Cura párroco de Malagón, que se pone al servicio de T en la fundación de ese Carmelo (F 9,5). Está presente en el carteo de ese año con Dª Luisa de la Cerda. De primeras, T hace una curiosa semblanza del cura: ‘el cura… es tan no sé cómo…’ Luego retoca esa primera pincelada: ‘es cosa grande lo que le debemos’ (cta 7,2). Poco después lo acepta gustosa como guía de viaje, de Toledo a Avila: ‘Llévame el cura de Malagón, que es cosa extraña lo que le debo’ (8,4; cf el n. 6). La Santa viaja enferma, ‘bien cansada… y tan ruin que no estaba para ponerme en camino; y así hemos venido despacio, y el cura con nosotras, que me ha sido harto alivio, que para todo tiene gracia’ (9,11). Ese mismo año le confiará la misión de viajar a Segura de la Sierra (Jaén) a tramitar una fundación que no llegará a realizarse, pero de nuevo hace su presentación en términos elogiosos: ‘…al señor licenciado Juan Bautista, que es cura de este lugar, y lo que estuve en él me hizo merced y ayudó, así en lo espiritual como en lo temporal, que le dio nuestro Señor talentos para ello’ (11,11; cf. 201,4).
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