Vida. Juan de Yepes y Álvarez (1542 -14.12.1591) nació en Fontiveros (Ávila) de una familia pobre. En 1563 ingresó en la Orden de los Carmelitas en Medina del Campo, y, según el uso de la época, tomó el nombre de Fray Juan de Santo Matía. Estudió artes y un curso de teología en la Universidad de Salamanca y recibió en 1563 la ordenación sacerdotal. Por encargo de Santa Teresa, como vamos a ver, fundó en 1568 en Duruelo (Avila) la primera casa de los Carmelitas Descalzos (1568). A partir de ese momento, y en estrecha colaboración con T, se consagró con abnegado celo a la reforma y formación de hermanos y hermanas de su nueva Orden. Por malentendidos e incompresiones de hermanos de la antigua observancia, fue encarcelado en Toledo desde diciembre de 1577 hasta agosto de 1578 cuando pudo escapar y seguir trabajando en la difusión y consolidación de la reforma como maestro, confesor y superior en la región andaluza. Después de un trienio en Castilla (1588-1591), depuesto de sus cargos y destinado a América y al desierto, aquejado de una grave enfermedad, murió en Úbeda en 1591 a los 49 años de edad. Fue beatificado en 1675 y canonizado en 1726. Bajo el pontificado de Pío XI en 1926 fue declarado Doctor de la Iglesia.
Obras. Por el origen y la función hermenéutica de su pensamiento, la lírica y no la prosa ocupa el primer puesto en la obra literaria del Doctor Místico. El punto de partida lo constituyen poemas como los Romances, el Cantar del alma que se huelga de conocer a Dios por fe o La Fonte, Cántico espiritual, En una noche oscura, y Llama de amor viva. Los primeros fueron escritos por Juan de la Cruz durante su estancia en la prisión; los demás, otras glosas y cantares fueron apareciendo en su etapa andaluza al ritmo de necesiades y situaciones diversas desde 1582. Posteriormente y a petición de religiosas, religiosos y laicos escribió tratados espirituales y comentarios de estos poemas: La subida del Monte Carmelo (1578-1583); y Noche oscura del alma (1583-1585) comentan de manera complementaria el poema En una noche oscura. Los otros comentarios llevan el título tradicional del fragmento lírico interpretado, Cántico espiritual y Llama de amor viva,y fueron escritos y revisados entre 1584 y 1587.
Relaciones biográficas con T. Nacieron y vivieron en el mismo momento histórico y en idéntico escenario geográfico, la España del siglo XVI: Ávila 1515 – Alba de Tormes (Salamanca) 1582, Teresa; Fontiveros (Avila) 1542-Úbeda (Jaén) 1591, Juan. Coincidieron cuarenta años sobre la tierra, la mitad de ellos en la Orden del Carmen y durante diecisiete años cooperaron en la reforma y en la puesta en marcha de un nuevo estilo de vida religiosa y de un nuevo carisma en la Iglesia. A ambos considera la historia religiosa como los artífices del Carmelo Teresiano: T como Madre fundadora y fray Juan como fiel compañero y primer descalzo. La cooperación para llevar adelante esta renovación espiritual de la Orden fue la que provocó los encuentros y las relaciones más decisivos para la vida espiritual de ambos y para sus descendientes.
