Dominico, confesor y gran colaborador de la Santa. Nacido en Trujillo (Cáceres) el 6.7.1507. Ingresó dominico en San Esteban de Salamanca, donde profesó el 22.7.1525, prosiguiendo estudios en el mismo convento. Fue discípulo de Francisco de Vitoria y de Melchor Cano. Se doctoró en teología en Sigüenza el año 1549. Ya antes había suplido a Soto en su cátedra salmantina, el curso 1547-1548. Al año siguiente sustituyó por breve tiempo (1550-1551) a Melchor Cano, ausente en el Concilio de Trento. En 1551-1552 él mismo fue socio de Cano en el Concilio. De regreso a España actuó de profesor en la universidad de Santiago de Compostela, y a partir de 1578 Felipe II lo llevó a la corte como confesor y asesor suyo. Cargo que desempeñó con seriedad y libertad (cf el episodio referido por Palafox en el comentario a las cartas de la Santa: tomo I, cta 22, nota 9). Chaves murió en Santo Domingo el Real de Madrid el 17.6.1592. – No es fácil precisar el comienzo de su trato con la Santa. Ésta lo enumera entre sus confesores teólogos en la Relación 4,8, para los inquisidores de Sevilla. Según testimonio de otro dominico, Juan de Montalvo, Chaves se relacionó con la Santa siendo ésta priora de la Encarnación (BMC 18,156). El mismo año en que Chaves es nombrado confesor del rey (1578), la Santa recurre a él con toda confianza. Escribe a Gracián: ‘No sé si sería bueno que vuestra paternidad lo comunicase con el maestro Chaves…, que es muy cuerdo, y haciendo caso de su favor [ante el rey] quizá lo alcanzaría él; y con carta suya [de Chaves] sobre esto habían de ir los mismos frailes a Roma…’ (carta 238,3 del 15.4.1578). Se trataba del grave asunto de la erección de provincia, entonces en manos del nuncio F. Sega, francamente adverso al proyecto. Pero unos meses después (9 de octubre) los descalzos improvisan el malaventurado Capítulo de Almodóvar, que provoca las iras del nuncio pontificio (MHCT 2,33). La Santa, contrariada y alarmada por lo hecho, escribe a Chaves una carta que ha de llegar a sus manos por el conducto seguro del empleado regio Roque de Huerta; lo pone al corriente del embrollado asunto; y le envía las actas del Capítulo, para que haga relación de todo al rey (cta 273,10.14: sólo poseemos la versión latina de esa carta de la Santa). Se trataba, ante todo, de frenar la inmediata y drástica resolución del asunto por obra del nuncio papal, cosa que consigue de momento. Todavía a finales del mes escribe ella al mismo Roque de Huerta: ‘Aquí va una carta para el maestro Chaves. En ella le digo que vuestra merced le dirá en el estado que están los negocios. Procure coyuntura para hablarle y dársela, y dígale cuáles nos paran esos benditos. Creo será de algún efecto esa carta, porque le suplico mucho hable al rey…’ (cta 274,1). Era el momento decisivo para el salvamento y la supervivencia de la obra teresiana. También fue decisiva la mediación del egregio confesor del rey en ese trance, pues se logró nombrar a los famosos asesores del nuncio (‘los acompañados’ dirá la Santa: cta 293,3), que abrieron paso a la solución definitiva del enmarañado pleito (MHCT 2, 99).
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