‘Fundadora’ es el título que figura al pie de la estatua de la Santa en la basílica de San Pedro (Roma), en la serie de ‘santos fundadores’ que adorna la nave central: ‘S. Teresia spirit[ualis] Mater et Fundatrix novae Reformationis Ordinis Discalc. B. M. de Monte Carmelo’.
‘Fundar’ fue uno de sus carismas, documentado en el Libro de la Vida al referir la misteriosa orden de envío para iniciar la fundación de San José de Avila (V 32,11; cf los epígrafes de los caps. 32-36). El ulterior despliegue de su actividad fundadora comienza con su primera salida de Avila para erigir el Carmelo de Medina del Campo (1567). A partir de ese momento se suceden las correrías en virtud de la autorización que le concede el General de la Orden, Juan Bautista Rubeo (F 2,3), y que él mismo le reitera intimándole por obediencia que prosiga en la tarea de fundaciones (cta 269,10; 270,6; cf las patentes de Rubeo en MHCT 1, pp. 62. 66, y 110). De ahí sus viajes a Malagón (Ciudad Real), Valladolid, Toledo, Duruelo, Pastrana (Guadalajara), Madrid, Salamanca, Alba de Tormes. Surgen pronto los rumores escandalistas contra sus viajes, por su condición de mujer y de claustral. Ella misma los consigna por esas fechas (1571) en una de sus Relaciones: ‘Estando… pensando si tenían razón los que les parecía mal que yo saliese a fundar, y que estaría yo mejor empleándome siempre en oración, entendí: mientras se vive, no está la ganancia en procurar gozarme más, sino en hacer mi voluntad. Parecíame a mí que, pues san Pablo dice del encerramiento de las mujeres que me han dicho poco ha, y aun antes lo había oído, que ésta sería la voluntad de Dios. Díjome [el Señor]: Diles que no se sigan por sola una parte de la Escritura, que miren otras, y que si podrán por ventura atarme las manos’ (R 19). A esos rumores se agregan luego las reticencias del nuncio papal Nicolás Ormaneto, quien a pesar de su aprecio por la Fundadora, hace llegar a Gracián un aviso confidencial: ‘…a mí jamás me ha agradado el modo que, según entiendo, tiene la madre Teresa de andar de acá para allá fundando y visitando monasterios. Porque las mujeres que profesan vida regular han de estar dentro de sus casas y no andar de acá para allá, pues esas visitas corresponden a sus superiores, que pueden viajar sin escándalo ni peligro… Avíseme vuestra paternidad de lo que sepa y qué le parece, sin decir por el momento palabra a nadie de este mi parecer, para no contristar a esta buena y santa madre…’ (cf mis Estudios Teresianos III, p. 251).
Así pues, la confidencia del Prelado no llegaría, suponemos, a oídos de la interesada. Pero ¿no llegarían, en cambio, hasta ella difidencias antifeministas de instancias más encumbradas? Cuando en enero de 1573 la Duquesa de Alba solicita que la Santa viaje de la Encarnación de Avila, donde es priora, hasta la villa ducal, el Visitador que debe otorgar el permiso escribe a la Duquesa: ‘…diciéndole yo [a la Madre T] que por algún tiempo era necesario ir a Alba…, me respondió que el Sr. Obispo de Avila había escrito a Su Santidad de Pío V la necesidad que había de que esta Madre viese los monasterios que había fundado y acabase lo comenzado… Su Santidad respondió que no saliese de su monasterio; y el Sr. Obispo tiene esta respuesta’ (carta de Pedro Fernández, 22.1.1573, a D.ª María Enríquez de Toledo; BMC 2, 217). Si bien tal noticia sea sumamente dudosa, la carta es auténtica. (Pío V fue Papa desde 1566 hasta 1572. De su misiva no queda rastro documental. En cambio sí consta que al año siguiente el P. Fernández faculta a la M. Teresa para fundar en Segovia).
De hecho, la difidencia crece hasta penetrar en el ánimo del P. General y del Capítulo General de la Orden reunido en Piacenza (1575), que oficiosamente intima a T el cese de sus viajes y la reclusión claustral en uno de sus Carmelos (cta 102,15). Ella replica francamente al General que ‘por acá nunca se ha entendido… que el Concilio ni motu proprio quita a los prelados que puedan mandar que vayan las monjas a cosas para bien de la Orden…’ (ib). Pero obedece y regresa a Castilla: primero a Toledo y luego a su Carmelo de Avila. Aquí le llega la categórica desaprobación del nuevo nuncio papal Felipe Sega, que la tilda según parece de ‘inquieta y andariega, desobediente y contumaz’: ‘De mí le dicen [al nuncio] que soy una vagamunda e inquieta’ (cta 269,3).
