Carmelita, hermano de Bernardino de Carleval. Poseemos pocos datos de su biografía. Cursó estudios en Salamana. Altamente estimado por la Santa, que le confió el cargo de confesor en el recién fundado Carmelo de Malagón. De regreso a Toledo, escribe ella: «vengo contentísima de dejarle allí [en Malagón]. Fuera de mi padre Pablo [Hernández, sj], no sé yo a quién dejara que fuera tal. Ello ha sido grande ventura. Es de mucha oración y gran experiencia de ella. Está muy contento, sino que es menester aderezarle una casilla» (cta 8,5; cf 7,2). Es la misma solución que la Santa adoptará en el caso de fray Juan de la Cruz en La Encarnación. De nuevo elogia al confesor carmelita en carta Dª Luisa de la Cerda, que sigue en Antequera: «En su monasterio de su Señoría [Carmelo de Malagón], me escriben les va muy bien y con gran aprovechamiento, y así lo creo yo. Han tenido todos acá [probablemente, los carmelitas de Avila] por gran ventura quedarles tal confesor que le conocen, que se espantan, y yo también, que no sé cómo lo guía el Señor…» (cta 10,3: del 23.6.1568). Y prosigue elogiándolo: «crea vuestra señoría que es varón de Dios» (ib).
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