Santa Teresa de Jesús fue canonizada por Gregorio XV, con la bula ‘Omnipotens sermo Dei’ del 12 de marzo de 1622, solemnemente proclamada en la Basílica de San Pedro de Roma ese mismo día. El acontecimiento revistió solemnidad especial, porque en esa fecha fueron canonizados juntamente con la Santa otros cuatro santos famosos: san Isidro labrador, san Ignacio de Loyola, san Francisco Javier y san Felipe Neri. En la bula correspondiente a T se proclamaba su canonización con estas palabras:
‘Para honra y gloria de Dios y de la individua Trinidad, exaltación y aumento de la fe católica, por la autoridad y omnipotencia del misericordioso Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo…, determinamos, juzgamos y definimos que la bienaventurada Teresa, Virgen, de gloriosa memoria, nacida en la ciudad de Avila, de cuya santidad, candidez de ánimo y demás excelencias, milagros y virtudes, de las cuales bastantemente nos consta, es santa, gloriosa y alabada. Por lo cual, sentimos y estatuimos, definimos y determinamos que se debe poner, asentar y numerar en el catálogo y número de las santas vírgenes…’ (BMC 2, 429).
La canonización había sido precedida de un largo proceso que había culminado en la beatificación de T (ver ‘Beatificación’).El breve pontificio de beatificación había sido firmado por el papa Paulo V el 24 de abril de 1614. Por los tribunales del proceso habían desfilado centenares de testigos, casi en su totalidad ‘testigos oculares’. A la par habían llegado a Roma cartas postulatorias de numerosos obispos españoles, peticiones de monarcas de las naciones católicas europeas (de España, Francia, S. R. Imperio, Polonia, Flandes…) y de varias universidades e instituciones. Peticiones y expectativas que se redoblaron inmediatamente después de la beatificación, para solicitar la canonización de T.
De los trámites romanos de esos años (1614 y siguientes) nos ha llegado un minucioso ‘Diario’, que desafortunadamente se interrumpe en octubre de 1618. Pero que nos permite seguir al detalle las incidencias del procedimiento romano (publicado por Silverio de Santa Teresa, en la revista ‘Monte Carmelo’, 1922-1923). De él podemos extraer los episodios que van jalonando la marcha de la causa de T en la curia pontificia:
’A 16 de julio de 1614′, Paulo V instituye una comisión de tres auditores de la Rota Romana, para que estudien el contenido de las actas procesales en orden a la canonización de la Madre Teresa (MC 1922, p. 389).
’A 30 de enero de 1615′, los tres auditores dan su voto favorable ‘de validitate processus’ (MC 1923, p. 65).
Sucesivamente, los auditores van emitiendo su voto particular siempre favorable, sobre los contenidos del proceso, seleccionando los aspectos más importantes: primero, sobre las virtudes teologales de T (el 25.2.1615); luego (3.4.1615), acerca de sus virtudes morales: ‘constare de humilitate, castitate et virginitate, obedientia, paupertate et carnis maceratione in excellenti gradu ad canonizationem’; todavía, acerca de carismas especiales de T: ‘Probari donum sublime orationis et contemplationis ac extasis spiritu et elevationis corporis necnon donum divinarum visionum et revelationum, et quod facies Beatae aliquando resplenduit’ (28.4.1615); aportan un voto especial sobre el carisma profético y el discernimiento de espíritus de T (15.6.1615), y sobre su fama de santidad en el pueblo ‘in vita et post mortem’ (13.6.1615).
