Monja carmelita, priora de la Santa en la Encarnación. Ya en 1522 formaba parte del capítulo comunitario. Al ingresar la Santa, era supriora del monasterio (1535). Más tarde, al fundarse el Carmelo de San José de Avila, doña María era priora de la comunidad: recién elegida, el 12.8.1562. Para esa elección, había prevenido T a sus amigas: ‘escribí a mis amigas, para que no me diesen el voto’ (V 35,7). La misma doña María había sido priora anteriormente: 1539-1542 y 1546-1552. Durante este último priorato había propuesto y firmado ella (año 1547) los famosos seis capítulos de reajuste del régimen de la comunidad, en lo tocante a dotes, número de religiosas (‘muchedumbre de monjas’), elección de prioras, procesiones, clausura, no admisión de seglares para morar en el convento ‘salvo doncellas… hasta que hayan edad de 18 años, que fueren a la dicha casa a ser bien doctrinadas e mostradas’, patronos seglares, dependencia del provincial, etc. (cf Nicolás González, El Monasterio de la Encarnación…, 2, 299-304). Al encontrarse con el hecho del nuevo Carmelo de San José, sorprendida o no, ‘luego la prelada me envió a mandar que a la hora fuese allá [a la Encarnación]. Yo, en viendo su mandamiento, dejo mis monjas harto penadas y voyme luego’ (V 36,11), temerosa de que ‘luego me habían de echar en la cárcel’ (ib). Pero la priora fue benévola, permitió a T ‘dar su discuento a la prelada’. Y se aplacó. No sólo eso, sino que permitió a otras monjas de la Encarnación, o bien prestar servicios de suplencia en San José, o pasar definitivamente al Carmelo de la Santa. Ante el visitador Rubeo se mostró sumamente benévola respecto de la priora, su sucesora, y de toda la comunidad. Lo anota el visitador: ‘Entre las monjas hay paz y quietud con obediencia. La reverenda priora [Francisca Briceño] hace muy bien su oficio’ (EstTer 1,297). Más adelante pasa ella misma a ser súbdita de la Santa (1571-1574), e interviene, ya muy enferma en la Respuesta a un desafío (n. 19). Al pie de su respuesta, añade la propia Santa: ‘está mucho ha sin poderse menear de la cama, y harto al cabo’ (EstTer 3,298). La última alusión de T a su antigua priora es para notificar su muerte a María Bautista, que había sido una de las ‘doncellas’ residentes en la Encarnación y súbditas de aquélla: ‘Sepa que doña María Cibrián [error del amanuense, por Cimbrón?] ha muerto. Encomiéndela a Dios’ (cta 63,5). Era el mes de mayo de 1574).
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