Es uno de los mercaderes de Medina del Campo amigos de T. Ante el estado ruinoso del edificio en que se instaló inicialmente el Carmelo de la villa, Blas tuvo un gesto generoso: «ya después de ocho días cuenta T, viendo un mercader la necesidad (que posaba en una muy buena casa), díjonos fuésemos a lo alto de ella, que podíamos estar como en casa propia. Tenía una sala muy grande y dorada, que nos dio para iglesia» (F 3,14). Julián de Avila detalla más: «y como Medina estaba entonces en su antigua prosperidad, estaba todo tan ocupado, que no había remedio adónde nos meter; fasta que vino Dios en un mercader que se llamaba Hulano de Medina, y de la casa en que vivía hizo dos moradas, y en la una se recogió él y su gente, y en la otra admitió a las monjas fasta que labraron en esta casa primera, donde se pudieran meter…» (Julián de Avila, Vida, p. 256; cf Ribera, 2,9, p. 169). Ahí, en la casa del mercader, tendría probablemente la Santa su primer encuentro con fray Juan de Santo Matía (S. Juan de la Cruz).
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