Breviario de T
Breviario es el libro litúrgico usado por T para rezar el Oficio de las Horas, en el coro y en privado. Ella se sirvió siempre del breviario carmelitano según el ‘rito jerosolimitano del Santo Sepulcro’ (‘Breviarium… extractum de approbato usu dominici sepulchri, de cuius finibus dictorum fratrum religio sumpsit exordium’). De las dos o más ediciones utilizadas por la Santa, sólo conocemos el ejemplar manejado por ella, probablemente, en los últimos años de su vida. Editado por orden del Superior General de la Orden, J. B. Rubeo, en Venecia (‘in officina Lucae Antonii Juntae’) el año 1568, y actualmente conservado en el archivo de las carmelitas descalzas de Medina del Campo, con la signatura ’20 P’. De su pertenencia a la Madre Teresa da fe, además de la tradición de la comunidad medinense, una breve nota autógrafa de la Santa, escrita en el interior de la tapa final, que dice: ‘deprended de mí que soy manso y vmilde’. Otro indicador de su procedencia teresiana es el billete, también autógrafo suyo, que contiene la ‘cifra de su muerte’ (R 7), cifra que ella tenía en su breviario y que actualmente se conserva en las mismas carmelitas de Medina. Aquí me limitaré a hacer una elemental presentación del ‘breviario de la Santa’, a base de solo este ejemplar.
(NB. He notado arriba que es éste, ‘probablemente’, el último breviario utilizado por la Santa. Si bien el mismo P. General, J. B. Rubeo, hizo editar un nuevo breviario carmelitano el año 1575, en Lión, no sabemos si la M. Teresa adquiriría ejemplares de la nueva edición. De ésta, sin embargo, sí poseemos la portada, perdida en el ejemplar medinense. Reza así: ‘Breviarium carmelitarum, secundum usum ecclesiae Hierosolymitanae et dominici sepulchri, nunc recens sub. n. p. Ioanne Baptista Rubeo, ipsius ordinis magistro generali solerti cura et diligentia f. Iacobi Magistri doctoris theologi Parisiensis ac Carmeli Lugdunaci prioris, emendatum ac typis mandatum. Lugduni, apud Ioannem Stratium, M.D.LXXV…’ (cf Etudes Carm. 4, 1914, p. 81).
El ejemplar medinense es un volumen de 14.50x10.30. Encuadernado en terciopelo rojo, sobrecubierto de láminas de plata, que llevan en la tapa anterior el escudo de la orden (OCD), y en la posterior la inscripción: EN ESTE BRE / BIARIO REÇA / BA NRA MADRE / S TERESA / DE JESUS.
Al ejemplar le faltan las primeras páginas. Comienza con el epígrafe ‘Literae dominicales – 1568’, hoja no numerada, pero que en el margen inferior lleva el registro ‘xij’. Faltan también varias hojas al final del volumen, pero se ha salvado el colofón: ‘Explicit Breviarium secundum ordinem Fratrum / gloriosissimae Dei genitricis, semperque virginis / Mariae de Monte Carmelo, sub Reue- / rendiss. Patre Jo. Baptista Rubeo, / ipsius ordinis magistro gene- / rali, solerti cura, et diligen- / tia emendatum…/ Venetiis, impressum in officina Lucaeantonii Juntae. Anno Dni. 1568’.
Consta de 40 hojas no numeradas al principio, y de otras 438 numeradas a partir del ‘Psalterium’ (foliación en el recto del margen superior de cada hoja). No numerada la hoja final, del colofón. Todo él a dos tintas: en rojo el ‘Ordinale’, las rúbricas y las iniciales. Menos las páginas preliminares, todo él a dos columnas. Ilustrado con numerosos grabados, a veces de página entera, más frecuentemente en un pequeño recuadro que presenta la figura del santo o del respectivo misterio del ciclo litúrgico. Aparte la nota autógrafa de la Santa (p. interior de la tapa final), intervienen varias otras manos sin interés especial (pp. iniciales y finales, y p. 194v).
El breviario está organizado así: a) tablas e índices iniciales por meses (10 hojas), seguidas del ‘ordinale horarum canonicarum’ (26 hojas n. n.) y del texto de san Agustín ‘de laude et utilitate psalmorum’ (3 pp. n.n.); b) sigue el ‘Psalterium ad usum fratrum Carmelitarum’ (hojas 1r-63r), más las letanías y el oficio de la Virgen (hojas 63r-75r) que concluye con la rúbrica: ‘Hoc supradicto modo quotidianum beatae Virginis officium agatur ad omnes horas per annum…’. Lo sigue todavía el Oficio de difuntos (hojas 75r-79r); c) ciclo del tiempo litúrgico (hojas 80r-230v), con el oficio de la ‘dedicatio ecclesiae’ (hojas 231r-234r); d) a continuación, el santoral: ‘officium proprium de Sanctis per totum annum’ (235r), que concluye con varios oficios especiales: de la Visitación de la Virgen, de la Concepción de la Virgen y de la Corona de espinas (‘de corona spinea fit festum duplex feria sexta post octavan paschae…’: 395v-398r); e/ al santoral sigue el común de los santos (399r-425v), a cuyo final se añaden numerosas oraciones y bendiciones (426r-438v): entre éstas, el rito de la unción de los enfermos, el de la recomendación del alma, el modo de dar el hábito, y el ‘modus professandi’.