Por esos motivos, su tarea de fundadora se suspende durante un trienio (1576-1580): ‘acabada la fundación de Sevilla escribe T cesaron las fundaciones por más de cuatro años’ (F 28,1).
Pasado el torbellino de la adversidad, T reanuda sus viajes en febrero de 1580 (F 28,37), y los prosigue hasta el último año de su vida con la fundación de Burgos, hecha sólo unos meses antes de su muerte (1582). He aquí un sencillo cuadro cronológico de sus fundaciones:
1562 Avila (V36).
1567Medina (F 3)
1568Malagón (F 9)
1568Valladolid (F 10)
1568Duruelo (religiosos: F 13-14)
1569Toledo (F 15)
1569Pastrana (religiosos y religiosas: F 17)
1570Salamanca (F 18)
1571Alba de Tormes (F 20)
1574Segovia (F 21)
1575Beas (F 22)
1575Sevilla (F 23) 1
576Caravaca (organizada, no realizada por T: F 27)
1580 Villanueva de la Jara (F 28)
1580 Palencia (F 29)
1581 Soria (F 30)
1582 Granada (realizada por Ana de Jesús)
1582 Burgos (F 31)
Entre las fundaciones proyectadas pero no logradas en vida de T, merecen mención las siguientes:
Carmelo de Segura de la Sierra, proyectado en 1568 (cta 11).
Carmelo de Madrid, proyectado hasta 1582.
Carmelo de Aguilar de Campoo, proyectado en 1576 (ctas 159,7; 179,5).
Carmelo de Pamplona, proyectado en 1582 (cta 444,4).
Carmelo de Torrijos (cta 79,4).
Carmelo de Zamora (cta 77,5).
Carmelo de Ciudad Rodrigo (cta 401,3).
Carmelo de Orduña (cta 401,3).
Convento de Ciudad Real (cta 135, 15).
Carmelo de Arenas de San Pedro (ctas 316 y 318).
Carmelos de Valencia y de Alcoy, propuestos a la Madre T por san Juan de Ribera.
Carmelos de Lisboa y Evora (cta 226.12).
En la mentalidad y estilo de la Santa, ‘fundar un Carmelo’ exigía una serie de actos, en parte materiales y en parte espirituales: a) obtener previamente los debidos permisos eclesiásticos y civiles; b) adquirir un inmueble, con un pequeño lienzo de terreno anexo, formalizar las ‘escrituras’ y tomar la posesión con ritual folclorístico (cf BMC 5, p. 174, nota); c) celebrar la primera misa e instalar la Eucaristía, centro de la nueva casa. (Ella estuvo convencida largo tiempo de que la presencia del Santísimo Sacramento era indispensable para la fundación canónica de la casa); d) instalar la clausura canónica prescrita por el Concilio de Trento y subsiguiente documentación romana; e) reunir en clausura a un pequeño grupo de religiosas profesas o novicias; f) poner en marcha un estilo de vida comunitaria (‘el estilo de hermandad y recreación que llevamos juntas’) y normalizar el rezo litúrgico, ‘hacer el oficio’, dirá ella (V 36, 25); g) nombrar o elegir a la priora de la comunidad y los restantes cargos comunitarios; h) alguna vez, como por ejemplo en el caso del Carmelo de Soria, ella misma dejará a la priora un memorial con toda una serie de detalles que habrán de llevarse a cabo poco a poco, para normalizar la vida religiosa del nuevo Carmelo (cf A 17); i) por fin, se inician los libros de actas y de cuentas de la comunidad y se regularizan los servicios externos (capellán, torneras, etc.).
Con todo, en la tarea de fundar no prevalecía la materialidad de la faena y de los trámites burocráticos. La Santa fundaba accionada por impulso interior y con la mira puesta en la gloria de Dios. Fundar un Carmelo era, para ella, un servicio doxológico y una pequeña empresa de Iglesia. Lo dice reiteradas veces en el relato de las Fundaciones: ‘No pongo en estas fundaciones los grandes trabajos de los caminos, con fríos, con soles, con nieves… A lo que ahora me acuerdo, nunca dejé fundación por miedo del trabajo, aunque de los caminos, en especial largos, sentía gran contradicción; mas en comenzándolos a andar, me parecía poco, viendo en servicio de quién se hacía y considerando que en aquella casa se había de alabar el Señor y haber Santísimo Sacramento. Esto es particular consuelo para mí, ver una iglesia más…’ (F 18, 4-5; 27,7; 27,21…).
