Santa Teresa fue beatificada por Pablo V el 24 de abril de 1614, al término de un largo y múltiple proceso canónico iniciado por don Jerónimo Manrique (15 de octubre de 1591), obispo de Salamanca, en cuya diócesis había fallecido la Madre Teresa, proseguido por el Nuncio de Su Santidad, Camilo Gaetano, en otras ciudades de España (Avila, Toledo, Madrid, Segovia…) a partir de mayo de 1595, y culminado en Roma los años 1610-1614.
‘A 16 de junio de 1611, se entregaron a Juan Paulo Mucante, secretario [de la Congregación] de Ritibus, seis procesos cerrados y sellados, los tres compulsoriales, y los otros tres remisoriales, hechos por los obispos de Salamanca y Avila y por el arzobispo de Toledo y los demás jueces delegados por Su Señoría Ilustrísima’ (del ‘Diario’ del proceso: cf ‘Un diario curioso de la canonización de Santa Teresa’ en MteCarm 26 (1922) p.145).
El Diario de que tomamos esas líneas prosigue refiriendo, paso a paso, la serie de actos procesales, de instancia en instancia en la curia romana, hasta que el 10 de noviembre de 1612 el Cardenal Horacio Lancelotti ‘en la congregación que se hizo este día en casa del Cardenal del Monte, el Cardenal Lanceloto hizo relación de las heroicas virtudes, integridad, pureza y santidad de vida de la b. Madre Teresa de Jesús, y habiéndoles dado para esta congregación muchos días antes a todos los señores cardenales el sumario e informaciones…, decretó la congregación constare de virtutibus eiusdem servae Dei Teresiae de Iesu, et ad ulteriora esse procedendum’ (ib p. 193).
Juntamente con las actas procesales, e incluso antes que ellas, había llegado a Roma una larga serie de cartas postulatorias de numerosos obispos españoles, de personajes de diversas naciones europeas (Austria, Francia, Bélgica, Polonia, España…) y de instituciones interesadas en la pronta canonización de la Madre Teresa. Pero a la vez llegaron a la curia romana delaciones contra sus escritos, las mismas en parte ya presentadas ante la Inquisición española a raíz de la publicación de sus Obras por fray Luis de León. Se las rebatió en Roma con una serie de memoriales elaborados por dos teresianistas insignes, P. Juan de Jesús María (‘Calagurritano’) y Tomás de Jesús, y desde España por Diego de Yepes, obispo de Tarazona. Ante los embrollados trámites del proceso por aquellas fechas, el mismo Juan de Jesús María hubo de elaborar, además de la ‘Apologia pro libris B. Virginis Theresiae’, un ‘Tractatus de requisitis pro canonizatione Servi Dei cuiuslibet’ (Archivo G. OCD de Roma, plut. 331 m). El y Jerónimo Gracián fueron sin duda los más decisivos actores en pro de la beatificación de T.
Por fin, el 24 de abril de 1614 firmaba Pablo V el mencionado breve de beatificación de la Madre Teresa. En él se leía: ‘…se nos ha hecho relación de que la fundadora de dicha Orden de Carmelitas Descalzos, Teresa de Jesús, de gloriosa memoria, fue adornada por Dios con tantas y tan eximias virtudes, gracias y milagros, que la devoción a su nombre y su memoria florece en el pueblo cristiano; razón por la cual no sólo la dicha Orden, sino también nuestro querido hijo Felipe, rey católico de las Españas, y casi todos los arzobispos, obispos, príncipes, corporaciones, universidades y súbditos de los reinos españoles han elevado a Nos repetidas veces humildes súplicas pidiéndonos que, mientras la Iglesia concede a Teresa los honores de la canonización, los cuales, atendidos sus grandes merecimientos, esperan no ha de tardar mucho en otorgárselos, todos y cada uno de los religiosos de la dicha Orden puedan celebrar el sacrosanto sacrificio de la misa y rezar el oficio de la dicha Teresa como de Virgen bienaventurada. Así pues…, lo concedemos’ (BMC 2, 413). La concesión se extendía a todos los sacerdotes que celebrasen en la iglesia de la Villa de Alba, ‘en que se guarda el cuerpo de la bienaventurada Teresa’. Y se fijaba su fiesta en ‘el día de su glorioso tránsito, 5 del mes de octubre’ (ib).
