Es uno de los libros recomendados expresamente por T en sus Constituciones (2,7): ‘Tenga cuenta la priora con que haya buenos libros, en especial Cartujanos, Flos Sanctorum…’ Se trataba de la versión castellana de la Leyenda áurea de Jacobo de Vorágine († 1298). En Vida 1,4, refiere cómo de niña se juntaba con su hermano Rodrigo ‘a leer vidas de santos’, obviamente en el ‘Flos Sanctorum’ publicado esos años. Todavía al final de su vida solía pedir a una hermana, al terminar la jornada de trabajo, que le leyese la vida de un santo o de un padre del Yermo, refiriéndose probablemente al mismo ‘Flos Sanctorum’. En la lista de libros, hecha por su padre don Alonso en 1507 no se menciona esta obra, entonces difundida en ediciones latinas y quizás en alguna de las primeras versiones castellanas (la versión de Gonzalo de Ocaña es, con todo, de Zaragoza 1516).
La fecha a que se refiere T en sus lecturas de infancia (V 1,4) hay que retrasarla hasta la década de los años veinte de su siglo, con posterioridad a ‘los seis o siete años’ de edad a que alude ella en su primer ‘despertar’ a la vida (ib 1,1). Y el libro más probablemente manejado por los dos niños lectores sería un ejemplar de la edición de 1520 (por Juan Varela de Salamanca, Sevilla 1520), hoy conocido generalmente como ‘el Flos Sanctorum de Loyola’, aludiendo al ejemplar conservado en el santuario de San Ignacio de dicha localidad (Azpeitia). Su título era: ‘Leyenda de los santos (que vulgarmente flossanctorum llaman), agora de nuevo empremida: y con gran estudio y diligencia extendida y declarada: y a la perfecion de la verdad trayda: y avn de las siguientes leyendas augmentada. Conviene a saber: la vida de sant Joseph: la de sant Juan de Ortega: la Visitacion de nuestra señora a santa Elisabet: el Triunfo: o vencimiento de la cruz: la hystoria de sancta Anna’. El ejemplar carece de fecha y lugar. Es interesante, desde el punto de vista teresiano, por sus numerosas viñetas (más de 200), que harían la delicia de los dos niños lectores. El libro es una versión adaptada de la ‘Leyenda áurea’ de J. de Voragine, prologada por ‘fray Gauberto Fabricio de Vagad’, monje bernardo del monasterio de nuestra Señora de Santa Fe, junto a Zaragoza. Interesante también por contener las leyendas de casi todos los Santos que luego figurarán en la lista de devociones predilectas de T, por ejemplo, entre las ‘santas mártires’ aludidas por ella (V 1,4), aparecen jóvenes como Inés o Cecilia, o Eulalia, Agueda y Apolonia, o bien las dos santas Catalinas (de Alejandría y de Sena), o las Oncemil Vírgenes, o santa Marina, a cuya vida aludirá expresamente T más tarde (cta 149,2); comparecerán santos bíblicos de gran devoción por parte de T, como san José y santa Ana, o la Magdalena y santa Martha, huéspeda de nuestro Señor Jesucristo. El influjo de la Leyenda áurea en T aún no ha sido suficientemente evaluado.
BIBL. Sobre la identificación de este ejemplar del Flos Sanctorum, cf el estudio de Emilia Colomer Amat, El flos Sanctorum de Loyola…, en Anal. Sacra Tarrac., 72 (1999) 109-142.
T. Alvarez