T no usa ese segundo vocablo. En cambio ‘descalzos/ descalzas’ llamará a los religiosos y religiosas de sus Carmelos, los que profesan ‘la primera Regla’ del Carmen, según ella decía. Descalcez en la España de su tiempo era uno de los índices de ‘reforma’ en la vida religiosa. Ya en la primera inspiración del Carmelo de San José de Avila había surgido, como lema, esa idea: ‘que si no seríamos para ser monjas de la manera de las descalzas’ (V 32,10), aludiendo a las llamadas ‘Descalzas Reales’. Poco después, cuando T se encuentra en Toledo con la fundadora andaluza María de Jesús, anota que, para conseguir ‘los despachos’ de Roma, había ido a la Ciudad Eterna ‘a pie y descalza’ (V 35,1). Entre las leyendas de la Orden carmelita entonces difundidas en España, corría la tesis de que los primitivos ermitaños del Monte Carmelo hacían su vida descalzos. Así lo declaraba en 1567 un carmelita de Valderas: ‘…que oyó de que en la primera institución desta religión de nuestra Señora del Carmen se instituyó que los frailes anduviesen descalzos, destos hay unas monjas en Nuestra Señora de Medina del Campo e unos religiosos en Avila… El Papa Gregorio IX ordenó que pudiesen andar calzados…’ (MHCT 1,73). Texto datado en Valderas el 3 de octubre de 1567, cuando efectivamente ya estaban fundados los Carmelos de Medina y de Avila, aún no el de Duruelo. De hecho, éstos, los pioneros de Duruelo, así lo practicaron: ‘Iban a predicar escribe la Santa a muchos lugares que están por allí cercanos… Iban como digo a predicar legua y media, dos leguas, descalzos (que entonces no traían alpargatas, que después se las mandaron poner…’ (F 14,8). La idea de ir realmente descalzos no había sido teresiana. Para sus monjas había prescrito ella en las Constituciones primitivas: ‘El vestido sea de jerga o sayal… El calzado alpargatas; y por la honestidad calzas de sayal o de estopa’ (Cons 4,2), texto que los pioneros de Duruelo adoptaron pero modificaron así: ‘Sus vestidos sean de sayal vil. Anden descalzos, salvo en tierras frías, que podrán calzar sandalias o choclos de madera. Mírese siempre a la necesidad’. También en el noviciado de Pastrana cundió esa práctica, que no tuvo la aprobación de la Santa. Todavía años adelante (1576) persisten los candidatos del rigor, entre ellos el famoso ‘primer descalzo’ (cta 271,8) P. Antonio de Jesús Heredia, y parece secundar su idea el condiscípulo de Gracián Juan de Jesús Roca. En carta al profeso de Pastrana Ambrosio Mariano, escribe la Santa: ‘Lo que dice el padre Juan de Jesús [Roca] de andar descalzos, de que lo quiero yo, me cae en gracia, porque soy la que siempre lo defendí [lo estorbé] al padre fray Antonio [Heredia]’ (cta161,5). Tal práctica quedó posteriormente excluida. En 1573 escribía la Santa en el pasaje ya citado: ‘…que después se las mandaron poner [alpargatas]’ (F 14,8).
Lo que sí se mantuvo y prevaleció fue el título de ‘descalzos/as’. Teresa misma se autopresentará así: ‘hela aquí una pobre monja descalza’ (F 2,6. Texto de 1573). Tiene ‘hábito de descalza’ (F 28,19). ‘Carmelitas descalzos’ y ‘carmelitas descalzas’ serán los religiosos/as fundados por ella. Al rotular en 1566/1567 el Camino de Perfección, lo dedicará a las religiosas de los monasterios ‘de Nuestra Señora del Carmen’, si bien otra mano añadirá el título y la indicación: ‘Va dirigido a las monjas descalzas de nuestra Señora del Carmen de la primera Regla’. Años después, al comenzar sus otros libros, prevalecerá este segundo nombre de las destinatarias. Así, al comenzar las Fundaciones en 1573, se dirigirá a las monjas de ‘este monasterio de descalzas’ (F pról 6). En 1577 el Castillo Interior irá dirigido ‘a sus hermanas e hijas las monjas carmelitas descalzas’ (título del libro). Lo mismo al relatar la fundación de Duruelo, rotulará los dos capítulos que les dedica en el Libro de las Fundaciones: ‘En que trata cómo comenzó la primera casa de la Regla primitiva, y por quién, de los descalzos carmelitas’ (c. 13). Y el capítulo siguiente ‘prosigue en la fundación de la primera casa de los descalzos carmelitas’. Así hasta sus postreras cartas, cuando ya ha sido erigida ‘la provincia de los descalzos y descalzas’ (cta 458,6: del 3 agosto de 1582).
T. A.