Como las restantes catedrales españolas, también la de Avila en tiempo de santa Teresa poseía un cabildo o corporación de eclesiásticos responsables del culto divino en la catedral, y asesores del obispo diocesano en determinados asuntos de gobierno. Se regía internamente por estatutos propios, que remontaban a mediados del siglo XIII y fueron renovados en 1510, y que en la época teresiana se ajustan a los cánones reformistas del Concilio de Trento y a las Constituciones sinodales de 1557.
Al promediar el siglo XVI, el cabildo abulense no era de los más fastuosos de Castilla. Contaba, sin embargo, con casi un centenar y medio de miembros, entre clero y personal subalterno. El clero principal estaba integrado por dignidades, arcedianos y canónigos. Dignidades eran el deán (que preside el cabildo), el chantre (que dirige el coro y la liturgia), el tesorero (responsable de la administración, llaves, arcas, vasos sagrados, ropas y libros), el maestrescuela (encargado de la escuela catedralicia), y el prior (cargo suprimido a principios del siglo XVI). Arcedianos: en número oscilante, entre cuatro y siete. Canónigos: la catedral contaba con al menos cuatro ‘canónigos de oficio y oposición’, a saber: lectoral, penitenciario, magistral y doctoral.
Mucho más numeroso y abigarrado era el personal subalterno de la catedral: capellanes (muy numerosos), músicos (organista, sochantre, maestro de mozos de coro, cantores, maestro de capilla, mozos de coro y ministriles), sacristán, pertiguero, campanero, perrero, maestro de ceremonias y cerera (única mujer que figura oficialmente en la corporación: encargada de la limpieza de la catedral; encargada además de ‘tener vino bueno y suministrarlo para todas las misas que se celebren en la catedral’).
En tiempo de la Santa, corría a cargo del cabildo la organización de las procesiones mayores, el nombramiento de oficiales y patronos, la vigilancia de la conducta de los clérigos, la acogida de niños expósitos, la distribución de limosnas a pobres vagabundos y a conventos y monasterios menesterosos. Entre ellos, al de la Encarnación. En casos dados, el cabildo intervenía en el arreglo de pleitos con las parroquias de la ciudad.
En las Actas Capitulares, no hay decisiones alusivas a la Santa, en vida de ésta (sí las hay, por ejemplo, alusivas a su coetánea Maridíaz). En 1577, intervendrá la Santa ante el obispo don Alvaro de Mendoza, para que ingrese en el cabildo con el título de canónigo el amigo de ambos Gaspar Daza (cta 206, 7-8 agosto de 1577, a Don Alvaro). En cambio, después de muerta T, el cabildo se apresurará a introducir su fiesta en el rezo litúrgico catedralicio apenas beatificada aquélla (acta del 27.9.1617): ‘atento a que la dicha santa Madre es natural de esta ciudad y fundadora de la dicha Orden, y la ciudad la tiene recibida por patrona…’ (Archivo catedralicio, ‘Libro de actas capitulares, 1616-1617’, ff. 295-296). Todavía a principios de siglo XIX se vuelven a precisar aspectos de la procesión de la Santa en su fiesta (acta del 24.4.1807).
En la serie de fundaciones realizadas por T, tuvo que relacionarse con los cabildos respectivos. Ya en V 36,15 alude a la presencia del cabildo abulense en las juntas del Consejo de la ciudad. Sucesivamente se relaciona con los cabildos de Segovia (F 21,8; cta 71,3), Palencia (F 29,13) y Sevilla (F 30,5). El trato más intenso y amistoso se lo procuró el de Palencia, que le facilitó la adquisición de casas y patios (‘unos grandes corrales’; cta 384,3; F 29,13.29) y el uso de la iglesia de Nuestra Señora de la Calle para la liturgia conventual (ctas 365,5; 400,2). Canónigos. Ministriles.
BIBL.J. R. López Arévalo, El cabildo catedral de la Vieja Castilla. Avila. Su estructura jurídica, s. XIII-XX. Madrid 1966; Sánchez Sánchez, Andrés, Resumen de Actas del Cabildo de Avila. I (1511-1521). Avila 1995. II (1522-1533). Avila 1998.