Es uno de los rasgos característicos de la imagen de Dios en la teología de Teresa: uno de sus atributos fundamentales, su oblatividad, su propensión a dar, su misma condición de don para el hombre, en Cristo y en su Espíritu. El es un Dios ‘ganoso de hacer mucho por nosotros’ (M 6,11,1; cf V 3,3). Es ‘amigo de dar’ (M 5,1,5). El es un ‘Señor tan grande y tan ganoso de hacer mucho por nosotros’ (C 6,12). ‘No está deseando otra cosa sino tener a quién dar’ (M 6,4,12). ‘Para tomarnos cuenta no es nada menudo sino generoso’ (C 23,3). ‘Siempre da Su Majestad ciento por uno’ (cta 294,13). ‘No acabamos de creer que aun en esta vida da Dios ciento por uno’ (V 22,15).
‘¿Qué podemos hacer por un Dios tan generoso, que murió por nosotros?’ (M 3,1,8). Precisamente esa su condición oblativa, manifestada en Cristo Jesús, imprime y motiva la misma condición en el cristiano. En él la generosidad es un derivado del amor. En los perfectos, un derivado del amor puro: ‘son estas personas que Dios llega a este estado, almas generosas, almas reales ’ (C 6,4). Según el dicho de san Pablo, ‘estas tales almas son siempre aficionadas a dar, mucho más que a recibir’ (C 6,7).
Por eso, Teresa no simpatiza con las personas ‘apretadas’ de mano, cortas en dar y en darse, es decir, en hacer el don de sí a Dios. A sus discípulas del carmelo de San José les propone, como condición previa al camino de oración, el ‘darse todas al Todo, sin hacerse partes’ (C 8,1). O bien, darle de una vez para siempre la joya de la propia voluntad, para poder rezar con verdad el ‘hágase tu voluntad’ (C 32,7-8).
Ella misma comparte esa condición de generosidad magnánima. A los pobres, ‘si mirase a mi voluntad, les daría lo que traigo vestido’ (R 2,4). Y de cara a Dios, quizás la expresión que mejor refleja la manera de ser de Teresa es: ‘Sea bendito por siempre, que tanto da, y tan poco le doy yo. Porque ¿qué hace, Señor mío, quien no se deshace toda por Vos?’ (V 39,6).
T. A.