Es quizá el primer dominico que influye profundamente en la vida espiritual de T. Sabemos poco de su biografía personal. Probablemente es profeso de San Esteban de Salamanca. Seguirá la línea reformada del P. Hurtado de Mendoza. Ejerció la enseñanza en los centros de estudio de Avila, Salamanca y Toledo. Siendo profesor en Santo Tomás de Avila, es confesor del padre de T, don Alonso, a quien asiste en su última enfermedad (invierno de 1543), y con esa ocasión también la Santa se acoge a su dirección espiritual (V 7,16-17). Años más tarde la ayudará en la fundación de Toledo (cf Ribera, Vida…, 2,14, p. 192; y F 17,4). En la Relación 4, ella lo recuerda así: ‘el Padre fray Vicente Barrón la confesó [a T] año y medio en Toledo [‘yendo a fundar allí’], que era confesor entonces del Santo Oficio, y antes de estas cosas le había comunicado muy muchos años y era gran letrado. Este la aseguró mucho’ (R 4,8). Los calificativos que la Santa le dedica son bien sintomáticos: ‘gran letrado’ (V 5,3; R 4,8); ‘muy gran letrado’ (V 7,16); ‘este Padre dominico, que era muy bueno y temeroso de Dios, me hizo harto provecho’ (V 7,17). Cf M. Lépée, Báñez et Ste. Thérèse. Paris 1947.
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