En el vocabulario teresiano, distracción, distraimiento, divertirse, distraerse son sinónimos. Escribe: ‘ingenio tan distraído y divertido’ (R 44,1). O bien, ‘me he divertido mucho’ (= mucho he salido del tema, M 3,1,5). Distracción es, generalmente, el desvío involuntario de la mente, fuera del normal centro de atención, bien sea en el plano psicológico, o bien y sobre todo en el acto religioso de la oración, o incluso en la organización de la propia vida. Así, por ejemplo, ella teme que la extrema pobreza de los monasterios causen las distracciones de la comunidad religiosa (V 35,3). Con todo, a T la preocupan de forma especial las distracciones en la oración. Las ha tenido que soportar ella misma. Y sabe que asedian al principiante. Y en cierto modo persisten en todo el camino de oración.
Según ella, la distracción se debe a la estructura misma de la psique. Sutil injerencia de la imaginación (o del ‘pensamiento’, dice T) en el ejercicio del discurso meditativo o en el proceso amoroso de la voluntad. Desorden psicológico que proviene, piensa ella ‘de la miseria que nos dejó el pecado de Adán, con otras muchas’ (M 4,1,11). Esa discordia y mala armonía de nuestras facultades tienen difícil remedio, a no ser cuando el Señor, con una gracia mística, fija la voluntad y la mente en El como centro de atención y de amor: ‘sólo Dios puede atarle [al pensamiento], cuando nos ata a Sí de manera que parece estamos en alguna manera desatados de este cuerpo’ (ib 8). Ese contrapunto psicológico de la imaginación, turbadora de la paz interior, le ha hecho sufrir intensamente y ha sido especial objeto de su estudio introspectivo. Es interesante una especie de instantánea que nos ofrece de sí misma en Vida 30,16, hablando complexivamante de imaginación y entendimiento: ‘No parece sino un loco furioso, que nadie le puede atar, ni soy señora de hacerle estar quedo un credo. Algunas veces me río, y conozco mi miseria, y estoyle mirando y déjole a ver qué hace; y gloria a Dios nunca por maravilla va a cosa mala sino indiferentes: si algo hay que hacer aquí y allí y acullá. Conozco más entonces la grandísima merced que me hace el Señor cuando tiene atado este loco en perfecta contemplación. Miro qué sería si me viesen este desvarío las personas que me tienen por buena. He lástima grande al alma de verla en tan mala compañía. Deseo verla con libertad, y así digo al Señor: ¿Cuándo, Dios mío, acabaré ya de ver mi alma junta…?’. Todavía en los últimos años de su vida tendrá que confesar humildemente que la asaltan distracciones en el rezo litúrgico (cta 409,2).
‘Tarabilla de molino’, ‘mariposita de las noches, importuna y desasosegada’, ‘loco de atar’… son las imágenes con que ella plasma ese papel de la imaginación en el ejercicio de la oración (cf M 4,1,13; V 17,6; 30,16). Al principiante de oración le aconsejará, en términos generales, no dar demasiada importancia a la turbulencia de las distracciones: ‘ni se apriete ni se aflija’ por ellas (V 11,17). ‘Ni siempre dejar la oración cuando hay gran distraimiento y turbación en el entendimiento, ni siempre atormentar el alma a lo que no puede’ (V 11,16). ‘El postrer remedio que he hallado, a cabo de haberme fatigado hartos años es…, que no se haga caso de ella [de la imaginación] más que de un loco, sino dejarla con su tema, que sólo Dios se lo puede quitar…’ (V 17,7). Se lo recomienda incluso a quien ha estrenado ya la oración contemplativa: ‘si el entendimiento o pensamiento, por mejor me declarar a los mayores desatinos del mundo se fuere, ríase de él y déjele para necio…’ (C 31,10).
Con todo, en su pedagogía de la meditación inicial, dará numerosos consejos al principiante: que no ceje en la oración ni se aflija; que el mejor antídoto es centrar la atención en un paso evangélico o bien en la persona de Jesús; que es bueno servirse de un libro, como hizo ella misma: ‘jamás osaba comenzar oración sin un libro; que tanto temía mi alma estar sin él en oración, como si con mucha gente fuera a pelear’ (V 4,9); también ayudan a recorgerse ‘agua, campo, flores: en estas cosas hallaba yo memoria del Criador, digo que me despertaban y recogían y servían de libro’ (V 4,9). Recomienda el recurso a una imagen en que centrar la atención (C 34,11).
Pero en realidad los consejos de fondo, dados al principiante se cifran en dos: desasimiento y recogimiento: para liberar de distracciones la oración del principiante, le es indispensable ir desasiendo el corazón del apego a las cosas, a las personas, a sí mismo y a los propios valores, honra, salud, vida… Luego le propondrá una elemental técnica de recogimiento para educarlo a subordinar los sentidos corporales y la imaginación y para encauzar suavemente su oración hacia la interioridad. En la convicción de que ‘no estamos huecos por dentro’, sino habitados por Dios, y de que nuestra interioridad es espaciosa como un palacio o como un castillo de muchas moradas. A esa sencilla técnica de recogimiento dedicará los capítulos 26-29 del Camino. La total superación de las distracciones ocurrirá en última instancia bajo el influjo de las gracias místicas. Oración. Pensamiento. Recogimiento.
T. A.