Es uno de lo pocos casos patológicos de alucinaciones místicas, recordados expresamente por T, aunque en anonimato. Escribe ella al dar «algunos avisos para revelaciones y visiones» (F 8): «Pudiera decir tantas cosas de éstas… No ha muchos años, sino harto poco tiempo, que un hombre desatinó harto a algunos bien letrados y espirituales con cosas semejantes, hasta que vino a tratar con quien tenía esta experiencia de mercedes del Señor, y vio claro que era locura junto con ilusión, aunque no estaba entonces descubierto, sino muy disimulado; desde a poco lo descubrió el Señor claramente, aunque pasó harto primero esta persona que lo entendió en no ser creída» (F 8,8). Una pequeña ampliación del episodio nos la ofrece Isabel de Santo Domingo: «en particular se acuerda que en Avila y por su tierra, en el año 1565, anduvo un hombre que se llamaba Juan Manteca, tenido por hombre de buen espíritu, y que lo llevaron a la dicha Madre por tal para que lo hablase; y hablado, nunca se satisfizo dicha Madre de él; y después con el tiempo se descubrió que dicho hombre iba fingido en tanto grado que lo gastaron por justicia. Sábelo la deposante por haberlo oído decir a la dicha Madre Teresa y a una compañera suya llamada Ana de san Bartolomé, de la casa de Avila» (BMC 19, 81). Interesante el dato que añade enseguida «la deposante»: que «oyó decir a la dicha Madre, que por haber topado muchos engaños semejantes a los dichos y algunos arrobamientos falsos, había procurado de dejar muchos avisos en sus libros para las señales que trae consigo el buen espíritu» (ib. Cf F 8,7).
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