Desde el 10 de agosto de 1567 Santa Teresa tiene patentes para fundar frailes reformados y ha comenzado a pensar en los más adecuados de entre sus conocidos. De hecho ella conoce la patente cuando ya está en Medina dispuesta a fundar, el 18 de ese mes. Solo encontró el fraile adecuado cuando se conocieron por primera vez allí en Medina del Campo durante el mes de agosto de 1567, como lo cuenta T en Fundaciones 3, 16-17 que escribe en Salamanca seis años después, recordando sucesos de aquel verano. Curiosamente desde el principio le atribuye el nombre de descalzo: fray Juan de la Cruz, no de Santo Matía, ella no ha conocido otro. T tenía 52 y Juan 25 años. Este encuentro tan casual y decisivo para la vocación de fray Juan y tan providencial para el Carmelo Teresiano y para la Iglesia entera, se produjo en el monasterio de las Descalzas, todavía en obras de acondicionamiento, por los meses de septiembre u octubre de 1567. Antes T ha escuchado grandes elogios del joven fraile recién ordenado sacerdote a un compañero suyo, fr. Pedro de Orozco. T ha conocido, pues, a fr. Juan primeramente de oídas y por referencias elogiosas. Cuando se vieron y dialogaron ‘la contentó mucho’ aquel fraile de corta estatura, que andaba metido en una crisis vocacional y pensando retirarse a la Cartuja (Fundaciones 13,3). Logró descubrirle sus ideales y convencerle de que podría realizar sus ansias contemplativas, cooperando con el proyecto de renovar el Carmelo masculino que ella traía medio pensado. La empatía de aquel primer encuentro fue decisiva: T descubre en Juan la encarnación de sus ideas y Juan se descubre a sí mismo, descubre su vocación y descubre en T a la mujer con claridad mental, capacidad de liderazgo y eficacia activa que va a dar posibilidades reales a sus sueños y deseos. Comenzó en aquel momento una colaboración que no se interrumpirá hasta la muerte de la madre Teresa. Encuentro providencial de alcance eclesial. ‘Por mediación de T descubre y elige fray Juan su vocación definitiva y su participación activa en la tarea formadora y reformadora. Esa colaboración no se limita a primeros pasos y a asuntos estrictamente fundacionales. La comunión se prolonga y amplía, fecunda e iluminante, a todo el ámbito de su vida y su misión: carisma, santidad, escritos, comunicación espiritual, vida mística y magisterio universal. Inconfundibles e inseparables. Al iniciar la reforma de los frailes en Duruelo, ella le lleva de ventaja veintisiete años de edad, veintiocho de vida religiosa, seis en la Reforma. Ella es la fundadora en cuanto a proyecto espiritual y en todas las implicaciones materiales y organizativas que acompañan a esa tarea. La preparación y ejecución de Duruelo, es el momento de influjo teresiano más marcado y constatable, casi unidireccional’ (F. Ruiz, El carisma del Carmelo vivido e interpretado por San Juan de la Cruz. El carisma de San Juan de la Cruz vivido e interpretado por el Carmelo, en Salvador Ros (coord.), La recepción de los místicos, Salmanaca 1997, p. 579).
Fray Juan, formado por Santa Teresa. Un año después, otra vez el día de san Lorenzo de 1568, se repetía de alguna manera aquel encuentro; ahora en Valladolid, y también con la fundación de las Descalzas a medio hacer y aprovechando la provisional falta de clausura que les facilita la comunicación. No fue tan rápido el diálogo esta vez; duró algunos días ‘el cursillo de verano de formación teresiana acelerada’. Juan de Santo Matía ‘que se quería ser descalzo, se informaba de nuestra manera de proceder en estas casas’ dirá más tarde la Santa (F 10,4, cf. cta 13,2). A últimos de setiembre ya marcha él para Duruelo haciendo escala en Avila, a poner en práctica sus ideales aprendidos y las instrucciones recibidas en la convivencia y el diálogo con la madre Fundadora. En octubre se encuentra en Avila terminando los preparativos para la fundación. Él mismo es portador de una carta de recomendación de T para el caballero santo, Francisco de Salcedo, en la que ya va este primer elogio: ‘aunque es chico entiendo es grande en los ojos de Dios, cierto él nos ha de hacer acá harta falta, porque es cuerdo y propio para nuestro modo, y ansí creo le ha llamado nuestro Señor para esto. No hay fraile que no diga bien de él, porque ha sido su vida de gran penitencia. Aunque ha poco tiempo … jamás le hemos visto una imperfección. Mucho me ha animado el espíritu que el Señor le ha dado y la virtud, … tiene harta oración y buen entendimiento’ (cta 13, 2-5).
Sólo medio año después, a fines de febrero de 1569, cuando viaja de Valladolid a Medina se desvía T por Duruelo para comprobar cómo fray Juan y sus compañeros han asimilado sus planes y directrices. En F 14,1-12 registra su evaluación, su admiración y sus reparos con toda viveza, aunque lo ha escrito seis años después de los sucesos.
Juan, formador del Carmelo. Vuelven a cruzar sus caminos en enero de 1571 en Alba de Tormes, en circunstancias parecidas a las de Medina del Campo en 1567, y de Valladolid en 1569, en tareas de fundadores. Juan acompañó desde Mancera (Salamanca) donde reside como suprior y maestro de novicios desde el 11.06.70 por traslado de Duruelo, a T y a las primeras religiosas (Ana de Jesús Lobera entre ellas). Conviven, pues, otra vez mientras acomodan las casas en que va instalarse la comunidad de Alba (F. 20). El diálogo esta vez se prolongó por algunos días.
