Es el monasterio carmelita en que Teresa inicia su vida religiosa y donde vivió la mayor parte de su vida carmelitana. Había sido fundado en el siglo XV por D.ª Elvira González de Medina, como simple beaterio, erigido en 1479 dentro de la ciudad en uno de los edificios de la familia. Se trasladó en 1485 a la Calle del Lomo, donde ocupó el inmueble que hasta 1480 había sido sinagoga judía. Y de nuevo se trasladó más lejos extramuros de la ciudad, tras construir de sana planta el edificio definitivo, en parte sobre ‘el osario’ o cementerio judío, e inaugurado el 4 de abril de 1515 (fecha a su vez del bautismo de Teresa en la parroquia de San Juan Bautista, de la ciudad). Con todo, la construcción se prolongaría aún varios años. Desde la primera erección, el monasterio se dedicó a ‘Nuestra Señora de la Encarnación’. Priora de la casa en 1515 era D.ª Beatriz Guiera. En el segundo tercio del siglo, el monasterio llega al tope de sus posibilidades. El año 1565, ‘en el dicho monesterio hay ducientas monjas profesas, dos más o menos, demás de otras cuatro o seis personas de servicio’ (cf N. González, El monasterio de la Encarnación…,I (Avila 1976), p. 155). En noviembre de 1571, escribe la Santa: ‘hay ciento y treinta’ monjas en la casa (cta 38,4). Y de nuevo en 1581: ‘estuve veinte y cinco años en un [monasterio] donde había ciento y ochenta monjas’ (cta 393,2).
T hace su entrada en el monasterio a los 20 años de edad, el 2 de noviembre de 1535 (V 4,1). Ahí transcurre una larga fase de su biografía, y a nivel más profundo jornadas decisivas de su vida interior. Para su toma de hábito (2.11.1536), su padre don Alonso ha tenido que formalizar la carta de dote (31 de octubre de ese año), convenida por él y la priora y monjas del monasterio. Priora en ese momento es ‘la muy reverenda y magnífica señora doña Francisca del Aguila’. Y entre las asignaciones dotales, don Alonso dará ‘docientos ducados de oro…, e una cama para la dicha doña Teresa, e una colcha, e unos paramentos de raz, e una sobrecama, e una manta blanca, e dos colchones, e una alhombra, e dos cojines, e una cama de cordeles…’ etc., etc. (BMC 2, 93-94). Teresa recuerda: ‘En tomando el hábito…, a la hora me dio un tan gran contento de tener aquel estado, que nunca jamás me faltó hasta hoy’ (V 4,2). Emitió sus votos el 3.11.1537. Con gran fervor. Pero pronto se nubló ese horizonte: ‘La mudanza de la vida y de los manjares me hizo daño a la salud, que, aunque el contento era mucho, no bastó’ (V 4,5). Y tiene que abandonar el monasterio para afrontar un terrible período de curas en Becedas (Avila). En agosto de 1539 sobreviene el fatal ‘paroxismo’, prolongado varios días el estado de coma en la casa paterna (V 5,9). Siguen ‘ocho meses’ de parálisis y casi tres años de recuperación, en la enfermería del monasterio: en torno a los 24-27 de edad. Fechas cruciales para la salud de T.
Otras efemérides notables de su vida monástica en la Encarnación podrían ser: su salida a Toledo en 1562; su resistencia a una posible designación prioral, ese mismo año; en su celda proyecta y madura la fundación del futuro monasterio de San José; a él se traslada, más o menos definitivamente, en otoño o invierno de 1562. Había sido la priora, doña María Cimbrón, quien le impuso el regreso al viejo monasterio: ‘me envió a mandar que a la hora me fuese allá’ (V 36,11). Nombrada priora de la Encarnación para el trienio de 1571-1574, T pone el monasterio bajo la dirección espiritual del joven fray Juan de la Cruz. Años de oro. Es el momento en que el convento ‘responde’ al desafío de los descalzos de Pastrana, texto que revela las virtudes practicadas por la comunidad. T volverá a ser elegida para el priorato en octubre de 1577, pero esta vez no será canónicamente confirmada en el cargo. Desde su Carmelo de San José seguirá con atención y afecto las penalidades de su antigua comunidad: ‘dan harta pena estas monjas de La Encarnación, porque están muy apretadas’ (cta 222,3). De ella recabará numerosas candidatas para sus nuevas fundaciones. En 1571, el Visitador Apostólico, Pedro Fernández, obligará a T, lo mismo que a las restantes carmelitas descalzas procedentes de La Encarnación, a ‘renunciar’ a la Regla profesada en este monasterio y a emitir de nuevo los votos. La Santa firma su ‘renuncia’ en San José de Avila, el 13 de julio de 1571. Sin embargo, nada ni nadie hará mermar jamás su amor al hogar y comunidad de origen.
Lo más importante de su paso por la Encarnación son los hechos interiores. Los años difíciles, posteriores a la estancia en la enfermería (V 7). Su conversión decisiva, en torno a los 39 de edad (V 9). Su ingreso en la vida mística, con todo un sartal de gracias que le van marcando la ascensión a lo que llamará ella séptimas moradas del ‘castillo del alma’: su primer éxtasis (V 24,5), su iniciación experiencial en el misterio de la Humanidad de Jesús (V 27), la ‘gracia del dardo’ (V 29, 13), la serie de gracias que preparan su carisma de fundadora (V 27-29), la gran mariofanía que confirma esa su nueva misión (V 33,14) y, en su trienio prioral (1571-1574), la visión de la Virgen presidiendo el rezo comunitario (R 25), la comunión del Domingo de Ramos de 1571 (R 26) y la gracia del ingreso en la etapa final de su vida mística, al recibir la comunión de mano de fray Juan de la Cruz (R 35)…
La Encarnación no resultó ser el lugar más propicio para la inspiración literaria de T. Con todo, ahí redactó, probablemente, su glosa al Cantar de los Cantares (Conceptos), la excepcional Respuesta a un desafío y numerosas Relaciones, la más famosa de todas la que lleva el n. 35 y refiere la gracia de ingreso en las moradas séptimas. Avila.
Bibl.?N. González y González, El monasterio de la Encarnación de Avila. Dos tomos, Avila 1976; María Pinel, Retablo de Carmelitas. Edición preparada por el Dr. Nicolás González. Madrid 1981; O. Steggink, La reforma del Carmelo español. Roma 1965; P. M. Garrido, El hogar espiritual de santa Teresa…, Roma 1983; T Alvarez, La visita del P. Rubeo a las carmelitas de la Encarnación…, en ‘Estudios Teresianos’ I (Burgos 1995), pp. 269-320.