Es el «símbolo de la fe» o breve formulario que contiene los principales artículos de la fe cristiana. En su variante más breve («símbolo de los apóstoles») era una de las plegarias memorizadas por T y, en su ambiente, recitada normalmente al moribundo en los momentos extremos. Así lo hacen a T misma (V 5,9) o a su propio padre (V 7,16). Del credo extenso, recitado en la liturgia de la misa, T evoca un solo artículo, que ella acogía con especial gozo interior: «Rey sois, Dios mío, sin fin… Cuando en el Credo se dice «vuestro reino no tiene fin», casi siempre me es particular regalo» (C 22,1). Ella es, además, testigo literario del lenguaje popular, que mencionaba el «credo» como medida del tiempo: la duración equivalente a su recitación normal: «en un credo» (en breve), «cada credo» (con frecuencia). En cuanto al contenido del credo, T coincide expresamente con «lo que tiene [profesa] la santa Iglesia católica romana». A ese credo se refieren las típicas «protestaciones» de T al comienzo de cada libro: en Camino, tras el título, protesta añadida por la Santa al preparar la primera edición del libro. En Moradas, protestación incluida en el prólogo, n. 3, corregida y completada por ella misma en el propio autógrafo, lo mismo que en el epílogo, n. 4. «…lo que tiene la santa Iglesia católica romana». Y en Fundaciones, prólogo, n. 6: «En todo me sujeto a lo que tiene la madre santa Iglesia romana». Lo cual no impide que ella, como hija de su tiempo, comparta ciertas creencias populares, si bien con clara conciencia crítica de las mismas (V 6,6). Avemaría, fe, religiosidad popular.
T. A.