Fenómeno histórico y literario, que consiste en la trasmisión de la figura y personalidad de Teresa al margen de los datos propiamente históricos. La leyenda teresiana está integrada por un conglomerado heterogéneo de dichos y episodios más o menos fantaseados, sobre la base de un hecho real o de una faceta auténtica de la imagen de Teresa. Hechos en los que ella hace de protagonista. Y dichos atribuidos a ella misma.
Esa leyenda se fue formando a raíz de su muerte y a lo largo de los siglos XVII y XVIII. Y pervive pujante en nuestro siglo XX, especialmente en el pueblo y en los artistas. A la vez que los órganos cultos biógrafos, escultores, pintores y grabadores modelaban el perfil espiritual de Teresa, el genio popular, como en el caso de los fiorettis de san Francisco, daba su propia versión de la Santa a base de su tipo y talante femeninos, que habían fascinado la fantasía de la gente. Mientras los escritores y artistas barrocos se empeñaban en darnos una imagen sublimista de Teresa a base de éxtasis y fenómenos místicos (baste citar, por ejemplo, las tallas de Gregorio Hernández o el grupo de L. Bernini o el retrato de Teresa escritora, por Velázquez), la versión preferida por la leyenda insiste en la faceta del humanismo teresiano: su sentido del humor, su simpatía de mujer, su belleza física, la genialidad de sus respuestas, su realismo a flor de tierra, su alegría contagiosa, etc., todo ello en fuerte contraste con la adusta seriedad de fray Juan de la Cruz tal como éste es percibido por la mirada popular. Son bastantes las leyendas que presentan en paralelo a los dos Santos, pero siempre a favor de ‘lo femenino’ de Teresa, y a expensas de la seriedad y pudibundez de fray Juan.
Los episodios legendarios de la Santa han tenido especial difusión en los estratos populares de Castilla y Andalucía. Aunque en dosis menor, también se han difundido en el resto de España y en el extranjero. Muchos de ellos han penetrado incluso en las biografías de la Santa, y han sido asumidos y repetidos por grandes figuras de la espiritualidad. Baste recordar los casos recientes de santa Teresita (por ejemplo, Carta 155, del 29.12.1893) y del B. José María Escrivà de Balaguer (Camino, 761). No han conseguido un realce pictórico similar al obtenido por los fiorettis de san Francisco merced al pincel del Giotto. Pero muchos de ellos han pasado a las ‘Vite effigiate’ de la Santa por grabadores tan insignes como Vierix y Collaert. Incluso han servido para decorar templos y monumentos. Baste recordar, a modo de ejemplo, la iglesia romana de Santa María della Vittoria en que se exhibe el famoso grupo de L. Bernini, y que sobre uno de sus arcos luce la inscripción: ‘Nisi coelum creassem, ob te solam crearem’. (Según el episodio legendario, sería Dios mismo quien dijo a Teresa… que de no haber creado el cielo, por ella sola lo hubiera fabricado.)
Un buen repertorio de leyendas, entremezcladas con episodios auténticamente históricos, lo publicó A. Castro Albarrán en su libro ‘Polvo de sus sandalias’, con al menos seis ediciones. La mejor colección de ‘Dichos de la Madre Teresa’, mezclando también historia y leyenda, se publicó en el tomo tercero de las ‘Obras’ de la Santa, editadas por la BAC (Madrid 1959, pp. 867-913, a cargo de Efrén de la M. de Dios y O. Steggink). Pero sin duda la colección mejor documentada de leyendas teresianas es la publicada por Otilio Rodríguez con el título ‘Leyenda áurea teresiana’ (Madrid, 1970, 179 pp.). En este repertorio se reúnen algo más de 34 episodios. A veces se ofrecen sus variantes literarias. Y casi siempre se estudia su posible fundamento histórico, en hechos y dichos reales de la biografía de Teresa.
Las leyendas teresianas con mayor difusión o mayor influjo serían apenas media docena: a) la del nombre de ‘Teresa de Jesús’ en el diálogo mantenido por ella con ‘Jesús de Teresa’ en una de las escalinatas del monasterio de la Encarnación de Avila. A pesar de su escaso o nulo fundamento histórico, el episodio preside el retablo de la iglesia del Carmen de La Coruña y está muy presente en la vida de su homónima santa Teresa de Lisieux. Es también el motivo temático que inspira el famoso comic de J. Cortés, ‘Teresa la de Jesús’. b) El diálogo mantenido igualmente entre ella y su Señor con ocasión de los atolladeros de Teresa y de su comitiva, camino de la fundación de Burgos: ella, que se queja…; El, que le explica: ‘Así trato yo a mis amigos’; y de nuevo ella, que rebate: ‘por eso tienes tan pocos’. En cuanto a fundamento, es cierto que con ocasión de la carcelilla toledana de fray Juan de la Cruz, Teresa había escrito: ‘Terriblemente trata Dios a sus amigos’. También esta leyenda halló amplio eco en la Santa de Lisieux. c) El monólogo de Teresa ante su Señor: ‘que haya quien os sirva más y mejor’, lo tolero; pero que haya quien os ame más, no lo toleraré jamás’. Episodio legendario que, como el anterior, halló acogida en la espiritualidad de Teresa de Lisieux. Este segundo episodio incluso estaba presente en un hermoso cuadro de su celda (cf otra versión y su glosa en Otilio Rodríguez, l.c., p. 84). Su base histórica asciende nada menos que al testimonio de Teresita, sobrina de la Santa, en los Procesos de beatificación de ésta (BMC 18, 192). d) La expresión de Teresa, tras un banquete en tierras de la Mancha: ‘cuando perdiz perdiz, y cuando penitencia penitencia’, pese a su carencia de fundamento histórico, halló acogida incluso en la pluma de K. Rahner, quien glosando los motivos del Doctorado eclesial de Teresa, concluía su exposición: ‘El hecho de que ella comprendiese, junto a la penitencia, también un buen estofado de perdiz, y que era una increíblemente sagaz organizadora y diplomática (lo que, ciertamente, no puede decirse de san Juan de la Cruz), aumenta para nosotros la simpatía de su mística’ (Revista de Espiritualidad 29.1970.313. Cf la glosa de Otilio R., p. 29). Y por fin, el episodio picaresco de ‘la dama y el galán’ (ver la glosa de Otilio en p. 63), también difundido en flamantes cuadros pictóricos, o el similar de ‘las tres mentiras (Teresa ‘hermosa, discreta y santa’), ya documentado por el gran amigo de la Santa, Jerónimo Gracián.
Aparte el valor que las leyendas teresianas tienen como documento histórico y como exponente de la religiosidad popular, su mayor mérito consiste en haber captado en pleno periodo barroco ciertos aspectos de la personalidad de Teresa, y en haber servido de vector de ‘lo teresiano’ entre los menos dotados para leer en directo los escritos o las biografías de la Santa.
BIBL. O. Rodríguez, Leyenda áurea teresiana, Madrid 1970; A. Ruiz, Anécdotas teresianas, Burgos 1981; A. de Castro Albarrán, Polvo de sus sandalias, Burgos 1999.
T. Alvarez