El título de fundador/fundadora se prodigaba en tiempo de la Santa a cuantos en una u otra forma promovían la erección de una casa religiosa o de ciertas obras pías. La Santa se lo otorga frecuentemente a quienes la han ayudado en lo económico a adquirir la casa material en que fundar un Carmelo. Así por ejemplo, a D.ª Luisa de Cerda, por Malagón (F 15,3), a Teresa Layz, por Alba de Tormes (F 20,1-2), a Beatriz de Beamonte, por la fundación del Carmelo de Soria (F 30,3.8). Lo otorga igualmente al grupo de monjas que inician la vida religiosa en la fundación de una casa (cta 200,9; 420,2). Pero ella misma tiene conciencia de fundadora en cuanto ha puesto en marcha la nueva familia de Carmelos. Acepta que la niña Bela Gracián le dedique sus versos: ‘la madre fundadora / viene a la recreación / cantemos y bailemos / y hagamos son’ (cta 169,1; cf algo similar por parte de Teresita, cta 120,5). Ella misma humoriza: ‘¡qué seso de fundadora!’ (cta 172, 24), o ‘una negra fundadora [ella]’ (cta 401,6). Más explícitamente en documentos oficiales: ‘Nos, Teresa de Jesús, fundadora del monasterio de San José de Toledo…’ (A 14), o bien: ‘…yo, sor Teresa de Jesús, monja profesa de la Orden de nuestra Señora del Carmen, fundadora de los monasterios de monjas descalzas de la dicha Orden…’ (A 13). Su biógrafo, F. de Ribera, refiere el episodio siguiente: ‘Reprehendióla una vez un perlado y debía de ser por probarla, diciendo que por qué consentía que la escribiesen y llamasen fundadora de las descalzas. Respondió que mandase él que no se lo llamasen, que ella no lo echaba más de ver que si la llamaran Teresa de Jesús’. (L. IV, cap. 15, p. 436).
En sus escritos nunca utiliza el título de ‘reformadora’, que se le aplicará más tarde. En la documentación oficial de la Iglesia se le concede el título de ‘fundadora’, tanto en el breve de beatificación (BMC 2,413), como en la bula de canonización (BMC 2, 435: ‘fundadora de la Orden de carmelitas descalzos’). Por primera vez había aparecido el título en letras de molde en vida de T, al publicar las Constituciones de las descalzas en 1581 (carta dedicatoria de Gracián). Más solemnemente se lo concedía fray Luis en la edición príncipe de las Obras (1588), que él titulaba ‘Los libros de la madre Teresa de Jesús, fundadora de los monesterios de monjas y frayles descalços…’ Ya antes le había dado ese título el editor del Camino (Evora 1583). Se lo reiteraba su primer biógrafo, F. de Ribera: ‘La vida de la Madre Teresa de Jesús, fundadora de las Descalças y Descalços carmelitas’ (1590). También le otorgaba ese título el ‘Rótulo’ romano de los ‘Procesos remisoriales’ (n. 51: BMC 20, p. XVI). Con el mismo título aparecía ella en sus primeros retratos impresos, a cuyo pie se leía: ‘la madre Teresa de Jesús fundadora de los descalzos carmelitas’ (así en la edición príncipe de fray Luis), y título parecido al pie del grabado en la citada obra de Ribera. Ambos retratos calcan, como es sabido, el retrato de la Santa por fray Juan de la Miseria, hecho en 1576 , a cuyo pie se añadió por aquellas fechas la inscripción: ‘Este retrato fue sacado de la Madre Teresa de Jhesus, fundadora de las descalzas carmelitas’. El historiador oficial escribía en Reforma 2, 6, 5: ‘que aunque nuestro Padre San Elías es el antiguo y original fundador de la Orden de nuestra Señora del Carmen, Santa Teresa de Jesús, hija suya, es la única Fundadora, Autora y Madre de nuestra Descalcez, no sólo respecto de las monjas sino también de los frailes’ (p. 15). Libro de las Fundaciones.
BIBL.G. Vallejo, Santa Teresa ¿fundadora o reformadora?, en «ViEsp» 29 (1970), 99-110; I. Moriones, Santa Teresa ¿fundadora o reformadora?, en «Teresianum» 41 (1990), 669-684.