Sorprende que una figura tan legendaria como la de la Madre Teresa de Jesús haya producido tan escasos acercamientos del cine y de la televisión a la pluralidad de vertientes que presenta su biografía. Teresa de Avila fue, desde niña, una personalidad a la que le daba de frente el aire de la calle, con la que se entendía bien el juego de las pasiones más nobles y a la que se podía hacer frente y entrar hondo porque era vertiginosa como el viento y cristalina como el agua de las fuentes o de los pozos a cuya vera tantas veces soñó en sus conventos y de la que hizo el mejor de los elogios: que qué sería del mundo si llegara a faltarnos el agua. Alguna escritora Carmen Gaite y alguna actriz Concha Velasco que han interpretado a la Madre Teresa de Jesús, dijeron graciosamente de ella que era muy «numerera». Es decir, que montaba con facilidad sus propios escenarios y sus maneras imaginativas de estar presente en casi todo el ruido de su siglo y de salirse casi siempre con lo que pretendía. Hay que acordarse, por ejemplo, de aquel «auto sacramental» que les organizó a las monjas de la Encarnación cuando la hicieron priora del «machucamiento». Que se fue ella a la Encarnación, que tomó a la Virgen en brazos, que la puso en la silla prioral y que les dijo a las monjas que allí no iba a haber más priora que la Santísima Virgen. Lo cual desarmó a las monjas. O hay que acordarse viniendo más a la raíz de su vida de aquel lance de caballería que se tiró ella con su hermano Rodrigo para irse a tierra de moros a ver si algún cabecilla musulmán los descabezaba por Cristo. Todo un mundo cristiano habitaba y pululaba por entonces en la fascinación de Teresa. Había leído cosas y se había quedado con ellas. Y pasó de los años cristianos y vidas de santos a las novelas de caballería, que eran la gloria del momento. Y se aprendió todos los términos de los caballeros andantes. Y sus consejos. Y la fuerza de sus amores. Y sus múltiples enfrentamientos y el servicio de admiración y rendimiento de los caballeros a cada una de las damas…
Esta Teresa de Jesús, más la que posteriormente se abre de manera casi mágica al amor de un Cristo que se le revelaba y se le rebelaba en el fondo de su alma, era una Teresa de Jesús perfectamente asumible por una imaginación y oficio menos cerriles y mucho menos tópicos que lo que luego iban a ser los pocos guionistas que se acercaron a la riquísima experiencia de la mujer y de la santa. Tengo para mí que esos guionistas escasos y cortitos se cebaron demasiado en la imagen de una Teresa excepcional, rara, fuera de las normas cotidianas de caminar por la existencia. Se trataba de llegar cuanto antes parece al prodigio y al deslumbramiento, cosas que nunca le han ido bien a un arte que, como el cine y la televisión, necesitan mucha encarnadura. Porque en cine y en televisión no valen para mucha cosa los arrebatos literarios y los sucesos diferentes y deformadores. Fijándose un poco menos en la Santa oficial de la Iglesia y dedicándose un poco más a la mujer de hueso y carne que anduvo por las tierras de media España y que de manera tan viva aparece en sus libros los de la Santa, habría sido más fácil encontrar apoyo para hacer de Teresa de Jesús un personaje cinematográfico y televisivo casi tan pulcro y preciso como el que gracias a Dios logró Josefina Molina con Carmen Gaite y Víctor García de la Concha, más el trabajo insuperable de Concha Velasco en la TERESA DE JESÚS que produjo TVE en el año de 1983. Pero hablaremos de esta obra mucho más adelante. Por el momento vayamos al cine mudo y nos encontraremos con el primer intento que el cine español se permitió hacer con la vida de la Santa.
TERESA DE JESÚS (España 1927)
Dirección: Hermanos Beringola
Producción: Juan Vila
Intérpretes: Diversos autores teatrales
Esta película muda se le escapó a Carlos Fernández Cuenca en su casi exhaustiva relación de «Cine religioso» filmografía crítica comprendida entre los años 1896-1959. Pero de esta «Teresa de Jesús» da cuenta Juan Antonio Cabero en su «Historia de la Cinematografía española» (1896-1949). Dice de ella Juan Antonio Cabero que «fue un fracaso». El filme estaba mal elaborado, pobre de ideas y escaso de interpretación. Se llevó a cabo porque puso dineros muy justos, eso sí el sastre de teatros Juan Vila. Quien, para que la cosa saliera menos ruinosa, echó mano de los buenos propósitos y escasos aciertos de un osado conjunto de actores teatrales que le resultaban amigos para todo al generoso productor. La película quiso encontrar pantalla en los cines madrileños de la época, que no eran muy exigentes a la hora de la calidad y que se contentaban con lo que hubiera, pero ni aún así logró que se la estimara en la capital. Esta primera «Teresa de Jesús» tuvo, pues, un recorrido incierto por cines de pueblo y de alguna modesta capital de provincia, pero se la relegó pronto al olvido y al almacén de los dineros mal gastados. No creo que ahora mismo exista copia de esta película.
