El llamado «siglo de oro» de la historia y de la cultura españolas lo es de una manera preferente en el plano de la espiritualidad, es decir, del espíritu y de sus relaciones con Dios. De este ciclo se ha afirmado que «se pensó en Dios con una intensidad y un ardor que acaso no se ha dado antes ni después». Se trata de una historia tan extensa y tan intensa que no se puede seguir más que en sus líneas generales. Por lo que nos limitamos a las principales corrientes de verdadero momento de pléroma vital y literario en los grupos, corrientes y expresiones más representativos.
Los cristianos nuevos
La presencia de judíos y moriscos, mucho más significativa como problema político social, se convirtió también en problema religioso, sobre todo cuando se rompió el esquema convivencial de las tres religiones, y se quiso resolver el litigio con la conversión forzosa y masiva, cuyo fracaso provocó la expulsión. Las consecuencias las apuntó, respecto del plano religioso, Fernando del Pulgar, en la conocida frase: «Como los viejos cristianos son tan malos cristianos, los nuevos [judíos convertidos] son tan buenos judíos». Los conversos fueron suficientemente numerosos, 150.000. No crearon una escuela espiritual en sentido propio, pero sí vivieron la nueva fe con una singularidad, la que les llegaba de su propia sensibilidad y de sus tradiciones. Especialmente la que encontraban en el A. T., liberado del ritualismo y de la floresta ceremoniática. Desde la línea de la interioridad enlazan con otros movimientos del tiempo, como el erasmismo, y más con las corrientes reformistas vinculadas a la observancia, sobre las que influyeron como verdadero fermento. Esa influencia se hizo presente también en los movimientos desviados, tanto del erasmismo, como del iluminismo. Muchos cristianos nuevos engrosaron las filas de los «alumbrados». En todo caso el influjo de esta presencia es real e indiscutible en numerosos aspectos, del pensamiento y literarios. Pero también es cierto que se ha extendido y supervalorado con exageración. En el caso concreto de santa Teresa, y, después de desvelar y asentar su ascendencia conversa, se ha querido convertir esta circunstancia en clave de muchas de sus actitudes y determinados puntos doctrinales.
Los estudios para dar a conocer la literatura teológico espiritual del Islam, intentando fijar los límites y el nivel de su presencia en la espiritualidad medieval y del siglo de oro, han sido numerosos, y siguen en curso. Donde más fácilmente se puede encontrar esta herencia es en el lenguaje, fruto de una larga convivencia, y cuyo capítulo más significativo es el que se refleja en la sabiduría popular, especialmente durante el reinado de Enrique IV. Los intentos de encontrar influencia de la mística musulmana en san Juan de la Cruz y en santa Teresa no resultan convincentes. Ni siquiera los más actualizados (Luce López Baralt, Simbología mística musulmana en San Juan de la Cruz y en Santa Teresa,Nueva Revista de Filología Hispánica, 30 (1981) 21-91).
Erasmismo y erasmistas
Erasmismo es el mensaje renovador y espiritual contenido en la inmensa obra literaria de Erasmo de Rotterdam difundido en una incansable actividad que cristalizó en una verdadera enciclopedia: textos originales, traducciones y ediciones, y un voluminoso epistolario. Erasmo fue un verdadero pedagogo de Europa, el primer pedagogo moderno de Europa. Ante todo, erasmismo es su programa de renovación y reforma, que en atención al tiempo se ha designado como «humanismo cristiano, que lo distingue del de Lorenzo Valla, o de otros humanismos». Su mensaje, repetido incansablemente, es la purificación del cristianismo, de la espiritualidad, de la «piedad», es decir, de las expresiones religiosas de los cristianos. Este mensaje fue recibido de forma característica en España, donde se produjo una especie de doblaje del mismo, por obra de una singular versión de un texto tan emblemático, como el Enchiridion militis christiani,traducido por el Arcediano del Alcor. En esta versión se reciben los puntos clave de Erasmo: cristianismo interior, imitación de Cristo archetypus noster, superación y rechazo del formalismo, nuevos medios de acceso a la serenidad interior y al encuentro con la verdad y el bien. Pero el erasmismo que prevalece en España va más allá. Por otra parte la obsesiva proclama del cristianismo interior provocó otras reacciones desafortunadas, que alcanzaron al puro y simple alumbradismo.