Pero es a partir de la primavera de 1572 cuando se abre el período de más larga convivencia entre ambos Fundadores y Formadores en una misma ciudad. Por deseo y casi mandato de T, Juan de la Cruz deja el colegio de Alcalá de Henares fundado poco antes y se retira a Avila como confesor del monasterio de la Encarnación, donde a T la han hecho priora. Enseguida se hace eco de su labor: ‘Gran provecho hace este descalzo que confiesa aquí; es fray Juan de la Cruz’ (cta 45,4 de 27.09.72). ‘Acá ha días que confiesa uno de ellos harto santo, ha hecho gran provecho’ (cta 48,2 de 13.02.73).
La Respuesta a un desafío(de septiembre de 1572) contiene también un testimonio de estas relaciones. Bajo el disfraz de ‘un venturero’ que vive descalzo en el Carmen calzado de Avila, participa Fr. Juan en el cartel de retos ascéticos entre las monjas. También participa en desafíos poéticos y concursos espirituales y literarios.
La prolongada convivencia en Avila permitió una confrontación mutua de experiencias espirituales sin precedentes. En la Relación 35 T cuenta la gracia del matrimonio espiritual acontecida justamente al tomar la comunión de mano de fray Juan el 18.11.72. Anota Tomás Álvarez que Fr. Juan de la Cruz pudo leer este episodio en la edición de fray Luis de 1588 y hace la curiosa observación de que fray Juan es el único carmelita descalzo que aparece mencionado con su propio nombre en esa editio princeps(IV, 10, p. 406).
Comisionado por la Madre Fundadora se desplaza fray Juan de Avila a Medina del Campo en ministerio de exorcista pues, al decir de T, ‘le ha hecho Dios merced de darle gracia para echar los demonios de las personas que los tienen … temen en él tanta gracia acompañada de tanta humildad’ (cta 51).
Ya llevaba un trienio trabajando en La Encarnación cuando T desde Sevilla pide por vicario a fray Juan para aquella casa (cta 89,4) y se alegra de la opinión y parecer de Séneca (fray Juan) sobre Gracián una vez que se han conocido en Avila entre septiembre y octubre de 1575. ‘Durante los años de Ávila (1572-77), la comunión se enriquece y diversifica. Aumenta la autoridad de fray Juan, su aportación en el intercambio de ideas y experiencia. Llama a la santa ‘nuestra madre’ (fundadora), ‘mi hija’ (espiritual)’ (F. Ruiz, Ib.). Teresa está por Salamanca y Alba de febrero de 1573 a marzo del 1574. El siguiente encuentro de ambos se produce en Segovia por marzo de 1574 (F. 21), y de nuevo sucede con ocasión de la fundación de monjas Descalzas. ‘T quiso que fray Juan iniciase espiritualmente a la nueva comunidad en sus primeros pasos. Ambos compartieron experiencias fundacionales y religiosas durante un par de semanas, ya que a finales de marzo fray Juan regresaba a Avila’ (Eulogio Pacho, Teresa de Jesús, S. y Juan de la Cruz, en Diccionario de San Juan de la Cruz,s.v. Burgos, Monte Carmelo, 2000, pp.1419-1446.
T regresa en octubre del 1574 a la Encarnación para terminar su priorato (cta 73), pero en seguida parte para Valladolid y Beas, y no volverá a encontrarse con fray Juan hasta el mes de julio de 1577 cuando regrese a Avila. Mientras, ha sufrido cárcel en Medina por primera vez en enero de 1576, T desde la distancia se ha hecho eco del episodio (cta 102, de 16.02.1576) y le ha defendido ante el P. General. Fr. Juan desde Ávila ha participado por este tiempo en el concursoconvocado por ella sobre la locución Buscarte has en mí que T ha oído en la oración estando recluida en Toledo; también por entonces ha recibido su parte del Vejamen (hacia febrero de 1577), pieza teresiana a cuyo trasluz entrevemos, deformadas por el cristal burlesco del género teresiano, la primicia de los escritos sanjuanistas en la que ya se adivina una temática que resultará perenne en su pluma: búsqueda de Dios, muertos al mundo, hacerse una misma cosa con Dios en unión, contemplación perfecta, hablar siempre de Dios. Fray Juan ha participado en otros intercambios y regalos de cantares y villancicos (cta 171) que promueve T por donde quiera que pasa. Quizá de este tiempo sea la doble versión del Vivo sin vivir en mí. En todo caso a los ojos de T aparece como hombre que ‘tiene experiencia en cosas de oración’ (cta 177,2). La convivencia en Ávila resulta definitiva para el magisterio espiritual de ambos maestros: T culmina allí la redacción del Castillo interior, obra en la que expresa su experiencia y pensamiento más maduro alcanzado en el trato con fray Juan, a su vez Juan de la Cruz comenzará a escribir en ese tiempo. Cuando y donde T termina, Juan de la Cruz empieza.