TERESA DE AVILA (España 1956) 20 mns. Dirección y Fotografía:Joaquín Hualde
Guión: José López Clemente
Música: Mario Medina
Intérpretes: Teófilo Martínez, María de los Angeles Herranz
Producción: NO-DO
Se trata de un documental que aspiró nada menos que a evocar los pasos de la vida de la Santa en «el reflejo de los ambientes de su tiempo». Hay mucha Avila de los Caballeros mucha piedra y algún recorrido por los caminos fundacionales de Teresa. La película, en plan modesto pero digno, estuvo presente en una de las primeras ediciones de la Semana Internacional de Cine Religioso de Valladolid. Le concedieron el Lábaro de Plata como al mejor documental presentado al certamen. La verdad es que la realización de Joaquín Hualde tiene empaque y un evidente respeto a la historia y persona de Teresa. La línea documental de NO-DO ya es sabido que aspiraba decididamente a esta filosofía del respeto y del elogio hagiográfico. Era lo que se llevaba más en el tiempo en que se hace «Teresa de Avila». Por otro lado, el guionista José López Clemente era de los que tenía sabida la lección técnica y… oficial.
TERESA DE JESÚS (España 1962) 131 minutos.
Dirección: Juan de Orduña
Guión: Manuel Mur Oti, Antonio Vich y José María Pemán.
Fotografía: José Aguayo.
Música:Manuel Parada.
Intérpretes: Aurora Bautista, José Bódalo, Roberto Camardiel, María Luz Galicia, Carlos Casaravilla, Rafael Durán.
Una síntesis de lo que cuenta de la Santa esta película de Juan de Orduña podría dar de sí algo como lo siguiente: una falsa estigmatizada la Madre Anunciación es detenida en Avila por los alguaciles del Santo Oficio. Teresa tiene por entonces los años justos como para enterarse de lo que está pasando en la ciudad. También es para Teresa el tiempo de los amores juveniles y de las amistades que en casa juzgaron peligrosas especialmente tras la muerte de su madre Beatriz. Teresa, fuerte desde esa misma juventud, se juega el todo por el todo y se va de monja a la Encarnación. Y en la Encarnación comienzan a surgir uno a uno sus problemas de espíritu: los que la tienen confusa al principio mientras le pide al Señor el don de lágrimas hasta los que la van convirtiendo poco a poco en una posible creadora de formas nuevas de vivir el estado religioso. Vamos después con Teresa con el exceso de vértigo que impone la interpretación casi militar de Aurora Bautista por esos caminos de Dios. Y asistimos con ella a alguno de los episodios que, para los guionistas, fueron capitales en su vida, cosa que no está lo suficientemente razonada en la película. Al final: muerte en Alba y glorificación suprema de esta mujer que, por fin, consiguió que las lágrimas le brotaran y que el corazón se le enterneciera.
Desgraciadamente, la película de Orduña peca de casi todos los defectos que tuvo siempre el cine del autor. Y es que no es lo mismo hacer primero «El último cuplé», con Sarita Montiel, que atreverse después a hacer «Teresa de Jesús». La crítica fue dura con este filme porque se temió que diera paso a otras muchas hagiografías ya que a Orduña se le tuvo siempre por el ingeniero de caminos nuevos del cine de España. Esta crítica cargó tintas en las siguientes deficiencias: que la película no refleja el movimiento interior del alma de Teresa, mil veces más importante que la peripecia de su vida; que Orduña se limitó a hacer en la película una biografía helada en la que hay muchos «ires y venires» de la Madre Teresa, pero en la que nunca vemos de verdad a la mujer que debe hacernos pensar y sentir y admirar la obra de Dios en ella; que la película es fría, heladora, tremendamente distanciada y distanciadora. Es decir: que la ausencia de Teresa de Jesús en el filme es una ausencia suicida. «Santa Teresa de Jesús no está reflejada en la película por más que sus movimientos puedan corresponder con los movimientos físicos de la Santa. El desgarro histriónico de Aurora Bautista no deja ver ese fuego devorador que abrasaba a Teresa de Jesús; los bellos rayos de luz no nos sirven para identificarlos con la presencia del Señor y los pobres parlamentos de la actriz no nos meten dentro de la comunicación espiritual de la Santa. La vulgarización de unos gestos como expresión de unos sentimientos se nos queda vacía, posiblemente porque son gestos que corresponden a la vaciedad que se adivina en ellos» (Félix Martialay, «Film Ideal», Junio 1962, págs. 380-381).
