Al lado y por encima de la lección pedagógica de la Santa, está su constante mistagógica. Prácticamente la ejerce promoviendo no tanto el ideario cuanto la vida espiritual del lector desde la propia experiencia del misterio cristiano, en un proceso de empatía entre ella y el lector.
Teresa misma es consciente de que ‘escribe para engolosinar’. Uno de los capítulos más empatizantes de Vida (el c. 16), en diálogo expreso entre ella y ‘los cinco (lectores) que al presente nos amamos en Cristo’, da paso al grito provocativo: ‘seamos todos locos por amor de quien por nosotros se lo llamaron’. Es decir, compartamos locura (¡) los cinco (ella en el grupo) / por amor (fuerza aglutinante y empatizante) / de quien por nosotros se lo llamaron, es decir en comunión con Cristo, también Él en ‘locura’ de amor.
Los cauces normales de la efusión mistagógica de la Santa son varios. Ante todo, se sirve de la narración de la propia experiencia de Dios: narrándola, testifica la presencia y la acción salvífica de Él, y la proyecta sobre el lector, no como simples jirones autobiográficos sino como historia de salvación, consumada en la propia persona pero en comunión empática con el lector, en verdadera ‘comunión de los santos’. Teresa está convencida de la fuerza ingente de la experiencia, enclave y hontanar de todas sus convicciones. Se sirve de ella para traspasar al lector la propia noción de Dios (o de Cristo), noción nada abstracta ni idealizante sino realista y comunicante: Muchas veces he pensado, espantada de la gran bondad de Dios, y regáladose mi alma de ver su gran magnificencia y misericordia He visto claro no dejar sin pagarme, aun en esta vida, ningún deseo bueno. Por ruines e imperfectas que fuesen mis obras, este Señor mío las iba mejorando y perfeccionando y dando valor. Y los males y pecados luego los escondía. Dora las culpas (Vida 4,10).
Como san Juan de la Cruz, también ella recurre alguna vez al lirismo y la poesía: con no ser poeta, le acaecía hacer de presto coplas muy sentidas declarando su pena bien, no hechas de su entendimiento, sino que, para más gozar la gloria que tan sabrosa pena le daba, se quejaba de ella a su Dios. Y luego las leía a su amiga Dª Guiomar, o a su hermano Lorenzo.
En el Camino y en las Moradas pasa espontáneamente de la lección pedagógica a la empatía mistagógica. Así por ejemplo, la primera parte del Camino de perfección contiene la propuesta de ideales pedagógicos y la educación de las virtudes. En cambio, la segunda parte del libro es una prolongada oración a base del Padrenuestro, en que la autora trata de compartir los sentimientos de Cristo al pronunciarlo por primero, proyectando esos mismos sentimientos sobre el lector. Así, desde el comentario a la primera palabra Padre, hasta la última Amén.
Generalmente los momentos más fuertes de empatía mistagógica son las exclamaciones y oraciones con que ella interrumpe el relato o la exposición, para iniciar el movimiento elevador hacia Dios, hacia Cristo o la Trinidad, no sólo en presencia del lector sino atrayéndolo a esa órbita de misterio. Por eso, las breves oraciones tantas veces intercaladas en el texto teresiano son como válvulas de escape para la conexión entre Dios y el lector trámite la vivencia realista de Teresa misma.
Cf. T. Alvarez, Mística y mistagogía. En ‘Atti del Congresso Internazionale OCD’, Roma 2000, pp. 735-743.