La valoración de la presencia y de la influencia de Erasmo en España fue espectacular, si bien, estudios recientes han fijado con más exactitud la verdadera dimensión, recortando la que afirmó la primera gran monografía sobre el tema de M. Bataillon, Erasmo y España,de 1937.
El ciclo erasmiano debe colocarse entre dos fechas, de 1516 al advenimiento de Carlos V, y 1559, con el Indice de Valdés. El momento de mayor intensidad se coloca entre la primera fecha y 1530. En esos años la siembra fue abundante. Hasta siete ediciones del Enchiridion.Pero tampoco el erasmismo tuvo una historia pacífica. Un momento significativo de lucha y polémica fue la Junta de Valladolid, precisamente en el momento de apogeo del erasmismo triunfante.
Iluminismo, alumbradismo
Era un imposible que el clima de efervescencia y excitación religiosas de los primeros años del siglo XVI en España y la obsesión reformista, no produjeran desorientaciones, formas ambiguas y equivocadas y hasta heterodoxas en las expresiones y vivencias de lo religioso. Y eso sucedió puntualmente. Es lo que se ha llamado durante mucho tiempo, alumbradismo, «los alumbrados». Es un fenómeno peculiarmente español, recuperado por la reciente investigación en sus variados aspectos: carácter y sentido del movimiento en un tiempo determinado y en circustancias propias, su primera orientación como inquietud espiritual y búsqueda de nuevas formas. Con el tiempo se alteró y modificó por su propia inercia y por adherencias diversas. El término alumbrados se extendió a una realidad bastante confusa y por la simple connotación de la «novedad». De hecho con el término alumbrados se hacía referencia al movimiento de renovación religiosa del tiempo y a diversas corrientes del mismo. Algunas plenamente ortodoxas y las más significativas de todo el siglo. Posteriormente el término se fue contrayendo a las manifestaciones o expresiones peligrosas y exageradas, sobre todo porque ponían el acento en la pasividad, que permitía evocar al quietismo de vieja raigambre.
Los orígenes del alumbradismo español han sido adecuadamente individuados, superando las hipótesis de su origen medieval. Sus fuentes están en la «devotio moderna», y particularmente en la práctica de la oración metódica, introducida en España a fines del siglo XV y muy a comienzos del XVI. También debe tenerse en cuenta la presencia de los conversos, ya que con la nueva corriente podían superar reservas contra los cristianos viejos. Y como marco general no se puede olvidar el impulso de renovación religiosa impulsado por los Reyes Católicos, como la verdadera raíz de los deseos generalizados y expresados en la búsqueda de formas y medios de alcanzar el ideal. Los centros privilegiados fueron los conventos franciscanos de la observancia, a cuyo abrigo surgió el movimiento de los «recogidos», que en su versión ortodoxa constituye una de las más espléndidas floraciones de la espiritualidad del siglo de oro. A esos centros están vinculadas figuras como Francisco de Osuna, compañero de Francisco Ortiz, posteriormente separados en la manera de entender el recogimiento, y otros perspicuos representantes de la Escuela Franciscana.
El movimiento se extendió por la mayor parte de España; fue más intenso en Castilla con reflejos en Andalucía, Extremadura, Reino de Valencia.