Evidentemente fue un error confiar el papel de Teresa a una Aurora Bautista que pudo defenderse heroicamente en «Locura de Amor» o en «Agustina de Aragón», pero que siempre fue gritona y excesivamente física. Como fue un error dejar que Manuel Mur Oti se responsabilizara de la parte sustancial del guión. Mur Oti pudo haber sido un buen director de cine si se hubiera contenido un poco, pero como guionista siempre anduvo de exceso en exceso. Esta vez la víctima de esos excesos literarios de Mur Oti a pesar de la presencia casi simbólica de Pemán en la confección del libreto fue «Teresa de Jesús». Y la verdadera santa Teresa de Avila de rebote. Al cine español de los años sesenta se le escapó así la oportunidad de hacer un buen homenaje a la Santa de Avila en el Centenario de su Reforma.
AVILA MÍSTICA DE SANTA TERESA (España 1962)
Dirección y Guión: Juan García Atienza
Fotografía: Andrés Berenguer
Producción: Miguel Angel Proharán para TVE
Montaje: Pedro del Rey
Voz de: Berta Riaza
El novelista Jesús Fernández Santos dirigía en TVE el programa cultural que llevaba el título de «La víspera de nuestro tiempo». Y se aprovechó en él el Centenario teresiano de la Reforma para dedicar al acontecimiento este documental que tiene de entrada el buen gusto de utilizar exclusivamente textos seleccionados de la gran escritora. Son textos, naturalmente, que hablan de su vida y de sus experiencias y de su historia de fundadora y de lo mal que lo pasó cuando entendió que Dios la llamaba a hacer una obra para la que entendía ella que no estaba suficientemente preparada.
La dirección de este documental se confió a los buenos oficios de Juan García Atienza, director de cine, realizador de «Los dinamiteros», un profesional de evidente competencia. Sin embargo, no se puede decir que su trabajo en esta «Avila mística de Santa Teresa» haya rayado a mucha altura. García Atienza se dejó seducir, sin duda, por la belleza de una fotografía en blanco y negro a la que le resultó excesivamente goloso el escenario de la ciudad amurallada. La cámara viene y va, se mete en todos los rincones teresianos, tiene permiso para indagar conventos especialmente el de la Encarnación entra en las celdas de las monjas, tiene a su disposición todos los recuerdos vivos de la Santa y las imágenes que ella veneraba y hasta las muñeconas ligeramente carnavalescas con que a veces se ha querido dar la imagen de una Madre Teresa bastante menos realista que la que, por ejemplo, mal pintó con sus pinceles el Fray Juan de la Miseria que le arrancó a la Santa aquel perdón singular: «aunque me hayas pintado fea y legañosa». Y es que el texto hermosísimo de la Santa dicho con mucha dulzura por la actriz Berta Riaza daba para muchos más silencios y lentísimas imágenes que los que se advierten en este documental. Hay momentos en que las imágenes no responden para nada a lo que el texto nos va diciendo. Un texto que cuenta la vida, que habla de sus inquietudes monacales, que se atreve a decir los misterios de su alma, que traza con mano maestra lo que tiene que ser la vida de las monjas descalzas y las casas de las monjas descalzas y hasta los modos maravillosos de llegar por la oración a lo más misterioso de la presencia de Dios en los corazones. García Atienza viene y va, corta y recorta, nos abruma con imágenes que no se identifican y que obligan al espectador cosa que no siempre se consigue a ser casi un experto conocedor de los sitios y caminos teresianos. El resultado final es el de una cierta fatiga que se consuma de repente y sin tiempo a que todo este cúmulo de imágenes nos haya puesto en disposición de despedir esa vida azacaneada de la Madre Teresa de Jesús.
