Es una de las primeras y más insignes carmelitas de San José de Avila. Natural de esta ciudad. Hija del primo de T Alonso Alvarez Dávila y de Mencía de Salazar. Ingresó en el Carmelo de San José el 3.9.1563 y tomó el hábito el ‘día de san Jerónimo’ (30 de ese mes y año). Profesó el 22.4.1565, aportando una buena dote (desde niña era huérfana, bajo tutor), cuyos fondos sirvieron para dotar la capellanía del Carmelo, que correrá a cargo de Julián de Avila. De novicia, María forma parte del grupo de jóvenes entusiastas y fervorosas descrito por la Santa en Fundaciones c. 1: ‘almas de ángeles’, según ella, ‘gran valor de estas almas’, con ‘animo no cierto de mujeres…’ Al salir ésta a fundar el Carmelo de Medina (1567), la M. María queda de vicaria en San José. Durante las ausencias de T por tierras manchegas y andaluzas, solicita de la M. María servicios de información (cta 172,6). En 1577 al regresar T de Andalucía, participa ella como supriora en el traspaso de obediencia de la comunidad, de la jurisdicción de D. Alvaro a la de la Orden, y al ser elegida priora de San José la propia Santa en lugar de María de Cristo (10.9.1581), tiene por supriora a la H. María de san Jerónimo (MHCT 2, 308). A la muerte de T en Alba, la H. María le sucede en el priorato de San José, elegida en noviembre de 1582 y reelegida en 1585. Es ella quien acoge en el Carmelo abulense los restos mortales de la Santa, traídos de Alba ese mismo año. En 1591 pasa como priora al Carmelo de Santa Ana de Madrid, en situación difícil, tras la deposición de la priora María del Nacimiento. Terminado felizmente el trienio madrileño, regresa de priora a San José de Avila en septiembre de 1594, pero al año siguiente va de fundadora y priora al Carmelo de Ocaña, de donde terminado el trienio regresa a Avila y es nuevamente elegida priora de San José (1598). Tanto en este Carmelo como en los mencionados desplazamientos, María de San Jerónimo tiene por compañera a la H. Ana de san Bartolomé, que también está a su lado en la hora de la muerte, el 6.4.1602, a los 61 de edad, después de una penosísima enfermedad y una cruenta intervención del cirujano. M. María escribió hacia 1585 una Relaciónen que cuenta sus recuerdos personales de la Santa, relato que ella hace proseguir por Ana de san Bartolomé (BMC 2, 291-297; y 297-302). En 1595 depuso también en el proceso de beatificación de T (BMC 18,158-160). Las dos T y ella cruzaron entre sí bastante correspondencia, especialmente durante la ausencia de T para la fundación de Medina, pero ninguna de esas cartas ha llegado hasta nosotros. En cambio, nos ha llegado el copioso carteo de D. Alvaro de Mendoza a ella con ocasión de la llegada de los restos mortales de la Santa a Avila: años 1585-1586 (MHCT 6, 219-243).
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