La doctrina de los alumbrados puede seguirse en los procesos inquisitoriales, especialmente en el de Toledo, 1525, y en las declaraciones de los más conocidos representantes: María de Cazalla, Francisco Ortiz. De su vida, según testimonios contemporáneos se pueden deducir los puntos doctrinales que les guiaban: Se consideraban colocados en el mejor camino de la perfección, negaban toda acción, es decir, las obras (!); Dios es quien ilumina directamente el alma (!); es necesario abandonarse totalmente «dejarse»; la oración vocal no vale nada, únicamente la mental; tienen viva conciencia de su perfección, la única norma es el amor, sin tener en cuenta los demás mandamientos. Percibieron la llamada a la interioridad, en una línea que recuerda a Erasmo y a Lutero. Las notas más peculiares de su vida y doctrina permiten asimilarlos a una secta.
Visionarios y profetas
Son grupos especiales nacidos a favor del ambiente general del reformismo, sobre todo de los que buscaban en la austeridad caminos más seguros y eficaces. Descubrieron para ello un recurso presuntamente mejor en las manifestaciones espirituales más llamativas y, en la práctica, simuladas miméticamente: visiones, éxtasis, y el siempre atractivo reclamo del profetismo. A santa Teresa se la quiso inscribir en el grupo de visionarios y profetas, recordando el texto de sobre los mártires que en los últimos tiempos habría en una Orden no individuada por ella (V 40, 13). El personaje más famoso de este grupo es la «beata» de Piedrahíta y algunos otros del entorno de los recogidos.
Dejados
Dentro del mismo ambiente, de las mismas preocupaciones y proyectos espirituales estaban los «dejados», pero en contraste con los anteriores. Son los profetas de la pasividad, es decir, de la exclusión de obras externas, ya que quien única y exclusivamene guía y enseña a las almas es Dios, «el dejamiento al amor de Dios… era tal que ponía a los dejados en la cumbre de la perfección», afirmaba Ruiz de Alcaraz, guía espiritual de la secta.
El recogimiento
El término «recogimiento» fue encontrado y escogido por Francisco de Osuna, entre una larga lista de más de cincuenta nombres, porque le pareció el más adecuado para exponer, no una simple metodología sobre la oración mental, como medio de interiorización, sino una pedagogía completa de toda la vida espiritual y su desarrollo. Esta corriente, nacida en el ambiente reformista, especialmente franciscano, tuvo en sus comienzos dos momentos y dos localizaciones geográficas, que se corresponden con las dos etapas del movimiento: las primeras experiencias y la fijación literaria. Primero fue en Extremadura, la descalcez, de Juan de Guadalupe en 1496 y los conventos de Nuestra Señora de Hornachuelos. La segunda etapa tiene lugar en la época cisneriana en Castilla la Nueva: Escalona, Pastrana, Rioseco, La Salceda. El recogimiento puede seguirse en la historia literaria del mismo distinguiendo tres momentos bien diferenciados, y en fechas precisas. El comienzo en 1513; una etapa de plenitud hacia 1560, que se prolonga hasta fines del siglo XVI; aunque la onda espiritual del recogimiento se prolongó en los siglos posteriores.
La historia del recogimiento no fue ciertamente tranquila. La misma imprecisión de los términos, recogimiento, oración afectiva, etc., provocaron malos entendidos, enfrentamientos y polémicas, no sólo entre los franciscanos, Osuna, Ortiz, Bernabé de Palma sino también en otras órdenes, como dominicos y jesuitas. La violencia de las posturas, cuyo centro estaba en las nuevas formas de oración, provocó situaciones y acontecimientos tan clamorosos como el proceso de Carranza, con los más acérrimos denunciantes dentro de su propia orden.
