Lo que en teología se denomina escatología o tratado de las «realidades últimas», tiene en Teresa de Jesús un relieve especial. Representa la culminación definitiva del itinerario espiritual y la consumación de la nueva vida en Cristo, inaugurada en el estadio terrestre por la gracia. La gracia es, efectivamente, incoatio vitae eternae, anticipación dinámica de la gloria, a la que tiende como a su propia consumación.
Como punto de referencia, transcribimos esta definición: «La vida eterna es la salvación eterna que Dios confiere al hombre después de la muerte o de la resurrección de los muertos, y que se identifica con la felicidad del cielo» (J. Finkenzeller, Vida eterna, en Diccionario de teología dogmática, Herder, Barcelona 1990, p. 746).
La fe de la Iglesia, en la que Teresa vive tan hondamente arraigada, proclama que el hombre por la gracia «no renace a la gloria, sino a la esperanza de la gloria» (DzS 1541), a la que tiende activamente, por las buenas obras, como a la plena manifestación de su nueva condición (Concilio de Trento, Decreto sobre la justificación, cap. 16). La gloria o la vida eterna no es algo exterior o heterogéneo a la vida de gracia, sino la misma vida de gracia acrecida constantemente, por el influjo permanente de Cristo en nosotros, semejante al que ejerce «la cabeza en los miembros» (Ef 4,15) y «la vid en los sarmientos» (Jn 15,5), hasta alcanzar la plena comunión con Dios, la total incorporación a Cristo, la definitiva manifestación de nuestra condición filial (perspectiva individual), junto con la integración de todas las cosas, por obra del Espíritu Santo, en la nueva creación, esto es, los cielos nuevos y la tierra nueva (perspectiva cósmica).
Esta última perspectiva de la consumación escatológica es propia del Concilio Vaticano II, que completa la perspectiva individual del Concilio de Trento con la perspectiva histórica y comunitaria (Lumen Gentium, nn. 48-49; Gaudium et Spes, n. 39). La experiencia de Teresa de Jesús está marcada por la primera perspectiva escatológica. Pero la vive tan intensamente, que engloba los demás aspectos. Tal vez, radique aquí una de las aportaciones más valiosas de su espiritualidad a los nuevos planteamientos teológicos de la escatología. Y es que, cuando las experiencias de fe son auténticas, no pueden no coincidir con las verdades de fe, que forman parte del credo cristiano: «Creo en la vida eterna».
Una de las primeras características que cabe destacar de la fe de Teresa en las realidades últimas, es su fuerte presencia en todos los tramos de su caminar terreno. Vive el tiempo actual como anticipo de la vida futura, esto es, como tiempo de salvación; es el ya, pero todavía no. Este es el enfoque que la teología actual tiende a dar a las realidades últimas. Esta, más que por el carácter informativo sobre el final de los tiempos, está preocupada por destacar el valor que adquiere la revelación del final en el presente de la vida cristiana. No se trata tanto de la pregunta por las «cosas últimas», como información cierta de los últimos acontecimientos, cuanto del sentido y significado último de todas las cosas, a la luz del término final.
Otra de las características fundamentales de la experiencia escatológica teresiana es la tensión dinámica en que vive su proceso espiritual en todas sus etapas, abierto siempre al horizonte de la vida eterna y al encuentro definitivo con el Señor. Es la tensión paulina entre el «ya, pero todavía no», con la que Teresa se siente identificada y que desencadena en ella la lucha permanente por conquistar la «corona incorruptible» (1Cor 9,25). Esta tensión está arraigada en su misma concepción del ser humano como imagen de Dios, que tiende a su acabamiento final. Pero recibe su impulso definitivo de su encuentro con Cristo.
Por eso, el fundamento último de su tensión escatológica es el descubrimiento del misterio de Cristo, y más concretamente su misterio pascual de muerte y resurrección, raíz de la esperanza en la resurrección y glorificación futuras. Santa Teresa contempla a Cristo en su humanidad resucitada y gloriosa, como centro de su espiritualidad. Esta experiencia alcanza su cima en la gracia del matrimonio espiritual, que ella interpreta en las séptimas moradas como el encuentro con Cristo resucitado, que confía a sus discípulos la misión de hacerlo presente en el mundo.
A partir de esta experiencia, Teresa de Jesús vive su esperanza escatológica, urgida no tanto por el encuentro definitivo con el Señor, cuanto por el anuncio y revelación de su misterio en la vida presente. Las realidades últimas adquieren entonces su pleno sentido en la salvación cristiana. Su valor no radica en la perfecta información del final de los tiempos, como reportaje anticipado de lo que ocurrirá entonces, sino en la revelación y progresivo desvelamiento del Señorío de Cristo sobre la historia, hasta que éste se manifieste plenamente en la parusía y en el juicio final.
El marco teológico, que hemos descrito, recoge fundamentalmente la tensión escatológica con que Teresa vive su encuentro con el Señor y el dinamismo teologal del hombre nuevo. Dentro de este marco, tratamos de interpretar las realidades últimas de que habla la Santa: tensión escatológica de su esperanza, muerte, cielo, purgatorio, infierno, reino de los cielos, juicio universal, vida eterna. Para su desarrollo, dentro del marco teológico que hemos señalado, remitimos a las palabras correspondientes de este mismo diccionario.
Aquí sólo presentamos la que podría ser la articulación más idónea de la escatología teresiana: 1) Tensión escatológica de su vida; 2) Entre el «ya, pero todavía no» de su esperanza cristiana; 3) La espera definitiva y su actitud de servicio; 4) Sentido pascual de la muerte: A) Actuación de la propia muerte por la purificación; B) La purificación después de la muerte, el purgatorio; 5) El encuentro definitivo con Dios en Cristo: Vida eterna; 6) Revelación de la gloria del cielo y preocupación por las almas que se pierden: A) Visión del cielo, experiencia de salvación; B) Visión del infierno, experiencia de perdición; 7) El Reino futuro, que ya ha comenzado; 8) La manifestación gloriosa de Jesucristo: El juicio final. Remitimos a las voces correspondientes de este mismo diccionario. Cielo. Infierno. Purgatorio.
BIBL. J. Castellano, «Ya es hora, Esposo mío, de que nos veamos». El Maranatha de Santa Teresa, en MteCarm. 88 (1980), 576-582.
Ciro García