Franciscano recoleto de la Provincia de Santiago (España), que comparece en la biografía de T en un momento decisivo (1566) e incentiva en ella el ideal misionero. Maldonado nació en Ledesma (Salamanca), probablemente hacia 1515. Hijo del doctor Alonso Pardo de Buendía, de familia de nuevos cristianos, oriundos de Guadalajara; su madre fue Isabel Maldonado. Ingresó franciscano en el convento de Salamanca. En 1551 embarcó rumbo al Perú, en la expedición de los 37 franciscanos enviados ese año a las Indias. Trabajó denodadamente en Perú y en México, regresando a España en 1561 por mandato del Comisario General de Nueva España, fray Francisco de Bustamante, con la expresa misión de informar a Felipe II y perorar ante el Consejo de Indias la causa de los indígenas americanos contra los abusos de los conquistadores. Una vez en España, hizo numerosos viajes a la corte de Madrid los años 1562, 1565, 1566 y 1570. Presentó una serie de memoriales al Consejo de Indias, reportando en alguno de ellos una exposición de Bartolomé de las Casas. Envió otro memorial al rey. Y todavía un libro al nuncio, para que éste lo hiciera llegar al Papa. Fue en uno de esos viajes, probablemente el de 1566, cuando se detuvo en San José de Avila para hablar del tema de los indios americanos a T y su grupo de pioneras carmelitas.
En 1570 logra ser convocado a Roma. Asiste al capítulo general de su orden en 1571. Pese a la oposición del embajador español Juan de Zúñiga que lo cree ‘loco de atar’, obtiene la confianza del papa Pío V, y sus ideas de reforma franciscana fueron incluidas por el Pontífice en el breve ‘Pastoralis Officii’ de ese año. Vuelto a España, Maldonado se enreda en la proyectada reforma de su orden, entrando en neto contraste con el nuncio Felipe Sega, quien asocia su persona y su mala fama al carmelita descalzo Ambrosio Mariano. El 24 de julio de 1578 escribe Sega contra él al cardenal Secretario Ptolomeo Galli: ‘della medesima conditione di questhuomo [Juan Calvo de Padilla] erano doi altri, cioè un frate Mariano calabrese, dellOrdine di questi Discalzi Carmelitani, et un frate, tal Maldonado, dellOrdine dei Discalzi di san Francesco. Questo ho destramente tramato: che in gratia di Sua Maestà si levi di questa Corte, et se ne partirà per tutta questa settimana…’ (MHCT 2, 26-27). Es decir, que el nuncio alejaba a Maldonado de la Corte de Madrid. Pero éste se había ya enzarzado en una agria polémica en torno a los conversos y la ‘limpieza de sangre’, contra el libro de Diego de Simancas: ‘Defensio Toletani Statuti pro hiis qui bono et immaculato genere nati sunt'(Amberes 1575). Maldonado llevó las de perder. Uno de los teólogos que califican sus escritos, el dominico amigo de T fray Hernando del Castillo, los califica: ‘todos son disparates y desatinos’, y a él mismo lo cree ‘loco, o lo estaba cuando las escribió’. Primero, Maldonado fue recluido benignamente en un convento de su orden, y luego (6.5.1583) en la cárcel de la Inquisición, en la que penó más de una docena de años (1583-1596). Liberado de la prisión, el viejo misionero se pierde de vista en sus últimos años de vida, ya enfermo octogenario.
De talante fogoso, temperamentalmente osado y ‘locuacísimo’, se empeñó sucesivamente en tres causas nobles: la defensa de los indios, la reforma de la orden, los derechos de los cristianos nuevos. Ese su talante fogoso, hiperbólico y batallador, explica el impacto que sus palabras produjeron en la M. Teresa, al pasar él por el Carmelo de San José de Avila en 1566. Escribe ella en el cap. 1 de las Fundaciones: ‘A los cuatro años [de fundado el Carmelo abulense], acertó a venirme a ver un fraile francisco, llamado fray Alonso Maldonado, harto siervo de Dios y con los mismos deseos del bien de las almas que yo, y podíalos poner por obra, que le tuve yo harta envidia. Este venía de las Indias poco había. Comenzóme a contar de los muchos millones de almas que allí se perdían por falta de doctrina, e hízonos un sermón y plática animando a la penitencia, y fuese. Yo quedé tan lastimada de la perdición de tantas almas, que no cabía en mí…’ Y sigue recordando la voz interior que le augura: ‘espera un poco, hija, y verás grandes cosas’ (F 1, 7-8). Un especialista historiador del misionero franciscano enmarca así ese episodio: ‘Se nos dice de él que era locuacísimo y osado, de mucha desenvoltura y desenfrenada lengua… Respecto del entusiasmo y dramatismo con que revestía sus asertos, cabe advertir lo siguiente: La descripción gráfica de los abusos; la insistencia, casi machacona, de unos mismos conceptos; los adjetivos en superlativo; las contundentes amenazas que pronostica una y otra vez; las numerosas pruebas con que demuestra y ratifica sus asertos; las hipérboles…, todo deja entrever que… su palabra desbordaría colorido… Cuando santa Teresa le oyó hablar de ‘los muchos millones de almas’ que se perdían en Indias, el franciscano le debió describir la situación con los colores más vivos’. Franciscanos.
BIBL.Pedro Borges, Un reformador de Indias… Alonso Maldonado de Buendía, OFM.En Archivo Ibero-Americano, 20 (1960) pp. 261-535.