Como era normal entonces, el decreto de beatificación no se acompañaba de celebraciones especiales en el Vaticano. Estas, en cambio, tuvieron lugar en la iglesia de Santa María de la Scala, a cargo de los carmelitas descalzos, no muy distante del Vaticano. El mencionado ‘Diario’ cuenta: ‘A 27 de abril…, se celebró la fiesta de nuestra santa Madre en la Scala, por gracia particular que Su Santidad hizo a los Padres, por razón de su capítulo general… Dijo la misa el P. general nuevamente electo, que fue el P. fray Ferdinando de santa María, y asistieron a ella muchos cardenales con sus capas, en forma de capilla…’ (loc. cit. p. 388).
Hasta nosotros ha llegado un rarísimo ejemplar de la estampa impresa en formato mayor (100×70 cm.), artísticamente dibujada y dedicada al Papa Pablo V, ya en 1615. El egregio grabado está firmado por ‘Lucas Ciamberlanus’, y consta de una estampa central con el retrato de la nueva Beata de rodillas en actitud extática. Coronando esa estampa, la inscripción: ‘Vita et miracula Beatae Virginis Teresiae…’, porque efectivamente la serie de escenas que flanquean la estampa central pretenden ser un compedio de lo vivido por ella. Al pie del grabado una inscripción dedicatoria de parte de la ‘familia carmelita’, a ‘S.S. Pablo V, que se ha dignado honrar a T con el título de Beata’. Los epígrafes latinos de los numerosos paneles laterales probablemente son obra del citado Juan de Jesús María, que había sido superior general de los carmelitas descalzos en Roma, hasta pocos días antes de la Beatificación. Al año siguiente, 1616, coronando el acontecimiento, se obtendría para la misma iglesia de La Scala una de las más insignes reliquias de la Madre Teresa, su pie incorrupto, que aún hoy se conserva en el mismo templo.
Pero donde la beatificación de T tuvo mayor resonancia fue indudablemente en España. Las celebraciones literarias y populares quedaron ampliamente documentadas en el repertorio poético publicado por el padre Diego de san José, que lleva por título: ‘Compedio de las solemnes fiestas que en toda España se hicieron en la Beatificación de N. B. M. Teresa de Jesús, Fundadora de la Reformación de Descalzos y Descalzas de N. S. del Carmen. En prosa y verso. Dirigido al Ilustrísimo Señor Cardenal Millino, Vicario de nuestro Santísimo Padre y Señor Paulo V, y Protector de la Orden’. Madrid 1615.
El volumen está integrado por dos libros: dedicado el primero (62 ff.) a los certámenes poéticos celebrados en Madrid. El segundo, ‘a las fiestas de toda España, las ciudades y villas donde se hicieron, y algunos sucesos maravillosos en ellas’ (231 ff). Interesante la sección dedicada a Madrid, por el prestigio de los poetas que intervinieron en los actos, entre ellos, Lope de Vega y Cervantes. Lope pronunció el discurso de apertura íntegramente en verso (más de 500 versos). Cervantes concurrió con varios poemas excelentes. Comenzaba el primero: ‘Virgen fecunda, Madre venturosa / cuyos hijos, criados a tus pechos…’ El segundo poema debía calcar ‘la canción castellana de Garcilaso que comienza: El dulce lamentar de dos pastores…’ La canción de Cervantes comienza: ‘El dulce requebrar de dos amantes, / Cristo y Teresa, de la tierra aquesta, / aquél de las olímpicas moradas, / mi ruda musa está a cantar dispuesta…’
También interesante la sección segunda, por reseñar las fiestas en no menos de 87 ciudades y villas de la nación: desde las grandes ciudades, Barcelona, Valencia, Sevilla, Burgos…, hasta modestas localidades como Sabiote o Cogolludo… En el ambiente festivo y apoteósico de esas celebraciones tuvo lugar la solemne proclamación de la nueva Beata como ‘Patrona y abogada de España, después del Apóstol Santiago’: patronato otorgado por las Cortes de la Nación el 30 de noviembre de 1617, y confirmado diez años después por Urbano VIII, cuando ya la Madre Teresa había sido canonizada (cf BMC 2, 43 7-448). Canonización. Doctorado.
BIBL.Silverio de S. Teresa, Un diario curioso de la canonización de Santa Teresa, «MteCarm» 26 (1921) 145-147; 193 ss; Hipólito de la S. F., Los procesos de beatificación y canonización de S. Teresa de Jesús. MteCarm 78 (1970) 85-130.