Ese análisis de la espiritualidad de T, que concluía con el dictamen ‘omnibus mature discussis, constare de sanctitate vitae B. virginis Teresiae ad effectum canonizationis’, seguía casi materialmente las pautas establecidas en el famoso ‘Rótulo de los procesos remisoriales in specie’, que contenía un articulado de 117 números, por los que fueron interrogados los testigos del proceso apostólico: articulado que había sido preparado por un buen conocedor y admirador de la Santa, el P. Juan de Jesús María (‘Calagurritano’), en colaboración con el Procurador español Juan de san Jerónimo. La serie de postulados del ‘Rótulo’, si bien desde el punto de vista histórico tenía el inconveniente de canalizar y condicionar las respuestas de los testigos, facilitó a los analistas de la causa no sólo la valoración de la santidad de T, sino la elaboración de su semblanza espiritual desde los criterios vigentes en aquel momento: normal atención a los valores éticos de las virtudes humanas y cristianas; especial evaluación de los carismas místicos de T, tan apreciados por los hombres del barroco; pero escasa atención a los escritos, doctrina y saber de la Santa, más presentes en el interrogatorio del ‘Rótulo’, que en la síntesis de los auditores rotales. Aspecto éste que será parcialmene subsanado en las primeras líneas de la bula de canonización, como luego veremos.
El 13 de agosto de 1616, el memorial de la Rota llega a manos de Paulo V, quien inmediatamente lo remite (15 de agosto) a la Congregación de Ritos.
El 3 de septiembre de 1616, la Congregación de Ritos aborda el estudio del memorial y de otros documentos actuales del proceso (carta del Emperador, etc.).
El ‘Diario’ sigue, una a una, las actuaciones de la Congregación de Ritos y las intervenciones de otros dicasterios romanos (MC 1923, pp. 113-114).
El 15 de julio de 1617, reunión de todos los cardenales firmatarios del ‘Rótulo’ (cf BMC 19, pp. IX-X): ‘Todos los Cardenales que se hallaron presentes, que fueron diez, unanimiter, con grande aplauso vinieron en que, si Su Santidad quería, la podía canonizar… Dijeron grandes cosas de la Santa, en particular de la reliquia del pie, que está en la Escala [iglesia de santa María della Scala, Roma], por haberla visto casi todos los Cardenales de la Congregación. El Sr. Cardenal Belarmino dijo mucho de esta santa reliquia y del olor grande que sale de ella’ (ib p. 206).
Todavía, en la sesión de la Congregación de Ritos del 13 de octubre de 1617, se levanta acta de la extensión de la celebración litúrgica de la Beata a toda España, y del patronato teresiano sobre la nación (ib p. 208).
Tras el vacío del ‘Diario’ respecto de los años siguientes, se produce un notable retraso de la causa con motivo de la enfermedad y muerte del Papa Pablo V (28.1.1621), cuando ya todo estaba a punto para la canonización.
El 12 de marzo de 1622 firmaba el nuevo papa, Gregorio XV, la bula ‘Omnipotens sermo Dei’, en la que destacaba, entre otros aspectos de la figura de la Santa, los más relevantes (remitimos a la versión clásica de la Bula, publicada en la BMC 2, 419-430):
a) ante todo, su actualidad eclesial: ‘En nuestros tiempos y días hizo [Dios] grandes cosas por manos de una doncella, suscitó y levantó en su Iglesia, como otra nueva Débora, a una virgen Teresa…’ (p. 419);
b) sigue una esencial biografía de T, destacando su ‘amor de Dios’, reportando expresamente las palabras esponsales de la Relación 35, su voto de perfección y su anhelo de configuración a Cristo (ib p. 421);
c) se recuerda ‘también el libro que había escrito sobre el Cantar de los Cantares’ (ib, 422); e inmediatamente su carisma sapiencial: ‘Su Majestad… la enriqueció largamente con otros dones y gracias, y la llenó y fecundó de espíritu de inteligencia divina, para que no tan sólo en la Iglesia de Dios diera y dejara ejemplos y dechados de buenas obras, sino esparciera y la ilustrara con los rocíos de la celestial sabiduría, escribiendo tantos libros de mística teología y otros llenos de mucha piedad, de los cuales los entendimientos y espíritus de los fieles perciben y sacan abundantísimos frutos para el alma, y con ellos son encendidos, elevados y guiados a la patria celestial’ (ib p. 423: versión intencionadamente ampulosa del original latino).
d) la bula consagra la versión sesgada del lema Teresiano ‘Domine, aut pati aut mori’, si bien la versión oficial regresa al original de la Santa: ‘Señor, o morir, o padecer’ (ib p. 423), así como su empresa (‘opus maximum’) de fundadora (ib); sus milagros y su muerte, con el gesto final de acción de gracias por morir en el seno de la Iglesia (ib p. 424).