Participa Juan no solo en los regalos poéticos sino también en la persecución a T y se ve metido en la refriega del priorato de La Encarnación, y en las alegaciones ante letrados, y demás pleitos alrededor de la elección machucada (cta 211, 3-5), con la dolorosa prohibición a las monjas de trato con él, su confesor, etc. Hace informes de la situación tan concordes con la mente y el sentir de T que ésta los utiliza literalmente en sus cartas a los amigos (cta 215, 6-7 de 10.11.1577).
No fue el menor daño provocado por los dolorosos sucesos que a partir de 1576 se abatieron sobre la obra de la Madre T el hecho de cortar e impedir las relaciones personales y directas de los dos Santos a partir de ese año. La preocupación y el dolor de T por la suerte de fray Juan, cuando éste desapareció de su vista encarcelado por los Calzados en Toledo aumentaron. Ya el 4 de diciembre escribe (cta 218) T al rey interesándose e intercediendo por fray Juan de la Cruz. Repetirá la intercesión, la alarma y el cuidado solo ella parece ocuparse del encarcelado en las ctas 220,3; 221, 6; 222, 2-3 y 226,9-10 con este elogio ante el corresponsal Don Teutonio: ‘ha más de un mes que prendieron los dos descalzos… con ser grandes religiosos y tener edificado a todo el lugar … al menos el uno que llaman fray Juan de la Cruz todos le tienen por santo, y todas, y creo que no se lo levantan, en mi opinión es una gran pieza’. La cta 232, 3 va con temores de que le hayan llevado a Roma o que le hagan más daño, como la cta 233, 3; en la 238, 6 y 14 hace memoria de ‘aquel santico de fray Juan’ (cf cta 246,4); en la 247,5 de mayo del 1578 se lamenta del ‘encantamiento de fr. Juan’ aun desaparecido. En la 256,4 tiene que insistir ‘no se olvide de hacer algo por fr. Juan’ en vísperas de su evasión; en la 257 de nuevo solicita piedad y, cuando ya fray Juan de la Cruz ha escapado, como ella no lo sabe, sigue intercediendo T en cta 258, 6 con lamentos como este: ‘nunca hay quien se acuerde de este santo’. Conocida su huida se alegrará y lamentará repetidamente del trato recibido por el recluso: ctas 260, 1-3; 261, 3; 267; 270,2; 271 y 272,4.
El 17-18 de agosto efectivemente se fuga fray Juan de la cárcel del Carmen de Toledo. Participa en seguida en la Junta de Almodóvar y parte para Andalucía. Desde allí la escribirá extrañando, entre nostálgico y halagador, la ausencia de T. ‘Aunque no sé donde está quiero escribirla estos renglones confiando se los enviará nuestra Madre [Teresa], si no anda con ella; y si es así que no anda, consuélese conmigo que más desterrado estoy yo y solo por acá, que después que me tragó aquella ballena y me vomitó en este extraño puerto, nunca más merecí verla [a la Madre] ni a lo santos de por allá’. (cta 1ª del 6.7.1581 de Fray Juan desde Baeza a Catalina de Jesús, la envía junto a otra carta que escribe a T que por ese tiempo se halla en Soria). Acaba fr. Juan de regresar de Castilla del capítulo de Alcalá (3-16.03.1581).