Sin embargo, el cuadro de la espiritualidad española del siglo de oro no se agota en esas corrientes, aunque sean más representativas. No hubo tendencia, movimiento, línea de espiritualidad, ni foránea ni peninsular, que no haya estado presente, que no haya sido presentada, difundida y defendida en una literatura abundantísima y tan variada como fueron los temas y sus representantes en presencia. Una de las vías para el encuentro con esa inmensa riqueza espiritual ha sido, y sigue siendo, la agrupación por escuelas. Todas las grandes órdenes tradicionales, y las nuevas, se acreditaron con una escuela. Y fueron el mejor catalizador de las tradiciones espirituales y de los nuevos movimientos; especialmente fueron quienes encaminaron las tendencias y movimientos del exterior: flamenco, holandés, germánico, italiano, así como los animadores de la reforma. También deben recordarse los movimientos de mayor porte intelectual: la renovación de la teología en Alcalá y Salamanca, y el fortísimo contraste entre líneas de reflexión intelectualista y afectivo, tensión entre reflexión y experiencia.
Santa Teresa estuvo en medio de las polémicas y de las tensiones de dos maneras. En primer lugar por su exigencia interior de garantizarse la fidelidad a la doctrina de la Iglesia. De ahí su compromiso a favor de los letrados, frente a S. Pedro de Alcántara. En segundo lugar como consecuencia de su propia certeza y de la validez de su experiencia para ella misma y para los demás.
Ciertamente no se puede entender a la Santa si se la aparta del contexto de ese mundo. Por eso se han repetido los estudios sobre sus lecturas intentando fijar y medir las influencias de un ambiente tan denso espiritualmente. Ella misma ha testificado la influencia recibida de algunas lecturas.
Tampoco es sorprendente encontrar otras presencias. Por ejemplo, es el caso del erasmismo. De hecho era una verdadera condensación ambiental que se respiraba por todos, máxime en los años de su mayor difusión, hasta el Indice de 1559. Alguno de sus directores espirituales dominicos, como el P. Felipe de Meneses, era ferviente erasmista. Por otra parte, algunos ideales de Erasmo sintonizaban con los propios de la Santa: el cristianismo interior, la oración mental, la reforma. Pero el talante teresiano no tiene nada que ver con otras reiteraciones erasmianas, nunca compartidas por ella, como la fobia obsesiva contra los religiosos, la actitud teresiana de absoluta fidelidad y amor a la Iglesia, por la que sufre y a la que siempre se mantuvo absolutamente fiel; fidelidad que expresó en su aceptación de las formas populares y tradicionales de piedad, la liturgia, las «ceremonias», procesiones, imágenes, peregrinaciones, agua bendita, devovión a los santos, plegarias por los difuntos, etc. (Tomás Alvarez, Santa Teresa y los movimientos espirituales de su tiempo, en la serie «Carmelo 2000», I Biografía e Historia, Burgos 1995, 405-446; Melquiades Andrés Martín, La religiosidad de los privilegiados: Santa Teresa y el erasmismo,en «Actas del Congreso Internacional Teresiano», Salamanca 4-7 octubre 1982, Salamanca 1983, 186 ss).
En particular alguno de sus escritos, sobre todo los que son respuesta polémica y apasionada a temas de viva actualidad y urgencia en su tiempo, como los debates sobre la oración mental y la vocal vocalismo, la oración contemplativa y la ascética, el valor supremo de la mística, son su propia respuesta y el trasfondo de muchos capítulos de Vida, y en particular de la primera redacción de Camino (Tomás Alvarez, El sentido polémico del Camino de perfección, ib 531-555). La defensa de la propia doctrina está avalada, además de por su experiencia, por una tradición literaria acreditadísima, que llega desde la Escritura, la tradición patrística y la más incisiva literatura de su tiempo. A veces en la polémica rozó incluso a los guardianes de la ortodoxia, los mismísimos inquisidores, cuando condenaron libros que ella misma había utilizado. Por eso, sus escritos, sobre todo Vida y Camino constituyen un vademecum para conocer el panorama de un despliegue de literatura espiritual sin paralelismo (Tomás Alvarez, Antecedentes literarios del «Camino de Perfección, ib, 447-481). Lecturas. Judeoconversos.
Alberto Pacho