TERESA DE JESÚS (España 1983) Una producción de TVE (8 capítulos de 55 minutos cada uno)
Dirección: Josefina Molina
Guión: Carmen Martín Gaite-Víctor de la Concha-Josefina Molina
Diálogos:Carmen Martín Gaite
Fotografía:Francisco Fraile
Música: José Nieto y Alejandro Massó
Montaje: Nieves Martín
Intérpretes: Concha Velasco, María Massip, Francisco Rabal, Héctor Alterio, Tony Isbert, Emilio Gutiérrez Caba, Silvia Munt, Liria Canalejas.
Este ha sido, sin duda posible, el mayor esfuerzo que el cine español la televisión, en este caso, porque el rodaje es absolutamente cinematográfico hasta en el formato de los 35 mms ha hecho para intentar acercarse a la figura poliédrica de santa Teresa. Se inició el proyecto de la serie en el año del centenario de la muerte de la Santa y se terminó al año siguiente para ser estrenado solemnemente en Avila con presencia de sus grandes intérpretes. Especialmente con la presencia casi mágica de esa Concha Velasco que hizo con la Madre Teresa personaje absoluto la más sensible de todas sus interpretaciones. El guión de esta serie de TVE se cuidó hasta en sus más pequeños detalles: primer trabajo de desbroce de Carmen Gaite, consultas minuciosas con Víctor de la Concha un buen conocedor de los escritos teresianos y toque final de una directora Josefina Molina que supo desde los comienzos de su trabajo qué pretendía llevar a la pantalla: no a la Santa en su terminación final y gloriosa y hagiográfica, sino la mujer que caminaba a la santidad como se camina siempre: entre tanteos y aciertos y dudas y algunas confusiones. Había que recoger las formas literarias de la Santa tan personales e inconfundibles y su manera de explicar sus propios misterios, pero había que respetar también el tiempo en que se producían esos arrebatos. Había que reescribir los diálogos hasta convertirlos en muy naturales y directos. Y había que reconstruir los paisajes conventuales con escrúpulo casi milimétrico. De hecho, la reconstrucción en estudio del Monasterio de la Encarnación estuvo precisada en todos los detalles: color de las paredes, envejecimiento de los ladrillos, factura de los claustros, maderas de los suelos y de los techos, color de los libros que manejaban las monjas, color exacto de sus hábitos y de sus aperos de cocina y de sus tazones en el refectorio. Que todo oliera a verdadero dentro de lo que tuviera de más hermoso la ficción. Porque la presencia de Teresa en medio de todo el chismero de la vida en familia y de la vida conventual tenía que ser una presencia igual a sí misma a fin de que no se empezara a fugar desde el principio hacia universos proclamadamente místicos.
A Concha Velasco, para que se moviera como debió moverse en su tiempo la monja Teresa de Cepeda y Ahumada Teresa de Jesús se le brindó la oportunidad de estudiar durante tres días lo que es en sí misma la vida conventual de las Descalzas. Y lo cierto es que Concha consiguió con este singular estudio una evidente oportunidad en sus expresiones de monja. Y había teresianistas importantes que llegaban a preguntarse si de verdad no fue la verdadera Teresa de Jesús esta Teresa de Jesús que Concha Velasco componía en la pantalla. Es posible que, sin esta interpretación de Concha, nada habría sido igual en la serie de Josefina Molina.
El trabajo total de esta «Teresa de Jesús» está compuesto de ocho capítulos o entregas a los que se ha tenido el buen gusto y acierto de dar el nombre de alguno de los libros fundamentales de la Santa. No quiere decir esto que esos capítulos se dediquen a desentrañar el escrito teresiano, sino que se hace coincidir el título del libro con alguna de las líneas capitales de la vida de la Santa. Los títulos son los siguientes: «Camino de perfección», «Cuentas de conciencia», «Desafío espiritual», «El Castillo interior», Fundaciones», «Visita de Descalzas» y «Vida». Al final y coronando las últimas horas de Teresa, el título de aquel suspiro de la Madre cuando entrega su espíritu a quien más había amado: «Hija de la Iglesia». TVE tuvo la buena ocurrencia de añadir a estos ocho capítulos uno más en que contaba la directora muchas de las peripecias que hubo que correr durante el largo rodaje y algunas experiencias técnicas que dieron un resultado literalmente admirable.
