Es la última fundación de la Santa, si bien una vez realizada seguía en pie el proyecto de fundar un Carmelo en Madrid. (Lo realizarán en 1586 Ana de Jesús y fray Juan de la Cruz). De cuantas fundaciones hizo ella, ésta de Burgos es quizás la más trabajosa, a causa de las inclemencias del tiempo y de la oposición del Arzobispo burgalés, y debido a la precaria salud de T, que en Burgos cumple los 67 de edad. El nuevo Carmelo se erige el 19.4.1582, con el título de ‘San José de Santa Ana’. Se instaló en las casas de los señores Mansino, donde sigue aún hoy el monasterio.
Preparativos.Promotores de la fundación habían sido el jesuita P. Ripalda y la dama burgalesa, D.ª Catalina de Tolosa. A fines de noviembre de 1581 viene desde Andalucía a Avila fray Juan de la Cruz, solicitando la participación y presencia de la Santa en la fundación de Granada. Pero T opta expresamente por Burgos (cta 418), opción que pronto tiene el refrendo del Señor: ‘El mismo soy, no dejes de hacer estas dos fundaciones’ (de Palencia y de Burgos: F 31,4). Pese a lo duro del invierno, T parte de Avila el 2.1.1582. Hace una breve pausa en los Carmelos de Medina, Valladolid y Palencia. El último tramo del viaje, Palencia-Burgos, lo realiza los días 24-26 de enero, con penosísimo temporal. La acompañan personas entrañables: su enfermera Ana, Teresita, Gracián… Antes de entrar en la ciudad, T y la comitiva de monjas, capellanes y arrieros se detiene para orar ante el venerado Cristo de Burgos, entonces extramuros de la ciudad. Al grupo de fundadoras lo recibe D.ª Catalina de Tolosa en su casa de Burgos, no lejos de la catedral. Teresa llega rendida y gravemente enferma. Una fuerte inflamación de garganta apenas le permite hablar.
La fundación.Acogida cordialmente por la ciudad, T choca con la oposición del Arzobispo don Cristóbal Vela, abulense como ella. La pequeña comunidad de monjas fundadoras tiene que renunciar a la hospitalidad de Dª Catalina y se traslada al Hospital de la Concepción, al otro lado del río, extramuros de la ciudad. Ahí contempla la Santa, muy de cerca, la interminable cinta de miserias humanas alojadas en los camastros de la casa de cura. Ahí se gana la simpatía y atenciones de un médico del hospital, Antonio de Aguiar. La apoya desde Palencia el obispo don Alvaro, amigo y admirador. Por fin el 26 de marzo escribe ella: ‘Ya estamos en la casa y nos damos prisa a acomodarla’ (cta 437,1). Había logrado contratar, sorpresivamente, la casa y finca de los señores Mansino. El 18 de abril obtenía la licencia del Arzobispo. Y al día siguiente inauguraba el Carmelo burgalés. Una vez en la casa, recién estrenada, el 23 de mayo se desborda el Arlanzón y se la inunda: T y sus monjas tienen que desplazarse al piso alto del edificio y esperar…
Dos meses de paz monacal.’Si no es por quien pasa, no se creerá el contento que se recibe en estas fundaciones cuando nos vemos ya con clausura…’, comenta ella (F 31,46). Ahora, conquista pronto la benevolencia del Arzobispo. Se gana las simpatías del admirable médico Aguiar. Ella misma recibe y da el hábito a las primeras vocaciones burgalesas. Se atrae las miradas de numerosas religiosas de otras comunidades, especialmente del Real Monasterio de las Huelgas. Disfruta de una primavera espléndida, que le permite escribir su último relato, la fundación de este Carmelo, último capítulo de su Libro de las Fundaciones,redactado con mano firme y gran agilidad estilística: 28 páginas autógrafas que han llegado hasta nosotros. Todavía el 6 de julio se ve precisada a renunciar al viaje de Madrid (ctas 455 y 456). Por fin, el 26 de ese mes, fiesta de santa Ana, titular del Carmelo burgalés, emprende el viaje de regreso, en dirección a Avila, pero que a medio camino habrá de desviar hacia Alba. Jornada penosa: Burgos, Palencia, Valladolid, Medina del Campo, Alba de Tormes. A los dos meses de la partida (Burgos 26.7 Alba 4.10) pone fin a su tarea terrena y entrega su alma al Señor.
De Burgos y los burgaleses había escrito: ‘Siempre había yo oído loar la caridad de esta ciudad, mas no pensé llegaba a tanto’ (F 31,13). Burgos.
Bibl.Fr. Valentín de la Cruz, Santa Teresa en Burgos, Burgos 1982; T Alvarez, Burgos visto con ojos de mujer, Burgos 1998; A. Salvá, Santa Teresa en Burgos, en MteCarm 7 (1906), 727-734; 768-776; A. C. Ibáñez Pérez, Burgos y los burgaleses en el siglo XVI, Burgos 1990; V. Dávila Jalón, Nobiliario de la ciudad de Burgos, Madrid 1955.
F. Domingo