Natural de Medina del Campo. Hija de Víctor Ruiz Envito y María de Portillo. Sobrina del famoso Simón Ruiz. Tomó el hábito en el Carmelo de Medina en 1569. Pero en vista de las injerencias de la familia, especialmente de Simón Ruiz y su señora María de Montalvo, en las cosas del monasterio (cf la carta de Rubeo a favor de estos dos con fecha 24.4.1570; y otra concesión del mismo Rubeo con fecha 8.1.1569 en MHCT 2,317), la Santa lleva a Isabel a Salamanca, donde profesa el 21.10.1571. Por esas fechas está T en Salamanca (recuérdese que pocos días antes ha tenido el famoso éxtasis de Pascua, referido en la Relación 15). Para la profesión de sor Isabel compone ella dos hermosos poemas (Po 25: Hermana, porque veléis…; y 26: Sea mi gozo el llanto…), que atestiguan el afecto de T por la joven, quien fallecerá muy pronto, y su muerte ocasiona uno de los más célebres episodios místicos de T. Lo refiere Ana de Jesús, testigo presencial, que había profesado un día después de Isabel (22.10.1571) y que a continuación había ejercido de maestra: ‘… estando ella [Teresa] fundando la casa de Segovia, teníamos aquí a la hermana Isabel de los Angeles ocho meses había muy mala, con gran enfermedad y recísimos dolores y con grandísimos escrúpulos y temores, y todo esto ya a lo último la tenía tan afligida y desfigurada, que hacía gran compasión verla, particularmente el día de san Bernabé por la mañana quedó fatigadísima cuando nos fuimos a misa, y cuando volvimos hallámosla con extraordinaria alegría…’ (BMC 18,477). Ana sigue refiriendo cómo la enferma había recibido una misteriosa visita de la Santa, y cómo en ese momento ésta había tenido un prolongado arrobamiento y ausencia de espíritu en Segovia (ib p. 478). Episodio referido también detalladamente por María de san José (Gracián: ib p. 324). Isabel falleció el 13.6.1574. Ese mismo mes escribía la Santa, desde Segovia, a la priora de Valladolid: ‘Sepa que Isabel de los Angeles, que es la de las contiendas de Medina, se la llevó el Señor, y una muerte que si hubiera quien la parlara [=refiriera] como ella [como estila la destinataria de la carta], se tuviera por santa. Cierto, ella se fue con Dios…’ (cta 68,2). Cf Reforma 1,3,29.
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