El juicio que mereció a la crítica más rigurosa este esfuerzo de TVE fue mayoritariamente elogioso. De hecho, se tenía conciencia de la dificultad que suponía llevar «Teresa de Jesús» a la pantalla y se admiraba la pulcritud de imagen y la interpretación muy puntual y las excelencias de montaje y fotografía y recreación de ambientes. Todo tiene en «Teresa de Jesús» el aire de la seguridad, del acierto, de que se estaba haciendo exactamente lo que se quería hacer. Cosa que no convence del todo a Tomás Alvarez, que, como buen teresianista, ha sido quizás quien ha vivido con mayor profundidad y acierto alguna de las limitaciones que acusa el espléndido trabajo de Josefina Molina. En cualquier caso, una cosa queda como más definitiva tras esta realización: que en adelante no va a ser posible acercarse a la figura legendaria y realísima de Teresa de Jesús sin tener en cuenta esta «Teresa de Jesús» que todavía hoy figura como una de las obras fundamentales de la Televisión Española.
TERESA DE JESÚS (La ciudad, el templo, el Castillo)
Realización: Boluña Video.- España 1996.
Guión y dirección: Eduardo T. Gil de Muro.
Con motivo del vigésimo quinto aniversario de la proclamación de Teresa de Jesús como Doctora de la Iglesia, el Instituto de estudios Místicos del Ayuntamiento de Avila organizó en la catedral abulense una exposición teresiana. Se trataba de algo más que de un escaparate de motivos teresianos o abulenses. Se trataba de contar hasta donde fuera posible cómo era la ciudad donde nació Teresa, cómo era el tiempo de su venida al mundo y cómo era su casa: la de los Cepeda y Ahumada. Llegados a la casa tras habernos enseñado la partida de arras y matrimonio de sus padres, se nos decía el crecimiento de Teresa y su afición a los libros los que estaban allí, en la exposición y el trabajo de manos que en las casas se hacía y los juegos a que se jugaba para dar sentido a las horas del ocio. Nos asomábamos al monasterio de Santa María de Gracia y conocíamos a la monja Briceño. Y saltábamos enseguida a los cuadros de Teresa llegando al convento de la Encarnación. Recorríamos así el ancho ámbito de la Catedral, ocupada toda ella por Teresa y su tiempo. Resultaba admirable el instinto admirable con que se había incorporado el bellísimo templo a este intento de taracea histórica. El fabuloso retablo del presbiterio, visto desde unas imaginativas celosías que hacían de coro de la Encarnación, estallaba de luz ante los ojos del visitante. Veíamos después el paso a San José tras haber atravesado el mundo de las tentaciones teresianas y la visión mágica del infierno. Y entrábamos con la Santa al fondo de sus escritos: sus libros allí, su tinterillo allí, su aire místico de cuando escribía. Luego vista la honrada pobreza de San José salíamos con la Madre Teresa a los caminos de las fundaciones para venir a la tarde de Alba: al reloj que se quedó como transido y quieto en la hora de la muerte de Teresa para cruzar después a la gloria de la casa en que se vive para siempre.
Y bien: a esta exposición de la ciudad y del tiempo y del Castillo interior de Teresa de Jesús se dedicó este documental que fue realizado gracias a la generosidad anónima de una persona que se acordó de quien, posiblemente, nadie se acordaba en aquel magnífico espectáculo montado en la Catedral. Porque de lo que se trataba era de llevar a las clausuras de las Descalzas las que no fueron de visita a la Catedral el fruto de una muestra en que habían sido ellas las Descalzas quienes más habían contribuido con la cesión de la mayoría de las obras allí presentadas. El documento es brillante, ágil, con un preciso relato de cuanto en la exposición se estaba mostrando. Recrea en imágenes plásticas lo que plásticamente había sido reflejado en esta muestra teresiana. Biografía. Retrato.
BIBL.Juan Antonio Cabero: Historia de la Cinematografía Española (1896-1949), Gráficas Cinema, San Marcos 28, Madrid, 1949; Carlos Fernández Cuenca: Cine religioso. (Filmografía crítica 1896-1959). Semana Internacional de Cine Religioso, Valladolid. Colaboración de la Filmoteca Nacional de España, 1960; E. Gil de Muro (en colaboración), Teresa de Jesús en Televisión, Edit. Monte Carmelo, 1985.
E. T. Gil de Muro