Desde que conoció su liberación y destino en Andalucía, T siguió de cerca sus pasos, le propone como paradigma de buen padecer: ‘¡no merezco tanto como fray Juan de la Cruz para padecer tanto!’ (cta 274,8) y le presenta como dechado de directores espirituales ahora que ya tiene conocimiento directo de su experiencia, discreción y letras: ‘cuán sin razón se queja, le dice a Ana de Jesús, pues tiene allá a mi padre fray Juan de la Cruz, que es un hombre celestial y divino. Después que se fue allá, no he hallado en todo Castilla otro como él; no creerán la soledad que me causa su falta. Miren que es un gran tesoro el que tienen allá en ese santo y todas las de esa casa (de Beas) traten y comuniquen con él sus almas y verán que aprovechadas están… porque le ha dado nuestro Señor para esto particular gracia. Certifícolas que estimara yo tener por acá a mi padre fray Juan de la Cruz, que de verás lo es de mi alma … pueden tener llaneza con él como conmigo misma que es muy espiritual y de grandes experiencias y letras… yo le escribo les acuda…’ (cta 277,1-2 y cf. 323). T lo defiende vivamente ante dudas de Gracián sobre su lealtad respecto a él como superior que espera apoyo para sus iniciativas. ‘Por fray Juan de la Cruz yo juraré que no le ha pasado por pensamiento, antes ayudó a los romanos con lo que pudo y morirá, si fuese menester, por vuestra paternidad. Esto es sin falta verdad’ (cta 333,1). Siempre da por descontada su confianza (cta 340,5). El carteo en este periodo ha debido ser intenso e íntimo. Un reflejo nos queda: ‘Olvidábaseme de suplicar a vuestra reverencia una cosa en hornazo: plega a Dios la haga. Sepa que consolando yo a fray Juan de la Cruz de la pena que tenía de verse en Andalucía (que no puede sufrir aquella gente) antes de ahora, le dije que, como Dios nos diese provincia, procuraría se viniese por acá. Ahora pídeme la palabra y tiene miedo que le han de elegir en Baeza. Escríbemeque suplica a vuestra paternidad que no le confirme. Si es cosa que se puede hacer, razón es de consolarle, que harto está de padecer’ (cta 384,4).
A pesar de las dos súplicas conjuradas, a fray Juan lo eligieron y Gracian le confirmó como superior, si bien para Granada, no para Baeza. Con motivo de ese viaje a Granada, fray Juan dará un largo rodeo en el que volvieron a encontrarse breve pero intensamente por última vez en persona por noviembre de 1581, meses antes de la muerte de la Santa. Fue de nuevo en Ávila, a donde viajó él con intención de volverse acompañándola a la fundación proyectada en Granada. Esta última entrevista parece no haber resultado muy feliz. Fray Juan ha hecho en valde un largo camino. T ya está comprometida para ir a Burgos. Parece que el fundador de las desclazas de Granada insiste por demás, hasta dejarla cansada: ‘… yo lo estoy [harto cansada] esta tarde con un padre de la Orden, aunque me ha quitado enviar mensajero a la marquesa, que va por Escalona’ (cta 417,2). Al día siguiente de su llegada (28 de noviembre) emprendía fray Juan el viaje de vuelta pero sin la madre T, que le ha pedido dinero para un proyecto del P. Provincial: publicar las Constituciones. Fray Juan recuenta sus dietas de viaje y no le alcanza para dejar nada por ahora. ‘Harto quisiera fray Juan de la Cruz enviar a vuestra reverencia algún dinero, y harto contaba si podía sacar de lo que traía para el camino, mas no pudo. Creo lo procurará enviar a vuestra reverencia’, escribe T a Gracián (cta 421,2). La despedida de esa tarde otoñal fue definitiva, produciendo en la Santa ‘harta pena y mucha soledad’ (cta 421,1).
Casi un año después, un mes antes de morir, desde Valladolid, en viaje y con hartos disgustos en el corazón, envía T su último saludoa fray Juan por medio del P. Gracián que está visitando Andalucía: ‘Al padre fray Juan, mis encomiendas’ (cta 465,16 de 1.9.1582).
‘Cuando muere santa Teresa en 1582, Juan de la Cruz tiene cuarenta años, y aún vivirá nueve años más, precisamente los más intensos de su vida y los más cualificados como formador, gobernante y escritor: dos veces prior de Granada, un turno de provincial de Andalucía, un trienio de primer Definidor, miembro de la Consulta y superior de Segovia, fundaciones y construcción de conventos. En este período, la creatividad de san Juan de la Cruz toma sus propios rumbos’ (F. Ruiz, Ib. p. 577).
