Es la primera fundación de Teresa en tierras andaluzas. La Fundadora, que estaba autorizada por el Padre General para actuar sólo en tierras de Castilla, irá a Beas (Jaén) en aras de una sutil confusión. Tendrá que explicarlo ella misma al Padre General: ‘Sepa vuestra Señoría que yo me informé mucho cuando vine a Beas para que no fuese Andalucía, mas es provincia de Andalucía, porque en ninguna manera pensé venir a ella… Y es así, que Beas no es Andalucía, mas es provincia de Andalucía. Esto supe después de fundado el monasterio, con más de un mes’ (cta 83,2). Desenredando ese enredijo, Beas en lo civil pertenecía a Castilla; en lo eclesiástico era diócesis de Cartagena y dependía de los prelados andaluces. Con esas informaciones en cartera, T decide el viaje.
Preparativos.Estando ella en Salamana (1573-1574), ‘vino un mensajero de la villa de Beas con cartas para mí de una señora de aquel lugar y del beneficiado de él y de otras personas, pidiéndome fuese a fundar un monasterio…’ Así comienza T la historia de esta fundación (F 22,1). Las cartas le llagaban de parte de ‘la señora’ que proyectaba la fundación, si bien a tientas, desde hacía unos quince años. Había sido un largo período de tanteos (F 22, 12-14), de enfermedades (ib 14), y de oposición. La ‘señora’ se llamaba Catalina Godínez, que por fin se decidió a ir personalmente a Madrid a obtener el visto bueno de los Encomendadores de la Orden de Santiago, cuya licencia era imprescindible. ‘Estuvo tres meses en la Corte, y al fin no se la daban [la licencia]. Como dio esta petición al Rey y [éste] supo que era de descalzas del Carmen, mandóla luego dar’ (ib 18). De regreso a Beas, esperan la llegada de la Santa ella y su hermana María de Sandoval, futuras discípula de san Juan de la Cruz, con los nombres de Catalina de Jesús y María de Jesús.
La fundación.Fueron muchos kilómetros de viaje. Nunca la ‘santa andariega’ había recorrido tantos. Vienen con ella una caravana de colaboradores: dos monjas excepcionales, Ana de Jesús (Lobera) y María de san José (Salazar); dos amigos incondicionales, Julián de Avila y Antonio Gaytán; más monjas, otro sacerdote, y los indispensables arrieros de los carromatos. Con peripecias graves en el paso de Despeñaperros y el resto del camino, en pleno invierno. Llegan, por fin, a Beas el 16 de febrero de 1575. ‘Recibiólas el pueblo [a T y sus monjas] con gran solemnidad y alegría y procesión. En lo general fue grande el contento: hasta los niños mostraban ser obra de que se servía nuestro Señor’ (ib 19). El 24 de ese mes se inauguraba el nuevo Carmelo, ‘llamado San José del Salvador’ (ib), y ese mismo día ‘tomaron hábito las dos hermanas con gran contento’ (ib 20).
Para T eran meses de penalidades. Ha tenido que deshacer el Carmelo de Pastrana y llevar sus monjas a Segovia. Se le ha vuelto adversa la poderosa Princesa de Eboli. En Castilla le comunica el obispo don Alvaro que han delatado a la Inquisición su Libro de la Vida, que ha pasado a manos de los inquisidores de Valladolid, mientra ella se encuentra tan lejos en Andalucía. Pero ahí mismo, en Beas, T tiene su primer encuentro personal con Jerónimo Gracián y queda prendada de sus dotes humanas y religiosas. Son tres meses de permanencia en la villa gienense: de mediados de febrero hasta mediados de mayo. El 18 de este mes sale de Beas rumbo a Sevilla, afrontando los primeros calores andaluces. Por priora del Carmelo de Beas deja a la que será pronto gran discípula de fray Juan de la Cruz, Ana de Jesús, destinataria del Cántico Espiritual.En el ‘santico de fray Juan’ el Carmelo de Beas tendrá el mejor maestro de vida espiritual a partir de 1578. Aún hoy poseemos dos cartas del Santo ‘a las Carmelitas descalzas de Beas’. Aún más: el mismo fray Juan de la Cruz transcribe la relación autobiográfica de una de las fundadoras, Catalina de Jesús.
Bibl.Efrén de la Madre de Dios, Beas y santa Teresa, Madrid 1875; L. Morales Oliver, Santa Teresa de Jesús y la fundación de Beas, Madrid 1977.