Afortunadamente, poseemos una relación coetánea, de la fiesta de la canonización de T en San Pedro del Vaticano (cf Relación de las fiestas celebradas en San Pedro de Roma en la canonización de Santa Teresa, y decreto del Papa’: BMC 2, 431-436). En ella se describe detalladamente el rito solemnísimo de la celebración. La ‘súplica’ del Cardenal procurador, reiterada tres veces, en nombre del Emperador, de los reyes, príncipes y fieles cristianos, a la que responde el secretario del Pontífice. En la primera de esas respuestas, el representante del Papa hace, a su vez, la semblanza de T en estos términos: ‘Teresa, coronada de virginales azucenas y quebrantando en su propio cuerpo las armas de los apetitos, con mortificaciones voluntarias, triunfó perpetuamente en la Iglesia militante de las valentías de los demonios. Tuvo familiares coloquios con la Sabiduría eterna, y descubrió los secretos divinos. Hubiera logrado la palma de mártir, si el soberano Esposo, enamorado del sacrificio de su virginal pecho, no la hubiera reservado para que, sin derramar su roja sangre, restituyese sus antiguos verdores al Carmelo’ (ib p. 433).
A la tercera súplica, responde el Papa con el decreto de canonización, solemnemente leído por su secretario: ‘A honra de la santa e individua Trinidad y exaltación de la fe católica y aumento de la religión cristiana, con la autoridad del mismo Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo, y de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo y nuestra, habiendo tomado consejo de nuestros hermanos, determinamos y definimos que los sujetos, de buena memoria, Isidro Labrador, patrón de Madrid; Ignacio de Loyola, del lugar vizcaíno de Azpeitia, Fundador de la Compañía; Francisco Javier, de la misma Compañía de Jesús; Teresa de Jesús y Ahumada, natural de Avila, Fundadora de la Orden de Carmelitas Descalzos; y Felipe Neri, florentino, Fundador de la Congregación del Oratorio, son santos, dignos de ser escritos en el Catálogo de los Santos, y como tales los escribimos en dicho Catálogo…’ (ib p. 435).
‘Al acabar de leer esto, regocijándose todo el concurso y sonando los instrumentos músicos, todo era dar voces de alegría y hacer reverencia a los nuevos Santos. Sin detención alguna, hicieron fuera de la iglesia señal las chirimías, las campanas y muchísimas trompetas. Entonces también los soldados suizos de que se formaba la guardia de Su Santidad hicieron salvas con repetidos disparos; principalmente en el Castillo de San Angelo se dispararon muchas piezas de artillería en señal de la canonización de los cinco Santos. También se oía por toda la ciudad el sonido alegre de las campanas. Y de todo resultaba excitarse mucho los corazones de cuantos fieles había a alabar y bendecir a Dios en sus Santos…’ (ib p. 435).
El rito concluyó con la oferta de dones al Papa, último de los cuales ‘cinco cestillas muy pintadas y adornadas de plata y oro, que debajo de redecillas de seda aprisionaban grande copia de pajarillos. En recibiéndolos Su Santidad, les dio libertad, y subiendo a lo superior del templo alborozaban a los presentes’ (ib p. 436). Beatificación. Doctorado.
BIBL.Silverio de Santa Teresa, Un diario de la canonización de Santa Teresa, en «MteCarm.» 26 (1922), 145 y ss. BMC, 2, 419-430 (Bula de Canonización); Hipólito de la Sda. Familia, Los procesos de beatificación y canonización de Santa Teresa, en «MteCarm.» 78 (1970), 85-130.
Evaristo Renedo