En la sociedad coetánea de la Santa persistía la existencia de esclavos, especialmente en las familias nobles o pudientes. Los esclavos eran la clase ínfima de la sociedad, tenidos como personal de lujo o de servicio material, aunque no falten casos de verdadera promoción social de los mismos. Procedían, en su mayoría, del conflicto permanente con ‘moros y moriscos’: de navíos apresados en el Mediterráneo; o a consecuencia de las guerras de Granada (1492) o de las Alpujarras (1570); o esclavos de color, procedentes de Africa adentro; no parece que existieran indios americanos, tras la intervención de la reina Isabel a favor de los vendidos en España por Colón al regreso de su segundo viaje (1495). También esta clase social está presente en los escritos teresianos. Destacan dos episodios: el primero, en Vida 1, 1, al referir la bondad y ‘piadad’ de su padre, don Alonso: ‘jamás se pudo acabar con él tuviese esclavos, porque los había gran piadad’; y a una esclava de ‘un su hermano’ ‘la regalaba como a sus hijos’. El otro episodio ocurre ya en Andalucía, tras la guerra de las Alpujarras y afecta a los criterios de vida religiosa adoptados por T. Desde Sevilla le ha consultado la priora, María de san José, si puede recibir o no en el Carmelo hispalense a ‘una esclavilla’ innominada. La Santa responde: ‘cuanto a entrar esa esclavilla, en ninguna manera resista’ (cta 198,5). En ese mismo pasaje teresiano siguen otras consignas indicadoras de serios límites en la mentalidad epocal de T, sea respecto de la ‘esclavilla’, sea acerca de la admisión de otra hermana de ésta, tildada de nuevas contraindicaciones. Sin embargo ese gesto teresiano tendra múltiple repercusión en la vida del grupo: a/ discrepa de las recientes decisiones del capítulo general de la orden en Piacenza: ‘en ninguna provincia se dé el hábito a quien haya nacido de moros o de… los que llaman confesos’ (Acta, p. 521); b/ en las primitivas leyes de sus Carmelos no se excluirá del hábito a esa clase de aspirantes; y c/ en ese episodio se apoyarán las fundadoras de los Carmelos franceses para admitir al hábito a hijas de padres calvinistas. En clave espiritual, T mantiene la terminología bíblica o tradicional: invita a ser esclavos de Dios por amor, como lo fue su Hijo (Filip 2,7: F 5,17); los demonios son esclavos de este Señor (V 25,19); ser ‘espirituales de veras’ consiste en ‘hacerse esclavos de Dios… hasta ser esclavos de todo el mundo, como El lo fue’ (M 7,4,8); pero las superioras no deben tratar a las súbditas ‘con rigor’: ‘las monjas… no son esclavas’ (cta 148,11; cf V 16,8; C 33,4). Cf Antonio, Cartas 2,571-572. Pobres.
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