Es uno de los sacramentos mencionados por T, si bien su presencia en los escritos teresianos sea muy modesta. Ella había sido bautizada en la parroquial abulense de san Juan Bautista, a los ocho días de nacer, el 4 de abril de 1515, miércoles santo. Lo testifica así una inscripción latina, de fecha tardía, existente aún hoy sobre la pila bautismal de dicha parroquia, de la que eran feligreses don Alonso y su familia.
La Santa recuerda en una de sus Exclamaciones (7,1) el bautismo de Jesús, en el que destaca la palabra del Padre que dice tener sus deleites en Jesús, punto de referencia para el asombro de Teresa ante la otra palabra bíblica según la cual Dios tiene sus ‘deleites con los hijos de los hombres’ (Prov 8,31): tema de gran resonancia doctrinal en la espiritualidad de Teresa (V 14,10 y M 1,1,1). También son de gran relieve doctrinal sus esporádicas alusiones a nuestro bautismo-sacramento. En Vida (32,6), el dolor y la oración de Teresa por los ‘luteranos’ se funda especialmente en el hecho de que ‘eran ya por el bautismo miembros de la Iglesia’, de la que se separan por la herejía. En cambio, en el Camino, aunque sea de soslayo, expresa su convicción de que el bautismo ya antes de la consagración religiosa es un desposorio del bautizado con Cristo: ‘Nosotras estamos ya desposadas y todas las almas por el bautismo, antes de las bodas y que nos lleve a su casa el desposado…’ (CE 38,1). Es decir, las bodas con Cristo serán cuando nos lleve a su casa en el cielo (en el sentido de las parábolas evangélicas Mt 22,4); pero aquí en la tierra están ya preparadas o preludiadas por el desposorio de cada alma con El en el bautismo. Desposorio y matrimonio, ‘desposarse’ y ‘casarse’, en las usanzas sociales de su época eran dos grados muy diversos del proceso conyugal. Los dos pasajes de Vida y de Camino, destacan dos aspectos importantes de la teología bautismal: el sentido eclesial y el aspecto esponsal del sacramento.
En resumen, T destaca en el bautismo tres datos importantes para la vida espiritual del cristiano: a) que en el bautismo se nos otorga la gracia de la inocencia (E 3,2); b) que el bautismo hace a todo cristiano sin exclusión de los herejes miembro de la Iglesia (V 32,6); c) y que por el bautismo ‘todas las almas’ están unidas al Señor con vínculo esponsal (CE 38,1) y que por ello la vida presente es una pausa de espera ‘antes de las bodas y que nos lleve a su casa el desposado’ (C 22,7). Sacramentos.
T. Alvarez