Hermano del P. Nicolás Doria. Hijo de los genoveses Domingo di Nicolò y María Doria di Francesco. Canónigo en Toledo y administrador del hospital de la Santa Cruz. Ahí, en Toledo, se trata con la Santa, y le presta dineros (200 ducados), que con el tiempo ocasionarán cierta tensión entre los dos. Para ejecutar en Avila una de las mandas del testamento de Lorenzo de Cepeda, la Santa quería recabar cuanto antes los 430 ducados que éste había prestado al Carmelo de Sevilla. Para ello escribe detalladamente a la priora hispalense: ‘En lo que toca a los doscientos ducados que vuestra reverencia dice me ha de enviar me holgaré, porque comencemos a hacer lo que mi hermano… dejó mandado; mas no los envíe vuestra reverencia a Casademonte ni encaminados por el padre Nicolao (esto sólo para vuestra reverencia, porque podría ser tomarlos allá y hacerme falta), sino encamínelos… a Medina del Campo.., y si no a Valladolid, y si no avíseme primero que los envíe, para que diga yo por la vía que han de venir’ (cta 366,3). A pesar de lo cual, María de san José los envía a Nicolás Doria y éste los entrega sin más a su hermano Horacio, a sabiendas de contrariar la voluntad de la destinataria que era la Santa. Al saberlo ella, vuelve a escribir a la priora sevillana. Le aclara que ya antes había advertido al P. Nicolás que ‘en ninguna manera’ desviase ese dinero, ‘y por esto escribí a vuestra reverencia no los enviasen por Madrid, que temí lo que se ha hecho, y no me ha parecido nada bien, que soy amiga de llaneza’ (cta 412,8). Lo de la ‘llaneza’ va dirigido a la priora, y probablemente a los otros dos del embrollo. Escribe también al canónigo Horacio, que le responde ofreciendo soluciones evasivas. ‘Yo le escribí mostrándome muy enojada con vuestra reverencia y diciendo se debían haber concertado entrambos… Mas no tiene razón Horacio, que si vuestra reverencia los dio para que me los enviase, sin su licencia no basta dárselos su hermano [N. Doria] para pagarse de ellos’ (412,8-9; y vuelve sobre el embrollo en el n.12 de la misma carta). Era ya el 8.11.1581. La Santa había entrado en el último año de su vida. Y a esas alturas se veía enredada en una ‘maraña de dineros’, como dice ella (cf también cta 357,6).
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