Recordemos que las horas del breviario, rezadas por la Santa, se distinguían en diurnas y nocturnas: las nocturnas, maitines y laudes; las diurnas, prima, tercia, sexta, nona, vísperas y completas. Parte esencial del breviario eran las oraciones y lecturas bíblicas: aquéllas estaban representadas por el salterio, ampliamente recitado en todas las horas. Acerca de las lecturas bíblicas, hechas especialmente en maitines, el Ordinale contenía una ‘Rubrica librorum Novi, Veterisque testamenti legendorum…’, en la que se ofrecía a la usuaria del breviario el esquema de los libros bíblicos que habría de leer a partir del adviento: Isaías en adviento; san Pablo desde la Epifanía; en septuagésima y cuaresma, libro del Génesis, libros históricos desde el Exodo hasta los Jueces; en Semana Santa, Jeremías; a partir de Pascua, Hechos de los Apóstoles, carta de Santiago, cartas católicas y Apocalipsis: después de la fiesta de la Trinidad, Libros de los Reyes, libros de Salomón, Job, Tobías, Judit y Ester, Macabeos, y por fin Ezequiel y Daniel, hasta reanudar las lecturas de adviento.
Al lector de hoy le es difícil hacerse una idea de la inmensa riqueza informativa y espiritual (incluso iconográfica) contenida en el arsenal del breviario y aportada paulatinamente a una orante como Teresa de Jesús. Baste destacar alguna de las cosas que a ella pudieron llamarle la atención:
Dada su pasión por la hagiografía, a ella hubo de interesarle la tabla inicial de fiestas que recorre los doce meses del año y la serie de santos presuntamente carmelitas, desde el profeta bíblico Eliseo hasta las legendarias santas Eufrasia, Eufrosina y Marina: en total no menos de veinte. Muchos de ellos no reaparecerán en las páginas del santoral, omitidos probablemente porque debieron figurar en folleto complementario, según lo decidido en el Capítulo General de Roma en 1564 (cf G. Wessels, Acta Capitulorum Generalium, Roma 1912,I, p. 460).
En el santoral le interesarían los santos de su especial devoción (cf A 6), presentes casi todos en las celebraciones del breviario: los santos bíblicos, Abrahán, Isaac, Jacob, Moisés, David… y los neotestamentarios, especialmente san José, Pedro y Pablo, la Magdalena…, hasta ‘de sororibus beatae Virginis Mariae’, Cleofé y Salomé; los de la tradición popular, como san Martín, santa Inés, las once mil vírgenes (‘diez mil’, escribirá T), san Francisco…; la serie de santos carmelitas. Todos o casi todos realzados por la correspondiente xilografía.
Entre las celebraciones semanales, es necesario destacar el Oficio parvo de la Virgen María (‘Officium quotidianum’, dice la rúbrica; según T, rezado ‘cada semana’: Conc 6,8). En él descubriría o degustaría especialmente ciertos versos del Cantar de los Cantares, aplicados a la Virgen (f. 64v-75r). Importante también el Oficio de difuntos, durante el cual ella recibió alguna des gracias místicas (V 31,10), el de la Corona de Espinas y de la Sangre de Cristo.
Es comprensible que a T le resultasen cuesta arriba las innumerables rúbricas del Ordinale y las distribuidas por el resto del breviario, todas ellas en latín, salpicado de abreviaturas. Dificultad agravada por los inevitables cambios de cada nueva edición, ordenados por los capítulos generales de la Orden y motivados, en buena parte, por los conatos de adaptación al breviario romano tras las reformas tridentinas de misales y breviarios. No es de extrañar su humilde confesión, si bien alusiva a los años en que rezaba por el breviario anterior (quizás el editado en Venecia, 1543): ‘Entre mis faltas tenía ésta: que sabía poco del rezado y de lo que había de leer en el coro y cómo lo regir… y veía a otras que me podían enseñar. Acaecíame no les preguntar, porque no entendiesen yo sabía poco… Ya que Dios me abrió un poco los ojos, aun sabiéndolo, tantito que estaba en duda, lo preguntaba a las niñas…’ (V 31,23). Todavía en 1581, a raíz del capítulo general celebrado el año anterior en Roma, escribiría a Gracián: ‘hannos dicho que se han ordenado ahora en Capítulo General muchas cosas en el rezado y que traen dos ferias cada semana. Si fuera cosa (posible), poner que no quedásemos obligadas a tantas mudanzas, sino como ahora rezamos’ (cta 376,6, de 21.2.1581, en preparación del capítulo de Alcalá, que se celebraría el mes siguiente). No parecen del todo exactos los rumores llegados de Roma. Pero aun así era cierto que el reciente capítulo general había insistido una vez más en los recambios, y entre otras cosas prescribía: ‘Vacantibus diebus semel in hebdomada agatur officium de feria’ (cf Wessels, loc. cit. p. 551).
Las alusiones explícitas de la Santa a su breviario no son frecuentes: al breviario (F 28, 42), al rezo de nocturnos (V 31,10), a las oraciones del breviario (V 31,10), al diurnal (cta 432,436: el diurnal era un breviario reducido que contenía sólo las Horas del día, no las nocturnas, frecuentemente en castellano), más frecuentes las alusiones a cada una de las horas del oficio, o al rezo mismo del breviario. Lo importante es que el breviario fue su único libro de compañía permanente: en la comunidad y en el coro, en las enfermedades y la celda; en los viajes, en las ventas y en las pausas del camino. A él acude incluso a altas horas de la noche tras un largo trabajo de correspondencia epistolar.
Unica lástima, el inmenso límite que a su hambre de oración y de palabra de Dios le imponía la barrera del latín. Es seguro que la Santa manejó en privado los ‘libros de horas’ o alguno de los ‘diurnales’ entonces divulgados en castellano. Pero no es fácil documentarlo.
BIBL. M. A. Díez, Un misal de san Juan de la Cruz, en «Experiencia y pensamiento en san Juan de la Cruz», Madrid, 1990, pp. 155-167.
Tomás Alvarez