Famoso escritor dominico, coetáneo de T, leído y admirado por ella. Nacido en Granada en 1504, de familia humilde, queda huérfano a los 5 años. A los 24, ingresa dominico en Santa Cruz la Real, de Granada, donde profesa al año siguiente (15.6.1525). Cursa estudios superiores en el colegio de San Gregorio de Valladolid a partir de 1529. En 1534, se inscribe para embarcarse como misionero en América. Impedido por decisión de los superiores, se instala en el famoso convento de Escalaceli (Córdoba) y entabla relaciones de amistad con san Juan de Avila. En 1551, el Cardenal Enrique lo lleva a Evora, de donde pasará a Lisboa, que será su residencia habitual hasta la muerte, ocurrida el 31.12.1588, tras publicar numerosas obras de espiritualidad, de catequesis y de teología.
Granada entra en el mundo espiritual teresiano por numerosos motivos: ante todo, T es lectora apasionada de sus libros probablemente desde los años de su entrenamiento en la oración meditativa. Su ‘Libro de la oración y meditación’ es seguramente uno de los preferidos. Editado en 1554, T tendrá que entregarlo a la hoguera en 1559, al ser incluido en el ‘Indice’ de Valdés. Pero rehecho y reeditado en 1566, es fácil que de nuevo llegase a manos de la Santa. Entre los otros libros probablemente leídos por ella, habría que enumerar al menos el Memorial de la Vida Cristiana (1565), la Guía de pecadores (1556), y quizás el Manual de diversas oraciones… (1557). Los recomienda en bloque para cada comunidad carmelita en las Constituciones (2,7): ‘Tenga cuenta la priora con que haya buenos libros, en especial… los del padre Granada’. En las Fundaciones (28,41) recordará que las postulantes de Villanueva de la Jara ‘por los libros del padre Granada y de fray Pedro de Alcánta se gobernaban’.
El entusiasmo de la Santa por el escritor y hombre espiritual que es Granada, la lleva a escribirle una carta de elogio y gratitud, que le hace entregar en propia mano por don Teutonio de Braganza (sobrino del Cardenal Enrique), en Lisboa (cta 82), ambos, el cardenal y don Teutonio, íntimos de Granada. La carta es el mejor testimonio de todo lo dicho: ‘De las muchas personas que aman en el Señor a vuestra paternidad por haber escrito tan santa y provechosa doctrina, y dan gracias a Su Majestad, y por haberla dado a vuestra paternidad para tan grande y universal bien de las almas, soy yo una. Y entiendo de mí que por ningún trabajo hubiera dejado de ver a quien tanto me consuela oír sus palabras, si se sufriera conforme a mi estado y ser mujer…’ (ib 1). ‘Me he atrevido muchas veces a pedir a nuestro Señor la vida de vuestra paternidad sea muy larga’ (ib 2). Dominicos.