La comunicación por carta nos ha llegado truncada. El epistolario teresiano que hemos utilizado es mucho más abundante en testimoniar la íntima relación epistolar de los dos grandes místicos que prolongó y completó el contacto personal. No nos ha quedado ninguna de las cartas a fray Juan, que fueron numerosas, según consta por noticias ciertas. Su persecución final tuvo algo que ver en esta desaparición de cartas preciosas (Jerónimo, Historia, VII, 5,7. y BMC 14, 43). El epistolario de san Juan de la Cruz, más restringido, tampoco ha conservado cartas dirigidas a la madre Fundadora. En cambio, por él también queda claro que fue frecuente el carteo con T, desde la época de Ávila hasta la muerte de ésta que le alcanza en Granada. En la primera de las cartas conservadas del Santo (de 6 de julio de 1581, a Catalina de Jesús desde Baeza, cta 1) se menciona otra carta para la madre Teresa, en la que se tratan asuntos relativos a la fundación de Granada. E. Pacho menciona varias cartas seguras en su noticia de cartas perdidas o desaparecidas (Obras Completas,MEC 3, MteCarm, Burgos 1982, pp.1406-1408).
Las referencias a T en los escritos sanjuanistas. Son pocas, ‘apenas dos menciones explícitas y del todo asépticas. En vida, para él era ‘nuestra Madre’ (cta 1 del epistolario sanjuanista a Catalina de Jesús: 6.7.1581); ya difunta, y cuando se trata de imprimir sus libros (1586), añade el calificativo de ‘bienaventurada’. Quería indicar, sin duda, lo mismo que ‘santa’. Guardó las formas al no estar aún beatificada, no porque dudase de la santidad teresiana, sino por rigor canónico en la expresión. Según los testimonios que hablan del propio fray Juan, en la conversación habitual, mencionaba siempre a la Fundadora con el trato habitual entre monjas y frailes: ‘nuestra santa Madre’ o ‘la santa madre Teresa’. Convencido de la santidad de la madre Fundadora, tranquilizó proféticamente a fray Juan de san Angelo, asegurándole que antes de morir sería testigo de la beatificación de Teresa, como sucedió (Quiroga, Hist V II, 20, p. 374; Alonso, Vida II, 17, p. 458-59; Jerónimo, Historia V, 5, pp. 518-19). Para él, ‘madre y santa’. No conocía elogio mayor’ (E. Pacho, Diccionario, pp. 1424-25). Juan cita a la santa Madre T ya en CA 12, 6 a propósito del verso ‘que voy de vuelo’ donde trata de los fenómenos místicos, y allí se muestra como el primer impulsor de la edición de los escritos. ‘A cuanto sabemos la primera iniciativa editorial de Vida se debe a otro exalumno salmantino, fray Juan de la Cruz’ (Tomás Alvarez, Nota Histórica. Anexo al volumen II del Libro de la Vida, coed. Patrimonio Nacional – Monte Carmelo, Burgos 1999, p. 538, cf ahí mismo la interesante cronología de los hechos, por la que queda patente la iniciativa determinante de fray Juan, Ib. p. 540). Así remite el autor del Cántico: ‘Lugar era éste conveniente para tratar de las diferencias de raptos y éxtasis y otros arrobamientos y sutiles vuelos de espíritu que a los espirituales suelen acaecer; mas porque mi intento no es sino declarar brevemente estas canciones, como en el prólogo prometí, quedarse ha para quien mejor lo sepa tratar que yo; y porque también la bienaventurada Teresa de Jesús, nuestra madre, dejó escritas de estas cosas de espíritu admirablemente, las cuales (espero en Dios) saldrán presto impresas a luz’ (Cántico A 12,6 y Cántico B 13, 7). Ya para este tiempo, Granada 1584, fray Juan ha leído en manuscritos obras de T, al menos Vida y Moradas, en las que se habla de estas materias. Solo el Camino estaba impreso en Évora 1583. El 1 de septiembre de 1586 la Consulta o gobierno del Carmelo Teresiano del que era miembro fray Juan de la Cruz como definidor aprobó la impresión de ‘todos’ los escritos de T. ‘Se propuso que se impriman los libros y obras que nuestra madre Teresa de Jesús hizo, y se comete la ejecución de lo susodicho a nuestro muy reverendo padre provincial que dé en ello la orden que le pareciere convenir. Propuesto lo susodicho, pasó, que se haga y cumpla como aquí se contiene. Lo cual fue por votos secretos, conforme a nuestra santas leyes y constituciones’ (Jerónimo, HistoriaV, 13). Desde 1588 en la edición de fray Luis de León, ya están disponibles para fray Juan los escritos de la madre Teresa.
