en letra de molde, coincidiendo en esto con el dictamen del Maestro Juan de Avila. Incluso parece haber sido contrario a que el autógrafo teresiano se sometiese a la opinión de este último (cf carta a doña Luisa de la Cerda: 10,2, del 23.6.1568). Y cuando por fin el libro vea la luz pública, editado por fray Luis de León (Salamanca 1588), Báñez hace públicamente esta observación: ‘…Por el cual [autógrafo] dicen se ha impreso el que anda en público, y se holgara este testigo que juntamente se imprimiera su censura [la del mismo Báñez], para que se entendiera con cuánto recato se debe proceder en santificar a los vivos…’ (BMC 18,10). Declaración hecha en el proceso de beatificación de T en Salamanca, el 16.10.1591.
Desde el punto de vista teológico o doctrinal, Báñez es sin duda uno de los maestros que más profundamente influyeron en la Santa. En el delicado sector de los criterios para discernir las gracias místicas, él había sido precedido por otro dominico insigne, Pedro Ibáñez (cf BMC 2, 130-152), criterios refrendados y actualizados por aquél durante un período mucho más prolongado. Es él quien desaprueba categóricamente ya antes que san Juan de Avila el grosero procedimiento de las higas (F 8,3). A escala de intimidad, la Santa se interesó por conocer el asunto de la ‘gracia eficaz’ en que estaría o ya estaba mezclado el teólogo dominico. Y de él deriva probablemente la terminología de Teresa cuando habla de ‘auxilio general’ (M 5,2,3) y ‘auxilio particular’ (M 3,1,2), así como el típico concepto que ella tiene de lo ‘sobrenatural’ (R 5,3) y otras nociones de soteriología y teología trinitaria.
Pero quizás el dato más destacado en esta historia menuda de Báñez y Teresa es la profunda amistad que ella mantuvo con el teólogo dominico y el alto aprecio que a él profesó. Es famoso el comienzo de una de las cartas que le dirige: ‘No hay que espantar de cosa que se haga por amor de Dios, pues puede tanto el de fray Domingo, que lo que le parece bien, me parece, y lo que quiere quiero, y no sé en qué ha de parar este encantamiento’ (cta 61,1: del 28.2.1574). A su vez él ‘tenía tan gran opinión de ella, que predicando en sus honras [apenas muerta] en el monasterio de religiosas descalzas de la misma ciudad [Salamanca] dijo que la tenía por tan santa como a santa Catalina de Sena, y que en sus libros y doctrina la excedía’ (D. de Yepes, Vida, virtudes…,Zaragoza 1606, páginas introductorias n. n.). Años después, al instruirse el proceso de beatificación de la Santa en Salamanca (15.10.1591), Báñez será el primero en comparecer como testigo (el 16.10.1591), y comenzará su declaración: ‘dice que conoció a la dicha madre T de Jesús… 29 años, y que por espacio de 20 años la trató este testigo muy familiarmente… confesándola y aconsejándola y respondiendo a sus preguntas; y éstos debieron ser, poco más o menos por espacio de siete u ocho años, y los demás años por cartas que muy continuamente tenía de ella…’ (BMC 6, 131; 18, 6).