Sobrina de la Santa. Hija de Juan de Ovalle y Juana de Ahumada. Nació en Alba de Tormes (Salamanca), última de los cinco hijos del matrimonio Ovalle-Ahumada. A pesar de las insinuaciones de su santa tía, se opuso durante muchos años a toda clase de vocación religiosa. Finalmente, en 1581 se decidió a ser carmelita. ‘Yo tengo grande lástima a doña Beatriz, que aunque quiere ser monja, no tiene con qué’, escribía la Santa a su sobrino Lorenzo en Perú (cta 427,8, del 15.12.1581). Beatriz se hallaba en Avila, al morir la Santa. Regresó a Alba ese mismo año e ingresó en el Carmelo de la villa el 28.10.1584, y profesará al año siguiente: 10.11.1585, recibida sin dote en atención a su santa tía. Ejerció posteriormente numerosos cargos: en 1595 fue de supriora y maestra de novicias a la fundación de Ocaña, donde pasó a ser priora en 1600. Pasó de priora al Carmelo de Toledo en 1607. Fue ella quien adquirió el edificio del convento definitivo. Priora, de nuevo, en Ocaña en 1610, y en Santa Ana de Madrid en 1615. Elegida de nuevo priora de este Carmelo en 1626 y en 1632. Aquí, en este Carmelo madrileño de Santa Ana, falleció, casi octogenaria, el 1.1.1639, y aquí descansan sus restos, si bien en la nueva ubicación de este Carmelo.
Beatriz ingresa en la historia de la Santa, inicialmente por el cariño que esta le profesa, a ella y a su madre (cta 23,7; 39,4…). Luego y sobre todo por la historia accidentada de su vocación, en la que estuvo vivamente interesada la Santa y que hubo de atravesar una fase espinosa, de calumnias y celos, ocasionados por la mujer de un amigo albense de los Ovalle. A la Santa la preocuparon seriamente esas calumnias, escribió a Beatriz y a su madre cartas terribles (‘a ella y a su madre escribí unas cartas que bastaban para alguna enmienda, diciéndoles cosas terribles…, aunque estuviesen sin culpa…’: cta 402,10), invitándola a trasladarse a Avila (404,2), o incluso a acompañarla a ella en una nueva fundación, Burgos o Madrid (420,2). La propia Santa se sentirá liberada de la obsesionante calumnia de Alba, cuando por fin Beatriz decida viajar a Avila y alojarse en casa de Perálvarez Cimbrón: ‘Heme consolado y dado gracias a Dios que se halle tan bien en casa del señor Perálvarez, su tío… Gran merced de Dios ha sido el que vuestra merced se haya librado de la peste de aquella mujer’ (cta 439; cf 462,5).
Beatriz no conservó cartas de la Santa; únicamente nos ha llegado el fragmento de la carta 439. En cambio, testificó en el proceso de beatificación: Alba, abril de 1592 (BMC 18, 114-120). Por esta su declaración sabemos que acompañó a la Santa en el viaje de Alba a Salamanca y ‘en especial estando en la fundación del monasterio que fundó en la ciudad de Sevilla, seis o siete meses, donde la trató muy en particular’ (BMC 18,114). ‘Y que yendo un día la dicha Madre Teresa de Jesús a ver la Duquesa de Alba, estando en esta villa en la fundación de esta casa, llevaba consigo a esta testigo, que era seglar y su sobrina, la cual se afrentaba de ir con ella, por verla tan remendada, y la dicha Madre se reía mucho de ver cómo esta testigo se afrentaba de ir con ella’ (ib 117). También Beatriz se vio envuelta en el pleito por la devolución de los restos mortales de la Santa, de Avila a Alba (cf MHCT 6,263-264; 371-373), proceso en que ella misma aportó su testimonio en septiembre de 1587 (ib 405-407) y de nuevo el 1.4.1592 (ib 550-552).