Dama madrileña, si bien nacida en Alcalá de Henares (BMC 20,471). Hija de Francisco de Mendoza (señor de Valera) y de Beatriz de Castilla y Mendoza. Casada, muy joven todavía, con el sobrino de la Santa, Francisco de Cepeda, el 8.12.1580: ‘Aún no ha quince años’, escribe la Santa (cta 363,6). El esposo estaba alcanzado de bienes y gravado de obligaciones, especialmente con su tío don Pedro. Presionados por doña Beatriz, madre de Orofrisia, pusieron pleito intentando anular el testamento de don Lorenzo de Cepeda, para apoderarse de los bienes dejados por éste a Teresita y al Carmelo de San José de Avila. En su apuro económico, Francisco se embarcó de nuevo para América (1591), dejando a Orofrisia sola en Madrid. Ésta, para hacer frente a sus deudas, malvendió la finca de La Serna, de Avila (1593). Y vivió sus últimos años en soledad y pobreza, en buenas relaciones con la prima de su esposo, Beatriz de Jesús (Ovalle), priora del Carmelo de Madrid. Orofrisia murió el 17.11.1517.A pesar de la hostilidad de su madre doña Beatriz con la Santa, ésta apreció siempre a doña Orofrisia. ‘Hermosa y muy discreta’, la definió en un primer momento (cta 363,6). En carta íntima a la propia hermana, Juana de Ahumada, le confiaba: ‘Mientras más me informan de este negocio…, más hay de qué nos contentar, en especial de la discreción y ser de doña Orofrisia, que dicen mucho’ (cta 367,4). Se lo repite a la puntillosa doña Beatriz de Castilla: ‘lo mucho que merece la señora doña Orofrisia’ (cta 425,1). Y todavía a finales de ese año, en carta a Lorencico, cuñado de Orofrisia: ‘A mí me quedaron hartas [penas] de ver ir las cosas harto diferentes de lo que yo quisiera, aunque el haber acertado don Francisco [esposo de Orofrisia] tan bien como a vuestra merced escribí, me dio alivio; porque, dejado quien es su esposa, que de todas partes es de lo principal de España, tiene tantas buenas [partes] en su persona, que bastaba’ (cta 427,1). En 1595, doña Orofrisia testificó en el proceso de la Santa, en el tribunal de Madrid (BMC 18, 399-402). Y nuevamente en Alcalá, en 1610 (ib 20, 471-473). Lo hizo muy elogiosamente, pero con pocos recuerdos personales de su relación con aquélla. Su testimonio de 1595 comienza: ‘aunque no vio ni conoció a la dicha Madre, la comunicó mucho por cartas’ (BMC 18,399), si bien ninguna de estas cartas ha llegado hasta nosotros. De nuevo depuso ante el tribunal de Alcalá de Henares (1610), con numerosos detalles sobre las relaciones familiares de T (ib 20, 471-473). Cf Serrano y Sanz, 2, pp. 506-507.
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