Sacerdote sevillano que ayudó a T en la fundación del Carmelo de esa ciudad (1575-1576): ‘Un siervo de Dios…casi desde luego que fuimos allí, como supo que no teníamos misa, cada día nos la iba a decir, con tener harto lejos su casa y hacer grandísimos soles. Llámase Garciálvarez…’ (F 25,5: muy elogiado a lo largo del capítulo). Parientes suyas ingresan en el Carmelo de Sevilla (cartas del 7.9.1576, y del 9.9.1576 a M. María). Al marchar la Santa, queda de confesor y capellán de la nueva fundación. A causa de sus escasos alcances y entrometimientos, es motivo de graves turbaciones en la comunidad. Las frena Gracián, enviándole un ‘papel’ de instrucciones (carta a M. María del 3.1.1577, n. 7: ‘el papel de nuestro Padre, que escribió para lo de Garciálvarez… es bonísimo’). Pero sin resultado. Por consejo del visitador dominico, Pedro Fernández, la priora María de san José lo aleja del convento. Garciálvarez se asocia a los manejos del Provincial andaluz, Diego de Cárdenas en el proceso contra las carmelitas sevillanas, contra Gracián y contra la propia T (1579). En él logran deponer a la priora María de san José y colocar en su lugar a una monja inepta recién profesa (Beatriz de la M. de Dios, ‘la negra vicaria’, dirá la Santa), con peligro de ruina total para la comunidad.
El arzobispo de Sevilla prohíbe a Garciálvarez confesar y decir misa en las descalzas. El 9.6.1580 María de san José es repuesta en su cargo de priora. Y Garciálvarez queda definitivamente marginado. La Santa, que durante los pasados sucesos hubiera preferido hablar con él cara a cara (‘al señor Garciálvarez quisiera harto más hablar que escribir’: carta a las carmelitas de Sevilla: 31.1.1579, n. 7), no le retiró su aprecio y agradecimiento: ‘Por amor de nuestro Señor le pido, hija, que sufra y calle, y no traten de que echen de ahí ese padre por más trabajos y pesadumbres que con él tengan, como no sea cosa que llegue a ofensa de Dios, porque no puedo sufrir que nos mostremos desagradecidas con quien nos ha hecho bien’ (carta de sept. 1578 a M. María).
En 1576-1577 había sido frecuente el carteo entre él y la Santa. Especialmente frecuentes las misivas de ésta (cf cartas a María de san José: del 31.10.1576, n. 5; 4.6.1578, n. 8; 1.2.1580, n. 7…). Pero ninguna de esas cartas ha llegado hasta nosotros. En el proceso de canonización de T, Garciálvarez depuso: ‘Todo el pueblo tiene gran devoción con la dicha Madre…, hasta tomarle a este testigo personas muy graves y de la Compañía y otras, muchas cartas que tenía de la susodicha, y este testigo aprovecharse de sus cartas y reliquias para sus enfermedades y necesidades…’ (BMC 19,151: su declaración fue el 17.8.1595, ib pp. 146-151, pero no refleja lo ocurrido entre él y la Santa).
La semblanza que de él hace su mejor conocedora, María de san José, reza así: ‘clérigo siervo de Dios, aunque ignorante, confuso y sin letras ni experiencia’ (Libro de recreaciones, Recr. 9ª). De él había escrito T en lo más recio de la contienda: ‘le tengo por de buena conciencia’ (carta a M. María del 4.7.1580, n. 10).