Aunque más velada, no es menos importante otra referencia a la madre Teresa y a su obra. Comentando la gracia mística de la transverberación, en claro paralelismo de simbología, léxico y situación con el relato de la Santa en Vida 29,13, síntoma evidente de trasvase de experiencias y comunicación de intimidades espirituales interpreta como teólogo Juan de la Cruz que, primero, pocas son las almas que llegan a tales experiencias, pero que, segundo, las que llegan son ‘mayormente, las de aquellos cuya virtud y espíritu se había de difundir en la sucesión de sus hijos, dando Dios la riqueza y valor a las cabezas en las primicias del espíritu, según la mayor o menor sucesión que había de tener su doctrina y espíritu’ (LlB 2,12). Además de la descripción de la experiencia (LlB 2,9-11) proporciona el Doctor místico una lectura teológica y un discernimiento pastoral de la eficacia eclesial de la gracia mística como carisma de fundadora. ‘La alusión equivale al reconocimiento más autorizado que podía hacerse de las ‘primicias del espíritu’ en Teresa de Jesús. Era la aceptación filial del carisma teresiano’ (E. Pacho, Ib. 1424-25). Sin duda Juan es el primer receptor y aquilatador teológico del carisma fundacional de T.
T a su vez, por razones de cronología, ha tenido poca ocasión de hacer referencias a los escritos sanjuanistas, pero, aun así, sabemos que ha apreciado, no solo la persona y obra apostólica de Juan de la Cruz, sino también la obra literaria. Tenemos este testimonio: ‘Estando en este convento [Medina del Campo 1579, probablemente] nuestra santa madre Teresa de Jesús, hablaba de él con grande estima. Y entre otras cosas santas y buenas que decía del dicho Venerable Padre, en presencia mía y de muchas religiosas de este convento dijo que el dicho Venerable Padre había llegado a la perfección más alta que podía llegar un hombre humano mediante su gran virtud y santidad. Y personas religiosas de esta casa que con él comunicaban y trataban, decían grandes cosas de su vida y santidad, que estando preso mucho tiempo en la cárcel de Toledo en su prisión hizo y compuso las canciones de la Esposa. Las cuales la dicha santa Madre trajo a este convento y pidió a las religiosas que se holgara se entretuviesen en ellas y las cantasen. Y así se hizo. Y desde entonces se han cantado y cantan, que desde su principio las decoré. Y son cincuenta canciones, una o dos más o menos’ (BMC 24, 135). Aparece T en este testimonio como precursora de los lectores y admiradores del máximo poeta de la lengua, y como difusora y promotora del Cántico espiritual.
BIBL.efrén de la madre de dios, El Monte y el Castillo. La vida de la gracia en Santa Teresa y San Juan de la Cruz, Avila 1987; aa. vv., Teresa de Jesús y Juan de la Cruz, Convergencias, divergencias, influencias. Monte Carmelo, Burgos, 1989; Eulogio Pacho, Teresa de Jesús, S. y Juan de la Cruz, en Diccionario de San Juan de la Cruz, s.v. Monte Carmelo, Burgos 2000, p.1419-1446; Maryvonne Bonnard, ‘Les influences réciproques entre sainte Thérèse de Jésus et saint Jean dela Croix’, en Bulletin Hispanique 37 (1953) 129-149; e. w. trueman dicken, Crucible of Love. A Study of the Mysticism of St Theresa of Jesus and St John of the Cross, Londres 1963; ed. española: Herder, Barcelona 1967; Federico Ruiz, ‘Dos testigos supremos de Dios: Teresa de Jesús y Juan de la Cruz’ en Actas del Congreso Internacional Teresiano, Salamanca 1983, p. 1027-1046; tomás alvarez, ‘La Madre Teresa habla de fray Juan de la Cruz. Repertorio de textos teresianos sobre el Santo’, en el vol. misceláneo Experiencia y pensamiento en San Juan de la Cruz, EDE, Madrid, 1990.
Gabriel Castro