La práctica de la corrección fraterna se inspira en el consejo evangélico impartido por Jesús a sus discípulos (Mt 18,15). De por sí, es un acto de caridad. Postulado, según el Evangelio, por la estructura comunitaria de la Iglesia. Como tal, se formalizó en la vida religiosa desde tiempos remotos. En el Carmelo quedó formulado por la Regla en la rúbrica ‘del capítulo y de la corrección de los hermanos’. Esa rúbrica prescribía que ‘las faltas de los hermanos se corrijan con caridad’. Teresa recuerda esa sabia norma en las Constituciones (12,1): ‘según la Regla, las culpas de las hermanas sean corregidas con caridad’. De hecho, ella mantuvo en el nuevo Carmelo la práctica tradicional de la corrección de culpas en el capítulo comunitario. Se celebraría éste ‘una vez en la semana’ (Cons 12,1). En la marcha de la vida comunitaria se designaría una hermana con el cargo de celadora (ib 11,15), subordinada siempre a la priora y encargada de la corrección fraterna en el capítulo (ib 9, 11; cf F 12,1).
En las mismas Constituciones se transcribe casi literalmente la norma evangélica de Mt 18,15: ‘Ninguna reprenda a otra las faltas que la viere hacer. Si fueren grandes, a solas la avise con caridad; y si no se enmendare de tres veces, dígalo a la madre priora y no a otra hermana alguna… Descuídense y den pasada a las [faltas] que vieren y tengan cuenta con las suyas [propias]’ (Cons 9,10). Otras consignas prácticas de T podrían resumirse: a) ante todo, que la corrección se haga siempre por amor. Teresa misma confiesa de sí: ‘mientras más amo, menos puedo sufrir ninguna falta’ (cta 331,8, a María de san José). La norma de ‘corregir con amor’ se la recuerda al visitador canónico (Mo 5). b) Atención a sí mismo antes de corregir al otro: ‘Miremos nuestras faltas, y dejemos las ajenas’ (M 3,2,13). Y a una postulante: ‘considerar que sólo Dios y ella están en esa casa: y mientras no tuviere oficio que la obligare a mirar las cosas, no se le dé nada de ellas, sino procurar la virtud que viere en cada una, para amarla por ella, y… descuidarse de las faltas que en ella viere’ (cta 393,2). c) ‘Procurar hacer vos con gran perfección la virtud contraria de la falta que le parece en la otra’ (C 7,7).
Teresa tiene muy presente la posible deformación en el arte de corregir. Dos deformaciones típicas, según ella, son: el falso celo del principiante y de otros: querer corregirlo todo (cf Vida 13,10); y el desarreglo psicológico, bien sea de las personas cortas de mente (censor de oficio, generalmente: C 14,1), bien por inclinación morbosa, las melancólicas, dice ella: ese tipo de enfermos ‘en lo que más dan es… mirar faltas en los otros con que encubrir las suyas’ (F 7,3). Constituciones.
T. Alvarez